La revolución comunicativa china

CARLOS MAGARIÑO FERRERO

Las calles de Pekín vuelven a brillar. Aún la bruma que suele camuflar el paraje asiático, ya van apareciendo turistas locales que de manera tímida vuelven a visitar el Templo del Cielo o pasean por la mítica Plaza de Tiananmén. Parece una vez más que el imperio chino resurge de sus cenizas para erigirse vigoroso ante las alicaídas potencias occidentales, las cuales miran con recelo el éxito asiático.

Los telediarios locales muestran como en Wuhan – el supuesto epicentro de la pandemia que sigue azotando nuestras sociedades – celebran festejos sin mascarilla alguna y sus ciudadanos ya parecen vivir como si nada hubiera ocurrido en este último año. Unas imágenes que nos evocan filmes de Zemeckis, esos en los que un joven McFly viajaba al pasado, ese mismo pasado que parece no querer retornar.

Desde China provienen datos ilusionantes que parecen venidos de un lugar irreal: crecimiento del PIB del 2,3% en el año 2020, aparición de pequeños rebrotes que son controlados de manera diligente, meses sin muertes registradas y celebraciones del Año Nuevo Chino con limitadas restricciones. El régimen asiático se exhibe triunfal hacia el exterior, la batalla económicosanitaria derivada de la COVID-19 concluye en victoria de Pekín, la de la lucha por el relato comunicativo parece estar en camino.

China quiere consolidar su lugar en el mundo. Aspira a ostentar la posición de hegemón que la Estados Unidos de Trump ha decidido denostar durante los últimos cuatro años, dejando así un hueco vacío para quien lo quisiera ocupar. Por ello, la potencia asiática ansía ser la guía de la civilización, pero no quiere conseguirlo por la fuerza, sino a través del convencimiento, de la virtud. La maquinaria propagandística china en términos de comunicación institucional parece estar carburando a pleno rendimiento en aras de la consecución de ese objetivo, aún encontrarse piedras en el camino.

El sistema confuciano: el ying y el yang

El régimen chino lleva décadas intentando incrementar su poder en el tablero geopolítico mundial, y la eficiente comunicación de sus logros y éxitos ha sido una de las patas que han fundamentado esta estrategia.

Por el 490 a.c, el filósofo Confucio ya puso énfasis en la importancia de la cautela y la sutileza, pero también la contundencia como las armas fundamentales para ascender en el terreno político. El régimen chino es el alumno aplicado del sistema confuciano: la búsqueda del “justo medio”, encontrar el equilibrio universal a través de la fuerza, pero también la virtud para establecer a China como la potencia que es y que desea ser en el futuro próximo.

La COVID-19 apareció como un temido contratiempo para el régimen chino, que veía peligrar la estabilización de su imagen como potencia en el mundo occidental o como su soft power florecía lejos del entorno autoritario de Rusia o Turquía. Las acciones fueron rápidamente planificadas: en marzo, cargamentos de material sanitario a países como Italia o España con bandera china incluida. Cuando los socios europeos se miraban recelosos en búsqueda de mascarillas y respiradores, allí aparecía la potencia asiática para socorrerlos.

Antes de la pandemia ya se habían cerrado acuerdos dentro de la denominada “Nueva Ruta de la Seda” (Belt and Road Initiative) con países como Italia, a partir de la firma de acuerdos de entendimiento para la inversión china en proyectos diversos como en infraestructuras o telecomunicaciones.

La última gran estrategia del gobierno liderado por Xi Jinping es la denominada “diplomacia de las vacunas”. A partir de sus dos mejores prospectos – Sinovac y Sinopharm – , China está proporcionando a países alejados de las grandes potencias la posibilidad de recibir vacunas con un coste limitado. El régimen asiático amplía sus fauces hacia América Latina, África y el Sureste Asiático. Argentina, Brasil, Bolivia, Marruecos, Senegal, Camboya. Estar cuando nadie más está.

Aún las maniobras del país asiático, la idiosincrasia de su régimen político no contribuye a mejorar la imagen china en el exterior. Según todos los indicadores, el régimen chino es un régimen autoritario que no garantiza a su ciudadanía derechos y libertades fundamentales, que reprime a disidentes y que supervisa con mano de hierro a la totalidad de la sociedad. Ejemplos de publicaciones que fundamentan esta caracterización son varios: The Economist [1] y su informe anual Global Democracy Index califica a China como un “régimen autoritario” otorgándole una nota de 2.27 sobre 10; Freedom House [2] le considera un país “no libre” atribuyendo una nota de -1 sobre 40 en derechos políticos y de 11 sobre 60 en el área de libertades civiles.

