Serie: «John Adams: la construcción de un sistema político»

SERGIO JIMÉNEZ

A diferencia de otros artículos en los que he tratado series recientes, en esta ocasión voy a hablar de una serie que no es reciente, pero que es poco conocida en España por dos motivos. Por un lado, su año de estreno, 2008, es un poco anterior a la locura seriéfila actual, aunque ya Perdidos andaba haciendo estragos entre muchos espectadores. Por el otro, la figura de John Adams, pese a su trascendencia e interés es mucho menos conocida en España que sus contemporáneos Jefferson, Franklin o Washington. El hecho de que, además, sea una miniserie histórica de HBO no ayuda a que sea un fenómeno de masas pese a su extraordinario elenco liderado por Paul Giamatti (Entre Copas), Laura Linney (The Big C, Love Actually), o Stephen Dillane (Stannis Baratheon de Juego de Tronos).

Sin embargo, la figura de John Adams sí tiene mucha relevancia en Estados Unidos: el protagonista de la serie fue el primer vicepresidente de Estados Unidos (cargo que él definió como “El más inútil del mundo”), su segundo presidente y padre de otro (John Quincy Adams). Además, fue el que propuso a Washington como comandante en jefe del Ejército Continental (origen de la figura de los Estados Unidos), a John Marshall como presidente del Tribunal Supremo (uno de los más importantes para la historia del país) y fue uno de los redactores de la Declaración de la Independencia e inspirador (de manera un poco indirecta) de parte del espíritu de la Constitución del país. Vamos, una vida como pocas.

La serie trata, por lo tanto, de lo que tantas veces repiten en las series americanas: “los padres fundadores”. A lo largo de ocho capítulos asistimos a la evolución de la América colonial y sus conflictos con la metrópoli y a la propia visión del protagonista sobre cómo debía ser su país: una sociedad en la que impera la ley y en la que todas las personas deben de ser iguales y contar con los mismos derechos. Asistimos a la guerra como fenómeno que estructura institucionalmente el país, como podemos ver con la elección de Washington como primer presidente y los apoyos internacionales a la revolución (algo poco tratado en la ficción de aquí y de allá, aunque muy importante para el nacimiento también de la Europa contemporánea). Finalmente podemos ver como al construir un país se suscitan debates no siempre sencillos y que no van a contar con el consenso, pero que se deben tomar.

Lo más cautivador de la serie no es que cuente todo esto (que lo hace) ni su cuidadísima producción y rigor histórico, sino la manera en la que retrata los debates que definen, aún en la actualidad, un país. Tras la independencia, Jefferson y Adams, aliados en la revolución, se convierten en antagonistas por sus diferentes ideas de lo que debe ser la sociedad. Se trata de una de las confrontaciones políticas más famosas en Estados Unidos y que retrata la profundidad del debate político. Adams representa el imperio de la ley y la existencia de un estado como un actor “natural” para la coexistencia de los hombres. Jefferson tiene una visión de un estado residual. El primero liderará el extinto partido federalista y el segundo el Partido Republicano, en un clivaje político que aún divide a los Estados Unidos.

Personalmente, John Adams es una serie que me devuelve la confianza en la política. No porque en aquellos tiempos fuera más limpia o civilizada, que no lo era y de hecho el secretario del tesoro Hamilton murió en duelo con el vicepresidente Burr, por poner un ejemplo, sino por la evidencia de que la política puede (y debe) ser algo mucho más importante de lo que es ahora. En los tiempos del efectismo político y mediático, de la conveniencia electoral y en los que Donald Trump representará el partido al que pertenecieron Jefferson o Lincoln, podemos ver que puede existir otra política. Los debates y las posturas que se escenifican en la serie siguen vigentes precisamente por el profundo calado que decidieron afrontar los responsables de entonces y que, hoy en día, dudosamente pasarían la criba de los asesores. La auténtica diferencia es la capacidad de imprimir una visión de las reglas que deben articular toda una sociedad y no limitarse a los aspectos coyunturales.

En resumen, si la situación actual puede hacer pensar que la política no merece la pena, John Adams nos ayuda a recordar que esto no es necesariamente así, y que, cuando hay algo que decir, el eco de lo que se hace dura generaciones. Una manera clara, sencilla y bien realizada de entender, todavía hoy, una sociedad que en realidad es más diferente de la europea de lo que pudiera parecer.

Sergio Jiménez es doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid. Editor de http://poderyseries.es/ (@craselrau)

Publicado en Beerderberg

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