¿Por qué casi todos los partidos italianos apoyan al gobierno tecnócrata de Draghi?

Después de la retirada del apoyo de Matteo Renzi a Giuseppe Conte, el presidente de Italia, Sergio Mattarella, ha nombrado a un tecnócrata -Mario Draghi- como primer ministro. Todos los partidos a excepción de Fratelli d’Italia le han dado su apoyo inicial. ¿A qué se debe esa aceptación? ¿Qué puede significar para el futuro del país?

 

Edu Bayón

Comunicación. Análisis político. Articulista. Editor de Debate21

Hay un intento de la mayoría de las formaciones políticas por estar presentes en una operación que transforma el escenario político italiano en plena crisis y en vísperas de tener que invertir más de 200.000 millones de euros procedentes del fondo de recuperación de la UE. Por supuesto, también cada uno de los partidos está condicionado por sus propias circunstancias internas y externas. En la Liga pesa la opinión de los sectores empresariales del norte del país que les respaldan y el intento de homologarse con la derecha europea. En el caso del M5S, la situación es compleja, una profunda división interna y una perspectiva electoral en retroceso no deja mucho espacio a la aventura. Esta reconfiguración en torno a Draghi, parece que dejará una oposición clara, la de Fratelli d’Italia. Aunque se diseñe un gobierno mixto entre perfiles pseudotécnicos y representantes de los partidos, el riesgo de la maniobra está presente. En un contexto de crisis va a quedar una formación ultraderechista como única oposición, o lo que es lo mismo, como única alternativa al gobierno. El mismo partido ultra que lleva meses creciendo en las encuestas.

Serena G. Iordache

Estudiante de Periodismo y Ciencias políticas en la UPF y Vocal de contenidos en deba-t.org

En política el contexto lo es casi todo. Si sabemos que des de la segunda guerra mundial en Italia los gobiernos han durado de media 13 meses entendemos que la estabilidad política es algo extraordinario. Y hacer políticas ambiciosas pensando en el medio o largo plazo lo es aún más. Por eso, en momentos de crisis, donde parece ser que de repente el país necesita desesperadamente esa estabilidad, los perfiles técnicos o los “tecnócratas” siempre se han puesto al frente del ejecutivo. Personas como Carlos A. Ciampi o Mario Monti que, sin venir de ningún partido, consiguieron poner en su momento bajo un mismo paraguas a políticos de todos los rincones del hemiciclo. A las puertas de recibir 200.000 millones del Fondo Europeo de Recuperación, parece ser uno de esos momentos en que el país necesita ir a una. Ese espíritu salvador, confiado de Draghi, ese “whatever it takes” hacen que la política italiana, se sucumba, una vez más, a darle el testigo a una persona externa al Parlamento, pero capaz de encontrar en él los apoyos necesarios para gobernar.

Manu Rodríguez

Politólogo y licenciado en Derecho, codirector de Cámara Cívica

El discurso tecnocrático y el discurso populista son excluyentes entre sí, pero se retroalimentan. El miedo orteguiano a “la rebelión de las masas” favorece la búsqueda de perfiles “técnicos” supuestamente sin ideología, que saben qué hacer para solucionar la crisis. La existencia de élites que nadie ha votado y que responden a intereses de las multinacionales/burocracia europea genera un descontento que hace emerger líderes populistas. Por eso es llamativo que ante la enésima crisis política italiana, la llegada a escena de Mario Draghi, (ex Presidente del BCE, ex gobernador del Banco de Italia, ex OCDE, ex Goldman Sachs, etc), un prestigioso tecnócrata de libro, haya suscitado consenso incluso en movimientos políticos de corte populista (Movimiento 5 Estrellas) o con líderes populistas (La Liga Norte de Matteo Salvini), que han ofrecido su apoyo. La respuesta podemos encontrarla, más allá de en la dudosa jugada realizada por Matteo Renzi (Italia Viva) a su antiguo partido (Partido Democrático), en la excepcionalidad generada por dos cuestiones: primero, la pandemia del Coronavirus; segundo, la llegada desde Bruselas de cientos de miles de millones de euros del Fondo de Recuperación, que puede suponer la salvación para la tercera economía de la Unión Europea. «Prefiero estar en la habitación donde se decide cómo se utiliza el dinero de nuestros hijos que fuera», dijo elocuentemente Matteo Salvini, que de euroescéptico soberanista ha pasado al pragmatismo en media hora de reunión con Draghi. Todo el arco parlamentario apoya el proyecto de Mario Draghi a excepción de Hermanos de Italia, formación neofascista que puede aprovechar la coyuntura para desmarcarse y ganar votos en las próximas elecciones. La paradoja es que los mismos partidos que investirán a Draghi tienen incentivos para evitar que agote legislatura, por lo que probablemente de aquí a 2023 veremos un nuevo cambio de gobierno.

