El pasado miércoles, 27 de mayo tuvo lugar un nuevo encuentro online en Posadas. Hablamos de “Big Data, entre el cuidado y el control social”, junto a GONZALO SARASQUETA.
Gonzalo Sarasqueta es consultor político. Coordinador del Posgrado de Comunicación Política de la UCA (@gogosarasqueta)
Este es el resumen del acto, escrito por Darío Garay:
POSADAS. Entre tantos otros temas, la pandemia mundial del Covid-19 puso en tela de juicio la frontera entre lo público y lo privado, la democracia y el autoritarismo, el uso de la tecnología para el control o para el beneficio social. La dicotomía se transformó en punto de partida de un debate amplio. Los ciudadanos, preocupados, o no, sobre el uso que se da a los datos personales, deberán estar atentos a las posibles derivaciones en la regulación del uso y tratamiento del BigData en Latinoamérica. Las diferencias entre los gobiernos totalitarios, liberales y las plataformas tecnológicas.
El magister Gonzalo Sarasqueta, consultor político y docente del posgrado de Comunicación Política de la Universidad Católica Argentina, fue el orador principal en una nueva edición del Beers&Politics digital Posadas, que se realizó la última semana de mayo. El tema del encuentro fue «BigData, entre el cuidado y el control social», un tema sensible por todos los interrogantes que tiene aún el mundo de la minería de datos a gran escala y el impacto que tiene en las estructuras sociales de las democracias liberales de occidente.
Sin ser especialista en datos, Sarasqueta desarrolló una serie de planteos sobre las ventajas que se abren entre los avances tecnológicos de la comunicación y la democracia. Las dicotomías que se plantean siempre que lo público y lo privado se mezclan en una zona gris. Las preguntas típicas entre la seguridad, definida como el cuidado de la salud en tiempos de pandemia, y la libertad, como principio de autodeterminación o intimidad respecto de la responsabilidad personal o colectiva.
Los dos ejes, libertad y seguridad, «están en colisión», señaló el consultor y aseguró que, entre ellos, la democracia tiene el dilema desde sus orígenes. «Lo que sucede es que en el contexto del Covid-19 aflora con mayor potencia», observó. La democracia liberal representativa tiene como pilar fundamental de la construcción social la separación de la esfera pública y la privada. Con la irrupción de aplicaciones móviles como «Cuidar» en Argentina, pero también en otros países democráticos, «lo que se pone en tela de juicio, con el BigData y el tratamiento de datos para saber por dónde circulamos y con quién nos encontramos, es si la democracia, en este contexto, puede garantizar la frontera entre mi casa y lo público», explicó Sarasqueta.
Esa muy porosa frontera entre lo público y lo privado quedó reflejada «en el cambio que impulsó la masiva cantidad de videoconferencias desde el hogar de cada uno, el teletrabajo y las reuniones virtuales», indicó el consultor y se (nos) pregunta «¿hasta dónde cedo mi privacidad para que el estado me cuide?”. La lógica liberal democrática de los ciudadanos entiende que el estado llega hasta el metro cuadrado, hasta el punto en que lo que uno hace de su vida no le interesa o no debiera interesarle y, mucho menos, escarbar en las actividades personales a cada momento.
¿Es posible que lo que sucede en China y Corea del Sur pase en Argentina o Latinoamérica?
Con lo sucedido el último fin de semana en Estados Unidos y Brasil, con movilizaciones masivas reclamando derechos universales básicos o la lucha contra el fascismo, está claro que la ficción se pisa con la realidad y cuando hablamos de ficción hablamos de series como Years and Years o Black Mirror. «La palabra imposible está siendo dejada de lado para referirse a esta temática», expresó Sarasqueta y aseguró que «quizá la palabra más certera sería difícil». Lo distópico es muy real, solo basta hacer búsquedas simples en las redes sociales y las imágenes, que se generan minuto a minuto, no lo desmienten.
Así, según el consultor, «es difícil o complejo transpolar lo que está sucediendo en los países asiáticos a Latinoamérica», en referencia a la utilización del BigData y el seguimiento ultra personalizado que hacen los estados mediante las aplicaciones móviles. Señaló que son, en principio, dos razones las que (por el momento) impiden que se llegue al mismo punto en las sociedades latinoamericanas. Una es politológica, «el estado Chino y el de Corea del Sur han avanzado mucho más en el alcance y la implementación de tecnologías de control y seguimiento a través del BigData. Han digitalizado sus gobiernos en la medida en que la tecnología estuvo disponible y la utilizan de hecho».
