SONIA LLORET
“¡Acabo de ver a Obama en la Michigan Avenue!” Así llegó una mañana de 2008 una compañera de clases a la escuela de idiomas donde estudiábamos, ubicada en el campus del Illinois Institute of Technology, en Chicago.
Corrían las primarias demócratas de aquel año y la figura de Barack Obama comenzaba a despuntar frente a la candidata demócrata per se Hillary Clinton. Y es que antes que el resto de Estados Unidos sucumbiera al encanto del hawaiano, Chicago –la ciudad en la que vivía con su familia y en la que se había curtido de su competitiva política local hasta convertirse en senador por Illinois– ya respiraba los nuevos aires que vendía el precandidato afroamericano.
En cualquier parada de bus o en el metro, se podía ver gente con sus pines en las solapas de los abrigos. En los portales de algunas elegantes mansiones y en las modestas casas –tanto al norte como al sur de la Ciudad de Los Vientos– se veía la bandera estadounidense junto con la imagen del que sería el primer presidente negro de la historia estadounidense.
El 4 de noviembre de 2008 –the Election Day–, Obama votó en Chicago y allí esperó los resultados. Lo hizo en una carpa en Grand Park, el espectacular parque situado en paralelo al no menos impresionante lago Michigan. Miles de chicaguenses celebraban y esperaban su discurso. Era invierno y eso en Chicago son palabras mayores, pero ni las bajísimas temperaturas ni el viento gélido que soplaba del lago amilanó a nadie.
Se repartieron setenta mil entradas, pero se calcula que se congregaron un millón de personas. Y entonces, apareció él. “Ha tomado mucho tiempo, pero esta noche… el cambio ha llegado a Estados Unidos”, dijo. “Esta victoria les pertenece realmente a ustedes” y “si alguien dudaba que en Estados Unidos todo es posible, si alguien cuestionaba el poder de nuestra democracia, lo ocurrido esta noche es la respuesta”.
Sin duda, fue una noche mágica. El centro del mundo era Chicago. Y si bien es cierto que con la retrospectiva que da el tiempo, quizá los vientos de cambio en muchos aspectos se quedaron en ventisca, hay algo que no ha cambiado en esa ciudad y sigue invariable: el carácter innovador, abierto y de progreso de sus ciudadanos.
Así que no nos confundamos, esa gran ciudad del midwest americano es grande por mérito propio. Su imponente skyline, su historia y su sofisticada atmósfera han dado para mucho y para muchas películas, series y documentales. Quizá el triunfo de Obama puso el foco del mundo allí, pero esa urbe que se erige hasta el cielo en una tierra inhóspita y de clima indomable –es la auténtica ciudad de los rascacielos de Estados Unidos por altura y número de edificios– fascina por su arquitectura, cultura y vanguardia.
Referente del way of life americano, sus intríngulis políticos alimentan su leyenda junto con sus famosos años veinte y alcaldes que han inspirado la ficción en una puesta en escena única. Desde Abraham Lincoln, pasando por Al Capone, hasta llegar a Barack Obama, Chicago ofrece los claroscuros y a su vez la grandeza de la política.
The Windy City, ¿los vientos de la política?
Las teorías del origen del apodo de la ciudad son varias. La primera y obvia, es el viento: el lago Michigan –un auténtico mar dulce al que nunca se le ve el final y que ofrece 48 kilómetros de playa en plena ciudad– se congela en invierno y el aire frío que viene de los grandes lagos se repotencia: lo que sale de allí no es nada agradable.
Se trata de una auténtica tormenta de viento que, además, los rascacielos y la distribución de la urbe contribuyen a profundizar. Las calles son una especie de túneles rectos que sirven de conducto al viento.
