Reseña de ‘Poder migrante’, de Violeta Serrano

XAVIER PEYTIBI

Vivimos en un mundo cambiante, en el que debemos acostumbrarnos a los cambios a una velocidad de vértigo, readaptarnos continuamente, crear soluciones a nuevos problemas de forma nítida y eficaz, ser flexibles, resilientes, innovadores por pura supervivencia y no ya para ser más competitivos u obtener un trabajo mejor. Y hay personas que están más que acostumbradas a ello. Son los migrantes, como lo fue la propia autora del libro “Poder migrante”, Violeta Serrano, saliendo de España. Precisamente, la hipótesis central de su libro se basa en la idea que las personas que se han visto obligadas a dejar todo atrás, o que lo han hecho para mejorar sus condiciones de vida, no son enemigos a temer, sino maestros de los aprender en un mundo en constante crisis. 

En este sentido, el texto analiza por qué esta flexibilidad y esta capacidad no se aprovecha en España (aunque es extrapolable a cualquier país). Violeta indica que son los migrantes quienes están habituados a manejar su propia incertidumbre fuera de su mundo conocido, en perpetuo cambio. Los migrantes son aliados porque nosotros mismos también nos hemos convertido en migrantes en el sentido de que nuestra vieja zona de confort se desvanece y estamos transitando el camino hacia un mundo nuevo que ignoramos sencillamente porque está en plena construcción. 

Pero el migrante, a su vez, también se ha convertido en un caballo de batalla y es aprovechado por el populismo de derechas para un uso meramente electoral. Porque, aunque no siempre es así, se puede decir que los populismos de izquierda tienden a dirigir su antagonismo hacia arriba (élite o casta económico-social) y hacia el futuro. Mientras que los de derecha lo hacen justo al revés: hacia abajo (minorías étnicas, mujeres, inmigrantes, etcétera) y hacia el pasado.

Y, en el contexto actual, el populismo está venciendo. En este tipo de discurso siempre hay un héroe y un villano. La unión fanática entre pueblo y líder se articula fomentando un antagonismo. La figura del migrante es crucial en esta nueva lógica. El líder debe generar una estrategia discursiva que trate siempre de ahondar en la cuestión de que hay un “nosotros” y hay un “ellos”. Es el “otro”, el chivo expiatorio, alguien a quien acusar de los males. Es la razón por la que todo va mal y todo cambia. 

El triunfo de Trump se basó, entre otras cosas, en una intensa campaña de miedo contra el inmigrante venido de México con una imagen muy poderosa y sencilla: la construcción de un muro físico, enorme, casi eterno metafóricamente, que separase el norte del sur, es decir, todo lo latino de lo estadounidense. Trump llegó al poder instalando consignas populistas que ofrecen respuestas simples a problemas profundos. Pero, además, su voto se concentró mayoritariamente en zonas rurales, donde la presencia de inmigrantes es mucho más baja que en las grandes ciudades. 

En Italia la situación no es mucho más alentadora: entre 2002 y 2011, Italia ha pasado de albergar aproximadamente a un millón de residentes extranjeros en su territorio a algo más de cuatro millones. La cifra se ha multiplicado por cuatro en sólo una década. Hay un rasgo que coincide en todas estas democracias europeas en las que la derecha extremista está ganando poder, y es el alto nivel de inmigración que están recibiendo en los últimos tiempos. En un momento de la historia en el que los niveles de población inmigrante alcanzan cotas nunca antes vistas, el miedo al extranjero es una cantera de votos que casi ningún partido político parece estar en disposición de desaprovechar, porque ese miedo al otro va a aumentar debido a la crisis constante en la que vivimos. 

Como explica Violeta: la escasez ha entrado como una tromba a nuestras casas. Y eso quizá no sería un problema si nunca hubiésemos tenido otra cosa. Pero la tuvimos. Y era grande. Y ahora nos la quieren quitar. Y no queremos que eso suceda. Y haremos lo que sea para impedirlo. Incluso buscar culpables imaginarios contra los que cargar nuestra propia frustración Y los migrantes cada vez serán más: vendrán de muy lejos y, al mismo tiempo, nos daremos cuenta de que también lo serán nuestros hijos, nosotros mismos estamos ya expuestos a una inestabilidad total. El problema es que la desigualdad imperante hace que cada vez haya menos personas con margen para detenerse en otra cosa que no sea sobrevivir, tal vez por eso acaban votando a quienes les dan una solución fácil y urgente.

Ese miedo sucede mucho más cuando el migrante no se integra, o cuando le cuesta mucho más que unos años atrás. Y aquí la autora incide, a través de entrevistas, en un tema que me parece interesantísimo, como lo es una diferenciación entre los emigrantes del siglo XX y los actuales del XXI, quienes no pueden alejarse de su propia nostalgia. La comunicación constante, online, con sus países de origen los lleva a no ser capaces de avanzar en su integración. Y eso era algo que no sucedía anteriormente. 

Violeta Serrano nos muestra en su libro que estamos ante un momento en el que, paradójicamente, las fronteras culturales, que cohesionaban a las naciones y a sus ciudadanos, se rompen por la universalización que trae consigo la globalización, y que hace que caminemos hacia una idea casi única que genera problemas de identidad porque no reconocemos la diversidad, la deshumanizamos. Sólo reconociéndola y acercarnos a ella, sólo conocer al otro, permite perder el miedo. Sólo conocer al otro permitirá aprovechar todo lo que un migrante tiene que ofrecer.

 

Xavier Peytibi es Politólogo. Consultor de comunicación política en Ideograma. Profesor en diferentes masters. Autor de xavierpeytibi.com (@xpeytibi)

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PUBLICADO EN EDITORIAL ARIEL

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