¿De dónde surge la polarización política? ¿ha venido para quedarse? ¿Son los políticos o es la sociedad?

¿Por qué la polarización política parece que aumenta en todo el mundo? ¿de dónde proviene? ¿es culpa de los políticos o de la propia sociedad?¿ha venido para quedarse? ¿en qué va a afectar a la democracia? ¿se la puede combatir de algún modo? sí, sabemos que son muchas preguntas, pero como no sabemos las respuestas, se las hemos hecho a muchos/as expertos/as.

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Alba Hahn

Experta en Relaciones Internacionales. Consultora de Comunicación Política en Ideograma

El actual clima de polarización política se debe a la crisis estructural del sistema en que vivimos. No es “culpa” de nadie, es un producto derivado del fin de los consensos sociales y de la consiguiente pugna por establecer las reglas del juego de mañana.

Esta pugna se origina en la opinión pública, con una mayor incidencia de protestas, movimientos sociales y nuevas formaciones políticas que atienden a demandas dispares. A más oferta política, más competencia por los votos y la atención mediática, por lo que se extreman los discursos y las formas. Esta polarización aumenta el impacto en la opinión pública, pero también el hastío con la política, lo que mella la capacidad de resiliencia de las democracias. Así, para combatir la polarización es vital que los líderes políticos y sociales paren la tendencia a la deshumanización del contrario y avancen en el establecimiento de un nuevo consenso social que mantenga los valores que inspiran la democracia ya que, no olvidemos, hay propuestas sobre la mesa que no los contemplan como algo esencial.

David Redoli

Sociólogo ex presidente de la Asociación de Comunicación Política (ACOP)

La polarización política no cae del cielo. Responde a un caldo de cultivo que, en mi opinión, tiene fundamentalmente su origen en un modelo económico que cada vez genera más frustración, más resentimiento, más desigualdades y más injusticias sociales. Los datos son incuestionables: aumento de la precariedad laboral en todo Occidente, bajos salarios sostenidos, difícil acceso a la vivienda, … Una situación así, prolongada, provoca desafección hacia las élites políticas y trae consigo polarización ideológica y afectiva; (asociada a cuestiones identitarias y emocionales que no
siempre responde a visiones ideológicas como, por ejemplo, rural vs urbano, joven vs mayor, inmigrante vs nacional o empleados vs desempleados). En mi opinión, o damos con sistemas económicos más redistributivos, justos e inclusivos (para introducir cohesión social) o la polarización política seguirá creciendo, me temo.

La polarización política se mantiene latente hasta que surgen “los polarizadores”, es decir, aquellas personas que conocen el contexto y los aprovechan para poner en marcha marcos mentales (frames) que radicalicen las posiciones del electorado, bien mediante argumentos reales o bien mediante la exacerbación de las pasiones a través de bulos, exageraciones, mentiras o medias verdades. Estos “polarizadores” son conscientes de las tres reglas de oro de la comunicación política: primera, que la percepción de la realidad es siempre más potente que la realidad misma; segunda, que los relatos verosímiles suelen vencer a la verdad; y, tercera, que el uso intensivo de la
comunicación política a través de las redes sociales y de los medios de comunicación tradicionales acaba permeando las cabezas y los corazones de la mayor parte de los ciudadanos. Por eso, más que combatir “la polarización” (en genérico) creo que deben combatirse “los polarizadores” (en concreto).

Itziar García

Consultora de comunicación

Antes de entrar a hablar de la polarización política per se, me gustaría hablar de un estadio previo de polarización; aquella división que parte la sociedad en dos; entre los “ideologizados” -y, por tanto- “politizados” y aquellos que apenas muestran interés por la política, o que, directamente, la ignoran como consecuencia de una sociedad cada vez más fragmentada e individualizada. Entre los primeros, es precisamente esa “ideologización” la que predispone a la polarización; una polarización que aumenta exponencialmente como consecuencia de la tecnología; no hablamos solo de redes sociales, sino de tecnología en general; inteligencia artificial, data science…Estas nuevas herramientas nos permiten conocer cómo reacciona el ser humano ante estímulos, mensajes, campañas…Y la ciencia política, el marketing y la comunicación política hacen uso de ello para consolidar y afianzar los mensajes y creencias entre sus fieles, que no hacen más que alimentar su ideología con estos inputs que reciben a través de las redes sociales o medios de comunicación; consumimos mensajes que nos refuerzan nuestra propia creencia, ya que ni siquiera nos planteamos que pueda haber alternativa; no existe el espíritu crítico ni la reflexión sosegada. Esto, unido a la viralidad y velocidad de transmisión de los mensajes entre “iguales”, no hace más que aumentar la brecha ideológica; afianzar los extremismos y polarizar la ciudadanía.

Sonia Lloret

Periodista y asesora de comunicación

Polariza que algo (o mucho) queda. Esa parece ser la consigna. Hace rato que estamos instalados en la estrategia de la polarización. Los extremos existen y existirán siempre a nivel social, pero ciertamente quien los agita y los pone en el tablero electoral son los políticos. Los extremos son antagónicos, pero se atraen y plantean la diatriba política en términos absolutos, dicotómicos. Los extremos no se quitan votos entre ellos. Es un ganar-ganar ideológico, duro y bronco para robar votos a los adversarios intermedios, que quedan en tierra de nadie a partir de una confrontación con etiquetas emocionales, simples y simplistas, pero efectivas y poderosas: la más actual en España estos días, comunismo o libertad.

Puede que los discursos polarizados sean rentables a nivel electoral, pero al final no son rentables ni para los ciudadanos ni para la democracia. Los problemas reales quedan en un segundo plano y se corre el gravísimo riesgo de que la polarización baje a la calle.

¿La confrontación llegó para quedarse? Parece que sí y, sin duda, puede afectar a la calidad del estado democrático. El desacuerdo político se profundiza, la búsqueda de consensos se hace muy cuesta arriba en temas centrales y la opinión pública se va hacia los extremos. Y es ahí cuando debemos preguntarnos si existe un riesgo inminente de ruptura del sistema. Es pronto para saberlo, pero la polarización política y/o electoral (de acuerdo al diccionario Alice) junto con la fragmentación “explica gran parte de los problemas de estabilidad y quiebra que se producen en las democracias”.

Ese es el verdadero peligro de instalarse en la polarización, estamos en el escenario de los bloques y el bloqueo. Y nada hace presagiar que eso pueda cambiar en el corto plazo.

Ángel Armijos

Consultor político y asesor parlamentario en gobiernos locales

A manera de decálogo, la polarización política se genera por:
1) Partidos políticos que usan acciones del siglo XX, para el ejercicio de la política en el siglo XXI;
2) Aspirantes a cargos de elección popular que confunden la política con “politiquería”;
3) Gobiernos que no escuchan a los ciudadanos y que construyen elementos de comunidad a través del miedo, el odio y la sospecha;
4) Creer en cadenas de whatsapp más que en la ciencia;
5) Pensar la política como estética sin contenido;
6) Perder la capacidad de desarrollo en comunidad y pensar que el éxito de los demás es una derrota propia;
7) Polarizar para ganar y no saber gobernar;
8) Inequidad y falta de oportunidades;
9) Políticos que pretenden transformarse en “mesías” y no en líderes;
10) El uso de redes sociales como un destructor de opinión y un amplificador de odio.
Bonus track: Sucumbir al virus del populismo –de izquierda y derecha- y ser asintomáticos.

Jordi Rodríguez Virgili

Profesor de Comunicación Política. Vicedecano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra

¿De dónde surge la polarización política? La polarización política no es nueva, pero se constata que aumenta y se globaliza. En Estados Unidos así lo muestran los informes del Pew Research y en España los datos del CIS muestran cómo ha crecido el porcentaje de encuestados que se sitúan en los extremos del eje ideológico. Además, en nuestro país se muestra esa creciente polarización en los resultados electorales, donde los partidos situados en los extremos del eje ideológico izquierda-derecha obtienen más del 25% de los votos. No solo aumenta la polarización ideológica sino también la denominada «afectiva», que responde a cuestiones identitarias y emocionales y que tiene que ver con las valoraciones y actitudes sobre personas de diferente afiliación política. La polarización es producto de una combinación de fenómenos políticos y comunicativos. Entre los primeros, estoy con Silvio Waisbord, en destacar al creciente populismo que marcan temas y marcos interpretativos destinados a polarizar, con un discursos dicotómicos y una interpretación de la política como un eterno conflicto entre amigos-enemigos/pueblo-antipueblo. Entre los comunicativos, subrayo la fragmentación mediática y disrupción tecnológica, en especial, el uso de las redes sociales donde predominan los mensajes simples, emotivos, irreflexivos…

¿Ha venido para quedarse? Espero que no, pero es indudable que nos acompañará un tiempo. Como señala Pedro Simón, la fragmentación de partidos que necesitan diferenciarse ideológica y territorialmente, el aumento de la volatilidad electoral así como la crisis económica y social no nos permite ser optimistas a este respecto. Tampoco los incentivos de los medios de comunicación y el uso de las redes sociales apuntan a una búsqueda del acuerdo o la comprensión del que piensa diferente. Pero soy optimista y espero que a medio plazo impere el sentido democrático y seamos capaces de reforzar los consensos políticos básicos y cambiemos la lógica de confrontación partidista de suma cero a una dinámica más colaborativa y dialógica. Una forma de combatirla, como sugiere Miler, es mejorar el debate público tratando políticas concretas y reduciendo los debates identitarios.

¿Son los políticos o es la sociedad? Esta es una pregunta muy interesante, que requiere de mayores estudios. Pero soy de los que piensan que los políticos tienen una mayor responsabilidad en este sentido. Los políticos a través de la amplia cobertura mediática que disfrutan (también los periodistas tienen su parte de responsabilidad) y de las redes sociales insertan temas, enfoques y narrativas maniqueas que polarizan a la sociedad.

Begoña Gozalbes

Consultora y asesora política

“Dime de qué presumes y te diré de qué careces” Y entre lo que uno cree que es y lo que otros interpretan, llegan puntos equidistantes y opuestos que marcan la diferencia entre el deseo y la realidad, entre las ideologías y sus defensas, entre lo que se dice y lo que se hace. Y es precisamente ahí, donde comienza el baile de mascaras que llamamos polarización política; y que siempre, de una forma u otra, ha estado a lo largo de nuestra historia entre nosotros; que hoy en día se abre paso en un nuevo contexto totalmente diferente, más innovador y dinámico en donde la sociedad no tiene tiempo de pararse, de pensar, de analizar y actuar, y bebe la información haciendo un sesgo de supervivencia para sobrevivir en su día a día, sin pensar en las consecuencias de mañana.

El tiempo que permanecerá entre nosotros será el mismo que en eras anteriores, es decir, el tiempo que pase en llegar una necesidad de cambio que haga que nuestra sociedad; y como consecuencia nuestros dirigentes, tenga una necesidad de cambio por las consecuencias de un ego mal gestionado, por sobrevivir diariamente frente a vivir a largo plazo. Solo hay que mirar nuestra historia más reciente para darse cuenta de que lo que hace menos 6 años fue un estimulo de cambio, 15M, hoy es un bluf que requiere de nuevo otro cambio, y ahí, la polarización política tiene poco recorrido,  volviendo las personas a tomar el protagonismo, sin olvidar que estas son sociedad y políticos.