La segunda razón es sociológica. Latinoamérica y Argentina están atravesadas por otras historias culturales y formas de reaccionar a intervenciones del estado. «Esto no quiere decir que no exista, por ejemplo, el caudillismo, pero es una sociedad que tiene reflejos y reacciona», apuntó. Lo sucedido en Brasil, Chile, Ecuador, Bolivia, Argentina y otros países del cono sur durante el 2019 lo demuestra. «Estas dos variables marcan una diferencia entre China, Corea y nuestra sociedad», señaló Sarasqueta. La modernización del estado y una sociedad menos individualista, y con conciencia del deber, hacen una gran diferencia a la hora de la implementación de programas de restricciones de derechos en pos de un «bien mayor» para el conjunto social.
A estas dos razones se le suma una tercera, muy importante, el régimen político. «En China no se distingue entre lo público y lo privado. El estado es dueño de todos los datos de los ciudadanos», recordó el consultor político. Además, al ser un sistema cerrado, «no podemos estar seguros de los datos de las muertes por Covid-19. El gobierno, hace un mes, corrigió las cifras de la ciudad de Wuhan y señaló que las muertes pudieron ser un 50% mayores». Por otra parte, la información corre en sentido vertical hacia el gobierno, siempre. En Latinoamérica la información va en los dos sentidos, el gobierno también tiene que informar a la población para que tome decisiones.
Entonces, ¿quién tiene el BigData en occidente?
El lugar que en China lo ocupa el Partido Comunista, respecto de la recolección de datos, en occidente lo ocupan las grandes plataformas tecnológicas: Facebook, Google, Microsoft, Apple y Amazon. Como se puede ver en el documental «Nada es Privado» el volumen y los usos que se le puede dar a los datos personales que comercializan las grandes plataformas da escalofríos, como mínimo. Lo curioso es que casi siempre se evita tocar este tema en el debate público de Latinoamérica.
En Europa las cosas se ven un poco menos turbias. Hoy la comunidad económica europea tiene una ley de protección de datos basada en tres ejes. El derecho al olvido, el derecho al consentimiento y el encriptamiento de los datos. El primero permite que, tras una simple solicitud, cualquier empresa tecnológica deba proceder a borrar absolutamente todos los datos personales que circulen en su plataforma o la de terceros controlados. El segundo implica que siempre debemos dar el consentimiento expreso para que recolecten datos de navegación interacción y otros, mientras se hace uso de las plataformas. Y el tercero que las comunicaciones que se desarrollen en las plataformas estén completamente encriptadas si así lo deseamos.
Mientras, en Argentina, el año que viene será electoral. ¿Qué va a pasar con toda la data que se obtuvo con la aplicación Cuidar? Salud, edad, circulación y trabajo. Lo que se está proponiendo, incluso desde el BID, es que los estados deben encriptar y anonimizar los datos y, en el mejor de los casos, eliminarlos. «Lo mejor sería una ley del congreso y que el gobierno sea totalmente claro en cuanto a cuál será el procedimiento para eliminarlos, en caso que así se decida”, apuntó Sarasqueta.
Para el consultor, si bien la invasión de la intimidad está presente hace mucho tiempo, no hay que demonizar la tecnología sino el uso que se hace de ella. «Sobre todo porque hay muy pocas personas en el mundo que tienen el conocimiento y la posibilidad de procesar los datos», agregó. Entonces, la pegunta que surge es: ¿Qué hay de nuevo? «Lo que sucede es que se ha dado un matrimonio entre el estado y las grandes plataformas en occidente. El único abogado que teníamos para que nos defienda frente a las plataformas era el estado, y lo perdimos. Esto es peligroso para los ciudadanos porque quedan a la intemperie», aseguró el consultor.
Cada vez que se habla de gobiernos y plataformas surge el «debate» sobre si se puede dirigir una elección por medio de la tecnología digital en favor de un candidato ¿El BigData puede predecir un resultado electoral? «La respuesta corta, no. La realidad tangible sigue siendo más fuerte. El precio de los productos de consumo básico en las góndolas es un valor político indiscutible», afirmó Sarasqueta. Como sucedió en las elecciones de 2019 en Argentina, Política mata BigData (por ahora).