El cansancio: tu peor consejero en una campaña electoral

GABRIEL FLORES

Después de muchos años en la trinchera electoral, puedo asegurar algo: el cansancio es un enemigo silencioso y peligroso en cualquier campaña. He visto candidatos agotarse hasta el punto de perder la claridad estratégica, confundiendo movimiento con avance. Se levantan al alba, recorren comunidades remotas, asisten a reuniones interminables y atienden entrevistas sin descanso, creyendo que ese esfuerzo es sinónimo de éxito. Pero en política, trabajar duro no siempre significa trabajar bien. Peor aún cuando no se cuentan con una cuenta de banco extremadamente amplia que permita darse el lujo de realizar una campaña sin un norte claro y una estrategia definida.

Aquí es donde la figura del estratega electoral se vuelve crucial. Nuestra función no es solo “dar consejos” o planificar una estrategia con sus tácticas; somos responsables de mantener el rumbo en medio del caos. Diseñamos una hoja de ruta que, aunque no siempre se sigue al pie de la letra, permite evitar la sensación de deriva que amenaza la moral del candidato y su equipo. Sin esta brújula, incluso los mejores improvisadores acaban perdiendo el foco y tomando decisiones contraproducentes, lastimosamente incluso un experimentado estratega electoral y una estrategia basada en data dura y analizada paso a paso, puede convertirse en inservible cuando el candidato se rodea y se deja guiar por los típicos agradadores, incapaces de someterse a una estrategia planteada, por que ellos siempre saben algo mejor o incluso por que sin criterio alguno le siguen la dupla al mismo candidato, pero esto será un tema a tratar en otro momento.

Una lección práctica fundamental es entender el propósito de la campaña. ¿Por qué estás participando? No siempre se trata de ganar. He trabajado con candidatos que sabían que no tenían posibilidades reales de victoria en esa elección, pero usaron la campaña para posicionarse y fortalecer su imagen de cara al futuro. Otros buscaban apoyar al líder de su lista o incluso restarle votos a un oponente fuerte. Y, claro, también están aquellos que juegan exclusivamente para ganar.

En este sentido, es importante diferenciar las campañas que se ganan así sea por un voto de las que pueden requerir una segunda vuelta. En las primeras, cada acción debe ser calculada para captar ese pequeño margen que hace la diferencia. He visto campañas en las que un error de comunicación a última hora costó el triunfo por apenas unos cientos de votos. Por el contrario, en elecciones con segunda vuelta, la estrategia inicial puede ser más amplia y flexible, dejando espacio para ajustes según los resultados preliminares, definitivamente llegar a segunda vuelta no es una garantía, pero en ciertos casos, se debe de incluso planear desde el inicio para entender que dirección tomar cuando llegue ese momento.

Otro aspecto clave para sobrevivir al caos electoral es la administración del tiempo y la energía del candidato y su equipo. En una campaña que asesoré en una ciudad de 150 mil habitantes, el equipo insistía en hacer puerta a puerta, convencidos de que esa cercanía aseguraría los 45 mil votos necesarios para ganar. A las pocas semanas, el desgaste físico y mental era evidente. Rediseñamos la estrategia para enfocarnos en reuniones masivas bien planificadas y comunicación segmentada en redes sociales y líneas de comunicación digital directa. El cambio no solo redujo el cansancio, sino que también mejoró los resultados en las encuestas.

El manejo inteligente de los recursos también es vital. En otra campaña que analicé, el candidato apostó por organizar bingos costosos y repartir regalos, pensando que eso le daría el favor del electorado. Al final, el dinero se esfumó y los votos no llegaron. La lección aquí es clara: los recursos financieros deben invertirse en estrategias que generen conexiones reales con los votantes, no solo en gestos momentáneos, por que aunque llenes un estadio con 5000 asistentes, ese mismo publico asistirá al bingo de cualquier otro candidato que los invite, el aglutinar multitudes no significa que estes construyendo el voto, tiene sus beneficios, pero deben de estar alineado con el propósito electoral que te has planteado.

Además, hay que aprender a decir “no”. Las campañas están llenas de sugerencias espontáneas: responder ataques de rivales, improvisar actividades, participar en eventos que no aportan valor. Sin una brújula clara, estas decisiones solo alimentan el caos y aumentan el cansancio. Tener un propósito definido permite contrastar cada propuesta y evaluar si realmente contribuye al objetivo final, toda idea es válida, y se la puede receptar, pero escuchar no significa complacer u obedecer, esas “fantásticas ideas” deben de ser puestas en la balanza de la estrategia general, y entender que si complacer a todos fuera una estrategia, pues ellos mismos ya fueran candidatos ganadores, cuando en muchos casos, son opiniones tal vez bien intencionadas, pero en su gran mayoría sin un entendimiento completo y profundo del por que la estrategia va por un lado cuando ellos quieren ir por otro.

Finalmente, cuidar la moral del equipo es esencial. La campaña no solo desgasta al candidato, sino también a los brigadistas, voluntarios y personal operativo. He visto campañas perderse no por falta de recursos, sino por el desánimo colectivo. Mantener motivados a los miembros del equipo requiere comunicación constante, reconocimiento de sus esfuerzos y una planificación que permita cierta estabilidad en medio del caos.

En definitiva, el éxito en una campaña electoral no depende únicamente de cuánto trabajes, sino de cómo trabajes. Y para eso, tener una estrategia clara, un propósito definido y el acompañamiento de un buen estratega electoral puede hacer la diferencia entre perderse en el camino o cruzar la línea de meta. Porque en política, como en la vida, no se trata solo de correr; se trata de saber hacia dónde vas.

Gabriel Flores Avilés es consultor Político de Campañas Electorales (@GabrielFlores_a)