Carlos Lazzarini

Consultor y asesor en Comunicación Política

En tiempos de democracias complejas y de futuros inciertos, el rencor y resentimiento parecen adueñarse de las demandas y los discursos dominantes. Cuando el futuro deja de ser un lugar de aspiración, de mejora, de progreso, irrumpe la nostalgia. Y siempre hay dirigentes políticos dispuestos a cubrir esas expectativas, también con discursos y respuestas simples tendientes a satisfacer esas emociones, sentimientos de indignación, bronca, miedo.
No hay responsables únicos. Hay expectativas y discursos montados para cubrir o calmar esos estados de ánimo, que luego no suelen tener buenos resultados si son elegidos para gobernar. Por eso la política debe revisar sus categorías políticas tradicionales. Las sociedades son más complejas, y o hay respuestas inmediatas y simples. Sociedades que necesitan satisfacer sus emociones se mueven en burbujas con igual, y se obstaculiza la conversación, la posibilidad de ponerse en el lugar del otro.

Se estiran los límites de la democracia. Y eso las afecta. De ahí la necesidad de repensar y revisar categorías viejas.

Mirta Gómez

Docente Universidad Católica de La Plata, especialista en Ceremonial y Organización de Eventos

La sociedad actual nos obliga a vivir con grises: no hay solo femenino y masculino, no hay solo ateos y religiosos…. Para sobrevivir en esta jungla no debemos pensar en blanco y negro.

Ante ese escenario, la polarización se nos ofrece como un lugar de rescate, seguro. Un lugar con mística, con arraigo, dónde puedo ser tan fanático como lo sienta. Un lugar que me permita olvidar la lógica, que no me exija comprender la otra postura….casi te diría, un lugar cómodo y primitivo.

Marta Casado Pla

Periodista y politóloga. Redactora de economia en la Agencia ACN

Actualmente, la polarización de las sociedades es una evidencia. Pese a ser un fenómeno multicausal, dos de los detonantes son la espectacularización de la política y la indignación de la sociedad. En tiempos de inmediatez, la política ha dejado de ser un asunto sosegado para convertirse en un elemento de consumo. Ante este escenario, los políticos han simplificado sus discursos y han trabajado para ofrecer respuestas rápidas a problemas complejos, sin matices y con la hipérbole por bandera. Una sociedad sin tiempo también ha permitido la proliferación de los mensajes falsos, carne de cañón de la polarización. A esta realidad se suma la indignación de la sociedad, sin respuesta a problemas endémicos. La conjunción de ambos factores constituye un cóctel molotov cuyo resultado son sociedades más divididas, menos comprensivas y, en definitiva, menos ricas -política y culturalmente hablando-.

Grace Jiménez

Consultora Política. Estratega de Políticas Públicas con enfoque de género

La polarización es el <proceso por el cual la opinión pública se divide en dos extremos opuestos>, pero esta realidad se muestra en los países donde la democracia se ha convertido en una falacia y pese a que los partidos políticos han aumentado con tal facilidad como abrirse una cuenta en facebook.

Producto de la pandemia y la transformación tecnológica la polarización se ha incrementado, desde el electorado y desde los medios de comunicaicón. Hoy en día, los medios de comunicación se convierten en un elector importante que elije de que lado está y genera esa división o fraccionamiento de la sociedad. En el Ecuador existen 184 partidos y organizaciones políticas de todas las ideologías, sin embargo todavía está en el debate político el correismo vs el anticorreismo.

Pero ¿cuánto afecta esta particular característica?, en la actualidad, en ciertos países la votación cambió de ideologías a las causas, que no es un tema netamente generacional sino racional y que es aplicada a quien representa esas necesidades y cambios que esperan en la sociedad, pero que al final produce dos polos en el cuál eliges estar <minería o la defensa del agua>, <patriarcado y feminismo>, <libre mercado o regulación del Estado>. La polarización estará presente siempre y cuando haya actores que posicionen su discurso, utilicen un frame adecuado y exista medios donde replicarlos. La buena comunicación, como en todo, será el primer paso para construir mejores sociedades.

Liliana Ladrón de Guevara

Periodista, Especialista en Comunicación Pública y Municipalista. Es Directora del Diplomado Internacional en Comunicación Pública de la Unión Iberoamericana de Municipalistas y DIRCOM de esa institución. Coordinadora de la Red Iberoamericana de Profesionales por la Comunicación Pública (IberComp)

Todos los extremos son malos dice la reconocida frase. Y es que hasta hace poco, ser radical no parecía una alternativa “socialmente aceptada” porque dejaba entrever la idea de poca tolerancia y falta de adaptación al mundo cambiante en que vivimos. Aristóteles señalaba que “La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto” … nada aparejado entonces a la polarización que hoy avanza rápido y peligrosamente.

¿Cómo podemos explicar esta polarización política que ha ido ganando terreno y que a día de hoy se sitúa en varios puntos del globo como alternativa? El “enojo” y “cansancio” podrían ser la respuesta a esta suerte de salida para una ciudadanía decepcionada, que ha perdido la confianza y que acusa a la clase política de “ser todos iguales”. Este agotamiento opera como una suerte de “anestesia” que deja a la gente propensa a la manipulación ofrecida desde posturas alejadas y claramente antagónicas.

El mundo de las redes sociales y el anonimato tras ellas, han posibilitado que voces ocultas, por temor a ser señaladas, hoy se atrevan a lanzar mensajes que se mueven con rapidez y que logran la adhesión de un número considerable, que desde los partidos políticos han sabido rentabilizar en esta nueva era en que el blanco o negro es preferido a los grises o colores intermedios. Y no solo es una amenaza en un mundo global tradicional … lo es más aún, en una situación de pandemia que torna urgente las respuestas desde las administraciones a situaciones de salud, economía y también de comunicación creíble. A mí parecer no se trata de una real polarización política con base ideológica, sino más bien de una estrategia – que lamentablemente está resultando – de saber “amplificar” mensajes … espero no equivocarme.

Marina Raluy

Casi abogada. Consultora de comunicación política en Ideograma

La polarización es un fenómeno que ha existido siempre, en mayor o menor medida. Cuando la identidad y la ideología pasan por delante de las prioridades en políticas públicas, la polarización aumenta, como ocurre en el momento actual: son las épocas más convulsas a nivel político, social y económico las que hacen que el fenómeno se intensifique. Bajo este contexto, los líderes políticos y la ciudadanía sitúan el debate entorno al bueno o malo, moral o inmoral, blanco o negro. No hay grises. Se trata de dos ideas políticas contrapuestas, a las que el juicio moral añadido obliga a unos a defender su idea ante lo inmoral de los otros. Así, se crea un clima donde más que simpatizantes políticos, existen fans que abanderan su causa y la defienden en detrimento de cualquier opción de debate político.

Más que discernir si son los políticos quienes condicionan a la sociedad o si el fenómeno funciona en sentido contrario, lo hemos de entender como un círculo vicioso, donde sociedad y líderes se retroalimentan. ¿Y cuál es la consecuencia? Se rebaja el debate político a discursos vacíos de ideas, se aumenta la tensión social y se bloquea cualquier posibilidad de consenso. Gana el populismo y pierde la política.

José Manuel Urquijo

Consultor y Estratega en Comunicación Política

La polarización política es producto de muchos factores, y se reproduce y fortalece con mayor facilidad gracias al creciente uso de la tecnología y las redes sociales. Sin embargo, hablar de las causas nos sumerge en un debate más profundo: la creciente desigualdad en las sociedades, el miedo o desprecio al que es o piensa diferente a nosotros, aderezado con una constante necesidad de reafirmar nuestras propias identidades, son algunas razones que nos podrían ayudar a entender la polarización en las sociedades modernas.

Algunos políticos sin escrúpulos contribuyen con su retórica y acciones a fomentar la división social, sin atender las causas de los problemas estructurales que causan la desigualdad y la falta de entendimiento en el otro. Cuando tenemos sociedades y políticos polarizados es prácticamente imposible construir puentes de consenso para avanzar en la resolución de problemas, lo que va en detrimento directo de la propia sociedad.

En la medida que el pacto social mantenga su legitimidad respetando el pluralismo que otorga la democracia y se priorice el diálogo, se podrán generar los consensos necesarios que escuchen y atiendan a todas las voces, minimizando la polarización y fomentando entornos democráticos estables. La polarización política se combate con diálogo, con empatía, con información, evitando caer en las cajas de resonancia de ideas que únicamente refuerzan nuestro pensamiento.

Nadia Viounnikoff-Benet

PUBLICISTA, DOCTORA EN COMUNICACIÓN, ESPECIALISTA EN COMUNICACIÓN POLÍTICA Y SOCIA DIRECTORA DE LA CONSULTORA COMMZ

¿De dónde surge la polarización? Decía el científico y escritor alemán, Georg C. Lichtenberg, que “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”, posiblemente este sea el gran caldo de cultivo de la polarización. En este ecosistema hay dos temas clave: el cabreo colectivo respecto al orden establecido y la desafección que genera la diferencia entre la expectativa en los actores políticos y la realidad. Concretamente, en lo que la gente espera de sus políticos: que arregle sus problemas; y los mensajes que llegan a través de los medios de comunicación: dándose de tortas todo el día por nimiedades y con ataques personales más cercanos a un patio de colegio que a una atmósfera de gestión en alta dirección. Estamos además ante un escenario en el que la sobresaturación informativa genera un fuerte ruido y la precariedad en el mundo del periodismo es desolador, así que la única forma de conseguir “salir”, es decir la más gorda, y ahí los extremos siempre ganan, y los partidos del centro se quedan prácticamente sin espacio mediático porque su mensaje no genera atención. Una diabólica rueda en la que hay dos grandes perjudicados: la democracia y los ciudadanos, especialmente, las futuras generaciones.

¿Ha venido para quedarse? La polarización, hasta el momento, ha sido algo cíclico que consigue su máximo apogeo durante crisis sociales de gran magnitud. Tengamos en cuenta que los políticos son parte de la sociedad a la que representan, ¿Son los políticos responsables de la polarización? Sí, en parte, sí, pero también los medios de comunicación. Los políticos por dos razones: la desafección que generan las malas prácticas de algunos que manchan el buen hacer de muchos políticos, y por no trabajar en un nivel educativo de calidad (que no de cantidad, sino de calidad). Cuanto menor es la educación de la población más fácil es conectar con los cantos de sirena de los extremos, llenos de mensajes primitivos y altamente emocionales. Los medios de comunicación por otra muy distinta: limitar lo noticiable a lo espectacular.

Daniel Grande

Comunicador político y corporativo

En toda democracia competitiva aparece, en mayor o menor grado, la polarización del discurso político. Este fenómeno es avivado por tiempos líquidos donde la ciudadanía reclama respuestas sencillas, satisfactorias y rápidas. La polarización es una herramienta poderosa al servicio del estratega para la movilización del voto -también del voto adversario-. El éxito reside en la sencillez: dibuja un posicionamiento nítido, viste un ring instantáneo que permite una rápida identificación, crea un grupo afín y uno enemigo.

