¿Tendrá EEUU en 2020 la primera presidenta de la historia?

ALEJANDRO IBÁÑEZ

El sistema político de la primera potencia mundial vive una época un tanto convulsa y plagada de turbulencias. El país asiste a una gran polarización ideológica de la sociedad norteamericana y ésta no es nueva. Ya en 2014 un estudio del Think Tank Pew Research Center mostraba que el porcentaje de americanos con una ideología claramente definida (progresista o conservadora) y con una mala percepción de la ideología opuesta, se había disparado y estaba en su nivel más alto de las dos últimas décadas. Así, dos décadas atrás (1994) un 70% de los que se identificaban claramente con el Partido Demócrata, se situaba más a la izquierda que el promedio de los que se identificaban con la ideología del Partido Republicano. Dicho porcentaje (70%) se vio incrementado hasta alcanzar el 94% en el año 2014. Similar situación entre los partidarios del Partido Republicano, dónde dicho porcentaje pasó de ser un 64% en 1994 a un 92% en el año 2014.

¿Pero en qué se traduce políticamente estos porcentajes? Lo cierto es, que hoy en día en ambos partidos hay una corriente de pensamiento que arrastra ideológicamente a ambos hacia un lado u otro, llegando incluso a tocar extremos en algunos aspectos.

En el caso del Partido Republicano hay una corriente de pensamiento, que tiende a alejarse de la “política de 280 caracteres” del actual presidente. Dicha corriente de pensamiento la está tratando de canalizar, sin demasiado éxito de momento, Bill Weld; exgobernador de Massachusetts (1991-97).

La otra cara de la moneda del Partido Republicano es Donald Trump, quién recientemente ha atacado duramente a varias congresistas demócratas afirmando lo siguiente:

“Es muy interesante ver a congresistas demócratas, que originalmente vinieron de países cuyos gobiernos son una catástrofe total y además son corruptos, criticar y decir al pueblo de los Estados Unidos, la nación más grande y poderosa del mundo, cómo nuestro gobierno debe ser dirigido. ¿Por qué no vuelven a sus países infectados de crimen y ayudan a solucionar el problema?”

No nos engañemos, hay una parte del electorado republicano que apoya estas declaraciones. Detrás de esa política de 280 caracteres se esconde, lo que parece, una estrategia de división para seguir aumentando la polarización que comentábamos al principio del artículo.

 

Batalla por liderar la alternativa

En el caso del Partido Demócrata, hay un proceso de elecciones primarias abierto con un total de 24 candidatos para liderar la alternativa al Gobierno de Donald Trump. Entre las figuras más destacadas se encuentra Joe Biden; vicepresidente en la Administración Obama (2009-17) y líder, aunque con menos ventaja ahora tras el primer debate, de las principales encuestas. Encontramos también a Bernie Sanders, quién junto a la congresista Alexandria Ocasio-Cortez lidera el ala izquierda del partido demócrata. En el primer debate sus ideas, aunque no él, dominaron la batalla dialéctica y otros candidatos demócratas han dado un importante viraje hacia la izquierda adoptando parte de sus propuestas, especialmente la referente a tener un sistema de atención sanitaria pública universal y “gratuita” para todos los estadounidenses. El punto de inflexión vino cuando la moderadora, Savannah Guthrie, pidió que levantaran la mano aquellos candidatos que estaban a favor de incluir a los inmigrantes indocumentados en sus planes de sanidad pública y en ese momento todos, sin excepción, levantaron la mano. Esto ha creado una fuerte controversia en los votantes demócratas ya que no todos consideran realista y viable esta opción especialmente en un país en el que la idea de una sanidad pública sin copagos y deducibles sigue pareciendo una auténtica utopía.