La segunda teoría y esta nos empieza a interesar más, indica que el término Ciudad de los Vientos apareció en la década de 1880 en el Chicago Tribune (imprescindible su visita, tiene su propio tour) justo cuando la ciudad competía con Nueva York –siempre compiten, por todo– para albergar la Feria Mundial de 1893. Se comentaba en los predios neoyorquinos que los políticos chicaguenses tenían el “aire caliente” y eran agresivos en su afán de llevarse el evento a la ciudad. En la promoción de la ciudad se aludía a la brisa templada que salía del lago en verano y que hacía más llevadero el calor frente a Nueva York. Fuera por eso o no, Chicago ganó.
Y es que lo del “aire caliente” también obedece a otra hipótesis más local. Los encargados del quehacer público en Chicago eran conocidos por hablar mucho y hacer poco. Mucha alharaca, pero pocos resultados. Y las promesas, ya se sabe, como las palabras, se las llevaba el viento.
Pero más allá de teorías, pasemos a los hechos, datos y calles para disfrutar de este tour.
Grand Park, la primera parada
En sus 99.000 m2 de extensión, en este parque se mezclan naturaleza, arte y política. Ubicado en pleno Loop chicaguense, alberga el renombrado Art Institut of Chicago, imprescindible, en especial, su sala impresionista: su colección es considerada la segunda del mundo sólo por detrás de la del Louvre. Allí también está el Millennium Park, con sus instalaciones al aire libre, anfiteatros como el Frank Gehry y su fotografiada Cloud Gate (conocida popularmente como The Bean o la alubia).
La Fuente de Buckingham es muy visitada y muy cerquita de ella se encuentra una de las estrellas políticas del parque: el Memorial del General John Logan. Se trata de una estatua ecuestre situada en lo alto de una colina que conmemora la importancia de este militar y político clave en la Guerra Civil. Congresista por Illinois y responsable de institucionalizar el Memorial Day en 1868, también fue candidato a vicepresidente de Estados Unidos.
Iluminada de noche como tantas otras piezas de arte que recorren la zona, esta estatua ha sido siempre un lugar simbólico de protestas políticas y reivindicaciones sociales. Así que cuando la visite, sepa que está en un lugar cargado de historia y lucha.
Balbo Drive y la Smoke Filled Room
Caminar por la calle Balbo es transportarse al pasado del que no todos se sienten orgullosos. En 1933, cuando la ciudad celebró la Century of Progress World’s Fair, aterrizó un piloto italiano de nombre Italo Balbo. Se hizo muy conocido por su proeza aérea: estuvo al frente de un vuelo de ida y vuelta de 24 hidroaviones desde Roma a Chicago.
La hazaña llevó al entonces alcalde, Edward Kelly, a dedicarle una calle en su honor, y el mismísimo presidente Franklin Delano Roosevelt lo invitó a una comida.
Hasta ahí todo bien, el quid del asunto es que Balbo, además de militar, era político y formaba parte del núcleo duro del fascismo instaurado en Italia por Benito Mussolini. El piloto fue líder del grupo violento de las camisas negras, trabajó en estrecha colaboración con el dictador y para los historiadores era su sucesor natural de no haber sido asesinado en 1940.
A lo largo del tiempo se han sucedido peticiones populares y protestas –se trata de una ciudad siempre reivindicativa– para cambiarle el nombre a la calle por el de otro italiano, el físico Enrico Fermi, o la periodista Ida B. Wells, pero no han prosperado, así como tampoco las que abogan por retirar la escultura en su honor ubicada en Burnham Park: una columna romana que donó el propio Mussolini a la ciudad. “Estos monumentos son parte de la razón por la cual en 2017 estamos viendo otro resurgimiento en el racismo y la supremacía blanca”, declaró al Chicago Tribune John Beacham, coordinador de Respuesta Chicago, la plataforma en contra de Balbo.
Pero algunos defienden la figura de Balbo y parte de la colonia italiana –Little Italy– afirma que fue antinazi. El actual alcalde de la ciudad, el demócrata Rahm Emanuel, ha sido interpelado por el asunto: “No tienes que preguntarme cuál es mi posición frente al fascismo. Gracias. Estoy en contra del fascismo”.
