Enanos, bastardos, putas y cosas rotas: la no normatividad de Juego de Tronos

BEATRIZ NORIA

“Permite que te dé un consejo, bastardo. Nunca olvides qué eres, porque desde luego el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil. Úsalo como armadura y nadie podrá utilizarlo para herirte.” Tyrion Lannister (1.1)

Con estas palabras se dirige por primera vez Tyrion Lannister a Jon Snow en las afueras de una aún concurrida y viva Invernalia. Tyrion y Jon, un enano y un bastardo que tienen en común mucho más de lo que creen: su exclusión de la sociedad.

Tanto en el mundo medieval europeo como en el de Juego de Tronos tu identidad depende absolutamente de quienes sean tus padres y tus abuelos. La movilidad social no resulta fácil y salvo Varys o Lord Baelish, pocos personajes de clase baja hemos conocido que hayan sido capaces de labrarse un futuro prometedor. Tanta es la importancia de la ascendencia en el mundo de Juego de Tronos, que el mismo Tyrion Lannister admite que el único motivo por el que sigue vivo y no fue abandonado nada más nacer es ser un Lannister.

El nacimiento ilegítimo de Jon Nieve marca toda su historia, conocedor de que no tendrá derecho a herencia alguna ni tampoco un a puesto en el castillo comparable al de sus hermanos (mayores o no), decide unirse a la Guardia de la Noche, de la que acabará estando al mando.

No es el único bastardo que conocemos, Ramsay Nieve realiza todas sus acciones en pos de obtener la admiración y aceptación de su padre. La escena en la que Roose finalmente lo adopta como hijo, pasando a ser un Bolton (4.8) muestra sin ningún ápice de dudas hasta qué punto Ramsay anhelaba tener el apellido paterno y deshacerse del de bastardo.

¿Y qué decir de la ilegitimidad de Joffrey y Tommen? El nacimiento incestuoso de ambos les impide, al menos moralmente, llevar la corona de los Siete Reinos. Por el contrario, contra los hijos bastardos de Robert Baratheon se lleva a cabo una persecución similar a la que realizó el rey Herodes.

En Poniente, por tanto, ser bastardo te ata directamente con el pecado, en una concepción que lejos de ser exclusivamente cristiana, es compartida con la mayor parte de las religiones del mundo, y también con la Fe de los Siete y de los Antiguos Dioses. Los bastardos no son queridos y en la mayoría de ocasiones son abandonados, pues se dice que nacen de la lujuria y la mentira y que su naturaleza es insensible y traicionera (1.6). En el caso concreto de los Stark, la presencia de Jon siempre ha sido un elemento que rompía el ideal de la familia. Catelyn Stark admite que no puede dejar de ver la infidelidad de Ned cada vez que ve a Jon.

Al contrario que Ramsay, Jon no posee ninguna de las características básicas que le caracterizarían como villano de la serie, sin embargo tiene que luchar por encontrar su lugar en un mundo que inmediatamente le rechaza nada más nacer.

Es cierto que en Dorne, los bastardos no tienen el mismo estigma que en el resto de Poniente. No obstante, Dorne es un lugar que se rige por sus propias reglas. No en vano es el único lugar donde una mujer puede heredar el trono por delante de sus hermanos varones. Oberyn Martell ataca a dos hombres de los Lannister en su primera escena en la serie tras insultar a su amante, una bastarda, y él mismo tiene varias hijas ilegítimas (el número varía entre los libros y la serie) participando en su crianza y enseñanza, las famosas “Serpientes de Arena”.

Por tanto Poniente no debe ser considerado como un lugar homogéneo, ni siquiera en sus estructuras sociales más básicas. La bastardía es un estigma social que puede ser esquivado en determinadas circunstancias. Si eres bastardo y no tienes la fortuna de haber nacido en Dorne, hay otras opciones –siempre que seas un hombre–, como unirte a la Guardia Real o a la Guardia de la Noche. Un bastardo puede ser también nombrado caballero o estudiar en la Ciudadela de Antigua y llegar a convertirse en un Maestre.

