Turismo Político en Pekín

DANIEL L. ADELL

Turismo Político en Pekín

Pekín, como la conocemos tradicionalmente, Beijing, como se transcribe hoy para asemejarlo a la escritura pinyin, sistema de transcripción fonética de los caracteres chinos, significa “la capital del norte”. Y en un país de cultura milenaria y de la historia política de China, especialmente en su dramático y turbulento siglo XX, es una gran capital que ha despertado para incorporarse a la globalización y al desarrollo económico, como nunca se ha visto en otro país. Como líder. China, queramos o no los demócratas, desde el mandato de Deng Xiaoping es un modelo de éxito basado en el desarrollo capitalista industrial y ahora tecnológico acelerado y el control social de una dictadura de partido único. Un contraste brutal entre carteles y frases del todopoderoso Partido Comunista de China y un fervor consumista por la incorporación sucesiva de una población de más de 1.300 millones de personas a las clases medias y urbanas.

La plaza Tiananmen

La mayor parte de la población china, comparada con una democracia occidental, es mayormente ignorante de los asuntos políticos que no tengan que ver con la propaganda gubernamental. Por lo que lo que nosotros conocemos de la historia o la política, en ellos tiene un significado diferente. Uno de los ejemplos más claros es la plaza Tiananmen, la plaza pública más grande del mundo. A un occidental su nombre siempre le traerá a la cabeza la imagen de estudiantes masacrados por el gobierno en las protestas prodemocráticas de 1989 o la icónica imagen de aquel hombre frente a un tanque. Pero para la mayoría de los chinos que visitan como turistas nacionales su capital, Tiananmen es el centro del universo chino.

Setenta años antes de las protestas estudiantiles silenciadas por el gobierno y la apertura económica, otros estudiantes se reunieron allí contra la debilidad imperial y el control colonialista de las potencias extranjeras. Esa generación fue la que dio origen a la China moderna, dividida en la guerra civil entre nacionalistas y los finalmente victoriosos comunistas en 1949. Es por esto, que Mao Zedong, el líder de la Revolución y padre de la patria para los chinos, amplió la plaza y la convirtió en el símbolo de la supremacía del Partido Comunista al proclamar desde lo alto de la Puerta de la Paz Celestial de la Ciudad Prohibida la República Popular China, justo donde reside hoy un enorme retrato suyo.

Control social

Cabe destacar que China mantiene una censura de internet en todo su territorio. Allí no podrás conectar con tus redes sociales habituales y, si quieres acceso libre, deberás pagar un VPN, software que conecta tu dispositivo con un servidor ubicado fuera del país. Y en la plaza Tianamen es el lugar físico en el que puedes comprobar ese control social con unas exageradas medidas de seguridad y registro de los visitantes. A todos los chinos se les exige que pasen por el escáner su documento de identidad y a los visitantes extranjeros que enseñen su pasaporte. La profusión de vallas y los limitados accesos deslucen la grandiosidad de la plaza. Si en Europa una plaza atestada de turistas sería un lugar de esparcimiento repleto de bancos y lugares de descanso, en Tiananmen la gente se dirige de un punto a otro y se detiene lo justo para hacerse fotos o contratar a uno de los fotógrafos para turistas de los que allí se encuentran ofreciendo sus servicios.           

           

Mao, Zhou Enlai y la Asamblea Popular Nacional

Entre los turistas chinos son muy populares las ceremonias de izada y bajada de bandera al amanecer y al atardecer en las que partiipa un escuadrón del Ejército de Liberación Popular. En el centro de la plaza se erige el Monumento a los Héroes del Pueblo con bajorrelieves de acontecimientos de la revolución y caligrafía de Mao Zedong y Zhou Enlai, héroe revolucionario y primer ministro de la RPC desde 1949 hasta su muerte. Los caracteres expresan: “Gloria eterna a los Héroes del Pueblo”. Después se puede visitar el Mausoleo del presidente Mao, al sur de la plaza, donde se expone el cuerpo momificado del Gran Timonel, uno de los pocos sitios gratuitos de Beijing y al que se acercan numerosos turistas chinos.

En los alrededores de la plaza se puede apreciar la evidente arquitectura realista socialista, el modelo arquitectónico de la antigua Unión Soviética. Destacan al oeste el Gran Salón del Pueblo, sede de la Asamblea Popular Nacional, el poder legislativo chino, que abre sus puertas a visitantes cuando no hay sesión; y al este el gigantesco Museo Nacional de China, de corte estalinista, que recoge la mejor exposición sobre la antigua China.

La Ciudad Prohibida, los hútòng de la Ciudad Imperial y la Gran Muralla

Pero viajemos al pasado político de China, al de aquella decadencia política que nos hechizó en la famosa película de Bernardo Bertolucci sobre Pu Yi, El Último Emperador. Y es que ubicada en el corazón de China desde hace medio milenio, la impresionante Ciudad Prohibida ha servido de corte para 24 emperadores y es de visita obligada –recomendamos la audioguía en español– para aquellos que quieren sumirse en el trasfondo político de la gran China. Llamada así por estar vetada a cualquier visitante sin autorización, dentro de la última muralla intacta que se conserva en la capital, se trata del complejo palaciego más grande del mundo, donde vivían los emperadores y donde al final, se aislaron de la realidad social de un país que acabaron gobernando sólo simbólicamente. Su acceso por la Puerta de la Paz Celestial, bajo el retrato de Mao y la mirada de numerosos guardias de uniforme y paisano, impresiona.