La visita a la calle Balbo da para más. En su intersección con la Avenida Michigan se encuentra el Renaissance Blackstone Hotel y su Smoke Filled Suite, en el noveno piso. Allí se supone que se celebró una de las más candentes y recordadas convenciones nacionales del partido republicano en 1920.
Larga, discutida y con muchos fumadores, se presume que fue la prensa y algunos políticos quienes bautizaron aquella reunión nacional como la Smoke Filled Room. “La convención –declaró entonces el delegado por Ohio Harry Daugherty– está en punto muerto, los candidatos han llegado al límite, unos 12 ó 15 hombres están agotados y con los ojos llorosos por la falta de sueño, se sentarán a las dos de la mañana en una habitación llena de humo y decidirán la nominación”.
La Smoke Filled Suite fue el escenario de la decisión final. Tras diez votaciones, se escogió a Warren G. Harding como candidato presidencial: apenas había alcanzado el 7% de apoyo en la primera ronda de esa convención pequeña –cara a cara– que nada tiene que ver con los macro eventos actuales. Eso sí, pernoctar una noche en esa suite para revivir aquel ambiente con su mobiliario original, es para frikies de la política con unos cuantos miles de dólares en el bolsillo.
Cabe destacar que décadas antes, en 1860, la ciudad también fue escenario de la Convención Nacional Republicana que nombró al legislador de Illinois Abraham Lincoln candidato presidencial.
La atribulada Convención Demócrata de 1968
El partido representado por el burro, en cuyo logo hoy sólo queda la “D” de “Donkey” (burro), también tuvo en la Ciudad de los Vientos una histórica y accidentada convención nacional debido a las protestas y disturbios en contra de la guerra de Vietnam y por el asesinato de Martin Luther King.
Para revivir la conocida como Batalla de la Michigan Avenue hay que situarse en la acera del Hotel Hilton, donde estaba el cordón policial, o cruzar la calle hacia la acera del Grand Park, donde los manifestantes gritaron aquella famosa frase: “The whole world is watching”.
Se trató del punto más álgido de varios días de disturbios en los que todo transcurría y pasaba por Grand Park. Como siempre, algunos de los que protestaban subían a la colina de la estatua del General Logan y ondeaban banderas del Vietcong. Otro grupo trató de llegar a la convención demócrata en el Anfiteatro Internacional, mientras centenares de personas se concentraron junto con Bobby Seale, líder del Partido Pantera Negra, en Lincoln Park, el acomodado vecindario del norte de la ciudad cuyas vibrantes calles pueden visitarse a través de diferentes tours. Tras ser dispersados en los dos puntos se volvieron a congregar en Grand Park a la altura del Hilton.
Allí, McCarthy se dirigió a cerca de 5.000 personas para calmar los ánimos, pero luego 72 horas de gases lacrimógenos y embestidas policiales la tension subió: en la convención no prosperó la propuesta de paz y el 28 de agosto de 1968 los manifestantes rompieron el cordón policial y entraron en el hotel. La prensa extranjera cuestionó al alcalde Richard Daley, padre del que sería después el todopoderoso edil de la ciudad, Richard J. Daley.
A la medianoche de esa intensa jornada, los demócratas suspendieron la convención no sin antes haber elegido al vicepresidente Hubert Humphrey como candidato presidencial, quien perdería finalmente frente a Richard Nixon.
Richard J. Daley, the boss
El Chicago City Hall, situado en el 121 North de la avenida LaSalle, es otro punto importante en este tour. Dicen los mal pensados que la sórdida serie The Boss, que gira en torno a los métodos despiadados del alcalde de la ciudad para mantenerse en el poder, se inspira en este famoso edil.