Jon Nieve, opta por seguir los pasos de su tío Brandon y unirse a la Guardia de la Noche. Esta orden militar dedicada en exclusiva a la protección del Muro hace voto de castidad y pobreza individual, como bien nos indica su juramento: “No tomaré esposa, no poseeré tierras, no engendraré hijos. No llevaré corona, no alcanzaré la gloria […]”. Con ciertas reminiscencias a los orígenes de la orden de los Templarios, la Guardia de la Noche es el lugar ideal para un bastardo. En el momento en el que Jon recita el juramento y se convierte en un hermano más, abandona su antigua familia y como tal la lacra del apellido “Nieve” –aunque no se deshaga por completo de él–.

A pesar de que la Guardia de la Noche se encuentra en horas bajas, esta orden es probablemente la más antigua de los Siete Reinos, cuenta con unos ocho mil años de historia y durante su momento de mayor esplendor los nobles del Norte vestían el negro voluntariamente, considerando un honor servir en la Guardia. Aunque los tiempos cambian y poco queda ya de esa gloriosa Guardia de la Noche, lo cierto es que todavía cuenta con un cierto halo de prestigio. El hecho de que exista semejante organización, que además adquiere un gran protagonismo tanto en la serie como en las novelas, donde un bastardo puede llegar a alcanzar el título de Lord Comandante, nos hace ver que el mundo de Poniente acepta, al menos en cierto grado, a los bastardos como individuos no sólo insertos en la sociedad, sino necesarios para la protección de su mundo.

Pero la obra de George R. R. Martin se rebela también contra el ideal de bastardo que el mundo medieval creó y que aún persiste en nuestro imaginario colectivo. No podemos dudar de que Jon Nieve goza de todos los atributos del héroe. Su continuo autosacrificio y voluntad para proteger no sólo a los suyos, sino también a los hombres y mujeres de más allá del Muro, hacen que sea un personaje que se gana casi de inmediato nuestro cariño y afecto. Pero no será hasta que Jon acepta su condición de bastardo y reconoce las dificultades de la gente a su alrededor, que no se eleva como héroe. Esto implica que Martin nos regala un héroe que se sale del ideal caballeresco tradicional para emerger otro tipo de héroe, en este caso el renegado.

Si Jon Nieve lo tiene difícil en el mundo de Poniente, más aún lo tiene Tyrion. Al contrario que en otras sagas famosas como El Señor de los Anillos, el enanismo no supone una raza independiente de los seres humanos, más bien se trata de una deformidad, una discapacidad y, en última instancia, un signo de mala suerte. Al igual que en la Edad Media Europea, la deformidad física está vinculada a lo maligno y las personas que lo sufren son objeto de mofa. Joffrey utiliza a enanos como objeto de burla en su boda, en un claro ataque a su tío, al igual que numerosas cortes europeas usaban a estas personas como bufones en sus fiestas. No son pocas las veces en las que varios personajes se refieren a Tyrion como monstruo. En un encuentro con Oberyn Martell éste le dice: “Durante todo el camino desde Dorne, la gente no hablaba más que del monstruo que le había nacido a Tywin Lannister. Una cabeza que doblaba en tamaño al cuerpo, una cola entre las piernas, zarpas, un ojo rojo, las partes íntimas de un niño y una niña” (4.7). Desde luego una exageración, pero que nos hace ver hasta qué punto es demonizado Tyrion en Poniente por su enanismo.

No es el único ejemplo. Cuando se le acusa de la muerte de Joffrey, todo el mundo da por sentado que es culpable. De nada valía que hubiera salvado Desembarco del Rey en la batalla del Aguasnegras contra Stannis, pues no puede escapar del estigma que conlleva su disfuncionalidad.

No son muchos los enanos que conocemos en Juego de Tronos, Penny, por ejemplo, la mujer enana que usó Joffrey en su boda y que en los libros escapa junto con Tyrion, es obviada en la serie. Aun así, sabemos por su historia que ella y su hermano se ganaban la vida como artistas cómicos, algo que habían aprendido de su padre, también enano. No es por tanto descabellado pensar que la mayor parte de los enanos en Poniente se dedicarían, al igual que en la Europa medieval, a hacer reír a los nobles con espectáculos que ridiculizasen su propia estatura.

