La religión y la política en Juego de Tronos

CARLOS HELFER BEJERANO

“Vergüenza, vergüenza”, vocifera la septa Unella por las calles de Desembarco del Rey. Frente a ella, Cersei Lannister camina desnuda por las calles de la capital, con la finalidad de hallar la expiación a sus pecados: falsedad y fornicación. El ejecutor es el Gran Gorrión, el líder espiritual que ha llegado a la capital de los Siete Reinos a denunciar los vicios de una élite gobernante que actúa contra los dioses y el pueblo. Pero, ¿cómo es que llegamos a este punto en una historia en la que todo, o casi todo, está permitido?

Para empezar, es importante señalar que la religión define y moldea el sendero sobre el cual se desenvuelven varios personajes de Juego de Tronos. Si bien, en un inicio la religión no tiene mucho protagonismo, esta va cogiendo mayor relevancia a medida que vamos conociendo los motivos y el camino que cada uno de los personajes sigue para cumplir con su “destino”.

Por ejemplo, Stannis Baratheon confía ciegamente en Melissandre, sacerdotisa de R’hllor, para ver cumplido su sueño de conseguir el Trono de Hierro, y no duda en sacrificar a su propia hija, para que el Señor de la Luz le conceda la victoria ante las huestes de Ramsey, el bastardo de Roose Bolton. O el viaje que realiza Bran Stark más allá del Muro para buscar al Cuervo de Tres Ojos y convertirse asimismo, valga la redundancia, en el Cuervo de Tres Ojos, divinidad de los Niños del Bosque y los antiguos hombres, es otro ejemplo que podemos citar sobre cómo la religión marca el derrotero de los personajes de la saga de Canción de Hielo y Fuego.

En palabras de Durkheim, la religión es un fenómeno cultural compuesto por creencias, valores, normas, rituales y ceremonias que forjan la identidad de las personas. Pero aún más importante, la religión brinda la certeza de que la vida tiene un significado esencial, que existe una trascendencia más allá de la vida terrenal. Azotados por guerras y escasez de comida, los ciudadanos de Desembarco del Rey necesitan una certeza de trascendencia para resistir los duros momentos que vienen por delante. Sin embargo, no encuentran entre los suyos al referente que los guíe por ese camino. El Septón Supremo, algo así como el Papa para la Fe de los Siete, está entregado a los vicios mundanos y es parte de la élite gobernante que mira indiferente el sufrimiento del pueblo.

En su primera conversación, Cersei le dice al Gran Gorrión que “la fe y la corona son los dos pilares que sostienen este mundo. Si uno se derrumba, también lo hace el otro”. Ella entiende que el gobierno y la religión son dos aspectos muy importantes en la vida de los ciudadanos de la capital. Intenta controlar ambos y ayuda al Gran Gorrión a convertirse en el líder espiritual de la Fe de los Siete, para volverlo instrumento de su venganza contra los adversarios políticos que amenazan con robarle el poder. Sin embargo, en su intento de control total, ignora que el Gorrión Supremo no tiene motivaciones personales que se puedan comprar con dinero u otro tipo de prebendas.

Él se presenta asimismo como un referente moral que exalta el culto a la pobreza y el cumplimiento estricto de La Estrella de Siete Puntas, la biblia de la Fe de los Siete. A diferencia de otros personajes religiosos de Juego de Tronos, este no posee poderes verdevidentes, no puede controlar el fuego valyrio, ni es un alquimista que ofrezca la vida eterna, pero cohesiona a la gente bajo la premisa moral de estricto cumplimiento de la fe para hallar la trascendencia.

Sobre la base de reglas estrictas que refuerzan y hacen más fuerte el vínculo con el grupo, ha logrado entre sus seguidores más fieles, la Fe Militante, un sentido de pertenencia poderoso, tanto como para sacrificar su vida por la idea que él representa. Consciente del poder que tiene sobre el pueblo, desafía a Olenna Tyrell y sus amenazas de destrucción: “Ustedes son los pocos, nosotros somos los muchos, y cuando los muchos dejan de temer a los pocos”.

Al utilizar la palabra “somos”, define y delimita quienes son los integrantes de la comunidad o pueblo que él también conforma y sobre la cual pretende establecer una cohesión social, frente a una élite gobernante inmoral y corrupta. Para hacerlo más simple, el pueblo es la referencia de lo bueno, lo puro e inocente, que necesita ser guiado para así encontrar el camino que alegra a los dioses. La aristocracia es todo lo malo. Punto.

Una leyenda cuenta que un niño se encuentra un pájaro que canta primorosamente y lo lleva a casa. Le pide a su padre que traiga comida para alimentarlo, pero este no quiere hacerlo porque es un simple pájaro, así que lo mata. Pero al matar al pájaro, mató al canto, y con el canto se mató a sí mismo. El Gran Gorrión es la metáfora de esta leyenda, que cree que lleva consigo el mensaje de la trascendencia de la vida, hasta que Cersei lo hace volar por los cielos, junto al Gran Septo de Baelor. Pero, ¿habrá eliminado con él la necesidad de guía espiritual que necesitan los ciudadanos de la capital? Esa es una respuesta que todavía no conocemos.

Carlos E. Helfer es periodista, especialista en comunicación política, gestión de mensaje y training media (@carlosehelfer)

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