ALEXANDRA VALLUGERA
Aunque la serie Juego de Tronos sea ficción, las novelas en las que se basa, que no sigue fielmente, están basadas en la realidad. Sí, es cierto, los dragones no existen. Pero bueno, es lo que tiene la fantasía, que hay pequeños detalles que no se ajustan a la realidad. Podríamos considerar que los dragones no son pequeños detalles, por una cuestión de tamaños, pero ¿qué son tres dragones en una saga fantástica de más de seis libros? Unos pequeños detalles.
George R. R. Martin basó su saga Canción de Hielo y Fuego, en la que se basa Juego de Tronos, en la historia y en la geografía, eminentemente euroasiática. Y no es una aproximación que hagamos desde aquí, sino que se pueden leer múltiples aportaciones y artículos sobre el tema. Es cierto, también, que la serie es menos histórica que las novelas y que permite una lectura más actualizada de las relaciones y los hechos que relata. En otras palabras, además de la historia europea, de la pasada, en Juego de Tronos podemos ver el presente de Europa. Y haciendo un análisis más amplio, de parte del mundo.
Pero volviendo a la historia, a los hechos sobre los que hay un consenso generalizado (1) que quedan reflejados tanto en Canción de Hielo y Fuego como en Juego de Tronos, tenemos el enfrentamiento entre los Lannister y los Stark, que tendría su referente histórico en la Guerra de las Dos Rosas que enfrentó a los Lancaster y a los York en la Inglaterra del siglo XV. Esto nos lleva, razonablemente, a mirarnos más atentamente los mapas de Poniente y de Europa. Y no parece que pueda haber dudas sobre que los Siete Reinos sean un reflejo de Inglaterra e Irlanda. De hecho, los mapas coinciden, con la única salvedad que ¡Irlanda está cabeza abajo!
Hasta coincide el Muro que protege la Guardia de la Noche con el Muro de Adriano (2), construido por los romanos. Muro que se construyó para mantener fuera de la civilización de aquellos momentos a los pictos, pueblo precursor del escocés que asaltaba la civilización romana. De hecho, lo que en toda Europa se conocía como los bárbaros, que iban atacando a los romanos siempre que podían.
Pero podríamos tener otras lecturas de estos enfrentamientos, sobre todo en la versión televisiva, que, como se ha dicho anteriormente, se acerca más a la actualidad que la saga literaria.
¿Qué deja fuera el Muro? ¿De qué se defienden con la Guardia de la Noche? Del otro. Se defienden de lo desconocido, de lo que los puede invadir y acabar con su civilización. Y en Juego de Tronos este otro, este desconocido, no son tanto los Pueblos Libres (3) que habitan más allá del Muro, sino los muertos vivientes. Pero la población no lo sabe. Cree que el Muro los protege de estos pueblos que no aceptan las normas establecidas en Poniente, donde existen reyes y vasallos, y que quieren invadirlos para liquidar su forma de vida y de estructura social. Los integrantes de los Pueblos Libres se ven a ellos mismos como fuertes y luchadores, hombres y mujeres libres, al contrario de lo que consideran que son los hombres y mujeres de Poniente, débiles y dominados por señores que imponen sus reglas y sus leyes. Estos pueblos libres son homologables a los bárbaros que se han comentado más arriba, los que supusieron el fin de la civilización romanizada y hundieron el Imperio Romano en el siglo V.
Pero en realidad, el Muro, de quien protege, es de los muertos vivientes. ¿Y quiénes son los muertos vivientes? No podríamos encontrar un reflejo en la historia. O sí. Os planteo una primera hipótesis. Vinculada a la historia, al siglo XIV, los muertos vivientes podrían ser los apestados, los enfermos de peste que, sin estar muertos todavía, eran portadores de la muerte segura y enfermaban a quien tocaran. Una epidemia que acabó con casi la mitad de la población de Europa en pocos años. Nadie podía escapar de ella y nadie podía luchar contra ella. Hasta se vaciaron pueblos para dejarlos a los apestados.
Pero en una aproximación actual, tanto los bárbaros como los muertos vivientes pueden tener otra lectura. Una lectura geográfica y estructural. Los bárbaros pueden ser los extranjeros; los muertos vivientes, los inmigrantes y los refugiados. Y los distinguimos por varios motivos.
El Muro es todo aquello que construyen las sociedades occidentales para parar la llegada de inmigrantes y refugiados. Desde el muro que Donald Trump quiere construir para evitar la inmigración, principalmente la mexicana y latinoamericana, hasta Frontex (4), la gestión de las fronteras que ejerce la Unión Europea, pasando por los subsidios a Turquía para que asuma los refugiados que Europa no quiere.
Son las “palabras robadas” de Trump en que califica de “agujeros de mierda” a una serie de países de los que considera que recibe demasiada inmigración, y son también Polonia, Austria, Hungría o República Checa, que se han negado a acoger a los refugiados que les tocaban por pertenecer a la Unión Europea. Son la valla de Ceuta y Melilla y la valla de Hungría y Serbia, construidas, igual que el futuro muro de Trump, para parar a lo que es percibido como una amenaza que puede invadir el propio territorio.
Trump, en la misma conversación en la que tacha de “agujeros de mierda” a unos cuantos países, también se pregunta “por qué no pueden tener más inmigración de lugares como Noruega”. En la UE se permite, de momento, la libre circulación y residencia de la población europea y de la de algunos países con quien tiene acuerdos. Estos son considerados extranjeros. Estos, aunque molestos y desagradables, pueden llegar a ser aceptados, sobre todo como aliados en la lucha contra los otros, como sucede en Juego de Tronos, en que el Pueblo Libre se une a los habitantes de Poniente para combatir a los otros, los muertos vivientes.
Los muertos vivientes de Juego de Tronos podrían ser, en la realidad actual, los inmigrantes y refugiados que intentan asaltar los muros y cruzar los mares para llegar a un sitio mejor. Y la identificación de los unos con los otros no se debe a su imagen, claro que no. Se debe al hecho de que son muchos y de que cada día son más. Y que no hay nada que los vaya a detener; a unos, el deseo de conquista; a los otros, la necesidad de sobrevivir.
Alexandra Vallugera es politóloga y consultora de comunicación (@alexvallbal)
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