Pero Tyrion no es un enano más. Su apellido lo condiciona todo y es que como ya he dicho anteriormente, quienes son tus padres puede llegar a salvarte de la muerte. La condición de hombre privilegiado dentro de la pirámide social le ha permitido culturizarse y adquirir conocimientos que pocos hombres –enanos o no– tienen. De nuevo George R. R. Martin cambia las normas para presentarnos a un personaje que destruye los estereotipos que sobre él se habían construido. Tenemos así a un enano que se niega a que otros sientan lástima o pena por él y que usa el humor y el sexo como forma de reafirmarse ante la sociedad. Pocos personajes en la televisión con una disfunción física evidente son mostrados como seres sexualmente maduros, de hecho, se les tiende a infantilizar eliminándose cualquier deseo sexual de raíz. No ocurre eso con Tyrion, al que conocemos en un burdel a las afueras de Invernalia y del que conocemos que es un amante prodigioso, con una gran capacidad para dejar satisfechas a las putas a las que paga.

Al igual que Jon, Tyrion puede considerarse un héroe. Si nos fijamos en las premisas que estableció Homero en la Odisea de Ulises y que posteriormente serían reinventadas con la leyenda artúrica, vemos que Tyrion comparte muchas similitudes. Tenemos por ejemplo el viaje del héroe, que en el caso de Tyrion comienza en el mismo momento en el que decide visitar el Muro junto con Jon, y que acaba en el momento crucial en el que toda su vida cambia, el asesinato de su amante Shae y de su padre Tywin Lannister. La muerte de ambos libera a Tyrion, primero, de cualquier apego que podía tener hacia Poniente y, en segundo lugar, de las cadenas que tenía hacia un padre que nunca lo quiso y por el que todavía se esforzaba en complacer. Esto le lleva a la segunda parte de su narrativa: el regreso. Un regreso que mientras que en Ulises está claro (vuelve a su tierra natal), en Tyrion es al contrario, pues debe marcharse más allá del mar Angosto, a una tierra nueva, para cumplir con su verdadero destino ayudando a Daenerys Targaryen.

Tyrion Lannister no sólo tiene las tramas narrativas del héroe, también su personalidad le hace digno de este calificativo. No es fuerte, como los caballeros habituales, pero es valiente, como cuando mata con un escudo a un hombre protegiendo a Catelyn Stark. También es bondadoso, humilde (cualidad que trata de inculcar a Jon Nieve al recordarle que no debe menospreciar a sus compañeros por sus escasas habilidades con la espada) y es capaz de oponerse a su sobrino cuando hace falta, incluso, si es necesario, golpeándole. Su inteligencia y honor son otras de sus características personales que sin duda se han atribuido durante siglos al “héroe”.

Con este personaje, Juego de Tronos desafía los estándares establecidos durante milenios acerca del héroe y la masculinidad vinculada a él. Tyrion Lannister desafía nuestra percepción cultural no sólo del héroe, sino también del disfuncional y del hombre, proveyendo nuevas narrativas y permitiendo una literatura y una televisión mucho más diversa e inclusiva.

Mientras Tyrion Lannister nació siendo enano, ni su hermano Jaime, ni Bran Stark nacieron siendo, como el propio Tyrion define a este último, “cosas rotas”. Jaime Lannister era el caballero perfecto aparentemente, guapo, bueno con la espada y sin embargo su comportamiento, que se inicia en el primer episodio tirando a Bran desde una torre, lo define más como villano que como héroe. Sin embargo, en la tercera temporada se produce un cambio en este personaje que casi de inmediato se ganó la simpatía de toda la audiencia. ¿Cómo es posible que un hombre que casi mata a un niño y que no muestra arrepentimiento, sea ahora uno de los favoritos del público? Su cambio de actitud pasa indudablemente por la pérdida de su mano derecha en el episodio “El camino del castigo” (3.3). La pérdida de los dos atributos que le caracterizaban: su belleza y su habilidad con la espada, le fuerzan a tener una nueva perspectiva del mundo que le rodea. Pocos apostarían porque el Jaime original hubiera arriesgado su vida para salvar a Brienne de Tarth del oso o que se sincerara con ella en el baño, mostrándose por primera vez en la serie vulnerable. La pérdida de la mano otorga al protagonista las cualidades para ser un héroe de las que carecía antes: humildad y compasión. Jaime pasa a ser visto como una víctima, para luego reinventarse como un nuevo hombre, que no dejará que su condición interfiera en sus deberes; pero también se le muestra por primera vez como padre, cuando llora la muerte de Myrcella e incluso ayuda a Tyrion a salir de su celda cuando está a punto de ser ajusticiado por el asesinato de su hijo Joffrey. Al contrario de lo que podría esperarse, la disfuncionalidad adquirida de Jaime le convierten en un personaje más fuerte y querido en la trama.

