ALEXANDRA VALLUGERA
¿Se puede hablar de una escritora como feminista cuando ella nunca se ha definido como tal? ¿Podemos, desde la distancia, asignarles un posicionamiento feminista a unos textos o a una visión de la vida si la autora de estos textos no los define como tales?
Aquí partimos de la icónica cita de Marie Shear [1], erróneamente atribuida a Angela Davis, que “el feminismo es la idea radical que las mujeres somos personas” [2]. Así, podemos considerar que el hecho de poner el foco y dar voz a las mujeres sobre un tema como la guerra es un acto, una aproximación, feminista, deliberada o no.
Svetlana Aleksiévich es una autora bielorrusa en lengua rusa, ganadora del Premio Novel de Literatura de 2015, que ha dado cuerpo a un género literario propio: la biografía coral. Sus libros se construyen a través del testimonio de diversas personas, de varias voces que recuerdan sus vivencias y su pasado, especialmente de momentos históricos complejos. A menudo sus testimonios resultan incómodos tanto a gobernantes como a la ciudadanía, por el despertar del recuerdo y expresar de la dificultad de pasar página de hechos dolorosos o terroríficos. Aleksiévich es una autora comprometida con su sociedad, a la que busca dar esta voz a la que llaman “polifónica” porque se nutre de todos los relatos que le cuentan, en un entorno de confianza, las personas que vivieron los hechos. Así, es una autora incómoda para los gobiernos, hasta el punto que algunos de sus libros todavía no se pueden leer en Bielorrusia, aunque esté traducido a más de 20 lenguas, como es Voces de Chernóbil [3]
Este artículo se centra en su primera obra La guerra no tiene rostro de mujer [4] (У войны не женское лицо) (Editorial Debate, 2015) en la que Aleksiévich visitó y habló con centenares de mujeres, y algunos hombres, que habían combatido en el frente con el ejército soviético.
¿Y por qué intentó recuperar la memoria de las mujeres que combatieron en frente, brazo con brazo con los hombres soviéticos? Ella misma lo explica en las primeras páginas del libro: “durante dos años no me dediqué tanto a hacer entrevistas y tomar notas como a pensar. Leía. ¿De qué iría mi libro? Uf, otro libro sobre la guerra. ¿Por qué? (…) Pero son libros escritos por hombres y sobre hombres, esto queda claro enseguida. Todo lo que conocemos de la guerra, lo sabemos a partir de una voz masculina. Todo el mundo es prisionero de las representaciones masculinas de la guerra, de las sensaciones masculinas. Y las mujeres callan. A parte de mí, nadie ha preguntado nada nunca a mi abuela. A mi madre. Callan hasta las mujeres que fueron al frente. Si de repente empiezan a recordar, no explican la guerra femenina, sino la masculina. Se ciñen al canon. (…). Cuando hablan las mujeres [en la intimidad] no dicen nada o casi nada de lo que tenemos costumbre de leer y oír: como alguien mata heroicamente a alguien otro y acaba triunfando. O perdiendo. (…) Los relatos de las mujeres son diferentes y hablan de otras cosas. La guerra femenina tiene unos colores, unos olores, una luz y un espacio propio. Tiene palabras propias. No hay héroes ni gestas increíbles, solo hay personas que llevan a cabo una actividad humana que es inhumana. (…) Su guerra continuaba siendo desconocida”[5]
Que las mujeres participen de la guerra no es una novedad. Siempre ha habido mujeres en el frente: desde las guerras atenienses hay registros de mujeres guerreras, igual que había mujeres entre los vikingos, que no eran precisamente gente de paz. Posteriormente las mujeres, cuando se incorporaban al esfuerzo bélico, fueron relegadas a sitios de cuidados y retaguardia o sustituyendo a los hombres en las fábricas o trabajos productivos, fabricando armas o garantizando la llegada del maíz para comer. Un ejemplo de este “enviar a las mujeres a sitios más seguros” es muy clara en la Guerra Civil Española, donde las brigadas mixtas [6] fueron rápidamente disueltas y mandaron las mujeres a los hospitales, a conducir ambulancias o a trabajos administrativos.
A diferencia de las guerras anteriores, en que las mujeres se quedaban, habitualmente, en la retaguardia, durante la Segunda Guerra Mundial las mujeres fueron al frente. Con la misma preparación que sus compañeros masculinos (o sea, ninguna) chicas muy jóvenes se tiraron a luchar por lo que creían justo, para defender la Madre Patria o para liberar su país. Pero no se escriben los relatos de estas fusileras, metralleras, jefas de zapadores, aviadoras, francotiradoras. Ni ellas mismas relatan heroicidades; relatan su miedo, la incomprensión a su alrededor, la violencia del entorno (y también contra ellas, perpetrada por sus propios compañeros, por cierto), el terror, la sensación de irrealidad, la supervivencia a través del amor. Hablan de bombones, de ropa, de flores. Hablan de la vida. Y ellos, los hombres que también hablan en el libro, las admiran, las alaban, pero “con una mujer así puede que hubiera salido en misión de reconocimiento, pero no me habría casado con ella. Sí, ya… estamos acostumbrados a ver a las mujeres como madres y parejas. Como mujer ideal, al fin y al cabo”.
Y Aleksiévich da la oportunidad a estas mujeres, mujeres que son personas, a dar su visión, su voz. A existir más allá de las historias explicadas por los hombres. Visibiliza que las mujeres también fueron a la guerra; a la misma guerra y a la vez a otra guerra. Y esto las reivindica como seres con entidad propia, más allá de ser las madres o las parejas de los hombres. Comparte la idea radical que las mujeres son personas. Y es por esto que Svetlana Aleksiévich está presente en este monográfico, aunque ella nunca se haya definido como feminista.
Alexandra Vallugera es politóloga y asesora en comunicación (@alexvallbal)
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Leer todo el monográfico 17: Pensadoras feministas
Notas
[1] Marie Shear (1940-2017), escriptora i activista feminista, https://en.wikipedia.org/wiki/Marie_Shear
[2] La cita se ha atribuido erróneamente a Angela Davis, pero fue Shear quien la acuñó en 1986 en una reseña sobre A Feminist Dictionary, compilado por Cheris Kramarae, Ann Russo, and Paula A. Tredichler y publicado por Pandora Press en 1985. La reseña en que Shear hace la definición más clara y transparente sobre qué es el feminismo aparece New Directions for Women, un periódico feminista que funciona entre 1972 y 1993 en Estados Unidos.
[3] La pregària de Txernòbil, en catalán, editada por Raig Verd (2016) con traducción de Marta Rebón.
[4] La guerra no té cara de dona, en catalán, editada por Raig Verd (2018), traducción de Miquel Cabal Guarro
[5] La traducción es mía, basada en la edición en catalán publicada por Raig Verd en 2018 y reseñada más arriba. Las cursives son de la autora, no mías.
[6] Brigadistes, vides per la llibertat. Martí-Rueda, Jordi. 2020, Tigre de Paper.