Esta visión maniquea del ágora pública -sazonada con un lenguaje más propio de los deportes de masas- tiene el terreno abonado en un momento de descrédito de la clase política, de la incertidumbre que vive un electorado hiperemocional y de la “espectacularización” y el “infotainment” que practican unos medios de masas sedientos de audiencias en un mundo multiplataforma. La polarización es un fenómeno intrínseco de nuestras sociedades pero con distinta gradación, ahora vivimos su máximo apogeo.

Àlex Comes

Director de LaBase. Subdirector de Beers&politics y profesor de comunicación política

Responder a estas preguntas es como tratar de discernir si fue antes el huevo o la gallina. Estamos viviendo un contexto político y social altamente polarizado donde, a priori, no sabríamos definir si esta situación ha sido provocada por políticos con mensajes polarizantes, o, en su defecto, estamos en esta situación porque ha sido la propia sociedad quien ha ido distanciándose entre sí, solicitando este tipo de mensajes y, por ende, los políticos han adaptado su tono, lenguaje y mensaje para contentar a la ciudadanía y tratar así de atraer más votantes.

De todos modos, creo que esta polarización crea, de manera directa, un clima de tensión constante en todos los ámbitos relacionales e informativos de nuestra sociedad, lo que puede provocar un hartazgo rápido de esta situación a la cuál solo veo dos posibles salidas: o una relajación del clima político y social, o un enfrentamiento aún más directo entre los diferentes actores involucrados. Aquí el quid de la cuestión es que, esta vez sí, tienen que ser las personas que ostentan un cargo público las que den un paso adelante, rebajen su tono, modifiquen su lenguaje y acerquen posturas, para evitar conflictos mayores a nivel social.

Pablo Palmer

Politólogo y máster en comunicación política e institucional

La polarización está en boca de todos. Es curioso como la mayoría de políticos y ciudadanos reniegan de ella y la identifican como un problema; nadie la reivindica, pero muchos la ejercen. Los partidos han encontrado en la polarización una estrategia sencilla para crecer electoralmente. En primer lugar, es importa señalar que las características propias (históricas, políticas, sociales, etc.) de cada sistema político influyen de forma indiscutible en su grado de polarización. Pero si abordamos las causas generales en un contexto democrático considero que el principal elemento generador de polarización ha sido el rápido crecimiento de las redes sociales y la forma en la que la comunicación y el marketing político se han adaptado o implementado en ellas. La posibilidad de elaborar un mensaje emocional, inmediato, sencillo y que llegue a mucha gente, ha facilitado la puesta en práctica de la polarización. La responsabilidad de esta tendencia recae en el conjunto de la sociedad, pero señalaría especialmente a los partidos políticos, tanto a sus dirigentes como a sus bases. En resumen, podríamos situar a la polarización como la estrategia más fácil y sencilla que ven los partidos políticos y sus lideres para incrementar sus apoyos en el actual contexto de “revolución digital”.

Jacobo García

Consultor de comunicación política

La polarización política puede explicarse desde múltiples aristas. En el caso de Ecuador, populismo y polarización van de la mano. Y no importa si entendemos el populismo como un proceso necesario de democratización, por la inclusión de sectores excluidos; si hablamos de una estrategia discursiva para dividir la sociedad en dos campos políticos antagónicos; o si nos referimos a aquellos líderes que seducen demagógicamente a <<masas marginales disponibles>> y aplican políticas cortoplacistas.

En cualquier caso, el populismo produce una polarización inevitable, en un país donde 10 años de Gobierno de Rafael Correa enterraron el viejo sistema de partidos y consolidaron una fractura social y política entre simpatizantes y detractores del Régimen. Una fractura que, a día de hoy, sigue ordenando la competencia electoral, los discursos de los actores, y las acciones e intereses del actual establishment que gobierna el país.

Manuel Rodríguez Morillo

Politólogo y licenciado en Derecho. Codirector de Cámara Cívica.

En tiempos de incertidumbre, cuando los grandes consensos desaparecen, lo peor que le puede pasar a la democracia es que aparezca alguien que diga que tiene todas las respuestas. La conversación pasa a basarse en el quién y no en el qué, en el qué y no en el cómo. El aumento de las posturas políticas extremas tiene una consecuencia directa: se vacían los espacios intermedios, haciendo muy difícil reconstruir los diálogos y la generación de mayorías que permita mantener gobiernos que den respuesta a los problemas de la gente.

Lo que es mala noticia para la estabilidad del sistema político es una buena noticia para algunos actores políticos: la polarización da votos si te vuelves extremista. En el “o ellos o nosotros” tienen mucho que ganar los populistas que generan ese “nosotros”, sea el que sea: “Comunismo o libertad”, “los de arriba contra los de abajo”, “patria o muerte”, dicotomías que nos presentan los políticos para simplificar la complejidad del campo social. La fortaleza de una democracia reside en las dosis de complejidad que es capaz de gestionar, por lo que estos reduccionismos debilitan nuestra convivencia. En tiempos en los que lo imposible pasa a diario (una pandemia global, un asalto violento a las instituciones estatales, un colapso climático cada vez más cercano), necesitamos todas las cabezas pensando y todas las manos trabajando para que la democracia sobreviva al S. XXI. Por ello hay que poner en valor iniciativas como Parlem, No Les Des Casito o Hateblockers, que buscan distensionar y no alimentar el debate entre blanco o negro. Más bien, necesitamos una amplia escala de grises. De todas las tonalidades.

Charo Toscano

Consultora de comunicación

No podemos achacar la polarización a una sola causa. El encumbramiento de la estrategia política está dominando la conversación pública en torno a dos polos. La polarización activa el voto útil y, en consecuencia, el enfrentamiento político agudo es utilizado por los partidos como estrategia para no salir de ese circuito con posibilidades. Cuando un partido político busca la polarización está despojando al discurso de intelectualidad, sometiéndolo a los estadios más primitivos para buscar la activación de nuestro cerebro más primitivo. Y lo hacen conscientemente, apoyándose en las noticias falsas y en las plataformas sociales que dan cobijo a las cámaras de eco. En estos espacios  cerrados se comparte contenido que refuerzan la ideología común, se censura cualquier opinión contraria y, en definitiva, se fomenta la división.

Quienes forman parte de los polos se encuentran cómodos en esa situación de privilegio dentro del debate público. Y quienes se quedan fuera, salvo excepciones como estamos viendo actualmente en Madrid, pretenden sumarse a ese carro porque les resulta muy atractivo. Si a ello unimos que las nuevas tecnologías fomentan el enfrentamiento, y los ciudadanos, con nuestro sesgo de confirmación huimos del esfuerzo mental que supone incluir los grises en el debate público, romper la polarización se antoja complicado.

Guadalupe Morcillo

Consultora de comunicación política y corporativa

Yo diría que la polarización es fruto del ruido. Del ruido social, político, económico, cultural… Demasiadas opiniones demasiado divergentes. Cada vez más opiniones, cada vez más divergentes.

Nos encontramos ante un escenario global donde la polarización política ha traspasado las barreras de las variables ideológicas y ha saltado a la esfera pública y mediática, llegando a desconfigurar toda la maquinaria electoral. Una polarización que ha minado la confianza en los políticos y en la política. Una polarización que está azotando el sistema democrático, donde las tensiones y el descontento son los protagonistas. Porque, ¿quién quiere creer en una oposición agresiva? ¿Quién, en una élite política cada día más alejada de sus posiciones partidistas tradicionales? ¿Quién, en quienes construyen muros de hormigón que impiden la identificación ideológica de los electores?

Polarización que solo entiende de buenos y malos, de ganadores y perdedores. Y ni los buenos son tan buenos, ni los malos lo son tanto.

Xavier Peytibi

Consultor de comunicación política en Ideograma

Sin políticos incendiarios no habría tanta polarización, desde luego, pero si estos/as usan mensajes polarizantes es porque saben que hay seguidores que sí ven a la política como una guerra abierta con buenos y malos, blancos y negros. Podríamos entenderlo con una metáfora, visualizando una grieta enorme, una orilla a cada lado de esa grieta. En cada orilla, un partido o candidato/a, y cómo no hay adversarios sino enemigos, ni hay ideas contrapuestas sino batallas culturales, todo lo que está en medio, en la grieta, desaparece a menudo del imaginario colectivo y electoral. Y esta polarización es útil porque genera, a corto plazo, mayor fidelidad de voto, porque con una sociedad polarizada políticamente se consigue que esté mucho más movilizada. O conmigo o contra mí. Polarizar consigue reforzar el voto duro, a quien ya nos vota, y acercarse a otro público que siente que debe elegir entre las dos orillas. Y ello es fantástico a corto plazo, aunque a medio o largo plazo pervierta la propia democracia y nos preguntemos cómo hemos llegado aquí. 

La polarización tiene, en mi opinión, también mucho que ver con el lenguaje. La simplicidad, el ataque y la humillación, la deshumanización del contrario, la adjetivación, el antagonismo constante (como cualquier populismo). Y ese lenguaje polarizante es el que llama la atención de los medios (que le dan cobertura) y de las redes sociales, donde tiene lo que podríamos denominar dos olas comunicativas. En primer lugar, tras cualquier diatriba polarizante -siempre bien comunicada en redes-, se consigue el apoyo de las personas más politizadas y polarizadas que nos apoyan. Es la primera ola de notoriedad. Al cabo de unas horas, cada vez menos, se logra una segunda ola de notoriedad, por parte del signo contrario, que vuelve a hablar de esas declaraciones pero, en este caso, atacándolas. Y vuelve a lograr visibilidad. Toda esa visibilidad constante, en medios y redes, sitúa la polarización en primera línea comunicativa, y de ahí su éxito y rédito electoral, porque movilizan votantes y porque estos deben elegir en que lado de la orilla política quieren situarse, nunca en medio. 

Armando Cabrales

Consultor político. Marketing estratégico y social media

Está tiene razones históricas que se vienen desarrollando desde hace muchos años y conviven con la sociedad, y en situaciones normales no tiene ninguna salida, solo cuando encuentran un contexto que les favorece emergen con fuerza y ponen en riesgo la propia democracia. Un ejemplo de esto es la crisis económica que hemos vivido en los últimos 20 años en Latinoamérica y Europa, que nos ha llevado a ideas populistas que no son más que el fruto de los miedos en la época en que vivimos. La desigualdad económica, la sensación de injusticia social, la crisis institucional y la falta de identidad de la ciudadanía con los líderes elegidos por elección popular, sin lugar a duda son algunas de las causas de polarización política en la sociedad actual.

Fernando Dopazo

Consultor en estrategia y comunicación política

“La historia ocurre dos veces: La primera vez como una tragedia y la segunda como una miserable farsa”, Karl Marx en el 18 Brumarlo de Luis Bonaparte.

Evocando a Karl Marx, no pretendo insinuar que los niveles de polarización que se expresan en las distintas sociedades políticas de nuestro tiempo, son una farsa en sí misma, sino más bien, su condición de elemento repetido en la historia por el carácter de ciclos con forma de espiral en los que esta se manifiesta. La historia de la humanidad es, en gran medida, el raconto de cómo nos hemos articulado a través de diversos modelos de organización política y social. En la puesta en marcha de estas formas organizativas, las cuales articulan la discusión alrededor del diagnóstico de los problemas comunes así como también de sus posibles soluciones, está el propio origen de generar al interior de esos grupos, sociales beneficiados y perjudicados. Esa generación de ganadores y perdedores es la que a lo largo del tiempo ocasiona la polarización que vemos reflejada en la política de cada época. Esa polarización ha sido sostenible, mientras que existe un consenso mayoritario alrededor de las cualidades del sistema organizativo para dirimir conflictos, al mismo tiempo que mantiene un equilibrio precario entre quienes se benefician y quienes no del mismo. A partir de esto, podemos sostener que en los tiempos que corren, el problema no es la polarización, sino más bien, la intensidad de la misma, que nos permite hablar de hiperpolarización.

