ITZIAR GARCÍA
Ahora que se celebra el centenario de su estreno (en marzo), no podemos menos que conmemorar y recomendar la película, el drama histórico titulado El nacimiento de una nación; un clásico del cine mudo estadounidense dirigido por David Wark Griffith; un alegato de la propia ideología del director de la película; sureño nacido en Kentucky, pero claro defensor de la supremacía de la raza blanca (su padre había sido coronel del ejército, hecho que pudo influir en su forma de ver la vida). Una trama inspirada y basada en la novela del reverendo Thomas Dixon, The Clansman.
A pesar de que hayan transcurrido cien años desde entonces, su argumento, basado en la discriminación racial y en la superioridad de la raza blanca sobre la negra, tiene, a día de hoy, más vigencia que nunca. Así lo demuestran los últimos altercados en Baltimore, que llegaron, incluso, a instaurar el toque de queda el pasado mes de mayo en la ciudad.
Polémica, controvertida y provocadora, la trama narra los hechos más importantes en la construcción de los Estados Unidos de América: la creación de su identidad y su espíritu nacional a raíz de la guerra de secesión, la posguerra, el asesinato de Lincoln, las diferencias entre el Norte y el Sur. Y todo ello desde el punto de vista y enfoque de los perdedores del Sur a través de la narración de la historia de la vida de dos familias, los Stoneman, del norte y los Cameron, del sur, durante la guerra de Secesión americana. a trama comienza en el año 1860, cuando la acaudalada familia Cameron recibe en su residencia del Sur a los hijos del diputado anexionista Stoneman, pero ambas familias se separan poco después al estallar la guerra civil. Tras la derrota de los estados secesionistas, el diputado Stoneman y su hija Elsie se afincan en territorios sureños en aras a conseguir sus objetivos políticos. El nuevo gobernador, un mulato llamado Silas Lynch, fomenta las relaciones con la población negra, pero uno de ellos persigue e intenta violar a Flora, una de las hijas de los Cameron, que en su huída cae por un precipicio y muere. El hermano de Flora, Ben, con la ayuda de los héroes del Ku Klux Klan, jura venganza. Apostando por los asesinatos y los linchamientos contra los negros para terminar con los males generados tras la abolición de la esclavitud.
El mencionado tono provocador de la trama se percibe cuando se pone de manifiesto la valentía y proeza de los miembros del Ku Klux Klan, hecho que dio lugar a críticas y reproches por parte de los sectores abolicionistas y pro derechos civiles, y es que la obra dio lugar y provocó varios linchamientos y castraciones de afroamericanos por parte de los seguidores del cineasta.
Estos acontecimientos hicieron que ciertas ciudades y estados se viesen obligados a prohibir la emisión de la película para evitar estos linchamientos contra los afroamericanos (Chicago, Denver, Kansas City, Minneapolis, Pittsburgh, San Luis…).
Como curiosidad y detalle más que revelador, destacar que ante la negativa de actores de color a participar en la película, muchos de los personajes de raza negra eran personas de piel clara con la cara pintada.
Desde un punto de vista técnico, se considera que el film marca un antes y un después en el cine gracias a la magistral utilización dramática del primer plano y el empleo innovador del lenguaje cinematográfico que sistematiza todos los recursos narrativos que el cine había desarrollado hasta el momento. Podemos concluir que la exaltación del odio racista de Griffith fue la primera muestra del gran potencial propagandístico político del cine. Y todo un éxito en taquilla, por cierto.
Itziar García es consultora de comunicación y profesora en el master de compol de la UNAV. Co-organiza los Beers&Politics en Bilbao y Donostia. @Itziar_g
Publicado en Beerderberg
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