En la contienda también está Elizabeth Warren, una auténtica maestra en el arte de debatir, con opciones serias y reales de resultar nominada. En la pugna por el voto latino se encuentran Julián Castro y Beto O’Rourke. Julián Castro tiene la ventaja de ser el único candidato latino, pero no ha sabido, hasta el momento, capitalizar dicha ventaja ya que, por extraño que pueda parecer, su español no es muy fluido y no se atrevió a hablar más de dos frases en el debate, aunque bien es cierto que, supo viralizar su “adiós, Donald Trump”. El caso de Beto O’Rourke es para poner la lupa sobre él, hizo una gran campaña en las elecciones midterms de 2018 y estuvo muy cerca de arrebatar el puesto en el Senado a Ted Cruz y esto no ocurría en Texas desde hacía más de 34 años. Beto se maneja bien en la lengua española, pero le falta hablar haciendo más pedagogía en las distintas medidas de su plan y, también necesita controlar las formas (lenguaje no verbal), ya que sigue pareciendo muy nervioso en sus distintas intervenciones. Otro candidato que me gustaría mencionar es Pete Buttigieg, su mensaje es poderoso, centrándose en el futuro y no tanto en el pasado. Está consiguiendo atraer al público joven y aunque las encuestas no le dan un alto porcentaje, es un valor al alza.

Quiero hacer mención especial a la candidata que mejor ha sabido capitalizar la primera ronda de debates del Partido Demócrata (pese a que ha perdido fuerza), ya que lideró, persuadió y supo poner una barrera entre “lo antiguo y lo nuevo” en el Partido Demócrata. Su nombre es Kamala Harris, nacida en Oakland (California), hija de inmigrantes de India y Jamaica. Abogada, fue la primera Fiscal General mujer del Estado de California, también ha sido la segunda mujer afroamericana en ocupar un escaño en el Senado de EE. UU. (2017). Logró desplazar a Joe Biden y Bernie Sanders, a Biden le atacó duramente y se distanció de su política migratoria de la Administración Obama. Tras la celebración de la primera ronda de debates, el apoyo a Harris aumentó en, al menos, 7 puntos en las principales encuestas, aunque lo haya perdido posteriormente. Harris pudiera ser la líder que necesita este Partido Demócrata que dejó de ilusionar en los últimos años de mandato presidencial de Barack Obama. Pero aún es pronto para darlo por hecho ya que quedan 9 debates, uno al mes hasta mediados del año 2020 y muchos meses de campaña.

 

Futuro

Desde 1900, todos los presidentes, salvo cuatro, han resultado reelectos en un segundo mandato, lo cual, estadísticamente, da a Donald Trump muchas opciones de resultar reelecto. Si bien es cierto que el índice de desaprobación del presidente es bajo (en torno al 46%), también lo es que se ha mantenido en niveles similares desde que asumió su mandato en 2017, por lo que no supone un cambio de tendencia significativo que pueda condicionar una posible reelección.

El factor económico va a ser clave, la economía doméstica funciona bien y hay una situación de pleno empleo (desempleo inferior al 4%). Pero hay ciertas maniobras, como la guerra comercial con China, que pueden comprometer la creación de riqueza en EE. UU. De hecho, hoy en día la guerra comercial con China está causando estragos en sectores como el primario donde la actual Administración ya ha tenido que aprobar dos paquetes de ayudas a agricultores por valor de más de 16.000 millones de dólares. El malestar en distintos sectores, ante una medida que no termina de entenderse, es evidente y esto sí que puede condicionar su reelección como presidente al ser este sector parte de su núcleo duro de voto.

Lo anteriormente descrito junto a la búsqueda del liderato perdido en el Partido Demócrata serán dos de los grandes condicionantes en las próximas 59º elecciones de la historia de los Estados Unidos. El Partido Demócrata necesita a una persona carismática, capaz de generar un mensaje transversal de izquierda a centro e incluso centroderecha que incluya a todos los actores y, lo más importante, que los movilice.

Luego vendrán las jugadas maestras de ajedrez, dónde el sistema de Colegio Electoral volverá estar en el centro de todas las estrategias políticas. No le quepa duda de que estamos ante unas de las elecciones más intensas y emocionantes de la historia reciente de este gran país y quién sabe si los norteamericanos tendrán por primera vez una presidenta hija de inmigrantes al igual que hace una década llegó al poder el primer presidente afroamericano en la historia de los EE. UU.

 

Alejandro Ibáñez es consultor político y entrenador internacional de debate ()

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