En tal sentido, si bien la opinión pública percibe el auge de la polarización política como algo reciente, una cantidad importante de aportes académicos reconoce que esta se aceleró en las últimas décadas, pero encuentra su origen desde finales de los setenta, cuando comenzaron a surgir las primeras señales de alerta sobre el modelo organizativo que aún rige buena parte del mundo, la democracia liberal. La globalización, la transformación tecnológica, los cambios en las tendencias demográficas, han impactado en el mundo laboral, las formas de relacionamiento social y otros ámbitos de nuestra cotidianidad, lo cual ha tenido un impacto profundo, fragmentando consensos y equilibrios, alrededor de nuestro orden político y social. Estos elementos, tanto en lo económico como en lo cultural han generado la percepción y una realidad para un sin número de personas, los perjudicados, que no encuentran su lugar en el sistema de organización vigente, al mismo tiempo que los beneficiados, intentan mantener el estado de las cosas, que los privilegia. Esta situación es la que, ayudada por la falta de vocación pedagógica de las élites políticas actuales y su vocación cortoplacista, contribuye aún más a ahondar el problema de la hiperpolarización, en vez de ponerse a la vanguardia para buscar un nuevo punto de equilibrio, aunque más no sea, recurrentemente precario.

Flor Filadoro

Vice-Presidenta de ASACOP (Asociación Argentina de Consultores Políticos), directora de la firma Reyes-Filadoro en Argentina y especialista en comunicación estratégica y estudios de opinión pública.

Vivimos en tiempos de inmediatez. En general, queremos y pretendemos respuestas inmediatas a todo, no sólo para nuestro consumo de bienes y servicios sino también para la comunicación política. Mientras que los espacios de centro y los más moderados requieren de mayor explicación de cara a la ciudadanía, la polarización ofrece un posicionamiento y una identificación casi inmediatas. A esto se le suma la batalla comunicacional a la que nos enfrentamos en nuestro día a día: en general se destaca el que más fuerte grita. La comunicación política no sólo tiene competencia interna, sino también compite con marcas y demás servicios del sector privado. Asimismo, el grita más fuerte pareciera hablar desde un lado más “pasional” y no tan “racional” (como lo hace quien habla desde el centro).

Sin embargo, es importante preguntarnos ¿esos gritos siempre transmiten el mejor mensaje para la ciudadanía? ¿ese mensaje es el más coherente con el perfil del político que lo transmite? Sin dudas las redes sociales aceleran estos procesos y como si se tratase de un péndulo, la comunicación política (como “reflejo de la sociedad”) también pasará de una forma muy extrema a una más moderada y luego al otro extremo.

 

Ana Alonso

Periodista en El Independiente

La grieta. El periodista argentino Jorge Lanata se refirió así a la división entre los partidarios y los seguidores de la dictadura militar pero en esa acepción no tuvo eco. Sin embargo, después empezó a referirse así a la ruptura entre kirchneristas y no kirchneristas y entonces todo el mundo empezó a hablar de “la grieta”. Lanata confesaba: “No iba a decir polarización, menuda palabra…” Lo cierto es que, como señala Xavier Peytibi, consultor político en Ideograma, la imagen permite hacernos a la idea perfectamente de lo que sucede cuando triunfan las políticas identitarias que hacen imposible el entendimiento. La grieta no deja espacio para el consenso. Desde la crisis de 2008 es un fenómeno que se ha extendido en Europa, y se ha acentuado en Estados Unidos, primero con el Tea Party frente a Obama y luego con Donald Trump como atizador-en-jefe. A su vez, la izquierda del Partido Demócrata desprecia como supremacistas a todos los seguidores trumpistas, muchos de ellos obreros frustrados que se sienten abandonados por el establishment.

¿Son los políticos o es la sociedad? Somos todos. Es la política de las emociones, de las identidades, de la negación del otro. Hay partidos que actúan de forma puramente electoral y cortoplacista y han encontrado un filón en esa grieta. Es cierto que muchos ciudadanos se sienten más cómodos en un entorno burbuja y aplauden a los políticos que se van a los extremos.

La consecuencia es que se hace imposible el consenso, llegar a acuerdos y así avanzar en busca del bien común. Aprobar presupuestos es una batalla o cualquier reforma que requiera sumar a los diferentes.

Para combatir la polarización lo primero que hemos de hacer es tomar conciencia de lo que perdemos al dejarnos llevar por las emociones y al ver a quien piensa diferente como si fuera un enemigo. Hay que volver a los orígenes, a implicarnos en la política más cercana, a recrear nuestra conciencia ciudadana. Y cambiar los gritos en las redes sociales por las charlas en los bares.

Javier Pianta

Docente, Consultor en COMPOL y Director de PDM Argentina

Muchas preguntas, pocas respuestas, y algunos pensamientos para compartir. Recientes investigaciones muestran que cada año que pasa, cada lado parece detestar más al otro. Existe un poderoso ecosistema de polarización que se nutre de la indignación y la división. Los medios tradicionales, las redes sociales, los candidatos políticos y los consultores se benefician de dividir, exagerar los desacuerdos e incitar al conflicto. Resulta cada vez más complicado separar la percepción de la realidad y cada vez tenemos una comprensión profundamente distorsionada de lo que piensa el otro.

Cada uno de nosotros puede desempeñar un papel para cerrar la brecha de percepción. Podemos elegir una gama más amplia de fuentes de noticias, negarnos a ser manipulados reduciendo nuestra exposición a las redes sociales que amplifican las opiniones partidistas, y construir conexiones con personas que piensan de manera diferente a nosotros. Pero la acción individual probablemente no será suficiente. La corrección por sí sola no resolverá nuestros desacuerdos ni superará los profundos desafíos que debemos abordar. Al comprender nuestras brechas de percepción, trabajar para superar nuestra desconfianza hacia el otro lado y resistir las fuerzas que buscan dividirnos, podemos avanzar. Tarea nada fácil, por cierto.

Daniela S. Valencia

Consultora en Comunicación Política

Tender puentes es la clave para los consensos que permiten avances sustanciales en sociedad, puentes que la polarización política dinamita. Recupero dos hechos que incitan su auge:

Primero, que en los últimos años y, acentuado con la crisis que nos ha dejado la actual pandemia, la desigualdad social se ha acrecentado a niveles insultantes. Esto, invariablemente, genera desafección hacia las instituciones democráticas en un segmento poblacional importante, que complica un clima de diálogo para abordar problemas sociales complejos y beneficia la aceptación de discursos populistas, dicotómicos. Cuando hay enojo y miedo (las emociones que más movilizan), perder la escala de grises es muy sencillo. Para este punto, las soluciones vienen del eje de la acción política, se deben encaminar esfuerzos para acortar esta brecha. Nada sencillo, nada rápido, pero sí muy urgente.

Segundo, en la era de internet donde las redes sociales y sus algoritmos marcan el ritmo de los flujos comunicacionales, somos presas de las cajas de resonancia, de perder la interacción con quienes piensan diferente y embelesarnos en la burbuja donde reafirmamos nuestro relato, nuestros valores y trincheras identitarias. Aquí hay una necesidad y responsabilidad ciudadana por romper estas burbujas para habitar un ágora diversa como la sociedad misma.

Y, ante este escenario, ¿qué retos tenemos los profesionales de la comunicación política? Desarrollar estrategias efectivas para que la escala de grises sea el punto preferente de encuentro resulta arduo ante tanto ruido, donde el “o con ellos o conmigo” es la constante, cuando repetidamente se ha probado que resulta mucho más rentable al corto plazo (hablando en términos de mercados electorales), alimentar este contraste con los adversarios, enmarcándolos como enemigos en un tono bélico, en dinámicas perversas que alimentan la brecha y que, como resultado a medio plazo merma la gobernabilidad. Abundan los gritos de hooligans y pirómanos.

La esperanza y hacia donde hay que mirar es hacia esos casos de liderazgos que apuestan, a pesar de todo, a un tono sosegado, dialogante, y, que están consiguiendo réditos políticos sustanciales. Salvador Ila (PSOE) y José Luis Martínez-Almeida (PP) son dos ejemplos recientes en España. Al primero le valió que su partido viera en su estilo conciliador como Ministro de Sanidad un candidato fuerte para las elecciones en Cataluña (donde fue el más votado), y al segundo, le ha valido para pasar despreocupado el terremoto político nacional de hace unas semanas: ser un mandatario altamente valorado es un buen escudo ante la amenaza de las mociones de censura en cadena.

Vivimos un cambio de paradigma y toca volcar nuestro conocimiento a promover que estos casos sean regla y no excepción, por un estilo dialogante, empático y democrático.

J. Pedro Marfil

Politólogo y periodista. Profesor en la @universidadcjc Miembro del consejo directivo de ACOP

Es un problema complejo con muchos elementos que entran en juego. A simple vista se me ocurren tres que se retroalimentan. Por un lado, claro está, el de aquellos líderes que se aferran a discursos simplistas y demagogos con palabras altisonantes. Por otro lado, algunos medios (no todos, no siempre) que caen en el error de dar visibilidad a estas declaraciones, actuando como cámaras de eco. Por último, pero no menos importante: nosotros, la sociedad. La ausencia de un pensamiento crítico a través del cual abstraernos de estas narrativas. Es una espiral perversa. Si consumimos discursos polarizados, los medios los reproducen y los políticos los producen. No podemos omitir nuestra responsabilidad en el proceso. Sería cínico. Parar la rueda es posible. El cambio está en nosotros.

Roberto Munita

Abogado y Magíster en Sociología y en Gestión Política. Coordinador político de una bancada de senadores chilenos. Profesor

No quiero aparecer defendiendo a los «pobres políticos», pero sin duda es la sociedad la que se ha polarizado: prueba de ello es que la polarización ataca hoy a prácticamente todas las democracias, sin importar si es un sistema presidencial o parlamentario, y si gobierna la derecha, la izquierda, los moderados o un líder populista. La sociedad se ha vuelto cada vez más apática, producto de un acelerado individualismo, el que en conjunto con la desinformación, las noticias falsas y el exceso de ruido ambiental, hacen un caldo de cultivo perfecto para la polarización.

La inmediatez y poca reflexión con la que funcionan redes como Twitter o Whatsapp le hacen un flaco favor a la búsqueda de consensos. Al contrario: la consigna es oponerme al que piensa como yo (backfire effect) y buscar información que me demuestre que estoy en lo correcto (sesgo de confirmación). El resultado de este peligroso cóctel es una sociedad cada vez más polarizada, que –salvo un cambio radical en las reglas del juego– definitviamente llegó para quedarse.

