Deleuze y Guattari hacia una “nano-política” de los afectos

GABRIELA BERTI

La política no tiene un lugar específico en el pensamiento de Félix Guattari y Gilles Deleuze, es decir, no manifestaron explícitamente su interés por analizar la relación entre filosofía y política, ni declararon que su trabajo está marcado por la condición política (como ocurre con otrxs filósofxs como Althuser; Sartre; de Beauvoir; Nancy o Rancière). Sin embargo, la filosofía de Deleuze y Guattari no se entiende sin la política, tanto desde la militancia como desde la reflexión. En sus obras, la filosofía y la política adquieren una dimensión diferente a la tradicional, ya que su abordaje sobrepasa la cuestión enmarcada dentro de la ética (cuadro dominante en la filosofía política).

Marxismo (y anti-hegelianismo); maoísmo; militantes de izquierda; acciones micropolíticas; Mayo del 68; política universitaria; lucha contra la opresión fascista; activismo de postguerra y creación de Grupo de Información sobre las Cárceles (GIP), estas etiquetas y otras más son atribuibles a uno y otro pensador.

Muchos de los conceptos desarrollados por este par de pensadores han hecho que su filosofía devenga política, como por ejemplo el de “máquinas deseantes” (donde el deseo se aleja completamente de la formulación psicoanalítica), y la función del concepto de producción como un dispositivo social capaz de fisurar la lógica capitalista; sus análisis del concepto de minorías y el devenir minoritario, para el que Deleuze (en solitario) parte de la obra de Kafka y, por supuesto el énfasis depositado en la micropolítica. Por ello, la verdadera política no se juega en el concepto de Estado, ni de partidos, sino que es aquella que se mantiene atenta a los procesos singulares, a los lugares contradictorios de las vidas singulares y de las comunidades.

Otro punto relevante de la filosofía política ortodoxa, del cual se distancian Deleuze y Guattari, es su fundamento ontológico. No hay política sin ontología que, por ejemplo, supone una voluntad del ser para transformar (voluntad constitutiva), de luchar por su libertad o esforzarse para cambiar lo que “es” (“Yes we can”). Sin embargo, para Deleuze y Guattari, la política está antes que el ser y no desde el punto de vista aristotélico (que entiende al “hombre” como ser político). La realidad es un puro devenir (es un ejercicio) y, en las diversas configuraciones de ese devenir (que no azar), se conforma el ser.

El análisis del capitalismo en toda la obra de escrita a cuatro manos por ‘Guattareuze’ y especialmente en los dos volúmenes sobre “Capitalismo y Esquizofrenia” (1), está señalado por una impronta marxista pero, al mismo tiempo, se separan de la escolástica marxista en su crítica al capitalismo. No hay revolución, vuelco del proletariado que cambie la forma del Estado, contra el capitalismo si se plantea en términos de “máquina binaria”; contraponer el poder del capital al revolucionario es parte de la estructura de la misma máquina del poder. Las dicotomías categóricas son un atributo indisoluble del poder que funciona porque muestra que el poder ‘se tiene’, sólo cuando el poder se ejerce.

Refiriéndose al Mayo del 68 en El Abecedario, Deleuze decía que hay un “devenir revolucionario sin un porvenir de revolución”, una frase que encierra en pocas palabras la crítica a la visión marxista. Ese devenir revolucionario se instala precisamente en el lugar del cuestionamiento, en la desidentificación de las categorías del poder (oprimido-opresor; hombre-mujer; normal-anormal, mayoría-minoría). Ni el poder (burguesía, superestructura, colonizadores) ni la resistencia (marginados, minorías, proletariado) son localizables de forma prístina.

La dialéctica del oprimido y el opresor sería una muestra de las maniobras de las máquinas binarias de poder, donde el poder es pensado exclusivamente como una relación negativa en la que solo se pude decir “no” (no puedes mandarme, no puedes elegir, etc.). Esto queda claro desde una de las primeras obras de los autores: El Antiedipo, donde se realiza un análisis ‘histórico’ (a la nietzscheana) de las relaciones de poder en las sociedades de soberanía; las disciplinarias y las sociedades de control. En ese último tipo de sociedades se hace más patente cómo el poder no puede resumirse en una estructura binaria, represiva o bajo la instancia de las reglas que prescriben o prohíben.

Deleuze y Guattari no niegan que el sistema capitalista manipula y sobreexplota, pero consideran que su fuerza está más en la manera en la que se insinúa en la economía deseante que en las contradicciones de clase. Es por esta razón que las luchas revolucionarias no se circunscriben a las relaciones de fuerza aparentes como lo que hace la ‘Gran Política’ partidaria, de Estado, etc., esas luchas están en el estamento de lo subjetivo, a nivel de pareja, familia, escuela, grupos militantes, de la locura o las prisiones, donde también hay una economía deseante emponzoñada por el capitalismo que debe ser atendida. Por ello, el análisis debe situarse en el campo de la micropolítica, debe ser un esquizoanálisis de las relaciones o incluso, aunque no sea un concepto explícitamente enunciado por ‘Guattareuze’, una nano-política que atraviesa los procesos de subjetivación.

