ALMA GAMPER
En 2014 Sophia Amoruso, fundadora y CEO de la empresa de fast fashion Nasty Gal, publicó una autobiografía titulada #Girlboss, la cual popularizó el uso de este neologismo formado uniendo las palabras “chica” (girl) y “jefa” (boss). Aunque el uso de girlboss en internet es cada vez más irónico y crítico, la idea detrás de este término sigue presente en la cultura popular: la convicción de que el hecho de que haya mujeres ocupando posiciones de poder tradicionalmente ocupadas por hombres es inherentemente feminista y beneficioso para todas las mujeres, ya que suponen un ejemplo a seguir que hará que más mujeres se animen a adentrarse en estos espacios masculinizados. El “feminismo girlboss” ha sido a menudo criticado por sus contradicciones: el éxito de estas mujeres se mantiene a veces a costa del sufrimiento de otras—en los últimos años, varias empresas lideradas por mujeres han protagonizado escándalos debido a sus condiciones laborales. Pese a ser este un fenómeno reciente, las tensiones que plantea ya estaban presentes en los textos que Aleksandra Kollontái escribió hace un siglo, donde se expone una visión de la liberación femenina que no pase por hacerse un hueco en las estructuras opresivas masculinizadas sino por un proyecto emancipatorio que transforme la sociedad por completo.
Aleksandra Kollontái (1872-1952) fue una política, revolucionaria y teórica marxista rusa que teorizó y trabajó por los derechos de las mujeres como parte de su compromiso con la emancipación de la clase trabajadora y la causa bolchevique. Tras participar en la Revolución de Octubre, se convirtió en la primera mujer de la historia en ocupar un ministerio, el Comisariado del Pueblo para la Seguridad Social. En 1919 fundó el Zhenotdel junto con Inessa Armand, la sección femenina del Partido Bolchevique que se encargaba de impulsar una mayor implicación femenina en la causa socialista y de mejorar la situación de las mujeres en la Unión Soviética a través de distintas medidas—una de ellas fue la legalización del aborto en 1920, antes que ningún otro país del mundo. Muchas de sus aportaciones siguen siendo relevantes para pensar el feminismo a día de hoy.
En su texto Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, publicado en 1907, Kollontái esboza su concepción de la lucha por la liberación de las mujeres a partir de una crítica al movimiento feminista de su época, de carácter burgués y liberal. A lo largo de este texto Kollontái contrapone constantemente los intereses y demandas de “las feministas”, a las que critica por considerar que sólo se preocupan por los intereses de las mujeres burguesas, con los de las mujeres trabajadoras. Esto ha llevado a algunos de sus lectores a criticar la tendencia a etiquetarla como teórica feminista. Sobre esta cuestión, me parece relevante destacar que sus críticas están dirigidas al movimiento feminista de su contexto histórico, y aunque muchas de ellas siguen siendo válidas frente a ciertas ramas del feminismo actual—liberales y esencialistas—otras propuestas feministas contemporáeas—más inclusivas—permitirían acomodar muchas de las ideas de Kollontái.
Kollontái critica a las feministas de su época porque, de forma parecida al feminismo liberal o choice feminism actual, buscaban soluciones individuales a la desigualdad de género. Estas soluciones, en vez de atacar las bases de la sociedad de clases, tenían por objetivo conceder a las mujeres los privilegios hasta entonces sólo accesibles a los hombres—privilegios que les darían la opción de subyugar a otras mujeres. Del mismo modo, Kollontái se opone a la noción de que exista tal cosa como una “cuestión femenina”, una serie de demandas que afecten a todas las mujeres por igual y alrededor de las cuales se pueda organizar un movimiento feminista unificado e interclasista. Adelantándose a lo que postularían durante la década de 1990 las teóricas de la interseccionalidad, Kollontái escribía que las mujeres no son un grupo homogéneo, ya que sus experiencias se ven influidas también por su clase social (cabría añadir raza, orientación sexual, etc.). Las mujeres burguesas y las mujeres de clase trabajadora no experimentan la opresión de género de la misma forma, por lo que sus objetivos, aspiraciones y proyectos políticos pueden entrar en contradicción.
La propuesta política de Kollontái—que parte de la noción de que las causas de la opresión de las mujeres son económicas y sociales—requiere “poner en entredicho las prerrogativas y privilegios existentes”, atacar las bases socioeconómicas de la sociedad. “La mujer trabajadora es ante todo un miembro de la clase trabajadora”, por lo que su lucha tiene que estar necesariamente ligada a la lucha por la emancipación de la clase trabajadora: las mejoras que se puedan conseguir en el marco capitalista serán siempre insuficientes. El objetivo de las mujeres trabajadoras, según Kollontái, es construir un nuevo mundo basado en la solidaridad, pues sólo transformando profundamente las relaciones sociales y productivas se alcanzará la liberación y la plena igualdad para las mujeres.
Kollontái también trató la cuestión de la familia, el amor libre y las relaciones sexuales. Por un lado, puso énfasis en que la lucha por la igualdad de las mujeres no acaba en la libertad en el ámbito público, de forma que es necesario abordar la situación de la mujer en el hogar y su rol en la familia, entendida como institución basada en la propiedad privada que sostiene el capitalismo. En El comunismo y la familia, publicado en 1921, constata como la incorporación de las mujeres al mercado laboral después de la I Guerra Mundial ha cargado a la mujer con una doble jornada laboral: “la ha convertido en obrera, sin aliviarla de sus cuidados de ama de casa y madre”. Frente a esto, Kollontái no propone repartir de forma igualitaria las tareas dentro de la familia sino colectivizarlas, que sean compartidas por toda la sociedad.
En esto último encontramos la que es, a mi parecer, la clave del su pensamiento: la búsqueda de soluciones colectivas que pasen por una transformación completa de la sociedad, cambiando no sólo las relaciones económicas de producción sino también la psicología liberal que guía nuestras relaciones, basada en el individualismo, la propiedad privada y la desigualdad. Los principios sobre los que se construirá la sociedad de la que nos habla Kollontái son la camaradería y la solidaridad, tanto entre amantes como entre toda la clase obrera. Este nuevo mundo se puede entrever en las relaciones entre la clase trabajadora, que pone en valor lo colectivo. Frente al individualismo liberal, leer a Kollontái puede ayudarnos a imaginar un feminismo que entienda la complejidad de las distintas experiencias de las mujeres y se comprometa a luchar por una sociedad más justa, igualitaria y libre para todos, ya que sólo en ella puede tener lugar la emancipación completa de las mujeres.
Alma Gamper es Estudiante de Filosofía. Política y Economía (UPF-UAB-UAM-UC3M). Ahora en Sciences Po (@almagamper)
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Bibliografía
Kollontái, A. M. (2016). Mujer y lucha de clases. El Viejo Topo.