Nury Astrid Gómez

Ni Humberto Eco pudo describir mejor la oscilación del Péndulo de Foucault como lo estamos viviendo hoy entre «lo que dijo» emisor del mensaje y «lo que se interpreta» el receptor. Pareciera una simple cuestión de comunicación, pero tiene una profundidad que nos remite a la mismas batallas por el poder de la palabra.

Polarización es adjetivo, verbo y sustantivo se  popularizó en los análisis de la ciencia política sobre la realidad actual en la mayor parte del mundo. No solo es una cuestión de «moda» sino una coyuntura del entendimiento humano. No es cuestión de práctica, es cuestión de palabra. Discurso, lenguaje y símbolos son los componentes del lenguaje político, cuya características principal es estar dotado de un carácter performativo: una puesta en escena, que no describe la realidad, sino que realiza una acción.

Lenguaje político moderno cargado de emociones, gestos y calificaciones extremas a favor o en contra de países, personas, posiciones… líderes. Lenguaje político puesto en palabras de sabios e ignorantes que las repiten ritualmente hasta automatizarlas en la mente… lenguaje tan metafórico y simple como heurístico para explicar lo bueno y lo malo… lenguaje dogmático que anclan marcos cognitivos cargados de fidelidad religiosa… lenguaje masivo, replicado y resonado en canales sociales y, abogando como verdad, en los corazones…lenguaje político superficial para ganar masividad.

Las palabras no son verdades, son muchas versiones. Y el lenguaje político es tan rico en versiones que hay escuchas y predicadores para todos los gustos. La polarización es de lenguaje, y es éste, el único camino para que el péndulo polarizante acorte distancia y tiempo en alcanzar neutralidad.

Lore Castillo Reyes

Consultora de comunicación y redes

La polarización ciudadana es un fenómeno que estamos viendo últimamente en muchos países, y ya no es sólo característico de Latinoamérica, lo mismo lo vemos en Estados Unidos que es España, creo que para ello, se da un cierta complicidad entre políticos y sociedad, quienes, sin darse cuenta, caen en el juego que la clase política impone.

Pienso que es necesario que, ante estas circunstancias, surjan nuevas figuras políticas que nos impulsen a ser mejores y que nos unan, así como la gente se cansó de malos políticos, también se cansará de pelear y defender a quienes sólo los usan.

Mateo Echeverría

Consultor y escritor

La polarización está íntimamente ligada con la identidad: cuando nuestras filiaciones políticas pasan a formar parte toral de quienes somos, nuestras diferencias, que son deseables en democracia, corren el riesgo de tornarse irremediables. Recuerdo un pasaje de El mundo de ayer en donde Stefan Zweig relata, antes de los años de crispación, cómo los diputados se enfrentaban en el hemiciclo, pero, una vez finalizada la sesión, iban juntos a tomar una cerveza. Luego los movimientos que brotaron al finalizar Belle Époque con la Primera Guerra Mundial trajo movimientos colectivos -como el nacionalismo- que profundizaban en nuestras diferencias identitarias hasta hacerlas «grietas insalvables».

No creo que la polarización haya venido para quedarse, pero sí creo que pueda agudizarse aún más. Los políticos tienen responsabilidad en ello, especialmente los que se suben a la ola e intentan sacar rédito político de ello, pues forma parte de los incentivos cortoplacistas que nuestro sistema genera. Pero la sociedad no se queda atrás. Menos ahora con estas cajas de resonancia que son las redes sociales. Depende del esfuerzo común detener este atropello, antes de hundirnos en un fango del que sea imposible salir sin una hecatombe.

Alexandra Morales

Directora de Meraki Consultora Política y miembro de Red de Politólogas

Actualmente en medio de sociedades y gobiernos tan convulsionados e inestables, se observa cómo se vuelve cada vez más común el reforzar y ampliar las grietas a partir de la polarización. Si bien, la historia política nos demuestra que la polarización existió desde siempre, ahora lo que vemos es una potenciación en los discursos tanto personales como de partidos que sientan sus bases desde la diferenciación -a veces irreconciliable- con el otro. Incluso se percibe cómo se consigue cohesionar el relato político y la identificación de los propios a partir de fuertes discursos de odio.

La conocida Belga, Chantal Mouffe, estudió los conceptos amigo/enemigo de Schmitt y planteó la necesidad de convertir a los rivales en adversarios y no mantener la idea de enemigos. Sin embargo, actualmente lo que se percibe, tanto en las campañas políticas, como la comunicación de algunos gobiernos y políticos es identificar radicalmente al “otro” como un enemigo. Y de esta forma, se polariza cada vez más a partir de discursos de odio de aquellos que juegan en la arena política. Ya no se perciben como rivales políticos sino enemigos políticos lo que solo puede acarrear mayor disidencia y enfrentamiento entre los ciudadanos de una sociedad y sus representantes.

¿Son los políticos o es la sociedad? Son ambos. Se retroalimentan y siempre un lado termina potenciando al otro. Considero que deberíamos tener en claro que si la sociedad no se identificará con estas ideas y posicionamientos tan radicales no tendrían espacio para seguir creciendo y consolidándose como viene sucediendo.

José Ramón Carmona

Parlamentario andaluz y concejal en el Ayuntamiento de Antequera

La política contribuye a acelerar cambios, para bien y para mal, que ya están en la sociedad. La globalización pasó de ser algo global a algo local. Es decir, todo parece estar al alcance de la mano y sin embargo, a la par para muchas personas o instituciones cada vez ven como se alejan más de lo que desean lograr. Y la pandemia lo ha acelerado y centrifugado casi todo.

Los populismos, que son respuestas fáciles (y que siempre engañan) a problemas complejos, apelando a los instintos o emociones más básicas o primarias, pretenden que sea la única respuesta a lo que no entendemos o nos enfada. El coronavirus no solo nos ha robado un año. Nos ha cambiado para siempre. Y el populismo siempre gana en el desconcierto.

La enorme competitividad política, que ha fragmentado en demasía la política patria, no aboca a un escenario distinto al de la provocación en época de crisis, como si la política, fuera un permanente plató del programa “sálvame”, con el riesgo severo de que se triture a la propia clase política.
El problema es que la gente no escucha los argumentos. Para eso se requiere tiempo.

Por ello para combatir el populismo se requiere una respuesta moderada, pero consistente y firme, basada en datos, que permita no solo responder a los Populismos, sino desmontarlos, argumento tras argumento; esto puede ser más eficaz que ninguna otra poción mágica.

Y también es importante no aplicar la teoría de la destrucción del contrario a la que tan acostumbrados estamos. Porque puede que nos quede “la nada”.

Aitor Carmona Zambrana

Protocolista, comunicador político, politólogo y fundador de @elprotocolaire

Polarización va de la mano de emocionalidad. Discursos simples, sin mucha fuerza argumentativa y que apelan directamente a las emociones del votante, es decir, lo que podríamos llamar “populismo”. Esta apelación a las emociones facilita a las personas posicionarse con aquel que ha conseguido conectar de una manera más personal con el elector, ya sea mediante emociones positivas o negativas. El objetivo es sencillo: En términos absolutos, o estás conmigo o estás en mi contra.

La polarización refuerza el voto de los más fieles y los moviliza, obligando a posicionarse a los que se sienten próximos al discurso, no tanto por compartir al 100% el mensaje, sino por sentirse parte de un grupo. Así, se forman bloques cada vez más sólidos e irreconciliables que dificultan cualquier tipo de encuentro entre ambos sectores y que solo una situación excepcional realmente grave podría forzar a una reconciliación entre bloques.

Claudio Gareca

Docente en Ciencia Política y Consultor en Comunicación Política

Estamos siendo testigos de cómo la polarización política se activa fuertemente como expresión identitaria, lo que genera esos extremos opuestos, a veces con posiciones irreconciliables. Esa discrepancia sobre cuestiones fundamentales puede entenderse a partir de posiciones alineadas con las ideologías. Ello hace que el debate público se vea fuertemente afectado por los sesgos de confirmación que sirven para defender a ultranza nuestros pensamientos o ideas, creando barreras con los otros, y activando la disonancia cognitiva para hacer encajar en nuestro mundo o burbuja nuestro propio modelo de la realidad, promovido ello, en alto grado, por el uso de las redes sociales, espacios virtuales donde ahora también se disputa la política y que parece que alojarán por mucho tiempo la mentada polarización. Esa escena que venimos narrando no permite la posibilidad de compartir una realidad en común, por lo tanto, no permite arribar a consensos o mínimos acuerdos, conceptos importantísimos y valiosos en la construcción política.

Éste fenómeno, alentado muchas veces por la dirigencia política, en busca de contrastar con el adversario, se ha valido de descalificaciones personales, colocando a la política en el peor de los lugares, desdibujando el rol esencial de ella, como herramienta de transformación de la sociedad.

Verónica Crespo

Periodista y doctora en comunicación estratégica. Asesora política. Directora de ‘La Revista de ACOP’

Para alcanzar la actual situación de polarización ha sido precisa la convergencia de varios factores: Un contexto social afectado por el solapamiento de varias crisis económicas sucesivas junto a una crisis de representatividad democrática, las cuales han cronificado la desigualdad y la desafección. Una opinión pública perturbada por el malestar y la confrontación se ha dividido en dos extremos opuestos, que en lo político se traduce en un fragmentado mercado electoral. ¿La polarización social ha generado polarización política o justo al revés?

Desde mi punto de vista, los partidos políticos han explotado un clima social poco cohesionado. Los social media han aderezado este caldo de cultivo con mensajes simples que apelan a las emociones, contenidos fast food e informaciones verosímiles, no necesariamente verdaderas. El consumo de contenidos ha cambiado hasta el punto de que la ideología prêt-à-porter se mezcla en el feed de IG con la moda de Inditex. Y en esta subasta de la notoriedad, donde los partidos actúan como un comercial más, el pensamiento reposado, la racionalidad y los argumentos complejos no tienen cabida. No sé hasta cuánto dará de sí estirar el chicle de la polarización, de lo que estoy segura es que estamos perdiendo la oportunidad de alcanzar acuerdos, impulsar políticas y marcar consensos que nos hagan avanzar como sociedad.

Juan Vizuete

Consultor en Comunicación y Oratoria

La polarización es un fenómeno cíclico en la historia y como todo ciclo tiene un momento de auge (el que estamos viviendo) y de declive. Lo verdaderamente terrible no es la polarización en sí misma sino las consecuencias que trae para la política y la sociedad. Pero ¿esta polarización es causada por los políticos o por la sociedad? La respuesta es tan simple como compleja: ambos. Los políticos salen de la propia sociedad, no son entes externos y ajenos a la comunidad en la que viven. Pero también dirigen y marcan el rumbo de la actualidad social. Política y sociedad son a la vez culpables y perjudicados por la polarización. La verdadera pregunta que debemos hacernos es ¿cómo frenamos esta polarización? Leamos a quienes no piensan como nosotros, escuchemos a quienes discuten nuestras creencias y lleguemos a acuerdos con quienes no tienen nuestras mismas ideas. La polarización empieza y acaba en el mismo punto: en nosotros mismos.

