La elección alemana en el contexto internacional (y viceversa)

ZIRAHUÉN VILLAMAR

Alemania no es un país extraordinario por lo que hace a la poca importancia que tiene la agenda internacional en la decisión de sus ciudadanos al momento de votar por un partido específico; este es más bien el estándar en la mayoría de los países. Aunque en el debate entre los candidatos de los dos principales partidos políticos alemanes del 3 de septiembre se habló mucho de temas vinculados con las relaciones exteriores germanas, y relativamente poco sobre los desafíos domésticos que agobian cercana y diariamente a los alemanes –y las soluciones que proponen–, lo cierto es que, en el actual contexto global, el resto del mundo observa con interés lo que sucede en esta campaña, y anticipa ecuánimemente los resultados de la elección y el gobierno que de ella surja.


El contexto europeo y mundial

A comienzos de 2017 editoriales y comentaristas de la esfera anglosajona señalaron que tras la unción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, la perspectiva de un Reino Unido abocado a gestionar su salida de la Unión Europea (el Brexit) y países del Este europeo con políticas demasiado nacionalistas, Angela Merkel –sí, la canciller, no el conjunto del país– se convertía en pilar de los valores liberales de un mundo donde la democracia produce resultados que dañan a la democracia misma. Esta dicotomía parroquialismo-cosmopolitismo que se profundiza en Occidente se pensaba que era propia de distintas zonas del mundo, pero no dentro del Oeste. En el Atlántico Norte había cierta homogeneidad de valores. La República Federal de Alemania fue volviéndose pieza fundamental de Occidente en el orden construido para la segunda postguerra, pero no se esperaba de ella posiciones de liderazgo allende del dinamismo compartido con Francia en la dimensión de la Unión Europea. Alemania tampoco parecía estar dispuesta a ocupar una posición política puntera en política internacional.

El semanario británico The Economist describió a Alemania como el “sick man of Europe” en varias ocasiones entre 1999 y 2005. Para 2013 la percepción era totalmente distinta. Alemania se había convertido en “Europe´s reluctant hegemon”. Es claro que algo ha cambiado en Alemania, en Europa y en el mundo. La posición de poder de Alemania ha aumentado por méritos propios –sobre todo su desempeño económico y consecuente mayor centralidad en las arenas del comercio e inversión europeas y globales–, pero también porque las otrora grandes potencias occidentales del concierto internacional han cedido espacios en la política mundial, al reducir su presencia en conflictos históricos o nuevos en muy diversas partes del orbe: desde Cercano y Medio Oriente hasta Crimea, o desde Colombia hasta Mali. Si Alemania es un hegemón reticente, es porque una parte de su élite política y la mayoría de la población en general aún no se sienten cómodas o de plano rechazan el papel protagónico que otros actores mundiales creen que la “República de Berlín” debería adoptar ya[1].

 

El mundo en las propuestas de los partidos punteros

En el escenario descrito se desarrolla la actual contienda para elegir los miembros del 19º periodo legislativo del Bundestag. En los meses de campaña, la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Angela Merkel y el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) de Martin Schulz lideran (la primera con mucha ventaja) las preferencias de voto. Entre ellos puede que se prolongue una coalición gobernante para los próximos cuatro años. De no hacerlo, al menos uno de los dos será el socio mayoritario de otras posibles coaliciones. En ambos partidos existe el consenso de que el sistema internacional requiere un orden, y Alemania se dice dispuesta a la preservación del mismo –lo que está por verse es si gobierno y población están preparados, más allá de fraseos, para pagar los costos que ello implica (por ejemplo, mayores presupuestos en diplomacia y cooperación, pero también en defensa y envío de más efectivos militares a más zonas de conflicto)–. En sus propuestas electorales[2] no se distinguen grandes diferencias respecto a política internacional: ambos desean un mundo con certidumbres, aspiran a un sistema como el que permitió a Alemania ser el país que es hoy desde la fundación de la República Federal en 1949, pero en el que las instituciones multilaterales representen el peso relativo actual de su país.

Los programas de la CDU/CSU (el socio bávaro) y el SPD confirman su europeísmo, subrayan la importancia de comprometerse aún más en fortalecer las instituciones regionales y transatlánticas de seguridad, y abogan por el aumento y mejora de las capacidades del ejército alemán (Bundeswehr) para que opere en coordinación con otras fuerzas y bajo mandatos de alianzas europea, norte-atlántica o de Naciones Unidas. Los dos partidos abogan por una globalización con instituciones multilaterales consolidadas y rechazan el proteccionismo –el SPD es enfático en proponer medidas que reduzcan los efectos negativos la globalización–.

El principal tema internacional de la campaña es, de hecho, un tema de política doméstica: los refugiados, como una gran proporción de la inmigración. Y este es un tópico transversal: afecta a las políticas seguridad nacional y lucha contra la radicalización y el terrorismo; el estado de bienestar y el empleo; la relación con países de la UE, la relación fundamental con Turquía la política de cooperación y ayuda desarrollo etc. CDU/CSU y SPD coinciden en que para reducir o detener el flujo de refugiados hay que combatir sus causas desde el lugar de origen –y por eso proponen planes de cooperación profunda con África, por ejemplo–. Otros temas de coincidencia en sus programas políticos son su respaldo a la implementación de los “Acuerdos de Minsk” sobre el conflicto Rusia-Ucrania, y la solución de “dos estados” en el conflicto Israel-Palestina. Allende la importancia intrínseca de estos dos problemas, en Berlín se percibe que, en caso de empeorar, son focos que generarían más desplazados y refugiados –inter alia–.

