España ’82: La transición y la España moderna

ALBERTO ASTORGA

La reciente historia de España aporta momentos que marcan hitos. 1982 señala el final de la Transición. El proceso de cambios hacia la democracia iniciado a finales de 1975, tras el fallecimiento del general Franco, y que culmina con la normalidad democrática que significó la victoria electoral del PSOE de Felipe González frente al hasta entonces motor del cambio que fue la UCD dirigida por Adolfo Suárez. Un periodo de siete años en que con diálogo, pacto y consenso se cambiaron los destinos, se desató lo que había quedado “atado y bien atado”, se superaron recelos y, entre todos, construimos una nación moderna con los principios y valores de las democracias europeas.

Estos años contemplan también la organización del Campeonato Mundial de Fútbol de España de 1982, condicionado por el acontecer político, económico y social de aquellos momentos. El evento se gestó en la dictadura, evolucionó entre los dos regímenes y eclosionó al mismo tiempo que nuestra democracia, cumpliendo un fin bien distinto al que, en sus orígenes, se había diseñado. Situó a España como protagonista en todos los medios de comunicación del mundo, mostrando un país moderno, acogedor y capaz de acometer un reto organizativo nunca visto en mundiales anteriores y hacerlo, además, durante un periodo de transformaciones sociales, económicas y políticas. Fue, pese a los pobres resultados deportivos alcanzados, un éxito de España y de los españoles.

Para entender su significado, debemos remontarnos a la España de la postguerra mundial, cuando el general Franco, Caudillo de una España totalitaria, quiso buscar el reconocimiento internacional a su régimen y el apoyo económico para la reconstrucción tras su guerra civil. No lo encontró. El apoyo militar que había recibido, la colaboración prestada a los perdedores y las presiones de los vencedores no eran la mejor presentación para Franco. Si Roosevelt advirtió en 1945 que “España no tenía lugar en Naciones Unidas”, en diciembre de 1946, se concretaría en la condena al régimen franquista en la Asamblea General de la ONU.

Esta condena tuvo como consecuencias inmediatas el cierre de las fronteras y la retirada de embajadores, quedando España excluida de las ayudas derivadas del Plan Marshall y de la concesión de créditos para el desarrollo. Quedaron pocos amigos. España, Franco y su régimen político estaban internacionalmente aislados.

Los acontecimientos internacionales cambiaron esa situación. La “guerra fría” entre capitalismo y comunismo, hizo que España fuera vista con nuevos ojos. Occidente valoró al régimen franquista y la geoestratégica posición de España como un valioso aliado, sólido baluarte frente al comunismo y el peligro real de acceso al poder de partidos comunistas en las democracias occidentales europeas. España no gozaría de excesivas prebendas, pero formaba parte de la comunidad internacional, garantizaba la estabilidad política del franquismo y ayudas económicas y militares.

Estados Unidos bloquea una nueva condena en 1947; se firman acuerdos comerciales con Francia y con Reino Unido; en 1949 la banca americana concede crédito a España; en 1950 la ONU revoca la condena de 1946 y en 1951 comienzan las conversaciones para el Acuerdo Bilateral con Estados Unidos, lo que supone contar con bases norteamericanas en suelo español a cambio de ayuda económica, alimentaria y la posterior entrada en organismos internacionales como la ONU y el FMI.

Pero las intenciones de Franco pasan también por alcanzar el reconocimiento social a su régimen. Hacer ver al mundo que España, bajo un régimen político cuestionado, no dejaba de ser una sociedad abierta, libre y capaz de alcanzar grandes logros.

El deporte y, concretamente, el fútbol, por su gran difusión y excelentes resultados, fueron utilizados a este fin. La oportunidad de que España contara a mediados de los años cincuenta con grandes equipos y un gran nivel internacional no pasaba desapercibido. El Real Madrid había conseguido éxitos nacionales e internacionales destacando cinco Copas de Europa consecutivas hasta 1960, convirtiéndole en el referente español en el fútbol mundial. Si esto sucedía con los clubs, ¿por qué no con la selección española?

Como expone Alejandro Quiroga, de la Universidad de Newcastle, “el régimen militar promocionó una narrativa nacionalista asociada al fútbol, que perseguía incrementar la identificación de los españoles con la dictadura” [1]. El fútbol favorecía la evasión, la integración social, la desmovilización política y reforzaba la identidad española. Además, la “furia española” aportaba valores como virilidad, fuerza, coraje, sacrificio y espíritu de lucha, que en comunión con “la improvisación y el individualismo de nuestra raza”, eran conceptos que entusiasmaban a los propagandistas del régimen y al propio Franco.

La elección en 1956 de Alfonso de la Fuente, como presidente de la Federación Española y luego como miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA, garantizaba la colaboración que el gobierno necesitaba, pues contaba con la absoluta confianza de Franco, al ser, desde 1943, Consejero Nacional y Procurador en las Cortes.