René Palacios

Politólogo.Consultor en comunicación política. Director de Ala Oeste. Miembro de ICP Iberoamerica

Soy de la idea que así como la polarización es una tendencia global sus causas también lo son. Una económica, una mediática y otra que tiene que con el consumo de noticias. Primero, el aumento de la desigualdad, la heterogeneidad salarial y las consecuencias de la globalización que dividen el mundo laboral entre algunos empleos calificados muy bien pagados y una gran masa de trabajadores con condiciones paupérrimas están generando sociedades divididas y una creciente resentimiento por el fin de la movilidad social ascendente. En segundo lugar, el cambio del ecosistema mediático donde pasamos de tener una parrilla de dos o tres canales obligados a generar una programación pensada para públicos amplios y homogéneos a un sistema donde hay una diversidad de canales (TV por cable, Internet, redes sociales) que generan una hipersegmentacion de las audiencias e incentivos para tener una línea editorial más radicalizada para atraer colectivos específicos. Tercero, la ciudadanía está cada vez más reacia a escuchar líneas editoriales y voces que no coinciden con las suyas. Más que informarse, lo que se buscar es confirmarse, y eso hace más difícil saltar el bache que queda entre los diversos sectores sociales. ¿Y la política? Más que generar una solución alternativa se sube a la ola y la aprovecha. ¿Habrá cambios? Difícil mientras no se ataque las causas profundas. Mientras tanto, deberemos convivir con este escenario.

Yesurún Moreno

ESTUDIANTE DE CIENCIAS POLÍTICAS (UB) Y DEL PROGRAMA DE LIDERAZGO Y GOBIERNO (ISSEP). DIPLOMADO EN "ESTADO, GOBIERNO Y DEMOCRACIA" POR CLACSO

La naturaleza arrastra, pues , instintivamente a todos los hombres a la asociación política. El primero que la instituyó hizo un inmenso servicio, porque el hombre, que cuando ha alcanzado toda la perfección posible es el primero de los animales, es el último cuando vive sin leyes y sin justicia […] Sin la virtud es el ser más perverso y más feroz, porque sólo tiene arrebatos brutales del amor y del hambre”. Aristóteles, Política, Libro primero, Cap. I: “Origen del Estado y de la sociedad”.

En esta intervención se me pide que sea breve así que intentaré condensar siglos de filosofía política en a penas dos párrafos. La cuestión sobre el origen de la polarización está finiquitada ya en la Política (Siglo IV a.C) de Aristóteles. En concreto, en el libro primero, en donde traza su concepción del ser humano como un zoon politikón (animal social). Sin la “asociación política” el hombre está abocado a sus instintos más bajos.

Sin embargo, si dicha referencia no les resulta de la suficiente actualidad existen tres autores de obligada lectura: Thomas Hobbes, Carl Schmitt y René Girard. Estos tres autores -a pesar de sus notorias diferencias- coinciden en el diagnóstico: lo fundante de la sociedad es el conflicto, la violencia. Hobbes emplea la locución latina “homo homini lupus” para invocar un contrato social que acabe con esa violencia originaria y cainita. Para Schmitt, “la esfera de lo político se determina en última instancia por la posibilidad real de que exista un enemigo”. Es decir, en términos dialécticos, la sociedad se funda entorno a una relación amigo-enemigo bajo la amenaza constante de la guerra definida como la eliminación (aniquilación) óntica del “otro”. Por último, Girard sostiene que “el origen de los conflictos intracomunitarios que desencadenan la espiral de violencia de todos contra todos converge en la violencia de todos contra uno”. En otras palabras, el contrato social es un artificio que esconde y enmascara una violencia originaria de la comunidad política contra el chivo expiatorio. ¿Qué quiero decir con todo esto? Nuestras democracias liberales se erigen en la negación y neutralización de esa verdad. El núcleo de la política es el conflicto y parece que desde Margaret Thatcher con su “There’s no such thing as society” en adelante se haya empleado un neutralizador de memoria colectiva (al estilo Men in Black) que nos ha empujado a negar sistemáticamente ese conflicto y, en consecuencia, toda forma de polarización política (arrojándonos a un periodo de hegemonía neoliberal de carácter antipolítico). La sociedad sí existe y debemos convivir con el conflicto.

Espero haber contribuido a “resolver” un acertijo, desde luego, irresoluble.

Dani Valdivia

Andalucista (no nacionalista). Socialista. Identidad nacional, comunicación política y lenguaje.

La polarización, pese a que parezca ser un fenómeno novedoso, ha sido habitual décadas atrás, surgiendo de grandes brechas en la opinión pública sobre cuestiones que, por poner ejemplos españoles, han dividido tanto a la población como el aborto, el matrimonio homosexual o el ‘No a la Guerra’. La diferencia actual radica en que hoy vivimos en un escenario de polarización permanente, instalada en nuestro día a día debido al efecto de políticos incendiarios y unas redes sociales que conforman nuestra opinión -o la radicalizan- a cada momento. En cualquier caso, aunque la polarización sea un problema a tener muy en cuenta, debemos evitar caer en el error de entenderla como causa y no como consecuencia, ya que en los últimos tiempos hemos podido ver como la polarización aparece tras el estrés continuado al que los líderes populistas someten a la democracia.

Ángela Paloma Martín

Periodista. Asesora política. Y escritora para la transformación social. Candidata a Doctora en Género y Política

Cuando se dice que existe polarización política es porque existe polarización pública. La decadencia del pensamiento crítico y de la calidad de la opinión compartida se convierten en causas. Somos una sociedad cansada, fatigada, pero también menos exigentes con la calidad de nuestros representantes y su compromiso público, con la calidad de las políticas públicas y con los medios de comunicación. Estamos hiperconectados pero eso no significa que sepamos más, ni que estemos mejor informados, ni que sepamos pensar mejor; tampoco que sepamos valorar mejor a quienes nos representan. Buena parte de la sociedad se siente huérfana. Y muchos de nuestros representantes públicos han visto una forma de vida en eso de representar, no en una vocación de servicio público. Servir es una forma de vida. Pero el poder es finito. La división y la falta de comportamiento de nuestros representantes públicos en el peor momento sanitario, económico y social es lo que pone en peligro a nuestra democracia y nos lleva a repensar el papel activo que jugamos la sociedad.

Carlos Escamilla

Analista político y estratega en comunicación política

La polarización en política es más natural de lo que se piensa. Hoy quizá la vemos con asombro porque nos toca vivirla de forma directa, pero es una situación que ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Me parece que no hay un origen específico, pero resulta evidente pensar en los clivajes históricos de cada Estado para indicar el momento en el que dicha polarización tuvo auge por primera vez. En el caso de Estados Unidos, la ruptura clara está durante la Guerra Civil, y lo mismo se repite en España y Alemania durante los años 30. Para Latinoamérica, el origen se encuentra en la imposición de líderes autoritarios auspiciados por la CIA.

Ante situaciones de movimiento equiparables a las anteriores, es normal que la polarización resurja, lo que a su vez implica que no es algo que “llegue para quedarse. Afortunadamente, a diferencia de hace varias décadas, existen dos factores importantes para frenarla y/o contenerla: la democratización de la información y el robustecimiento de las instituciones democráticas.

Rubén Erazo

Politólogo, Especialista en Marketing Político, Consultor, Estratega y CEO de Comunicación & Poder

El mundo se polariza y a mi juicio va a seguir haciéndolo ya que va al vaivén de las coyunturas políticas, sociales, económicas nacionales y mundiales. Y contrario a lo que nos decían con “la aldea global”, se podría interpretar que una de las causas de la polarización y el incremento del odio es la globalización en sí misma. Puede ser arriesgado decirlo, pero los hechos lo han demostrado, la victoria de líderes políticos sedientos de sangre y odio evidencian lo mencionado.

Culpar a la sociedad en sí misma es una discusión amplia, pero aparte de los políticos quienes son a la larga los que guían el camino de dientes para afuera, están otros actores encargados de generar más polarización, para unos es positivo, rentable electoral y económicamente, para otros es una desgracia desde el punto de vista de lo que es bien o mal visto.

No obstante, quizás haya una esperanza al final del túnel. Volquemos la mirada a América: Se derrotó un odiador experto como lo es Trump, Jair Bolsonaro con un país en donde las fuerzas sociales vuelven a tener un papel preponderante y el fortalecimiento de movimientos alternativos en Colombia. ¿Esta vez mermará el odio al menos un gradiente? No hay que perder la fe. ¿O incrementará? Es una respuesta que solo el tiempo lo dirá.

Maria Renée Estrada

Asesora en Comunicación y Diseño de Futuros e Intangibles

Intentaré dar algún tipo de respuesta a algo que en mi opinión no tiene respuesta única. Considero que actualmente la polarización se evidencia más por los canales de comunicación que hoy por hoy manejamos, sin embargo esta es fruto de características y dinámicas humanas atemporales: Tener ideas y convicciones propias, atrincherarse en grupo o «tribus» con ideas y convicciones iguales o similares e incapacidad y/o miedo a ceder ante ideas distintas o contrarias a las propias; por mencionar algunas. Con esto quiero decir que, desde mi perspectiva, la polarización ahora es más evidente no porque sea nueva, sino porque es más ruidosa y está a nuestro alcance debido al acceso a la información y los espacios virtuales (que se han convertido en palestras «públicas») que tenemos.

¿Ha venido para quedarse? Sí y no. Los grupos radicales seguirán existiendo y seguirán buscando espacios para hacerse escuchar y para arrinconar a todo aquel que no piense como él. Sin embargo, la oportunidad que tenemos quienes preferimos construir puentes entre ideas y convicciones distintas o contrarias es enorme y debemos aprovecharla al máximo.

¿Son los políticos o es la sociedad? Una no existe sin la otra. Por tanto, considero que actualmente existen políticos que se aprovechan de la dinámica que existe en sociedad para «jalar agua a su molino» y políticos que surgen de esos grupos radicales para buscar la representación de esas ideas.

¿Qué necesitamos? Más puentes y menos fuego. Políticos y ciudadanos con convicciones e ideas sólidas que estén dispuestos a escuchar al otro y a establecer consensos mínimos, para empezar, en beneficio de los ciudadanos de a pie.

Carlos Magariño

Estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra. Miembro del espacio La Cúpula

La polarización es un proceso que bebe de la actual Revolución Tecnológica, esa que supuestamente nos iba a acercar a los demás y parece alejarnos más que nunca. Las redes sociales magnifican todo mensaje que se desee verter, proporcionando así una tierra fértil para manipulaciones o fake news de cualquier tipo que, mediante un completo anonimato, pueden acabar siendo peligrosas.

La polarización es claramente perniciosa para la democracia: es una situación en la cual los ciudadanos se observan desde la lejanía, entrando en una espiral destructiva. Desprecio, aversión, odio de “nosotros” contra “ellos.” Se crea así una situación insostenible para el progreso, el pacto, el entendimiento. Este proceso de progresivo distanciamiento entre ciudadanos se convierte en un elemento más para ampliar la base de votantes.

La política se ha nutrido de la polarización para ampliar su relevancia en la sociedad. La «futbolización» de la política es una problemática que provoca una cada vez más pronunciada ausencia de pactos transversales, aquellos que tienen vocación transformadora. Existe una cultura política del rechazo hacia el contrario, por el simple hecho de no fallar a nuestros «hinchas», esos mismos que de ninguna de las maneras entenderían ningún tipo de concesión con el otro. Así prosiguen – de momento – nuestras sociedades. El futuro dirá.