Conocidos también son los casos de represión a la etnia musulmana de los uigures [3], los cuales son perseguidos e introducidos forzosamente en “centros de formación profesional” por las autoridades de Pekín o la ruptura efectiva del régimen especial de Hong Kong – un país, dos sistemas – a partir de la nueva ley de seguridad o la ley de extradición china, las cuales han provocado protestas y la consiguiente represión por parte del régimen.

¿De qué manera “vende” China su país al exterior?

El sistema chino puede ser un producto difícil de vender fuera de sus fronteras. En los países occidentales más avanzados los dejes autoritarios del gigante asiático no suelen caer demasiado en gracia. Aún los intentos de limitar los daños, la primigenia – y errada- gestión de la pandemia y la poca nitidez de los datos proporcionados están siendo un lastre para la estrategia comunicativa china en el mundo.

Según el Pew Research Center [4], la visión negativa en occidente sobre China ha alcanzado máximos históricos desde la aparición del coronavirus. En países como Alemania, Canadá o Países Bajos más del 70% de la población observan de manera negativa al país asiático. En otras naciones como Italia o España, este porcentaje se reduce tímidamente hasta el 60%.

Este mismo estudio nos proporciona otra información relevante: aún haber incrementado la contrariedad en torno al régimen chino, la visión sobre su líder – Xi Jinping – es claramente dispar. Mientras que la desconfianza respecto al líder asiático incrementa en la gran mayoría de los países analizados, estos confían más en Xi Jinping que en Donald Trump: en Alemania un 78% no confía en Xi, pero un 89% no confía en Trump. La importancia del líder.

Con la intención de contrarrestar y desarrollar su imagen en el exterior, el régimen chino ha ideado una serie de estrategias comunicativas que pueden dividirse en tres grandes ejes: el geopolítico, el personalismo del liderazgo y el de la promoción económica.

Por un lado, el régimen chino utiliza el eje geopolítico para influir y dinamizar su imagen de país en el exterior. La decisión de utilizar la vía del softpower es fundamental para la correcta comprensión del entramado propagandístico chino. Según el índice The Soft Power 30, China ha progresado adecuadamente estos últimos años en el ámbito del poder blando. Desde estar posicionada en la posición 30 en el año 2015, ha ido progresando hasta alcanzar el número 27 de la lista, dejando atrás a otras potencias de carácter autoritario como la Federación Rusa o Turquía. La promoción de su cultura y su capacidad para establecer compromisos en el terreno internacional han sido los pilares de su progresiva ascensión, siendo esta limitada por el escaso compromiso de sus instituciones en la defensa de los derechos y las libertades individuales o la restringida participación de la ciudadanía china en servidores globales de internet. Aún los déficits del régimen chino, éste ha sabido inculcar en la opinión pública mundial una impresión ambivalente: por un lado un país comprometido por el desarrollo mundial y la lucha contra el cambio climático, y por el otro una nación que actúa de manera severa contra los que intentan oponerse a su acción – el ejemplo de Australia es paradigmático- . El ying y el yang, el justo medio.

Introduciéndonos en el eje del personalismo del liderazgo, este es esencial para la estrategia de comunicación institucional china. Nos encontramos con Xi Jinping, un líder contundente en el fondo, pero realmente cauto en las formas. El presidente de la República Popular China es uno de los estandartes de la estrategia propagandísticas, especialmente durante estos últimos años, en los cuales Donald Trump ha sido el gran antagonista. La comparación entre líderes ha resultado negativa para Trump, que ha sido observado como impulsivo, poco respetuoso e insolente contra diversidad de naciones extranjeras. Xi, aún ser el líder de una potencia autoritaria, sus apariciones públicas denotan serenidad, calma y aplomo ante las grandes decisiones. La creación de un relato en el cual un líder no democrático es observado con menos recelo que un gobernante de un país que sí lo es.

El tercer eje de la estrategia comunicativa china se ha basado en la repetida e incesante promoción de su éxito económico por todo el globo. Los logros utilizados para tal misión son varios: desde la reducción de la pobreza extrema en la totalidad de la nación [5], pasando por la salida de la pobreza de más de 800 millones de personas en las últimas cuatro décadas o el continuado crecimiento sin parangón del país. La exposición de florecientes ciudades como Shanghái o Shenzhen también supone una de las armas más eficaces para enseñar al mundo la creación de un relato de prosperidad sin matices, convirtiéndose así en una aspiración para los denominados “países en vías de desarrollo” que observan como “uno de los suyos” crece y deslumbra a las tradicionales potencias de occidente. Esa historia del país subdesarrollado que con compromiso y tesón ha ido modernizando su sociedad y su tejido productivo para ser hoy uno de los centros tecnológicos mundiales ha calado en el imaginario económico mundial, en el cual empresas chinas como Huawei o Alibaba son puntales en sus respectivos sectores.

