Y después qué

MÓNICA CONTRERAS

En estos tiempos de aislamiento se está escribiendo mucho y sobre todo. Curiosamente pocos de esos artículos me han servido -por personalidad, que no por oficio- para encontrar respuestas al overthinking vital que estoy experimentando en esta etapa de “estiramiento del espacio-tiempo”. Curiosamente a todos los que leo, Zoomeo o con quienes me escribo, les pasa algo parecido.

Vale que algunos hayan tomado el camino del zen y de tomarse esto con “positud actitiva”, como diría Phil Dunphy (en un capítulo de Modern Family que no consigo referenciar, mis perdones). Pero al final del día cuando todos somos vulnerables en el insomnio, siempre viene un “y después qué”, que Gutiérrez-Rubí mencionaría desde su perspectiva generacional como “lo que viene”.

Las consecuencias sociales del factor COVID-19 para los Millennials (y amplío el abanico hasta los adultos de la Z), no están siendo visibilizadas. ¡Obvio! deben pensar. Somos la generación mejor preparada en términos anímicos para una situación así: Netflix, sofá y mantita. Los reyes del uso del internet y las tecnologías; y de abstraernos con cualquier dote creativa (referencias, entre otros, en balcones y TikTok). Se nos da bien estar encerrados.

Lo que no se nos da tan bien es estar alejados de nuestra familia. Hablo de la familia de segundo rasgo de socialización: los amigos.

Nos encontramos en una etapa vital donde los colegas son hermanos. Son los besties. Amigos con los que ríes pero también a los que lloras. Y con este encierro resulta que ni las risas son tan auténticas ni los lloros tan reconfortantes.

Nuestra etapa vital está -sociológicamente hablando- en una fase disruptiva. Una fase de interrupción en términos afectivos (super importantes para medir la satisfacción social en términos políticos), pero también en términos económicos, de realización personal y profesional…

Así que estos días me pregunto qué consecuencias socio-políticas va a tener para los adultos-jóvenes (18-40 años) una fase disruptiva que aun es superficial, pero que puede -y me temo- que va a profundizar en los siguientes meses. Y dependiendo de la gestión pública a la larga y en general, puede perpetuarse en los siguientes años.

Para hablar en presente: ¿Cómo nos afecta para la generación que más se enfoca en el futuro… no tener futuro?

Si hablamos con cierta profundidad científica, los adultos-jóvenes más viejos de ahora, somos los que nos hicimos ésta misma pregunta recién acabados los estudios -fueran del nivel que fueran- en los años sucesivos a la crisis de 2008.

Hoy la incertidumbre es la misma que entonces pero con mayores responsabilidades a nuestras espaldas: alquiler, hijos, padres que se van haciendo mayores. Ahora vivimos lo que ellos ya pasaron en 2008 y en el 93. Y eso que nosotros, en términos comparativos y para que no se me cabreen, pasamos por esto con mayor comodidad. Sí, pero la incertidumbre es la misma. Y eso en términos políticos, y más concretamente electorales, aun no sabemos cómo se transformará.

Lo normal en tiempos de preguntas sin respuestas es que los votantes voten a un único partido; porque mejor y más seguro es sentirse todos en el mismo barco. Pero debemos recordar que por todo el planeta, y más agresivamente en España, la turbulencia política está durando demasiado.

La arena política está tan fragmentada en pequeñas individualidades ideológicas, y con un ambiente tan concreto (como para que triunfe la sobreinformación en su forma más oscura hasta la fecha), que parece vaticinar malos tiempos para lo público, que al fin y al cabo es también lo personal (lo siento, Rawls).

La sobreinformación, donde va incluida la desinformación, juega un factor externo clave en el mañana de nuestra sociedad. Ese proceso se delimita en términos conceptuales en las Teorías del Malestar Mediático. O si queréis clásicos, en el Mito de la Caverna de Platón.

No podemos salir. Nuestras decisiones no las tomamos desde nuestras vivencias rutinarias. Nuestro estado de ánimo depende de nosotros mismos (más que antes). Y nuestra información, depende únicamente de lo que vemos, de lo que nos cuentan.

En una sociedad como la española, asqueada con la política; en un rango de edad cuyo eje electoral los últimos años ha girado en torno a lo social, relegando la economía a un segundo plano, la tecnología se convierte en amenaza para nuestra estabilidad democrática, o de sistema.

Ya no vivimos en la Caverna de Platón, pero sí dentro del Filtro Burbuja; y es menester empezar a analizar cómo se va a comportar la sociedad española “del ahora” cuando se encuentre con “el mañana”. Y cómo se va a transformar esto en el terreno político-social. Es menester además, hacerlo desde la microsegmentación que se nos presenta actualmente.

A mí sobre los adultos-jóvenes sólo me surgen preguntas: ¿Actuaremos mayoritariamente como grupo de freno de la ultraderecha? ¿O haremos más que nunca gala del individualismo típico de nuestra generación cuando nos miremos “el bolsillo roto”?

¿Serán entonces los conceptos del Liberalismo Político el mejor relato para activar nuestro voto? Ya he leído a muchos reconocer el buen hacer de Ciudadanos en estos momentos. También es el partido que mejor bebe de ese Liberalismo Político en su esencia ideológica.

Entonces, ¿Tiene posibilidades Arrimadas de hacer renacer a Cs? ¿O es Pablo Casado el que ahora actúa moderado porque sabe que la mayoría absoluta se juega en el centro del campo?, ¿y si el más beneficiado resulta ser Vox, ya que se adapta tan bien a este ambiente de virus?.

Puede que esto finalice pronto y Sánchez and Co se salven. Puede que ésta pausa se haga eterna y consecuente haga costra en nuestra sociedad.

A veces pienso que elegí estudiar Ciencias Políticas por encontrar futuro y resulta que sólo sirve para reconectar el pasado al presente.

A lo mejor por eso estoy tan overthinker. A lo mejor es que realmente hay que empezar a pensar para reconectar, y parece que pronto para empezar a reconstruir.

 

Mónica Contreras es analista y consultora en Redlines (@monlil10)