Àlex Llonch

Consultor de comunicación política

La liquidez intrínseca de la postmodernidad, el naufragio de todo aquello que creíamos sólido e incuestionable, el terror de afrontar una intemperie desconocida, la crisis sanitaria y económica, la añoranza de un pasado mejor, la incomodidad de un presente roto y la incertidumbre de un futuro que no se intuye. El principio de realidad es tozudo y nos recuerda que las amenazas no tienen por qué ser reales, lo fundamental es que sean sentidas y contagiosas.

Uno podría sentirse tentado a entender la polarización como la ausencia de consensos. Sin embargo, a mi modo de ver, la polarización es la emergencia de nuevos consensos, consensos de carácter limitado; la reestructuración de los relatos comunes, mucho más restrictivos y con alambrado. Es la necesidad humana de ser explicados, esta vez, de forma más concreta ante la amenaza de la incertidumbre. Replegarnos entre conceptos de confort que nos refugien de unas circunstancias cambiantes que no sabemos entender. El efecto consecuente es la exclusividad de los relatos colectivos y la pérdida de amplitud a la hora de sentirnos parte de ellos.

La pugna narrativa se multiplica, la homogeneidad de lo común pasa a ser sospechosa y la capacidad relacional entre relatos se obstruye. La esencia excluyente de la polarización parte de la premisa que los nuevos consensos no deben tolerar a los consensos colindantes. En otras palabras, aceptamos e interiorizamos relatos fundamentados en la exclusión de relatos distintos. Sin embargo, achacar la polarización al miedo es una baratija teórica digna de análisis perezosos. La  polarización implica la irrupción de relatos más sofisticados, muchos de los cuales invocan elementos como la ilusión y la esperanza. ¿Cuántos pensábamos que el famoso Make America great again era un eslogan de odio, obviando que la potencia intrínseca de la promesa era la esperanza de conquistar un futuro mejor? Si queremos entender la polarización como una suerte de alejamiento entre iguales, primero, es obligatorio aceptar el fracaso de los relatos catch-all de los partidos convencionales. En segundo lugar, entender que la polarización es una manifestación sofisticada de la gestión de las emociones de la ciudadanía y, por ende, en tercer lugar, debe ser promovida o combatida sin apriorismos de superioridad. Sacar el polvo del tintero, nos reclaman.

Ignacio Martín Granados

Politólogo. Vicepresidente de la Asociación de Comunicación Política (ACOP)

La polarización, en mayor o menor grado, siempre ha existido. La polarización se nutre de las diferencias sociales, la desigualdad, la cuestión identitaria, las guerras culturales… y permanece en estado de latencia hasta que se activa por un agente catalizador. Actualmente, a estos ingredientes de la polarización (agravados por la crisis económica que genera no solo desigualdad –se puede ser pobre a pesar de tener un trabajo-, sino frustración en las expectativas vitales –los jóvenes no pueden independizarse o tener una familia o ascender socialmente porque vivirán peor que sus padres-), le sumamos otros componentes como las redes sociales -que hacen que nos expresemos de manera más intensa y personal, muchas veces sin filtro-, y los medios de comunicación -que cada vez están más ideologizados e informan para su audiencia, su opinión pública segmentada-.

Con este caldo de cultivo, a la menor chispa puede iniciarse la batalla. Y bajo este contexto es fácil que surjan líderes populistas, ultras o antisistema que simplifiquen la política a un juego de suma cero (malos contra buenos, estás conmigo o contra mí) y las políticas públicas las reduzcan a medidas aparentemente fáciles, donde no tienen ningún tipo de reparo en mentir (ya sea en su modalidad de posverdad, desinformación o fakenews) con tal de aparentar llevar razón y proponer una solución redentora. Ante esta política binaria, estos políticos se convierten en “bomberos-pirómano”, destruyendo los espacios de diálogo y estimulando la polarización.

Por tanto, todos tenemos un poco de culpa en este círculo vicioso. Pero, para luchar contra la polarización, la solución está en nuestras manos: sociedades más justas e igualitarias, partidos más responsables, medios de comunicación menos sensacionalistas y ciudadanos más conscientes (del uso que hacemos de las redes sociales, de identificar la desinformación y aislar a los partidos y políticos tóxicos).

Ivanna Torrico

Coordinadora de columnistas en Política Comunicada

La polarización política no es un fenómeno nuevo, sin embargo, en estos últimos años, escuchamos y leemos mucho sobre la polarización y el discurso del odio, estos fenómenos que están socavando la democracia.

Con la llegada de la tecnología la polarización crece a nivel mundial, las redes sociales y los servicios de mensajería promueven comportamientos tribales, donde los usuarios de la red no solo se desconocen y se niegan, sino que además en muchos casos, sienten el deseo de dañar a quien no piensa igual, escondidos en el anonimato muchos usuarios han aprendido que ésto no tiene consecuencias.

Si a todo esto sumamos además que estamos atrapados en nuestra burbuja de información donde muchas veces circulan noticias falsas que no ponemos en duda pues éstas confirman y refuerzan nuestros sesgos o filtros ideológicos, podemos entender porque hoy vivimos en sociedades cada vez más complejas que ya no buscan los consensos.

Xavi Sirera

Consultor de comunicación política en LaBase

La polarización política siempre ha respondido a procesos transformadores. No se puede entender la polarización sin los contextos de crisis que hacen de caldo de cultivo a estas formas de pensar que se sitúan en los polos del espectro político, como su propio nombre indica. El auge de los totalitarismos en el S.XX se debió, entre otras, a los fallos de la propia democracia liberal en las que no supo responder a las problemáticas sociales. Actualmente, esta creciente polarización diverge de la del S.XX en que existe un cambio tecnológico que cobra cierta importancia. Los mensajes sencillos, de absorción rápida, recorren cada día más nuestras redes sociales. A esto le debemos sumar los procesos de globalización y las dos crisis casi consecutivas, donde los movimientos o partidos políticos beben de estos y los canalizan mediante diferentes frames que inciden en el inconsciente cognitivo de la población.

La experiencia histórica nos dice que conforme la economía mejore, ya no sola la financiera sino también la individual, la polarización tenderá a relajarse y, por consiguiente, la presencia de estos mensajes. El objetivo no será evitar la polarización, sino volver a convencer a aquellas personas desafectas de la política.

Eduardo G. Vega

Periodista. Profesor en la Universidad Camilo José Cela y consultor en el Centro Internacional de Gobierno y Marketing Político (CIGMAP)

Creo que la polarización aumenta por el escenario creado con la crisis global de 2008. A partir de ahí, si ahora miramos hacia atrás, todo ha cambiado. Los problemas económicos generaron que las críticas contra los políticos y la desafección en las instituciones aumentaran, buscando culpables, merecidamente en muchos casos. Pero la responsabilidad es compartida, ya que los políticos son un reflejo de sus sociedades, y los ciudadanos en primera persona cometimos errores (endeudamiento excesivo, malas inversiones y aprovechamiento de la economía sumergida), que, sin duda, estuvieron fomentados por los poderes económicos y públicos dentro de un sistema que funcionaba bien para todos, hasta que dejó de hacerlo. Por ello considero que sería un error pensar que la responsabilidad solo es “de los otros”.

En ese clima, la polarización crece por los extremos con mensajes populistas que en época de crisis y desafección consiguen gran apoyo social, y en algunos casos se ha impulsado esa polarización por intereses electorales y mediáticos, aumentando el riesgo que ya suponía para la democracia. Si pensamos en cómo mejorar esta situación creo que hace falta liderazgo, referentes que sean capaces de motivar e ilusionar a la sociedad en valores y sobre las verdaderas necesidades que tenemos, y no sobre los intereses partidistas. Nos beneficiarán nuevos líderes comprometidos y una regulación legal para evitar la repetición de errores pasados y para atender la situación presente y futura. Y como factor de corrección en la sociedad hay que trabajar en el sistema educativo y fomentar el pensamiento crítico, invirtiendo en la creación de sociedades bien informadas.

Ariadna Romans

Politóloga, estudiante de Filosofía y consultora en ideograma

La polarización de la política es un fenómeno esperable en toda sociedad democrática. La consolidación de la democracia viene acompañada de una ampliación de las opciones políticas, que deriva en una mayor precisión y ajuste a las preferencias de los votantes. La polarización no es necesariamente un factor negativo para la calidad democrática, pero debe ir acompañado de otra característica fundamental para su éxito: la voluntad de consenso. La polarización con consensos puede dar lugar a un juego de balances muy positivo para la toma de decisiones, generando alianzas según la temática o la decisión concreta. Sin embargo, también debemos tener presente que una mala combinación de estas dos características puede dar lugar a ineficiencias y a una obstaculización de la toma de decisiones que tenemos que evitar para no caer en la trampa de la inoperatividad política.

Ricardo Rivas Tusell

Director de Operaciones de Media Coachers, consultora en comunicación corporativa

La polarización en el contexto político y social encuentra «tierra fértil» en entornos democráticos donde se compite por la simpatía de los votantes y la simpatía de los públicos a causas que pueden generar conflicto. Considero normal, -y hasta sano-, que se tenga licencia para debatir ideas y confrontar. El inconveniente surge cuando se busca dividir para fomentar actitudes antidemocráticas, que suelen manifestarse en violencia y atropello de las libertades. Para que eso no ocurra, es fundamental que los comunicadores fomentemos el debate de ideas en el marco del respeto y la responsabilidad. También así se pueden «ganar batallas».

Marcel Lhermitte

Periodista, asesor en comunicación política y campañas electorales

Toda narrativa política promueve y defiende determinados postulados que van en detrimento del discurso antagónico de su adversario. Esos postulados están condicionados y contaminados por los intereses de los poderes fácticos y por las grandes corporaciones, al tiempo que son amplificados estratégicamente por los medios de comunicación y en las redes sociales. El objetivo es la instalación de un discurso para que se transforme en hegemónico y genere consensos.

Para ello, se busca la aniquilación del adversario y de su mensaje político, tratando de llevar a una espiral del silencio a todo aquel que no comparta esa narrativa que pretenden instalar. La desaparición de voces, la censura impuesta en base a escarnio, el auge de fake news y el law fare forman parte de esta estrategia que debilita el sistema democrático. El fortalecimiento de la sociedad civil, educación para los medios, legislación contra las estrategias de manipulación, leyes de medios y neutralización social de los poderes fácticos pueden ser algunas de las soluciones que combatan este mal.

Mikel Gómez

Politólogo. Consultor de comunicación

En cierta forma la polarización política es parte de los sistemas democráticos competitivos y hay ciertos niveles de polarización que pueden ser asumidos por el sistema e incluso son beneficiosos para el mismo. El problema es cuando esa polarización se convierte en fractura política o social, se pasa entonces de un dinamismo social y político a una apatía y confrontación extremos. La polarización extrema normalmente es primero social y se convierte en política al interpretar los políticos esa polarización y llevarla a su actividad política. No obstante, en los tiempos actuales la polarización la ha generado en primer término la clase política y la ha trasladado a la sociedad rompiendo las normas no escritas de convivencia política democrática y generando un marco donde ya no hay rivales políticos si no enemigos políticos. Romper con esas dinámicas extremas y generar consensos de convivencia mínimos podría ser una solución que debe construirse desde la política para romper esa fractura política y social.