Soraya Melguizo

Periodista

Italia es el mayor beneficiario de los fondos de reconstrucción aprobados por la UE. Roma recibirá más de 200.000 millones de euros, entre préstamos y transferencias a fondo perdido, y ningún partido quiere quedarse al margen de su gestión. Casi todos ellos han llegado a la conclusión que Mario Draghi es el mejor candidato para liderar este desafío, algunos por convicción y otros porque la alternativa sería un adelanto electoral que con toda probabilidad diezmaría su influencia. Sorprende el apoyo casi unánime a Draghi, a pesar de que los gobiernos técnicos en Italia no han tenido casi nunca un final feliz. Por ese motivo, a estas horas todos se empeñan en marcar distancias con el último Ejecutivo tecnócrata que lideró Mario Monti entre 2011 y 2012. La principal diferencia es que el ex jefe del BCE ha sido elegido para gastar el maná europeo y no para meter la tijera en nombre de la austeridad. Además, la hipótesis más plausible es que Draghi opte por un gabinete mixto y no exclusivamente técnico, similar al que lideró Carlo Azeglio Ciampi en 1993.

Por otra parte, ninguna formación política está interesada en acudir a las urnas antes de tiempo porque con la aprobación de la ley que recorta el número de diputados y senadores, muchos de quienes hoy se sientan en el Parlamento perderán su silla si se celebran elecciones anticipadas. El ‘harakiri’ pasará factura sobre todo a los partidos que formaban parte de la anterior coalición gubernamental, PD y Movimiento Cinco Estrellas ‘in primis’, que han sufrido el desgaste de gestionar la peor crisis sanitaria, social y económica desde la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera la Liga de Matteo Salvini, en principio el mejor posicionado si se convocaran elecciones, tiene prisa por asumir la responsabilidad de gobernar en un momento tan delicado en el que la UE exige medidas concretas y no proclamas electoralistas. Sólo Hermanos de Italia permanecerá en la oposición. Una apuesta arriesgada que, en el caso de que el Gobierno de Mario Draghi fracase, podría dar el empujón definitivo a Giorgia Meloni para liderar el centroderecha.

Guillem Pursals

Politólogo y máster en Seguridad

“Guárdate de los Idus de Marzo” le decía un adivino a Julio César en la obra homónima de William Shakespeare. El efecto que genera Mario Draghi no es nuevo, casi nada en la política italiana es nuevo, pues todo lo hicieron ya la Democracia Cristiana y Andreotti, y este caso no es distinto. Cuando cayó el gobierno Amato, subió con el apoyo de todos Ciampi. Cuando cayó Berlusconi, subió Dini. Luego vino el cambio de partidos y subió Prodi con El Olivo. Bipartidismo entre Prodi y Berlusconi, y llegó Monti. Y otra vez cambio de partidos. Subió Leta con el Partido Democrático. Cayó el Partido Democrático y llegó Conte.
Siempre que hay una crisis institucional sube un presidente del Consejo de Ministros neutral o técnico, y mientras se cambia todo el panorama político reforzando los extremos.
Sabiendo esto, cómo no dar su apoyo a Draghi, y aprovechar la desafección política para crecer y pedir el voto después de cada decisión impopular que pueda tomar. Además, a todos les va bien que la culpa sea de otro, y en este caso, después del Brexit, ya va bien que la culpa sea de un “eurocráta”, y más aun si este es quien impulsó las reformas económicas fuertemente criticadas en Italia.
No hay que ver sentido de Estado alguno, solamente es un balón de oxigeno para los que pretenden crear una nueva hegemonía en los tiempos venideros.

