Monarquia o república: ¡Catalunya!

Ciudadanos: ha querido Dios

que en nuestra generación esté

la suerte de Catalunya. En

estos momentos somos nosotros

los que hemos de decidir

sobre la suerte futura de nuestra

tierra. Cayó Catalunya y no pudo levantarse

porque los catalanes no supieron unirse.

Hoy, en estos momentos solemniales, reharemos

nuestra historia si sabemos tener las virtudes

de unión que faltaron a nuestros antepasados;

si por encima de nuestros intereses y

diferencias sabemos imponer el interés supremo

de Catalunya.

El catalanismo ha procurado siempre esta

unión hasta llegar el día de hoy, en que la autonomía

de Catalunya es el lazo de unión y el

deseo de todos los grupos políticos catalanes.

Otra misión del catalanismo fue la de preparar

a los catalanes para regirse a sí mismos

y llegar este momento, que es el de obtener la

libertad de Catalunya.

Todo lo que se ha hecho ha sido para preparar

el momento actual. El momento de la batalla

es ahora; yo quisiera que en estos momentos

toda Catalunya sintiera la misma emoción

que ha embargado en Europa a millones

de hombres al luchar por la libertad.

La humanidad no tiene una marcha normal;

hay épocas en que su marcha es acelerada;

en otras parece en un estado de atonía.

Desde la caída de Catalunya sólo se presentó

un momento favorable a nuestra libertad; fue

cuando las guerras napoleónicas; pero en

aquel momento Catalunya no tenía el sentimiento

colectivo y el de su personalidad. Ahora

estos sentimientos existen, y por eso al iniciarse

la guerra europea se vio claramente

que era llegado el momento de la restauración

de Catalunya.

Sin esta inmensa conmoción mundial el camino

era largo y lleno de dificultades para

conseguir el logro de nuestras aspiraciones.

El pueblo que, como el hombre, no aprovecha

los momentos favorables, comete la mayor

de las bajezas.

El aprovechar el momento no es una habilidad,

es un deber. Este momento ha sido preparado

por nosotros con una actividad constante.

Desde que estalló la guerra vimos que

teníamos que trabajar para fortalecer la personalidad

de Catalunya, velar por su economía

y por vivificar su espíritu.

Con la actuación de todos se ha preparado

el momento de ahora; que si entusiasmo vibra

en Barcelona y en los españoles que nos

quieren, es porque hemos actuado en el gobierno,

porque si en esta retirada parlamentaria

no hubiesen tomado parte tres ministros,

no hubiese causado tanta sensación.

Hablemos de nuestra ausencia del debate

sobre la autonomía; habíamos redactado un

mensaje en que no había nada que pudiera

molestar a las demás regiones. Este mensaje

ocasionó la caída del gobierno del señor García

Prieto y la formación del conde de Romanones,

quien dijo que el pleito se vería en el

Parlamento.

Yo quería una afirmación de voluntad adversa

o favorable de los que tienen fuerza para

gobernar en el Parlamento.

Yesta petición fue acogida como si pudiese

resolverse en un debate oratorio. Entonces tuvimos

la fortuna de que interviniese el señor

Maura, quien nos hizo el favor de volver el

debate al punto en que lo había planteado.

De su discurso resultaban dos afirmaciones

contrarias a nuestro deseo: una el querer

resolver el pleito como una cuestión de autonomía

administrativa, desconociendo el hecho

vivo.

Ante esto, acogida su aprobación por toda

la Cámara. Al terminar el señor Maura, si hubiésemos

actuado sólo los regionalistas, ya

me habría levantado en seguida para anunciar

que nos retirábamos.

Nunca he dudado menos que en aquel momento

de haber cumplido con mi deber y de

haber hecho a mi tierra, en aquel acto, el mejor

favor que le podía hacer.

Con nuestro acto se ha producido en Catalunya

una conmoción más honda que la que

podía hacerse en cien mitines y se ha paralizado

la campaña que contra nosotros se hacía.

Aquí, todos, conmayor adhesión que cuando

estábamos en el gobierno, quieren unirse a

nosotros y defender nuestra causa.

Después de esto debo deciros: ahora es el

momento de la autonomía; y de la autonomía

completa, absoluta, integral de Catalunya.

El momento de la autonomía es ahora. Todo

retroceso sería fatal. Hoy la autonomía diría

a España que hay en ella una sensación de

vida y que dentro de la legalidad aún se pueden

obtener reformas. Pero esta autonomía

no puede ser regateada, sino producto de una

fusión o de una resignación. Una autonomía

a medias no satisfaría a nadie y no podemos

consentirla.

Yo no sé si sentís todavía la emoción augusta

del momento en que vendrá la autonomía,

en que se diga a Catalunya: tú serás dueña de

tus destinos, con tu gobierno y con tu Parlamento,

siendo la salvadora de España o la befa

del mundo. Yo tengo la seguridad de que

esa conmoción será irresistible y todos sentirán

la tentación de aportar su concurso para

hacer una patria nueva y que todos verán centuplicadas

sus energías al saber que trabajan

por una patria catalana.

