5 secretos del discurso político

JUAN MANUEL VIZUETE CALAFELL

Si escucha en algún sitio “I have a dream”, en seguida lo asociará al discurso de Martin Luther King, aquél 28 de agosto de 1963 a los pies de un imponente Lincoln de piedra. Es posible no conozca mucho la vida del Sr. King pero sin duda sabe que esas palabras fueron suyas. Eso ocurre porque los discursos pasan a la historia, mas incluso que las propias personas que los declaman.

La vida, la gestión y hasta el propio personaje que narra un discurso muchas veces es indiferente o desconocido, pero sus palabras a día de hoy son fácilmente reconocibles e identificables. Sea ya el “puedo prometer y prometo” de Suárez, hasta el “Yes we can” de Obama, sus palabras han quedado selladas en la historia de la política. Pero ¿qué hace que un discurso pase a la historia y otro no? ¿Por qué recordamos el “Ich bin ein Berliner” de Kennedy por encima de otros discursos que él mismo dio?

El consultor español Yago de Marta lo resume en sus conferencias. Un discurso (y cualquier tipo de comunicación política) debe ser, según Yago, “comprensible, creíble y memorable”. Ahora bien, para que un discurso pueda cumplir estas tres premisas, debe seguir cierta estructura y claves… secretos de los speechwriters que vamos a desvelar a continuación:

 

1º) Todo discurso existe para ser oído, no leído.

Un discurso no es un texto de Facebook o un artículo de un periódico. Un discurso se ha creado para ser recitado ante una audiencia que deberá ser convencida y conmovida. Esto ya lo señalaba el antiguo maestro de la oratoria Cicerón, refiriéndose al docere, movere et delectare. Esto quiere decir que no consiste solo en que te escuchen, sino en que los conmuevas y emociones, solo así podrás convencerlos.

Para que un discurso sea “oído y no leído” debe usar tanto palabras como frases cortas. La retórica elaborada y grandielocuente no funciona en los días actuales, ya no sirve decir palabras rimbombantes, pues en lugar de parecer culto uno acaba siendo pedante y perdiendo la preciada atención del público. Por lo tanto, en lugar de decir “Señor Gorvachov, le ordeno que derruya el muro que tengo a mi espalda”, es mejor seguir la estrategia del expresidente Ronald Reagan y simplificarlo: “Señor Gorvachov, derribe este muro (tear down this wall)”. Debemos ser precisos y concretos con lo que decimos para ser entendidos y escuchados.

– Como dice el refranero español: lo bueno si breve, dos veces bueno.

 

2º) Repetir una idea es la mejor forma de que se recuerde.

Cuando Winston Churchill repetía varias veces “we shall fight” (combatiremos) en su famoso discurso de 1940 no lo hacía por casualidad, quería que esa idea quedase clara en la mente del pueblo inglés y alemán, quería dejar claro que iban a luchar hasta el último aliento. Para que un concepto sea recordado debe ser repetido en diferentes momentos y con diferentes tonos a lo largo del discurso. Para ello podemos usar la técnica de la anáfora: La repetición de una o varias palabras al principio de una serie de oraciones. Así lo hicieron Churchill (we shall fight) o Martin Luther King (let freedom ring/I have a Dream) entre otros. En caso de que la repetición venga al final de las oraciones, hablaríamos de una epífora. Esto le da fuerza a nuestro discurso y repite la idea principal que queremos colocar en la mente de la audiencia.

– Una idea repetida es una idea recordada.

 

3º) ¡Todo comunica!

Un principio básico de la comunicación política (#ComPol) es que todo, absolutamente TODO comunica. Desde el lugar donde lo damos, la ropa que llevamos, hasta si usamos atril o telepromter. Debemos poner especial atención en dónde, cómo y cuándo realizamos el discruso. Además, el timing debe ser preciso y acorde al contexto en el que se enmarca el discurso, por eso debe estudiarse perfectamente la coyuntura social donde se quiere colocar el discurso. Hasta las palabras que utilicemos deben conectar con ese sentimiento, escoger unas u otras son la espina dorsal de todo buen relato.

Hasta la imagen personal que proyectamos afecta al discurso que vamos a dar. Seguramente si Trump hubiese dado un speech similar al que declamó Obama en su investidura como presidente de los Estados Unidos, no habría sido creíble ni ajustado al contexto social del momento. Es lo que los antiguos griegos llamaban Ethos: la personalidad del orador afecta a las palabras que dice, haciéndolo creíble o no.

– El discurso se adapta al contexto, no al revés.

 

4º) Principios impactantes, finales memorables.

Seguramente, cuando Franklin D. Roosevelt dijo “Ayer, 7 de diciembre de 1941 —una fecha que vivirá en la infamia— Estados Unidos de América fue atacado repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón”, sabía que era un inicio fuerte, contundente, que informaba pero a la vez apelaba a la emoción contenida de un pueblo que acababa de sufrir uno de los mayores ataques de su historia.

Igual podríamos decir de Patrick Henry, cuando cerró su discurso diciendo “dadme libertad o dadme muerte”, convenciendo así a la Convención de Virginia de 1775 de levantarse en armas contra los ingleses. Sabía que era una frase que conectaba con la emoción contenida de todos los presentes.

La atención del público es limitada y, siguiendo la teoría de la “curva de atención”, hay dos momentos claves en los que tenemos toda la atención del público: el inicio y el cierre. Esos dos momentos son fundamentales. El primero para captar y ganar la atención de los oyentes, el segundo para mover a la gente, para convencerla de hacer algo, ya sea votar en unas elecciones o levantarse en armas contra un enemigo opresor. El inicio y el cierre son cruciales en todo buen discurso.

– Comienza para ser escuchado, termina para ser recordado.

 

5º) El secreto de la perfección: La práctica.

No existe otra técnica o pastilla mágica (y si existe seguro que es ilegal) para alcanzar la perfección. Repetir un discurso, mejorar las partes donde no suena creíble, ensayarlo hasta que casi lo sepamos de memoria… solo la práctica hace al maestro. Si tenemos preparado el discurso, si podemos prevenir posibles errores y fallos, entonces tendremos un discurso preciso que será recitado con seguridad y firmeza.

El propio Winston Churchill no dejaba nada al azar. Una vez, retirándose de un evento, se excusó diciendo “voy a preparar la improvisación de mañana”. De esto debemos aprender que nada debe ser dejado a la suerte o a la providencia. El control de nuestro entorno y de nosotros mismos es esencial para un buen discurso.

-Practica. Practica. PRACTICA.

 

Juan Manuel Vizuete Calafell es Socio-fundador de Retoria Formadores en Comunicación. Abogado, máster Asesoría en Imagen y Comunicación Política (UCJC). (@juanvizuete)