Michele di Salvo

Blogger, writer, editorialista

Tutti i partiti appoggeranno il governo Draghi perchè non possono fare altrimenti. Intanto la vera maggiornaza parlamentare è costituita da persone che sanno di non essere rielette o ricandidate, e che sono al primo mandato (quindi prima di 4 anni e mezzo non prendono il vitalizio). Poi nessun partito è stato in grado di esprimere una classe dirigente adeguata al momento ed alle circostanze. Il Governo Draghi è una soluzione non nuova in questi trent’anni. Abbiamo avuto Monti, Dini, Ciampi… tutti governi «tecnici» cui la politica ha delegato, deresponsabilizzandosi, la gestione e il superamento di momenti difficili per il paese, scaricando su di loro le misure impopolari da attuare. Questo gioco, che va avanti da un po’, da quando con «Mani pulite» nel ’92 (in casi eccezionali anche prima) i partiti hanno perso la loro dignità di coordinamento della dirigenza politica – che sceglie e seleziona – per diventare contenitori di interessi bagatellari, di basso cabotaggio, e di eletti con poca arte e pochissima parte. Ma il ricorso a questa forma di governo tecnico dell’emergenza è più anestetico che soluzione. A ben vedere tutti possono sempre intestarsi il risultato positivo con un «impossibile senza il mio appoggio» e scaricare la responsabilità del costo affrontato con «lo ha fatto lui, se ci fossi stato io…». Con Mario Draghi la corsa ad auto-intestarselo è già iniziata. Scontata quella del PD, di FI, di IV, attendiamo i distinguo di Leu, mentre Grillo comincia a declinare una «draghi-opportunità» (quindi non è può il tecnocrate di Bruxelles e dei poteri forti…), e anche la base della Lega spinge (camerata Giorgetti in testa) per un «concorso esterno» in nome del bene del Paese. Manca la Meloni, che a ruota «voterà le misure utili volta per volta», un mantra buono per tutti pasti.C’è poi da dire che visto il profilo di Mario Draghi, passare dal Governo del Paese è una sorta di «requisito curriculare» per diventare il prossimo Presidente della Repubblica (tra poco più di un anno, quando scadrà il mandato di Mattarella) e sarà anche l’occasione – passata la crisi – per i partiti di «riprendere in mano il potere» senza passare per le elezioni.

Matteo Re

Doctor en historia contemporánea y Profesor Titular de la Universidad Rey Juan Carlos

En los próximos meses, Italia recibirá una cantidad enorme de fondos europeos:
alrededor de unos 209 mil millones de euros entre préstamos y dinero a fondo
perdido. Son unas medidas de tal envergadura que hay quien las ha comparado con las
ayudas recibidas con el Plan Marshall después de la Segunda Guerra Mundial. La
tercera economía de la zona euro tiene, por lo tanto, una ocasión única para revitalizar
su economía y la ciudadanía no podría entender que esa cantidad de dinero se
malgastara. Sin embargo, es bien sabido que una cosa es recibir fondos y otra, bien
distinta, es saber cómo gestionarlos.
El anterior Gobierno, presidido por Giuseppe Conte, fue paulatinamente perdiendo
credibilidad, desgastado también debido a la prolongada crisis sanitaria. Matteo Renzi,
líder del partido Italia Viva, abrió la crisis de Gobierno a mediados de enero. En ese
momento, el presidente de la República, Sergio Mattarella, tras comprobar que era
inviable promover una nueva mayoría liderada por Conte, decidió encomendar a Mario
Draghi la complicada tarea de formar un ejecutivo. Pidió a todos los partidos que
dejaran de lado sus divergencias y que apoyaran a un gobierno institucional. Solo
Hermanos de Italia ha decidido no secundarlo, permaneciendo fiel a su lógica de exigir
elecciones inmediatas.
Sin embargo, las demás fuerzas políticas, incluso la Liga del -hasta ayer- euroescéptico
Matteo Salvini, han entendido la gran oportunidad que tiene el país de poder gestionar
esas ayudas con al mando del gobierno una persona seria y preparada como es Draghi.
Creo que ese apoyo compacto al nuevo ejecutivo se explica gracias a la imagen de
seguridad que Draghi transmite, y es justamente esa seguridad lo que más necesita
hoy Italia.