Y es que, a principios del siglo XV, un emperador de la dinastía Ming, convirtió las ruinas de la antigua capital bajo el dominio mongol, en una ciudad imperial. Es el tiempo de la construcción de la Ciudad Prohibida y la restauración de algunas construcciones de la herencia mongol, que dejó los famosos hútòng (del mongol, callejón), algunos platos de su gastronomía invernal, como el hotpot (caldero caliente, recomendable reservar en un local especializado en la “Calle de los fantasmas”), o la construcción a pocos kilómetros de la Gran Muralla china que pretendía parar las invasiones bárbaras y que es un símbolo de la unidad y la continuidad continental del pueblo chino a lo largo de los siglos (visitable desde Pekín en un tour de un día).

Palacios y Academia del Pekín imperial

Al noroeste de la ciudad imperial se debe hacer otra visita obligada. Allí se encuentra el glorioso y gigantesco espacio del Palacio de Verano, zona de recreo de la corte imperial. Cerca de allí se puede visitar el antiguo palacio de verano, incendiado y saqueado por británicos y franceses en 1860 durante la Segunda Guerra del Opio, la cual ha quedado grabada en los libros de historia del imaginario nacionalista chino como una de las peores humillaciones infligidas por las potencias extranjeras.

En este tour por el recuerdo imperial no hay que olvidar que el famoso Templo de los Lamas fue también palacio imperial (reconvertido en 1744 como principal templo budista del país). Fue la residencia del Príncipe Gong, tan bella, que el hijo menor del emperador Qianlong se la quitó a su propietario tras ejecutarlo en la zona de los Lagos Houhai, la antigua casa de Song Qingling, el padre de Pu Yi, último emperador de China.

Por último, podemos visitar el segundo mayor templo confucianista del país y la Academia Imperial, una especie de universidad de la edad antigua donde se formaban y seleccionaban los altos funcionarios del Estado, considerados “hijos de fortuna”.

Confucio es una figura esencial para entender la filosofía política y el pensamiento chino. La esencia de sus enseñanzas se condensa en la buena conducta en la vida, el buen gobierno del Estado (caridad, justicia, y respeto a la jerarquía), el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación.

 

Un Libro Rojo de Mao en el mercado de Panjiayuán

El mercado de antigüedades de Panjiayuán es el mejor lugar para los coleccionistas de propaganda política. Hay bustos y retratos de Mao y cartelería de la Revolución Cultural que fascinaría en los años sesenta y setenta a muchos jóvenes de la New Left europea y que, por el contrario, es considerada por la dirigencia China como “catástrofe”. Diez años de caos que dejaron cerca de dos millones de muertos, una economía arrasada, un patrimonio cultural milenario destruido y una psique nacional traumatizada. Fue, en origen y en definitiva, una estrategia de Mao para mantenerse en el poder pese a sus terribles errores políticos en el Gran Salto Adelante, usando a los estudiantes y a las clases populares contra sus enemigos políticos.

Allí pudimos encontrar un Libro Rojo (compilación de discursos políticos de Mao Zedong) en español editado en Pekín en los años setenta. El vendedor abría los ojos como platos cuando le contaba que seguramente esos discursos de Mao traducidos al español seguramente irían destinados a la formación de militantes comunistas españoles en la clandestinidad.

Muchas de las clases populares hoy, en medio de un desarrollismo brutal y unas desigualdades crecientes, mantienen esa veneración por el padre de la patria, Mao Zedong, y aquellos días donde jaurías de jóvenes totalitarios campaban a sus anchas por todo el país blandiendo sus libros rojos señalando a sus mayores –gran parte de ellos miembros preeminentes de las direcciones locales del PCCh– como “burgueses”, “derechistas” o “terratenientes”. Una violencia política que afectaría al propio Den Xiaoping o al mismo padre del actual y carismático presidente Xi Jinping. Hoy la Revolución Cultural es a nuestros ojos en aquel mercado, un objeto kitsch para turistas políticos. A otros les costó penalidades o incluso la vida.

 

Pekín, superpotencia tecnológica, contaminada y olímpica

Por último, los interesados en el deporte y en los acontecimientos más recientes pueden viajar al norte, con buena conexión en metro, y visitar el Parque Olímpico. Construido para los Juegos de 2008 y símbolo del nuevo poder económico y vanguardista chino, ofrece, en contrapartida, una polución atmosférica que, sobre todo en invierno, puede estar por debajo de los mínimos saludables para la población. Por ello, cada vez reinan más las motos y los carromatos eléctricos que, en el caos circulatorio, asustan a los viandantes que transitan por los carriles de servicio pegados a las aceras y donde se amontonan los cientos de bicicletas que varias empresas alquilan a través de una app. Porque en China el móvil (y su app estrella: WeChat) ya sirve para todo, incluso para pagar en cualquier establecimiento callejero.

Los edificios más emblemáticos del Parque Olímpico son el Cubo de Agua, sede de los deportes acuáticos y, situado en frente, el fabuloso Estadio Nacional, que se puede visitar por dentro y tiene galerías de recuerdos de la cita de 2008. Se recomienda esperar al ocaso, cuando el juego de luces de las fachadas convierte toda la zona en un espectáculo digno de admirar. Sentado en la tribuna del Nido, el apodo del Estadio Nacional por la espectacular forma trenzada del exterior y de sus cubiertas, se pueden leer en las videopantallas y sobre fondo rojo las palabras del presidente Xi Jinping dirigidas a su pueblo: “No olvidemos las primeras aspiraciones y tengamos bien presente la misión.”

 

Daniel L. Adell. Apasionado de la política y activista por convicción. Secretario de deportes y ocio en la ejecutiva de

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