Milagros Lara Coira

Consultora de comunicación

Asistimos perplejos a la sublimación de las emociones, a la ausencia de matices, a la desaparición del pensamiento complejo, a la aceptación de lo visceral como argumento. Asistimos desconcertados a la transformación de la sociedad. Una sociedad largo tiempo instalada en obviar las aristas para avanzar en objetivos comunes y valores compartidos, se interpela a sí misma ante un contexto  adverso trufado de tensiones geopolíticas, dificultades económicas y sociales. Se cuestiona su propia identidad de forma individual y colectiva, sus libertades, sus derechos, sus concesiones. Y se afianza en sus valores diferenciales. Se aferra a ellos.

Nuevos partidos políticos, percibiendo ese cuestionamiento, ese sentimiento de orfandad, ese malestar social, ese fortalecimiento de los valores propios que distancian del opuesto, canalizan la polarización ideológica de parte de la sociedad para lograr un espacio en el que durante años no tuvieron cabida. Movimientos de extrema izquierda, movimientos de extrema derecha, ambos se benefician de la polarización y la mantienen viva añadiendo asuntos que movilizan, utilizando las emociones para llegar rápidamente a los ciudadanos.

Al mismo tiempo, los partidos políticos tradicionales, instalados en la moderación, en el centro, en espacios facilitadores del consenso que exige la gobernabilidad, ven en el surgimiento de los nuevos partidos una oportunidad para devastar al adversario, y los alientan. Versados en el uso de la brocha gorda durante las campañas electorales, conocedores de sus ventajas para ganar adhesiones, los partidos políticos instalados en la campaña permanente no dejan de dar prioridad en su agenda a aquellos temas en los que no hay consenso social, fomentando una vez más la polarización mientras reniegan de ella.

Por su parte, los medios de comunicación bien seducidos por los nuevos actores políticos y sus mensajes bien repelidos por ellos, sirven de catalizadores y contribuyen a la retroalimentación de la polarización. Así, partidos y medios de comunicación, unos y otros, intentando sobrevivir, se convirtieron, nos convierten, en rehenes de su estrategia.

Santiago Feinmann

Sociólogo y académico. Consultor en Comunicación

La polarización es un fenómeno tan viejo como la política, que recorrió distintas geografías, apareció en circunstancias diversas y fue estudiada por intelectuales bajo las particularidades de cada época. Un señor de barba se anotó en ese debate cuando sentenció “el carácter irreconciliable de las contradicciones de clase” como forma decorosa de decir que el diálogo en la política moderna tenía límites muy claros. La conferencia “Los rasgos nuevos de la extrema derecha” de Theodor Adorno fue como un mensaje en una botella lanzado hace más de 50 años cuyo valor en la actualidad tiene una vigencia sorprendente.

En tiempos de turbulencia y desorientación volver al estudios clásicos puede ser interesante para abordar algunas modalidades de odio, frustración y cansancio que hoy reaparecen como materia prima de las efusivas posiciones extremas, con las pertinentes actualizaciones que demanda la virtualidad del Siglo XXI. Este fenómeno de larga data pareciera no seguir un manual definido ni advertirse como un cálculo matemático. Sin embargo no hay que escaparle a las condiciones modernas que aparecen en el denominador común de estas tendencias radicales: crisis cíclicas de la economía global, profundización de desigualdades estructurales, pérdida de representatividad política y crisis del horizonte de futuro.

Carlos Guadián

ANALISTA Y CONSULTOR, TECNOLOGÍA, COMUNICACIÓN Y POLÍTICA. EDITOR DE CLUPAD

La polarización ha existido siempre como resultado de la competencia entre grupos diferentes. La identidad de grupo e intentar que el sentimiento de una persona sea exclusiva para ese conjunto humano es uno de los elementos que polarizan la sociedad. La política, en el momento, que quiere movilizar a su electorado con cuestiones identitarias, más que con la definición de políticas tiene gran parte de responsabilidad en el aumento de la polarización. Si a esto le sumamos que la tecnología aumenta considerablemente la sensación identitaria construyendo burbujas ideológicas tenemos la combinación perfecta para tensionar una sociedad. Si sigue en aumento la democracia tal y como la conocemos se resentirá, hay que tender a una política de consenso, donde el adversario no sea el enemigo y sea alguien con quien poder llegar a acuerdos para poder gobernar. Pero no solo es la política, la sociedad también tiene su parte de responsabilidad siendo más crítica con los cantos de sirena identitarios de algunas formaciones políticas.

Norma García

Comunicóloga. Certificación en Imagen y Consultoría Política. Funcionaria municipal. Periodista

En mayor o menor medida la polarización siempre ha estado en la sociedad. Siempre ha habido algún grado de divisionismo presente en la ofensa, la descalificación, la burla, etc. que se convierte en la bandera de unos, pero se hace más fuerte y visible cuando un “polarizador”, -en este caso un político- lo sabe leer y aprovecha el momento a su favor.

Sí, la polarización es muy rentable electoramente al abanderar las causas de los desprotegidos, o de los engañados, o de los ofendidos, o de los otros, para que no lo sigan siendo. Recordemos la importancia del clásico “divide y vencerás”.

La polarización se nutre del poco interés por mirar del lado del adversario y saber que no necesariamente debe ser enemigo, se nutre de los algoritmos de las redes sociales que desalientan el debate al sugerir contenido basado en las propias afinidades, y se nutre también de la falta de análisis de este tema.

 

Paola Cannata

Politologa, especializada en relaciones institucionales, asuntos públicos y comunicación

Transitamos por un contexto político, social y económico muy complicado. La desigualdad creciente, las rupturas de contratos sociales básicos, la incertidumbre en el futuro y la desprotección que azota a gran parte de la población son retos urgentes a abordar desde nuevos paradigmas, nuevos consensos y nuevas herramientas.

La dinámica polarizada, crispada, acelerada e irreflexiva en la que está inmersa la política actual lo impide. La labor política es fundamentalmente propositiva, constructiva y resolutiva. Francamente, en estos momentos identificar alguno de estos rasgos en ella es complicado. Lo peor es que los grandes damnificados son, por una parte, los ciudadanos y ciudadanas, que cada vez más perciben la política como frustrante y desalentadora, y por otra nuestro sistema democrático, que se resiente y desdibuja.

Es preciso cultivar el debate público con respeto, determinación y rigor. Con trabajo duro y con pasión. Dejando tiempo al análisis y la reflexión. Y sin perder de vista que en política a veces se aprende más del adversario que del compañero.

Norma Morandini

Periodista, escritora, fue diputada y senadora . Premio Pluma de Honor de la Academia Nacional de Periodistas de Argentina

Desde esta lado del Atlántico a la polarización le llamamos grieta. En el museo de la Constitución democrática, la más progresista, que incorporó decenas de tratados internacionales de derechos humanos, hay una sala, construida sobre una grieta real del terreno, en Santa Fe, donde los próceres de los dos bandos que se aniquilaron mutuamente, se dan la espalda. Sobre esa matriz de desencuentros históricos, que todos los países escondemos como verguenza, se proyectan los tiempos de crispación. El mayor consenso al que llegamos fue cuando todavía teníamos miedo y la democratización era una promesa y una fiesta de esperanza colectiva. Las nuevas generaciones, nacidas en libertad, alejadas del pasado trágico, se van incorporando al repertorio de la historia, reescriben la memoria y como padecen los males de la globalización invalidan la democracia por sus padeceres individuales y las brechas sociales. Las redes sociales que democratizaron la expresión, al ser utilizadas por los gobernantes, como si fueran ciudadanos de a pie, han distorsionado el debate publico. Se habla de los malos, no de los males, la cultura de la imagen y el aparecer le dan la razón al poeta portugués, Fernando Pessoa, quien decía: «el que inventó el espejo envenenó el alma». La obsesión por el mostrarse llevó al paroxismo. Todo está a la muestra, Si hasta dan ganas de pedir un poquito de hipocresía. Al final las formas y la civilidad son el corsé que nos ponemos encima para no descarriarnos en tiempos de locura.

Con menos ironía: lo cierto es que la polarización, grieta o brecha, desnudan nuestro fracaso democrático, ya que lo relevante es el respeto que nos debemos y no que pensemos de manera diferente.

Gonzalo Sarasqueta

Profesor e investigador de la Universidad Católica Argentina (UCA)

Por un lado está la explicación socio-tecnológica. Las burbujas digitales que se generan en las redes sociales, donde diariamente interactuamos con personas que sienten y piensan parecido, atrofian nuestro músculo deliberativo. La disidencia es una “especie en extinción” en el ecosistema comunicacional actual. Se produce lo que el psicólogo Irving Janis (1983) denomina “mentalidad de rebaño”: al solo relacionarnos con gente de nuestro imaginario, reforzamos nuestros prejuicios y creencias. Esto genera escenarios altamente polarizados entre cámaras de resonancia, con escasos matices y donde la lógica agonal entre adversarios muta en una batalla entre enemigos.

Poniéndonos el lente politólogico, hay una cierta comodidad por parte de los liderazgos, que retroalimentan ese fenómeno mediante narrativas dicotómicas, simplificadoras y electoralistas. En vez de desarticular esas burbujas digitales, las inflan. Los populismos son un ejemplo contundente: Bolsonaro, Trump, Orbán, Duda y Duterte, por citar algunos ejemplos. Y la trampa comunicacional del populismo es que te involucra en su dinámica, con sus reglas discursivas y sus tonos inflamables, donde más allá del resultado, la “principal víctima” es la democracia representativa que pierde sus equilibrios, instituciones mediadoras y su capacidad para crear consensos mínimos que faciliten la convivencia política.

Ruby Soriano

Consultora en Comunicación Política, Gubernamental y Campañas Electorales

El fenómeno de la polarización política y social marca a una Comunicación Política en tiempos de pandemia, donde se conjugan elementos que van ligados a las acciones gubernamentales, salud, pobreza y el derecho a elegir a quiénes deberán contender en elecciones atípicas y únicas.
En países de América Latina como México, esta polarización es resultado de una guerra interna fraguada en la partidocracia y desafección política que golpea a grandes sociedades como la mexicana. Varios elementos marcan a México en la polarización de estos tiempos: Un gobierno con falta de contrapesos sociales, discursos políticos fuera de la realidad, políticas públicas poco incluyentes, corrupción, violencia de género y feminicidios.Esta confrontación entre gobiernos y grupos de la sociedad civil da como resultado una constante descalificación tanto de las acciones gubernamentales como de una debilitada y aislada oposición que poco puede hacer frente a tanta desinformación.

México como otros países de América Latina asume los costos de una mala gestión de crisis frente a una pandemia que ha dejado miles de muertes. En la víspera de un proceso electoral intermedio, la sociedad mexicana refleja enojo, desconfianza y poco interés de acudir a las urnas para elegir a quienes ejercerán cargos de elección popular. Los enfrentamientos sociales y políticos en tiempos de una crisis sanitaria se han convertido en grandes detonadores de fallas que evidencian las acciones erráticas de quienes hoy ejercen gobernanza. Tan solo en el último año, las sociedades de América Latina se han encargado de desplomar la popularidad de gobernantes y partidos políticos. En ellas, una palabra define la polarización en tiempos de pandemia, y ésta es: Decepción

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