Raquel Jorge Ricart

Fulbright Fellow en Washington, DC (George Washington University). Socióloga y politóloga

Más que preguntarnos por qué todos los partidos políticos, a excepción de uno, apoyan al gobierno tecnócrata de Mario Draghi, una de las cuestiones más relevantes -para el presente y el futuro del país- es la opinión pública. En un país como Italia que, desde su constitución como República hace 73 años, ha visto pasar 66 gobiernos, la credibilidad y la sostenibilidad del apoyo público son dos pilares fundamentales. Éstos son asuntos que merecen tanto una atención táctica (para la perdurabilidad y legitimidad de un gobierno) como una atención estratégica de largo plazo, en un ejercicio de prospectiva-país.

La opinión pública suele acompañarse de «señales débiles»: aquellos fenómenos sutiles que actualmente parecen ser menores o intranscendentes y a los que, por tanto, no se les presta demasiada atención, pero que en el futuro pueden llegar a generar cambios realmente significativos. Que se cree un gobierno tecnocrático presenta un dilema para la opinión pública: por una parte, se espera de él que atenderá a las necesidades más acuciantes a nivel político, económico y social; por otra parte, deberá estar atento al cuidado del largo plazo en medio de un maremágnum de grandes transformaciones cortoplacistas a las que va a sumergirse en los próximos meses.

Pablo Palmer

Politólogo y máster en comunicación política e institucional

La potente reaparición de Mario Draghi ha agitado el tablero político italiano. No podemos obviar que el expresidente del BCE goza de una de las cualidades fundamentales para cualquier liderazgo: el prestigio. En el papel de gobernador de la máxima autoridad monetaria europea, Draghi es recordado por su “Whatever it takes”, es decir, su garantía de hacer todo lo necesario para salvar la moneda común. Draghi es, para muchos, el salvador del euro. Este reconocimiento hace que su popularidad sea significativa y ascendente en Italia, y que un amplio abanico de partidos haya decidido cubrirse las espaldas apoyando su futuro gobierno. La llegada de Draghi puede suponer una cierta estabilidad para el futuro del país en el marco de la gestión de los fondos de recuperación europeos. Italia está siendo uno de los países más afectados por la pandemia, a nivel humano, económico y social; y este podría ser el factor clave para que la mayoría de los actores políticos hayan decidido alinearse con una figura aparentemente solvente y con experiencia de gestión en el ámbito de la UE.

Andrea Betti

Profesor Teoría de las Relaciones Internacionales, Universidad Pontificia Comillas, ICAI-ICADE