Con Bran pasa algo similar. Su disfuncionalidad también es adquirida después de que Jaime le lance de una torre, quedándose parapléjico en la caída. Cuando el niño de tan solo 10 años despierta del coma en el que entra y descubre su estado actual entra en una especie de fase de negación y auto odio, pues preferiría estar muerto antes que ser incapaz de andar o montar a caballo (1.3). Esto deja claro que en el mundo de Poniente ser un lisiado está lejos de ser algo aceptable. No será hasta que Tyrion no le regala una silla especial para que pueda montar, cuando Bran abrace su nueva condición. Pero lo más significativo de este personaje son desde luego sus visiones, visiones que curiosamente no se dan hasta el fatal accidente. La vinculación de ambos factores parece clara, pues en numerosas ocasiones se hace referencia a que aunque Bran ahora no puede andar, será capaz de volar. Sus visiones son las que le embarcan en el ya mencionado viaje del héroe más allá del Muro, para iniciar su entrenamiento y convertirle en una pieza clave en la lucha contra los Caminantes Blancos. Al ser un niño cuando este hecho se produce, Bran tendrá que forjar su madurez y, por tanto, masculinidad, en una condición que le es totalmente ajena y extraña y, sin embargo, esta es la clave del personaje. La disfuncionalidad de Bran es la que lo llevan a un destino heroico inesperado que se forja más allá de cualquier estereotipo que hayamos visto antes. 

Si algo llamó la atención en Juego de Tronos allá por el 2011 fueron las numerosas escenas sexuales explícitas que mostraba. La desnudez del cuerpo femenino era y es una constante en la serie y en esta tienen un papel fundamental las prostitutas. No hay ninguna ley en Poniente que prohíba la apertura de burdeles y en Essos la prostitución es un trabajo comúnmente practicado. A pesar de que la Fe de los Siete, al igual que el cristianismo en la Edad Media, trata de disuadir a los hombres de practicar la prostitución, lo cierto es que ninguna autoridad se ha atrevido a prohibirla. Lord Baelish, antiguo Consejero de la Moneda, dirigía el burdel más importante de Desembarco del Rey y es plenamente consciente de los ingresos que esta actividad le reportan tanto a él, como al estado a través de impuestos.

Analizar la prostitución en el mundo de Juego de Tronos es algo complejo. Por un lado, tenemos que considerar que las mujeres de Poniente están sujetas –al igual que sucedía en la Edad Media europea– a las normas del patriarcado. Su valor pasaba por su capacidad de engendrar hijos y unir distintas familias en pos de acuerdos beneficiosos para ambas. Estos dos atributos son extirpados de cualquier mujer que se dedique a la prostitución, por lo que su valor se redirige a su capacidad para satisfacer fundamentalmente los deseos de hombres más adinerados que ellas y que puedan contratar sus servicios.

Son muchos los hombres a los que hemos visto visitar un burdel. Las putas son un personaje más del universo de Juego de Tronos, a pesar de que son pocas las que aparecen en más de un capítulo o dicen más de un par de frases. Una característica del mundo de la prostitución en Juego de Tronos es que nos muestra cómo la mayoría de ellas no quieren ejercer el trabajo, pero es la mejor opción ante su condición de mujer en Poniente. Tenemos que tener en cuenta que son pocas las prostitutas que gozarían de un sueldo digno y mucho menos las que trabajarían en burdeles de alta clase como muchos de los que se muestran en Juego de Tronos. Sin embargo, es curioso cómo, de las pocas prostitutas que conocemos, hay dos características que se repiten: la mejora de vida y su terrible final.