Así, a partir de esta promoción del crecimiento de su economía, China se presenta como el “hermano mayor” de las regiones menos desarrolladas de nuestra civilización, a las cuales el régimen está dispuesto a ayudar. La ya expuesta Nueva Ruta de la Seda es solo un engranaje más de una estrategia unificada de inversiones en regiones tan diversas como América Latina, África o el sureste asiático para, no solo vender una idea del mundo, sino crear una red de nuevos aliados e introducirse al mismo tiempo en el imaginario de esas sociedades. El proceso de edulcoración de un régimen autoritario que, sin embrago, proporciona un apoyo fundamental en la creación de nuevas simpatías.

¿Qué nos deparará el futuro?

El futuro brilla para China, que observa como su plan de comunicación mundial va dando sus frutos.  Sus objetivos parecen claros: incrementar su influencia en los países más vulnerables, mejorar la opinión pública de sus pobladores, mostrarles que el democrático occidente no está ahí para ellos y que China es su verdadera compañera de viaje. La exposición pública de estas acciones es uno de los ejes fundamentales de la red de promoción china, que parece haber entendido que lo primordial no es realizar acciones, sino presentarlas de manera brillante al mundo. Fondo, pero sobre todo forma.

La diplomacia del mundo democrático parece petrificada ante el empuje chino. Después de denostar durante cuatro años al Departamento de Estado, la administración Trump y su particular concepto de diplomacia ha deshecho parte de su liderazgo comunicativo en el mundo. Ante esta situación, el régimen chino no ha perdido el tiempo: la creación de alianzas ha sido más intensa que nunca en los últimos tiempos. Con su principal antagonista inactivo, Xi Jinping ha observado como Estados Unidos le abría de par en par la puerta de tradicionales aliados norteamericanos como Marruecos, permitiéndole así expandir sus fauces en territorios hasta ahora bloqueados por la influencia occidental.

La democracia se sustenta en unas bases legislativas que suelen provocar rendición de cuentas y una sólida protección de derechos y libertades individuales. Así, los sistemas democráticos basan su acción en una especie de método weberiano que confía su eficacia en rutinas y procedimientos, que pueden proporcionar resultados correctos pero tardíos. Regímenes como el asiático tienen la rapidez de acción como su mayor baza para la excelencia. La legitimación de las mismas es otro debate. La cuestión es propinar siempre el primer golpe.

Joe Biden parece tener la intención de voltear esta situación, poniendo de nuevo a Estados Unidos como el centro del mundo libre, capaz del máximo pragmatismo para asegurar las libertades. Con una Unión Europea saliendo del letargo diplomático, la refundación de la relación con la potencia norteamericana debe ser una de las patas diplomáticas básicas para combatir de manera eficaz la propaganda china.

Así, el mundo democrático debe reformular sus estrategias comunicativas con el objetivo máximo de batallar de manera eficaz la vitalidad comunicativa china. Se deben realizar esfuerzos de promoción unificada, que hagan entender a las sociedades que, aún tener la democracia problemas y fallas, sigue siendo el mejor de los sistemas existentes. Se debe exponer de manera didáctica a los sistemas democráticos menos sólidos que la libertad jamás puede ser igualada. Por nada.

Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia. El presidente Theodore Roosevelt, una vez más.

 

Carlos Magariño Ferrero es estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra. Miembro del espacio La Cúpula (@cmagfer)

 

[1] Global democracy has a very bad year. (2020). De https://www.economist.com/graphic-detail/2021/02/02/global-democracy-has-a-very-bad-year

[2] China 2020: A Leaderless Struggle for Democracy | Freedom House. (2021). De https://freedomhouse.org/country/china/freedom-world/2020

[3] Quiénes son los uigures, la etnia que China está deteniendo en «campamentos de reeducación» – BBC News Mundo. (2018). De https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-45368245

[4] Unfavorable Views of China Reach Historic Highs in Many Countries. (2020). De https://www.pewresearch.org/global/2020/10/06/unfavorable-views-of-china-reach-historic-highs-in-many-countries/

[5] Una China sin pobreza extrema. (2020). De https://politica-china.org/areas/sociedad/una-china-sin-pobreza-extrema