MADELYN FERNÁNDEZ
De acuerdo a una de las tres acepciones del Diccionario de la Real Academia Española “el fascismo es la actitud autoritaria y antidemocrática que socialmente se considera relacionada con él”, en mi opinión no existe una definición fiel que abarque lo que hoy consideramos fascismo. Su consolidación se llevó a cabo en 1922/23 con la fundación del Partido Nacional Fascista, con Benito Mussolinni (el Duce) a la cabeza. La filosofía del “fascismo italiano” se formó sobre la base de un Manifiesto, en el que se afirma su carácter religioso, más que una doctrina política, se trata de una fe, un culto con concentraciones multitudinarias, un movimiento antidemocrático, anti-liberal, anti-parlamentario y muy conservador, que requiere de una divinidad que la encarne, un héroe a quien seguir, una personalidad insigne a quien obedecer, que vende el ideal de restaurar la gloria del imperio romano.
Hace algunos años a través de ciertos actores políticos resurgió el fascismo de los años 20/30, adaptado a los nuevos paradigmas políticos y económicos. Un Neofascismo que continúa acudiendo a una retórica nacionalista y a un rechazo que en este siglo XXI se transpola del pueblo judío a los inmigrantes -y otros grupos como la comunidad LGTB-, manteniendo presente la discriminación entre los ciudadanos bajo los criterios de etnia, raza y religión.
Esta ideología desde su origen carece de una doctrina concreta, su piedra angular es el culto hacia una personalidad y el desorden es su nicho. Desorden y crisis vigente en la mayoría de los países en los que posteriormente fueron electos gobernantes que representan estas ideas.
Y me pregunto ¿Qué hemos aprendido como humanidad? ¿Por qué seguimos repitiendo nuestros peores errores? Es cierto que cuando un pueblo se queda sin moral y sin destino toma decisiones a partir del odio. Pero ALERTA que aprovechando ese sentimiento de hartazgo de la gente, surgen grupos radicales.
El mundo enfrenta un auge de gobiernos neofascistas, no importa si pertenecen a grupos de derecha o de izquierda, comparten las mismas características:
- Sumisión al líder (exaltación casi religiosa del líder)
- Estado totalitario (sin división de poderes)
- Prohibición o anulación de partidos políticos
- No existe libertad de prensa y de lo que se enseña en las escuelas
- Nacionalismo exagerado
- Expansionismo
- Eliminación de clases
- Rechazo al sufragio universal
- Economía supeditada a la política
- Gestión económica exitosa (por lo menos de forma inicial)
En mi opinión, el panorama internacional nos muestra un desorden social, crisis generalizada, xenofobia, resentimiento, pueblos timados e insatisfacción de necesidades materiales de la población -especialmente en América Latina-, a lo que se suma la incapacidad y la decadencia de los partidos políticos tradicionales que no encuentran soluciones efectivas a los desafíos presentes, estas situaciones han generado que sobre todo las nuevas generaciones recojan ideas nazis, en las que se amenaza el estado de democracia, retroceden la civilización y los valores morales que el mundo ha logrado construir de los escombros de sus desaciertos.
El fascismo nunca ha desaparecido, siempre ha sido criminal, gobiernos en los que reina el autoritarismo, prevalece un fanatismo que conduce a la violencia, y sobre todo siempre acudiendo al discurso de la necesidad imperante de defensa de la nación. Qué importante es aquella reconocida frase “sobre aprender de las lecciones aprendidas” y qué importante es conocer la historia. Nuevamente Alerta, Alerta, en mi América Latina les gusta el efecto dominó y la solución de los desafíos que hoy enfrentamos, no se encuentra en gobiernos autoritarios con principios volátiles.
Madelyn A. Fernández es Licenciada en Derecho. Máster en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en la UCM. Diploma de Estudios Avanzados en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales, UCM. Dr. (c) Derecho, Gobierno y Administración Pública en la UAM