Ros, por ejemplo, es una prostituta que conocemos en el primer episodio de la serie en Invernalia y que decide marcharse a Desembarco del Rey, donde cree tener más oportunidades para ejercer su trabajo. Allí cumplirá su objetivo y pasará a trabajar con Lord Baelish, llegando a supervisar las actividades diarias del burdel. Es entonces cuando vemos a Ros con mejores ropajes y con una cierta libertad que la hace feliz. Sin embargo, cuando todo parecía ir bien, las cosas se tuercen. Primero Cersei la confunde con la amante de Tyrion y la secuestra; y finalmente, en la tercera temporada, Lord Baelish se la entrega a Joffrey al saber que le ha vendido información a Varys. El joven rey se despachará a gusto con ella usándola como diana de su nueva ballesta.

La segunda prostituta a la que podemos dar nombre es, sin duda alguna, Shae. Tyrion la conoce cuando está en el ejército de su padre, tras luchar en la batalla del Forca Verde. La mujer pasa a ser su amante y se convierte en sirvienta de Sansa para no levantar sospechas. Es la primera vez que vemos a Tyrion enamorado y por tanto creamos un cierto vínculo con ella. Sin embargo, su final será cuanto menos desafortunado y es que el propio Tyrion la ahogará tras encontrarla en la cama de su padre.

Juego de Tronos no presenta a las prostitutas como entes empoderados. Sólo Irogenia de Lys, la famosa cortesana que Doreah menciona a Daenerys, pareció tener la suficiente autonomía para poner sus propias condiciones ante su trabajo “Se dice que Irogenia de Lys podía acabar a un hombre sólo con la mirada… Los Reyes cruzaban el mundo entero por pasar una noche con Irogenia. Los magísteres vendían sus palacios. Los Khals quemaban a sus enemigos sólo por tenerla unas horas. Dicen que miles de hombres le propusieron matrimonio y ella los rechazó a todos” (1.2). Presumiblemente, habrá otras prostitutas de alto rango en ciudades como Lys, conocida por este negocio, en el que las mujeres tengan la autonomía y el empoderamiento que Irogenia mostraba, pero no es eso lo que vemos en Juego de Tronos.

La serie opta por mostrar a una prostituta víctima hasta sus últimas circunstancias, recalcando hasta el extremo el sistema patriarcal en el que se ven envueltas. Es curioso porque la única persona que se dedica a la prostitución y que sigue viva, es un hombre, Olyvar, al que conocimos en la tercera temporada y que sustituyó a Ros como nuevo mayordomo del burdel de Meñique, pasando incluso a tener más competencias tras la marcha del mismo de la capital.

Juego de Tronos plantea una dicotomía interesante en cuanto a la no normatividad de sus personajes. Mientras que es fiel a la historia medieval y presenta a estas personas como marginados en una sociedad que no los quiere, otorga a sus principales personajes características no sólo no normativas, sino también de héroes, creando nuevos arquetipos y referentes televisivos. Bastardos, enanos y personas con distintas disfuncionalidades son mostrados como héroes y ejemplos a seguir, perfilando incluso nuevos tipos de masculinidades en una televisión que aún se resiste a abandonar al héroe americano en su máximo esplendor. Por su parte las putas son tratadas como víctimas del sistema patriarcal y, aunque hemos visto el desarrollo de mujeres como Cersei Lannister, Daenerys Targaryen o Sansa y Arya Stark, esta evolución se queda lejos de las mujeres que no pertenecen a una clase social elevada. Sólo Brienne de Tarth podría entrar dentro de la “no normatividad” de la mujer y aun así es su pertenencia a una familia noble la que le permite desarrollar unas actividades que habitualmente se vinculan a los hombres. No obstante, y de nuevo a través de Tyrion, la serie nos recuerda algo fundamental “Has olvidado lo más importante sobre las putas… No se compran, sólo se alquilan” (2.8).

Si Juego de Tronos sigue a día de hoy fascinando a millones de personas alrededor del globo, no es sólo por los dragones y los caminantes, sino por su capacidad de mostrarnos nuestro presente en un mundo de fantasía medieval y proveernos de nuevas narrativas para transformarlo en un futuro más diverso y rico, donde las personas que no encajan en el espectro normativo de la sociedad puedan dejar de luchar contra los monstruos que les imponemos a diario.

Beatriz Noria Serrano es historiadora y codirectora de la web SeriesOnDay (@seriesonday)

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