Históricamente, la filosofía política, la teoría política y sociológica se concentraron en la cuestión del orden de la polis (derechos y libertades de los ciudadanos/as), sus formas de gobierno y regímenes de poder. Para Guattari y Deleuze la política responde al problema de “los movimientos” y “creaciones colectivas” y no a los sistemas de poder u orden. La gestión de los asuntos de la ciudad no está en el centro del pensamiento político de ‘Guattareuze’, sus esfuerzos convergieron en la investigación de una nueva lengua para la política que impacte directamente en su gramática de funcionamiento. En definitiva, en una praxis donde lo que prima son los acontecimientos más que un corpus estructurado bajo el cual se cobija la idea de política. El objeto de la política y de sus filosofías es más bien lo que deviene a nivel micro (incluso a nivel nano), lo que desordena, multiplica y trastoca los sistemas.

A los largo de las obras del binomio ‘Guattareuze’, la filosofía es política, al mismo tiempo que la filosofía se muestra como un malestar en la política, puesto que no se reconoce en la idea canónica del concepto o sus formas de organización (aparato partidario, democracia representativa). Todo esto los llevó a centrarse en una micropolítica (término acuñado por Guattari como consigna y emblema de las revueltas de Mayo del 68 y luego tomado por M. Foucault), antes que en La Política (así, con mayúsculas). La idea de una micropolítica constituyó una respuesta a los problemas políticos, que se diferenciaba tanto de las respuestas de corte socialista como de las liberales

Pensar/actuar desde lo micropolítico es afirmar las singularidades en proceso, preocuparse por los acontecimientos, devenires, lo que (nos) pasa y hacemos, desde un nano espacio. Por ello la política en términos de ‘Guattareuze’ es una política de los afectos y relaciones, es la manera en la que se produce el investimiento del deseo en los afectos singulares. Desde ese espacio es posible pensar la articulación de otras fuerzas sociales de cohesión (activistas, asociacionistas, grupalistas) y contraefectuales, que no necesitan exhortar el monopolio de fuerza pública, del Estado, la trascendencia o las formas jerárquicas y representativas.

El poder como la política no son atributo, sino que son inmanentes e implican relación, afectación, funcionamiento, por ello la política también carece de esencia y se conforma en singularidades. Esta nano-política de los afectos opera más que por conceptos cerrados y delimitados (libres y oprimidos, burgueses y proletarios) por cartografías que muestran intensidades, velocidades, direcciones y trayectorias de fuga. Se trata así de nano-devenires políticos en los que hay que trazar umbrales de intensidades y segmentos de vecindades políticas, más que lugares de identificación que enfrentan o chocan.

Una lógica de la nano-política se emplaza en las líneas de los afectos que crean multiplicidades productivas, y componen resistencias o procesos rebeldes, antes que una imagen abstracta de la sociedad o los pactos políticos/sociales. Es por ello que desde la perspectiva de ‘Guattareuze’ la política responde al problema de los movimientos y las creaciones colectivas, en las que las nociones de singularidad, sujeto, organización, composición, estrategias, dispositivos,  permanecen abiertos y tienen más peso que la clase, Estado, partido o representación política.

La aproximación a una nano-política no se activa al remarcar las contradicciones, sino al resaltar los lugares por donde se fuga y fluye lo político, para ocupar otro espacio-tiempo o para inventar nuevos espacios-tiempo. A la nano-política le interesa lo que suscita acontecimientos (incluso muy pequeños), que escapan del control, que dan lugar a nuevos espacios-tiempo, que son una tentativa de resistencia. Para poner en marcha este forma de la política “a la vez son necesarios creación y pueblo” (2).

 

Gabriela Berti es Dra. en Filosofía, Master en Teoría y Estética del Arte Contemporáneo y esquizoanalista. Es docente universitaria, escritora y trabaja en la Fundación Ideograma. (@GabyBerti3)

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Ver otros artículos del monográfico: “20 autores básicos de la filosofía política

 

1). Me refiero a los libros de DELEUZE, G. y GUATTARI, F. El Antiedipo, Capitalismo y Esquizofrenia; Barcelona; Paidós; 1998 y Mil Mesetas, Capitalismo y Esquizofrenia; Valencia; Pre-textos; 2004.

(2). Cf. DELEUZE, G.; Conversaciones; Valencia; Pre-Textos; 1996; p.149