Richard J. Daley dirigió la ciudad entre 1955 y 1976 desde su despacho del quinto piso del ayuntamiento. El actor Kelsey Grammer, que caracterizó al macabro Tom Kane, afirma que su personaje está inspirado en “el hombre del quinto”. Por supuesto, el entorno de Daley asegura que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Y para ser justos, la figura de Daley supera a la serie y sus aportes son innegables. Se le considera el responsable de la estructura actual de Chicago: “He knew how to make it happen”, señalan sus seguidores.
Su influencia en los demócratas –Chicago suele votar por alcaldes de ese partido– va más allá de la ciudad y del estado de Illinois. Su despacho llegó a considerarse el auténtico war room de la formación. Todo pasaba por él. Asesor de mandatarios y estrategas políticos, Daley afirmaba que en Estados Unidos sólo había dos puestos importantes: “El de presidente y el de alcalde de Chicago”.
Como se señala en este artículo, https://rjd.library.uic.edu/man-on-five/, él es el hombre detrás de la elección de John F. Kennedy como candidato. Sea cierto o no, lo seguro es que el asesinado presidente era uno de sus asesorados y frecuentemente lo llamaba para consultarle diversos temas. Llegó a ofrecerle un puesto en Washington, pero el “hombre del cinco” fue siempre fiel a su urbe.
The Daley Center, ubicado en el número 50 West de la calle Washington, es cita turística y resalta la importancia de su figura. El edificio es un landmark de Chicago. Este rascacielos de vidrio y acero de la escuela de Mies van der Rohe está secundado por la Daley Plaza en la que destaca una espectacular escultura de Picasso tridimensional de casi 20 metros y 162 toneladas.
La Obamanía, ¡turistas en el vecindario!
No podemos acabar este paseo político sin realizar una caminata –aunque sea virtual– por los lugares emblemáticos del expresidente. Existen varias rutas y todas ofrecen los más icónicos lugares de su día a día antes de ser mandatario. “Hawaii es mi hogar, pero pasé casi treinta años en Chicago”, señala siempre Obama. “Es donde conocí a Michelle; es donde ella creció. Es donde nacieron nuestras hijas”.
La importancia de esta ciudad queda clara en el video de la campaña de 2012, cuando habla de su primera cita con la abogada Michelle Robinson, su tutora en la firma jurídica en la que ambos trabajaron en Chicago. Aquello fue en el verano de 1989 y el joven estudiante de derecho, luego de varias negativas por parte de ella, lo consiguió: Michelle y él se citaron –como no podía ser de otra manera– en la Michigan Avenue, recorrieron el Art Institute of Chicago y llegaron hasta el John Hancock Center, otro de los emblemáticos edificios de la ciudad. Allí, a nivel de calle, se puede disfrutar la comida americana del Cheescake Factory, pero en lo más alto está su elegante restaurante The Signature Room y su observatorio: la vista del lago y la ciudad es impresionante. No está nada mal para una primera cita.
De ahí los más forofos se van a la zona de Hyde Park, al vecindario de Kenwood, en el número 5046 South de Greenwood Avenue: el hogar de los Obama antes de mudarse a la Casa Blanca. Por allí merodean turistas y algunos residentes un poco cansados de que la fama del exvecino haya roto su tranquilidad.
El restaurante Valois también es muy concurrido por locales y foráneos. Era el preferido por Obama para desayunar y alguna vez se deja caer por allí si está en la ciudad. En el Valois las tazas tienen la cara del ilustre cliente, hay fotos suyas en las paredes y hasta un menú con “Los favoritos del presidente Obama”: bacon con hash browns (las clásicas tortitas de patatas fritas), huevos con tocino y salchicha, panqueques, tortilla de carne o tortilla mediterránea. Y siempre té caliente como bebida.
Su barbería o el pequeño monumento dedicado al primer beso entre Michelle y Barack, en lo que fue una heladería, también forman parte del recorrido. “En nuestra primera cita, la invité al helado más rico que había en Baskin-Robbins e hicimos de una acera nuestra mesa. La besé y sabía a chocolate”, se lee en la placa.
Y bueno, ya saben, el resto es historia.