El hecho de que casi todos los partidos italianos, excepto Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni,
apoyen a Mario Draghi podría dar la impresión de que la tarea del ex Presidente del Banco
Central Europeo será relativamente fácil. No es así. Si, por un lado, es bueno que un gobierno
en un sistema parlamentario goce de un amplio consenso, por el otro, las razones de este
consenso son muy variadas. Cada partido tiene sus motivos para apoyar a Draghi. Y esto hace
su misión particularmente compleja, porque cada vez que tendrá que tomar una decisión
necesitará el consenso de fuerzas políticas muy diversas que lo apoyan persiguiendo objetivos
diferentes. El Partido Democrático apoya al futuro gobierno porque sería extremadamente
difícil para un partido europeísta explicar su oposición a un europeísta como Draghi. La
centroderecha moderada y los centristas lo apoyan por razones parecidas, y también, porque,
si comparado con el anterior gobierno de Giuseppe Conte, Draghi garantiza un rumbo mucho
más moderado y liberal, sobre todo desde el punto de vista económico. El Movimiento Cinque
Stelle lo apoya porque se enfrenta a una crisis interna y electoral. Las encuestas son bastante
desfavorables al Movimiento desde hace meses. Por esto, la mejor estrategia posible es
esperar que Draghi obtenga unos buenos resultados, por ejemplo, desde el punto de vista de
las reformas medioambientales, presentándolos como victorias del Movimiento. La Lega apoya
a Draghi porque, a pesar de su euroescepticismo y a pesar del giro nacionalista de Salvini, la
Lega sigue siendo un movimiento que consigue la mayoría de sus votos en el Norte de Italia, la
parte más productiva del país. Aunque a veces puedan estar descontentos con el euro, la gran
mayoría de los empresarios del Norte de Italia saben que fuera del euro o de Europa el futuro
sería muy duro para sus empresas. Con la decisión de apoyar a Draghi, Salvini demuestra su
habilidad política. No se aísla de un gobierno que recibirá mucho dinero de la Unión Europea, y
al mismo tiempo, crea divisiones tanto dentro del Movimiento Cinque Stelle como del Partito
Democrático, que tendrán que explicar a sus electores porque apoyan a un gobierno en el que
está también la Lega. No casualmente, Salvini se dice disponible a un gobierno de breve
duración, que administre bien el dinero del Fondo de Recuperación para que luego se vuelva a
votar. Esto permitiría a Salvini sacar provecho de los resultados del gobierno, sin perder
demasiado apoyo electoral.
En definitiva, cada partido tiene sus intereses específicos y cálculos electorales para apoyar a
Draghi. En cuanto el gobierno empiece a tomar decisiones, estos intereses y cálculos se harán
evidentes y tendrán peso. Ahora casi todos apoyan a Draghi por su gran prestigio internacional
y europeo. Sin embargo, es una razón bastante genérica para apoyar a un gobierno. En
realidad, cada uno espera sacar un provecho de esta nueva experiencia. Por esto, la tarea de
Draghi es particularmente difícil. En un sistema parlamentario, cualquier decisión requiere el
apoyo del Parlamento. El apoyo de los partidos para llevar a cabo sus proyectos siempre
tendrá un precio.

Eduardo G. Vega

Periodista. Profesor en la Universidad Camilo José Cela y consultor en el Centro Internacional de Gobierno y Marketing Político (CIGMAP)

Es curioso que uno de los parlamentos más fragmentados de Europa haya conseguido un
amplio consenso nacional. Sí, solo podía pasar en Italia. Su política es compleja, no hace falta
más que recordar los titulares de la inestabilidad que se vivía hace muy pocas fechas. Y ahora,
un gran acuerdo para que Mario Draghi, figura notable del europeísmo, y del euro, dirija el
rumbo el país. ¿Por qué? Es difícil tener una respuesta concreta, pero sí se aprecian dos
grandes interpretaciones.
Por un lado, vivimos un tiempo excepcional con la pandemia del coronavirus. Están en juego la
salud, la economía y el futuro de uno de los países más afectados por la COVID-19, justo en el
momento en que la diplomacia y el conocimiento interno de la UE se hacen claves para los
intereses italianos. De este modo, una figura técnica, como la de Draghi, parece la más
apropiada para dirigir el país. Y lograr este consenso hace ganar credibilidad y confianza en el
sistema político nacional, algo que beneficia a todos los partidos. Hasta a Fratelli D´Italia
quedándose al margen, porque refuerza su diferenciación. Todos ganan.
Por otro lado, hay cuestiones estratégicas por parte de los partidos que también han
favorecido este acuerdo, ya que dar pasos adelante para gestionar la situación sería muy
complejo, y a nadie le salían los cálculos como le gustaría. Había mucho que perder y poco que
ganar.
En resumen, esperemos que haya visión de estado y ánimo de consenso, pero no descartemos
que existen estrategias partidistas, las cuales se entenderán mejor según se vaya configurando
el gobierno. De cara al futuro, es importante destacar que el liderazgo de Mario Draghi en esta
situación está basado en la influencia, y no en la autoridad, lo que le permite una ocasión
histórica, en muchos sentidos, que puede beneficiar al país y marcar el paso de su política en
los próximos tiempos. O no, es Italia.