Pensad en aquel momento, que Catalunya

tendrá la enseñanza suya, sin rehusar otros

maestros que saben; rehará su derecho, sus

obras públicas, el cuidado de nuestra querida

tierra, lo que estará en nuestras manos; nuestra

lengua no lo será de comunicación solamente,

sino que tendrá toda la expresión de la

oficialidad. Iremos deprisa y los demás pueblos

de España nos seguirán, y el gobierno central

podrá trabajar por todos, desligado de

atribuciones que no le competen, y nosotros,

no sólo le estimaremos sino que también pediremos

un lugar en él.

Esto no es un sueño; lo que han hecho los

demás pueblos de la tierra lo podemos hacer

nosotros también. Podemos hacer uno de los

pueblos más enteros, más aptos para procurar

su grandeza.

Y eso vendrá ahora, tiene que venir ahora,

y queremos que sea con España, por afecto,

por historia y para que España sienta también

la sensación de una cosa nueva.

Si por insensatez de la otra parte viniera la

separación absoluta, nosotros con Portugal intentaríamos

rehacer la Iberia.

La campaña contra nosotros está acabada,

pero ahora en nuestra propia casa hay quien

trata de producir choques entre la oficialidad

del ejército y el paisanaje. Yo no he adulado

ni adularé nunca al ejército, pero digo al ejército

que nuestro pleito es ajeno a él, es con el

gobierno que es a quien pediremos cuentas.

Se nos acusa también de no querer aquí a

los no catalanes, y estro es una infamia. Los

amamos y necesitamos sus brazos, queremos

que vengan, sin más condición que el respeto

a los nuestro. En nuestra victoria hay dos peligros:

la imprudencia y la cobardía, y yo temo

a la cobardía, pero temo también a la imprudencia

de unos porque provoca la cobardía

de los otros. No debe hacerse nada si no es

dirigido por los directores del movimiento catalán.

No se ha de fiar nada a una revolución, que

nada significa; pero un pueblo no tiene derecho

a renunciar a sus ideales por miedo a una

revolución. La revolución sólo es peligrosa

cuando no está inspirada por sagrados

ideales.

Haremos cuanto sea posible en el orden legal

para obtener la autonomía, pero es necesario

que, todo el mundo sepa que estamos decididos

a obtenerla de todas maneras.

En su decisión tiene Catalunya su máxima

garantía, pero si influencias extranjeras traen

aquí convulsiones, la unión de todos las hará

pasajeras; pero si nos encuentra divididos, entonces

será fatal.

Hubo quienes querían dividirnos para hundir

nuestro ideal.Yo creo que ahora la campaña

va a ser al revés que hasta ahora. Nos decían

a nosotros que fuéramos idealistas y que

por qué defendíamos los intereses económicos,

y ahora les dirán a ellos lo contrario. Sepa

la burguesía catalana que podríamos triunfar

sin ella y contra ella, pero queremos triunfar

con ella y para ella.

Nunca hemos pactado ni pactaremos un

compromiso que no conozca todo el mundo.

Lo que ha pasado aquí es que la Mancomunidad

llamó a todos los partidos de Catalunya y

todos acudieron, y se acordó que todos con

absoluta libertad de mantener los ideales respectivos,

lo defendiéramos.

Vinimos aquí, y repito lo que dije en mi discurso

de homenaje a los que se han puesto al

lado de las aspiraciones de Catalunya.

Yo me dirigí a las izquierdas porque si ellas

no hubieran sostenido la compatibilidad de

la autonomía con la unidad española, porque

si no hubiera sido eso, al salir nosotros se hubiera

empezado una de aquellas sesiones patrióticas

tan funestas.

Yoenvío el testimonio demi agradecimiento

a los que, después de nuestra retirada, siguieron

defendiendo la autonomía de Catalunya.

El Rey ni me ha prometido, ni se opone a la

autonomía ni ha tratado nada que no debe tratar

un Rey constitucional. Son los gobiernos

los responsables, y la palabra del gobierno ha

sido hostil. Si los hombres y sus tentáculos de

la monarquía quieren detener nuestra marcha,

no nos entretendremos en pensar en monarquías

ni en repúblicas, porque no podemos,

ni debemos, ni queremos detener la marcha

de Catalunya.

Se da el caso de que son más rápidos los

cambios de régimen en países en que no hay

partidos republicanos que en los que los hay.

Donde no hay partido republicano, donde no

se ve más obstáculos que la monarquía, se juntan

todos. Las monarquías no caen por los republicanos,

sino por su propia obra.

Para nosotros, ¿república o monarquía?

¡Catalunya! Nosotros no hipotecamos la autonomía

a la república, no esperamos a la república,

pero no desistimos de la autonomía por

el temor de que la monarquía pueda caer.

Nuestros enemigos no los escogemos; ellos

mismos se escogerán.

¿Qué haremos ahora? Ahora iremos a obtener

la autonomía. Yo no tengo derecho a decir

lo que ahora haremos, porque tenemos

que seguir los pasos que nos marque Catalunya,

que en su mancomunidad y en su representación

parlamentaria tiene su expresión y

mandará. El acuerdo que reúna la mayoría de

voluntades, aquél será el acuerdo que prevalecerá.

Enviado por Enrique Ibañes