¿El problema son las fake news o lo somos nosotros?

CARLOS EDUARDO HELFER BEJARANO

“En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”. (Ramón de Campoamor (1817-1901).

Las ideas preconcebidas moldean las creencias de las personas y demuestran lo propensas que pueden estar a determinados estímulos emocionales, reduciendo todo al cristal con que se miran las cosas.  Esto explica muy bien cómo es que dos personas pueden estar ante una misma noticia, pero la interpretación que ambas le darán puede ser radicalmente distinta dependiendo de diversos factores como su afinidad política, punto de vista, contexto cultural, interés, educación, etc.

En un mundo cada vez más hiperconectado, con la creciente penetración de dispositivos móviles, como smartphone y  tablets, así como la multiplicidad de fuentes para contrastar si una información es real o no, ¿por qué proliferan las ‘fake news’ en redes sociales?, ¿por qué a pesar de todos los esfuerzos de los medios de comunicación y de los gigantes tecnológicos de Silicon Valley, continúan apareciendo bulos que son rápidamente compartidos sin cuestionar su veracidad? Esto tiene una raíz profunda y está asociada a cómo interactúan las personas con las distintas plataformas de redes sociales, siendo las emociones un factor determinante para que esto ocurra.

Un estudio sobre el contagio emocional en Facebook revela que los estados emocionales pueden transferirse de persona a persona, siendo el catalizador esta red social. Contrariamente a lo que se pensaba respecto a que la comunicación interpersonal podía alterar o cambiar los estados de ánimo de la gente, los resultados de este estudio demostraron un contagio emocional y sugieren que “las emociones expresadas por los amigos en redes sociales, influyen en nuestro propio estado de ánimo”[1].

Del mismo modo, R. Kelly Garrett, profesor de comunicación de la Universidad de Ohio, explica que las personas están más “propensas a publicar o compartir información, presumiblemente incluyendo noticias falsas, que refuercen sus creencias”. Entonces, son las emociones un factor que determina cómo interactúan las personas en redes sociales, que devenido en política, es un arma poderosa.

Las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos demostraron una vez más el poder de las redes sociales como vehículo de transmisión de noticias relevantes que ayudan o fijan las posiciones políticas de cada persona. Sin embargo, no toda esa  información fue verdadera, como lo demostró el portal BuzzFeed que realizó una lista con las “fake news” más relevantes de la campaña estadounidense. Se dijo que era Facebook el responsable de la proliferación de información falsa, de crear burbujas de filtros que alientan la desinformación de los usuarios, pero ¿qué tan cierto es esto?

Facebook, como otras plataformas digitales, utiliza un algoritmo que filtra las publicaciones que le aparece a cada usuario y deduce, en base a las interacciones pasadas, aquellas publicaciones que le pueden gustar. Según Eli Pariser, esto provoca “burbujas de filtro” donde las personas están expuestas a noticias que reafirman sus prejuicios y puntos de vistas políticos, promoviendo desinformación o percepciones erróneas.

Sin embargo, R. Kelly Garrett, asegura que existen numerosos estudios que demuestran que las noticias en redes sociales incluyen información y fuentes que desafían las actitudes políticas de las personas. Entonces, basado en esa evidencia, es poco probable que la proliferación de las «fake news» sean explicadas por la falta de contacto de la gente con información real y fidedigna.

Por ejemplo, el colectivo “No a Keiko” a través de una publicación en sus redes sociales, aseguró que los ministros de Cultura, Salvador del Solar, y de Justicia, Marisol Pérez Tello, habían renunciado a sus cargos porque el presidente Kuczynski había decidido indultar al expresidente Alberto Fujimori, un tema con un alto componente emocional en la sociedad peruana. La noticia generó todo tipo de especulaciones, se propagó con rapidez por redes sociales y llevó al presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, a desmentir la publicación.  ¿Por qué casi nadie se dió el tiempo de contrastar la información? Aquí, como en otras situaciones similares, las emociones jugaron un papel muy importante para diseminar la noticia falsa.

Esto no hace más que demostrar la enorme responsabilidad que siguen teniendo los medios de comunicación, políticos y ahora, los influyentes digitales para con los usuarios que conforman sus comunidades digitales y que depositan  su confianza en la información que comparten en sus redes. ¿Qué ocurre si alguno de ellos comparte una noticia sabiendo que está contiene información falsa? Existe un alto rango de probabilidad que los usuarios den por verdadera  la información, sin cotejar su veracidad o cuestionar su origen cuando menos. Esto se explica por la baja calidad de audiencia que existe en redes sociales, que no contrasta ni valida una noticia y que cree la información que comparte un medio, un político al que siguen o un influyente digital en el que confían.

Todo esto nos debe llevar a pensar en la necesidad de establecer programas de Educación Digital, que enseñen a buscar información en la red, a discernir entre lo que es falso y verdadero, a contrastar la información y/o cuando menos cuestionar una noticia dudosa. Siendo más audaz aún es al de promover una ciudadanía digital activa.

[1] Experimental evidence of massive-scale emotional contagion through social networks. Adam D. I. Kramera, Jamie E. Guillory, and Jeffrey T. Hancock.

 

Carlos E. Helfer es periodista, especialista en comunicación política. Ex miembro de la Red Nacional Anticorrupción. Colaborador del ICP Perú. Especialista en gestión de mensaje y training media. Organizador de los Beers&Politics en Lima. (@carlosehelfer)