Ismael Monzón

Corresponsal multimedia en Italia

Negarse a apoyar a Draghi sería como rechazar una invitación a cenar en un hotel de lujo. Anfitrión de honor y cubiertos pagados, pues los fondos de recuperación europeos traerán una lluvia de millones a Italia. Si el personaje es respetado en Bruselas, en Roma alcanza casi la categoría de mito. El vecino que nos salva la cara cuando en Alemania torcían el gesto al oír hablar de nosotros.

Los partidos europeístas le dan su apoyo de forma natural, mientras que la Liga de Matteo Salvini o el Movimiento 5 Estrellas -antes euroescépticos- lo hacen por conveniencia. No es sólo tocar el poder cuando hay mucho dinero en juego, sino que si ambas formaciones quieren presentarse como responsables no pueden quedarse fuera. Salvini ya comprobó que es muy difícil gobernar sin en respaldo del eje EEUU-UE y esta transformación ya se venía gestando.

Con todo, el fin no puede justificar los medios. El espectáculo que ha dado Italia es impropio de un país serio. Muchos en Bruselas ya dudaban de que lo fuera, pero esta maniobra palaciega ha superado los límites. El Gobierno de Conte había dado sobradas muestras de compromiso con la UE y ni siquiera atravesaba un momento de especial debilidad. Los azares de un político como Matteo Renzi, cuyo partido ni ha sido elegido en las urnas, no contribuyen a fortalecer la democracia. Cuando tampoco pasa por su mejor momento.

Nadia Rodríguez

Politóloga especializada en comunicación política

Concluida la segunda ronda de consultas entre el primer ministro a cargo, Mario Draghi, y las principales fuerzas parlamentarias italianas, el país parece estar preparado para entrar a formar un nuevo gobierno. En un contexto de crisis como el actual, los representantes políticos, lejos de salvar las distancias, han encontrado, en el icono del europeísmo financiero, una figura de consenso y avenencia. Su programa, que intentará deshacer algunos nudos claves en materia de cohesión social, salud, desempleo o inmigración, parece que logrará blindar los apoyos necesarios para avanzar hacia el establecimiento de un Ejecutivo Constitucional mixto. En esta semana de infarto para la política italiana, en la que se presagia una holgadísima mayoría para Draghi, no se pueden obviar dos giros inesperados: el respaldo obtenido por M5E y el volantazo argumental de Salvini, quien ha suavizado su tono euroescéptico hasta llegar a sostener una narrativa casi proeuropea. Esta pirueta estratégica de última hora de Liga y el consiguiente alineamiento del resto de partidos responden, claramente, al deseo de participar en la elaboración de los programas sobre los que se destinarán los 209 millones del Fondo Europeo para la recuperación económica. Y también, porqué no decirlo, a una clara cuestión de supervivencia política frente a futuras estructuras parlamentarias. A corto plazo, la jugada parece clara: adaptarse y reposicionarse, a pesar de las diferencias ideológicas, apelando a una voluntad conjunta de preservar el interés general de los italianos. A largo plazo, veremos si Draghi logra encontrar una fórmula que concrete y facilite la cohabitación entre alianzas casi antinaturales.

Ariadna Romans

Consultora en ideograma. Ciencias Políticas y Filosofía

El otro día leía en un resumen de prensa un titular que me llamó la atención «A todos nos gusta Mario Draghi pero no es así como se elige a un primer ministro». La reflexión me hizo pensar. ¿Qué legitimación tiene coger a un hombre de estado, como es indudablemente Draghi, y ponerlo al frente de un país que necesita urgentemente un nuevo liderazgo fuerte? Si bien la adecuación del liderazgo draghiniano, un expresidente del Banco Central Europeo, un hombre con una gran trayectoria política y económica, pueda ser un punto de consenso entre las fuerzas políticas, no podemos olvidar que las democracias son sistemas con valiosas normas de conducta y procedimiento que son, en sí, mecanismos para la preservación democrática. Si en medio de una pandemia, por inesperada y excepcional que sea, dejamos que se impongan gobiernos escogidos de forma no democrática, estamos dejando la puerta abierta a una degradación institucional que no nos llevará a nada bueno. Sin embargo, la apuesta a Draghi ha sido un tema de consenso entre las fuerzas políticas. ¿Por qué? Fácil, pragmatismo. No les quedaba otra opción viable en el corto plazo. No podían, en un momento crítico como la salida de una pandemia y en pleno reparto de fondos europeos, permitirse el lujo de la tensión política y la discrepancia. Todas las fuerzas, al fin y al cabo, quieren salir de esta crisis empoderadas y con un país fuerte y con proyectos de futuro. Parece que, en esta ocasión, no quedaba otra que dejar que hable la experiencia. Y en Italia esto significa Mario Draghi.