Otros imprescindibles de Chicago
- Willis Tower (antes Sears Tower). Desde su mirador con piso de vidrio transparente –no apto para los que sufren de vértigo– la vista alcanza a ver los estados de Indiana, Michigan y Wisconsin.
- Tours arquitectónicos y por el interiorismo de sus edificios, hay muchos. Uno muy especial es hacerlo en bote por los canales que se internan en la ciudad.
- El circuito de teatros de Chicago abarca más de 200 espacios. Se dice que las obras primero se prueban en la Ciudad de los Vientos y si funcionan se llevan a Broadway.
- Su gastronomía, la más vanguardista de Estados Unidos, como la del restaurante Alinea, pasando por su tradicional pizza Chicago Style deep-dish con base de pan crujiente gruesa o también puede darse la vuelta por el Mc Donald’s más grande del mundo ubicado en el número 600 North de la calle Clark.
- Un concierto de blues y el jazz. Dos géneros musicales que han encontrado su cénit en Chicago. El Chicago B.L.U.E.S. Bar es una excelente opción en Halsted.
Más cultura, opciones y política
- Chicago History Museum(1601 North de la calle Clark). Esta institución cultural, la más antigua de Chicago, se fundó en 1856. Entre todo lo que ofrece, resalta la pequeñita cama en la que Abraham Lincoln falleció, la brújula de George Washington y un rico contenido del devenir de la ciudad.
- Universidad de Chicago. Pasee por su campus como lo han hecho los 91 premios Nobel que han estudiado allí.
- Abraham Lincoln. El recuerdo omnipresente de uno de los padres de la patria recorre la ciudad, pero si tiene tiempo lo mejor es viajar por la mítica Ruta 66 y llegar a Springfield, la capital política del estado de Illinois, conocida como Land of Lincoln.
- Jane Addams Hull-House Museum (800 South calle Halsted). Esta chicaguense es una de las féminas más representativas de la historia de Estados Unidos. El museo permite descubrir aspectos de la vida de la cofundadora de la Asociación de los derechos civiles y primera estadounidense Premio Nobel de la Paz.
- Chicago Board of Trade. La bolsa de futuros agrícolas del mundo, el equivalente a Wallstreet pero allí se fijan los precios de los cereales, la carne o el aceite.
De gánsteres, ladrones y políticos
No se puede dejar la ciudad sin tomar uno de los recorridos que transportan al Chicago de los años 20 cuando gánsteres, ladrones de banco y algunos políticos corruptos se avenían muy bien en los speakeasy clandestinos en plena Ley Seca.
Ya sea Joseph “Diamond Joe” Esposito, que pasó de contrabandista en Little Italy a representante electo republicano por el distrito 19 de Chicago; Vincent “El conspirador” Drucci, que un día podía dar la nota saltando del puente de la Avenida Michigan y otro presentarse a la alcaldía de la ciudad; el mítico atracador de bancos John Dillinger, quien a pesar de ser de Indiana encontró su sitio en Chicago y también su muerte a manos de la policía –las autoridades mostraron su cadáver y quince mil personas se acercaron a verlo–. Sin olvidar, por supuesto, al más mítico de todos Alphonse Gabriel “Al” Capone. Criminal sanguinario como pocos, que tenía la ciudad de la mafia a sus pies o a Giacomo “Big Jim” Colosino, apodado Diamond Jim por sus nada discretos anillos de diamantes. Capo de la prostitución, su Club Colosimo, donde se reunía lo más granado de la mafia chicaguense, es hoy el Tommy Gun’s Garage (2114 South Wabash Avenue). Allí puede reservar una cena temática para vivir el auténtico ambiente de los años veinte. No se arrepentirá, la experiencia es muy divertida.
Sonia Lloret es periodista, máster en Asesoría de Imagen y Consultoría Política y diplomada en Comunicación Política.
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Fuentes consultadas:
http://blog.chron.com
https://www.usatoday.com