Al Congreso de la FIFA celebrado en 1960 en Roma, llega la candidatura española como país organizador del mundial de 1966. Alemania y Gran Bretaña también lo hacen. La presidencia británica de la FIFA y la coincidencia con el centenario de la federación británica hacen que España se retire y que Alemania pierda la votación.

En 1964 la selección española gana en Madrid la Eurocopa, lo que supone la apoteosis de la propaganda futbolística del régimen. Lo hizo, además, ante el enemigo comunista, ante la selección de la Unión Soviética. Para Franco, “nuestra unidad y patriotismo ha sido mostrada a los millones de personas que han visto el partido en todo el mundo”. El diario ABC confirmaba que “al cabo de veinticinco años de paz, detrás de cada aplauso sonaba un auténtico y elocuente respaldo al espíritu del 18 de julio. En este cuarto de siglo, diríase que nunca había rayado más alto la intencionada y entusiasta adhesión popular al Estado nacido de la victoria sobre el comunismo y sus compañeros de viaje, de dentro y de fuera” [2]. La victoria alentaba las expectativas del régimen de lograr la organización de un mundial.

Cuatro meses después, en el siguiente congreso de la FIFA, celebrado en Tokio, se aprueba la celebración del mundial de 1982 en España, dejando antes a México, Alemania y finalmente Argentina en 1978.

En septiembre de ese año España comienza los preparativos de su mundial con la creación del Comité Organizador de la Copa Mundial de Fútbol de 1982. Esa España era otra bien distinta. Una sociedad en pleno proceso democratizador que asumía ese desafío con unos objetivos muy distintos a aquellos que apuntaba el franquismo. España trataba hacía ya años de abrirse a cambios económicos, sociales y políticos [3]. En catorce años habían pasado muchas cosas y hasta 1982 pasarían todavía muchas más. Asumirlas, gestionarlas y alcanzar los objetivos pese a los innumerables condicionantes significó un reto como nación.

La transformación de la sociedad española se produjo en un contexto de grave crisis económica provocada por el salvaje incremento del precio del barril de petróleo entre 1973 y 1979 que conmocionó todas las economías del mundo. España mitigará la crisis y protegerá el proceso democratizador con los Pactos de la Moncloa que significaron cambios en lo económico, pero también en lo político.

ETA continuó presionando tras la muerte de Franco, alcanzando cotas dramáticas entre 1977 y 1980. Un atentado en Madrid en 1979, contra el aeropuerto de Barajas y las estaciones de Chamartín y Atocha ponen en entredicho la seguridad del evento, dañando infraestructuras claves en la organización del Mundial y perjudicando seriamente la imagen de España. Paralelamente, las reformas iniciadas, las reivindicaciones sindicales, la legalización del PCE, el atentado de la ultraderecha contra un despacho de abogados en la calle Atocha, van colmando la paciencia de los sectores involucionistas. Se aborta la “operación Galaxia”, que en noviembre de 1978 pretendía abortar el proceso constitucional, pero la inestabilidad creada y la dimisión de Adolfo Suárez desencadena la intentona golpista del 23F de 1981, aflorando el “ruido de sables” y las conspiraciones para acabar con la incipiente democracia.

Tras el golpe, la UCD se rompe, pero mantiene el gobierno, y España se lanza a la calle en defensa de la democracia y de la libertad. Son tiempos de firmeza con diálogo y de anteponer las prioridades y el compromiso con el Estado.

España ’82 es la imagen de un país que abre sus puertas al mundo y que muestra su mejor capacidad organizativa haciendo lo mejor en la mejor y más grande Copa del Mundo celebrada hasta la fecha. La imagen de la Paloma de la Paz de Picasso, formada por cientos de chicos sobre el césped del Camp Nou en la ceremonia inaugural, resume el momento de esa España. Se trató de un campeonato extraordinario en el que se ganó prestigio y se abrieron las puertas a los futuros juegos olímpicos en Barcelona.

Se convocaron elecciones parlamentarias para octubre de ese mismo año. Los resultados avalaron el cambio y la democracia, poniendo fin a una coalición de partidos, la UCD, que había dejado lo mejor en la intensidad del camino. La histórica victoria del PSOE en las elecciones generales, propició la alternancia política y selló el fin de una transición modélica de la política española.

 

Alberto Astorga es coach y trainer político y ejecutivo (@CoachBadajoz) www.visioncoach.es

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[1] Héctor G. Barnés, “La ‘furia española’: así utilizó Franco el fútbol y así le respondieron los nacionalistas”, El Confidencial, 22 de febrero de 2016. https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-02-22/futbol-espanol-furia-espanola-franco-dictadura-antifranquismo-nacionalistas_1155164/

[2] ABC, 23 de junio de 1964.

[3] Alberto Astorga, “La comunicación tardía en el franquismo: el espíritu del 12 de febrero”, Beerderberg, julio de 2016. https://beersandpolitics.com/comunicacion-tardia-en-el-franquismo-el-espiritu-del-12-de-febrero/