Sobra decirlo, pero escribir en español sobre Alemania supone hacerlo para una audiencia hispanoamericana. Si alguien llega a preguntarse por el espacio que ocupa Iberoamérica en la agenda actual, la respuesta es: América Latina no figura en el debate político alemán, y España es un miembro de la Unión Europea de donde no parecen surgir amenazas al estado de cosas.

 

El papel de Alemania en el mundo durante el próximo gobierno

En cualquier caso, gane quien gane las elecciones de septiembre va a provocar suspiros de alivio entre quienes comparten los valores de civilidad y orden multilateral como el que había primado en las últimas décadas. El ideal liberal tiene en el establishment económico, político e intelectual alemán un aliado convencido –porque se ha beneficiado mucho de tales principios–. Más aún, encuentra simpatías en una sociedad preocupada por el medio ambiente, que apoya iniciativas para el combate y adaptación al cambio climático y apoya el multilateralismo.

Entre finales de 2017 y 2021 el orden del día de la política mundial incluirá puntos como el combate y el control del terrorismo; evitar que sucumba el Acuerdo de París sobre el cambio climático, implementar los Objetivos de Desarrollo Sustentable; avanzar de alguna forma en la Organización Mundial de Comercio (como opción second best frente al proteccionismo), culminar negociaciones de acuerdos de libre intercambio y hacer que entren en vigor, mejorar la gobernanza financiera global, evitar otra crisis en la Eurozona; impedir la proliferación nuclear, la violación de la integridad de territorios, o que naufrague la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En todos estos tópicos el próximo gobierno alemán seguramente se empleará a fondo con sus capacidades diplomáticas y económicas. A pesar de su experiencia –pericia, la mayor de las veces– en el uso de soft power, es probable que ahora sí deba acompañarse del uso del hard power. El problema que esto implica es una curva de aprendizaje que –al ritmo de los sucesos mundiales en los meses recientes– se prevé muy empinada y no libre de tropiezos.

Durante la primera mitad del siglo XX un par de graves problemas mundiales surgieron en Alemania. Un siglo después provienen de ahí ideas y esfuerzos concretos para evitar el colapso del orden europeo, del occidental –y ahí incluyo la perspectiva de la mayor parte de América Latina– y multilateral vigente. Sí, CDU/CSU y SPD tienen una visión conservadora y ofrecen un proyecto pro statu quo con algunas mejoras. Pero en un mundo como el actual, el próximo gobierno alemán (no solo la o el canciller federal) promoverá y se beneficiará de los valores de un orden europeo e internacional con defectos, pero predecible. La versión normativa de la globalización que tiene Alemania, una de gobernanza global, es el gran incentivo –además de los negocios con las empresas alemanas– de otros países para fortalecer diálogos e iniciativas con Berlín, a la espera de que termine un ciclo de impulsos parroquiales en otras capitales.

Angela Merkel o Martin Schulz, además de sus colegas de partido y de los socios de coalición que estarán al frente de los Ministerios Federales de Relaciones Exteriores, de Finanzas, de Cooperación Económica y Desarrollo, y de Economía y Energía, entre otros, conducirán una Alemania que se debate entre las demandas domésticas de seguridad y bienestar, y el deseo de las élites locales y de otros actores mundiales para que este país asuma más responsabilidad en temas internacionales. Tendrán que hacerlo cuidando el delicado equilibrio intraeuropeo y de potencias globales establecidas y emergentes. No será una tarea fácil en el contexto presente, pero comparto la idea del presidente federal Steinmeier: la Berliner Republik es un “ancla de la esperanza”[3].

[1]              Para conocer más se sugiere consultar:
            Frank-Walter Steinmeier, “Germany’s New Global Role. Berlin Steps Up”, Foreign Affairs, 95 (4), julio-agosto 2016, pp. 106-113 [publicado en español como “El nuevo papel de Alemania ante el mundo. El paso al frente de Berlín”, Foreign Affairs Latinoamérica, 17 (3), 2017, pp. 128-134].
            Hans Kundnani, The Paradox of German Power, Londres, Hurst & Co, 2014 [publicado en español: La paradoja del poder alemán, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2016].
[2]              CDU/CSU (2017), Für ein Deutschland, in dem wir gut und gerne leben. Regierungsprogramm 2017-2021, disponible en https://www.cdu.de/system/tdf/media/dokumente/170703regierungsprogramm2017.pdf?file=1; y SPD (2017), Zeit für mehr Gerechtigkeit. Unser Regierungsprogramm für Deutschland, disponible en https://www.spd.de/fileadmin/Dokumente/Bundesparteitag_2017/Es_ist_Zeit_fuer_mehr_Gerechtigkeit-Unser_Regierungsprogramm.pdf
[3]              Frank-Walter Steinmeier, “Ihr macht mir Mut!”, discurso inaugural como presidente federal ante la Asamblea Federal, Berlín, 12 de febrero de 2017, disponible en: https://www.bundestag.de/dokumente/textarchiv/2017/kw06-rede-steinmeier/493110

 

Zirahuén Villamar es candidato doctoral en Ciencia Política por la Universidad Libre de Berlín y académico de la Universidad Nacional Autónoma de México. @zirahuenvn

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