Daniel V. Guisado

Politólogo y analista

La aceptación de Draghi se debe a un impasse que Italia vive cada cierto tiempo. La partitocracia italiana tiene dos características: partidos débiles y un sistema de equilibrios institucionales difíciles de entender. Algo que ha llevado a que haya constantes reemplazos en el Ejecutivo, y que a la hora de la verdad ningún partido quiere ocupar el puesto de Presidente del Consejo. Las figuras técnicas vienen a solventar estas situaciones de ausencia de acuerdo. Draghi es la quinta esencia de este esquema. Un hombre que en Italia tiene una muy buena valoración. El expresidente del BCE ha aprovechado una correlación de debilidades para que el Partido Democrático, el Cinco Estrellas y Renzi le apoyen para no quedar fuera de juego. Las novedades son los apoyos de Berlusconi y Salvini. El primero por relaciones claras con Draghi. El segundo porque Draghi representa intereses económicos muy positivos para el norte de Italia, bastión de la Lega (Nord). Meloni, sin embargo, no es Salvini. Ella no es dada a dar saltos de funambulistas o giros de 180º. Su objetivo son las elecciones y mantenerse firme. Una característica que le ha permitido crecer a costa de los giros incoherentes de Salvini, una figura prototípicamente populista. La cultura de Meloni tiene anclajes neofascistas. Ha socializado en sus cuadros. Y si todo sale según lo previsto, en una semana Meloni será la única oposición en Italia. Si el gobierno de Draghi sale rana, ya sabemos quién recogerá el descontento.

Roger Rosich

Asesor en comunicación política e institucional. Analista especializado en política italiana y francesa

Aunque sea un economista, un banquero, Mario Draghi cuenta con un gran prestigio político en Italia. Es lo que se puede llamar una “personalidad de consenso”. Un consenso avalado por otra gran figura referencial de los italianos, el presidente Sergio Mattarella. Los dos comparten orígenes (oh, sorpresa) democristianos. No se puede dudar que es una gran oportunidad tener al frente del Consiglio, y para que se haga cargo de la crisis sanitaria y económica, a alguien que se envía whatsapps con Macron, Merkel o Lagarde. Y será el gestor idóneo para los euromillones del Plan de Recuperación. A demás, su periodo al frente del ejecutivo dará un respiro a la política italiana, especialmente a los que querían evitar las elecciones. Esto era fundamental para los 5 Estrellas y para el PD. Y viendo que la propuesta iba a salir adelante, Salvini optó por entrar en el juego, porque Súper Mario puede aplicar decisiones políticas del gusto de su Liga (ejemplo: conexión ferroviaria Lyon-Turín), a la vez que recuperan cuota de poder con algún ministerio en un gobierno que será técnico-político.

Adrián Beltrán

Jefe de gabinete del Ayuntamiento de Onda (Castellón). Licenciado en Publicidad y RR.PP. y Máster en Dirección Estratégica de la Comunicación

Ante la enésima crisis de gobierno de Italia, un hombre de números, tecnócrata, reputado gestor, llega al rescate. Draghi es el parche que necesita un país para generar estabilidad y evitar unas nuevas elecciones, que nadie desea, en un momento crucial marcado por la pandemia y por la llegada de 200.000 millones de euros del Fondo de Recuperación que deberá gestionar. ¿Por qué le apoyan los partidos? Porque es la persona con mejor valoración (el 71% de los italianos lo respaldan según La Repubblica) y porque es su mejor opción para ganar tiempo mientras se desarrolla la campaña de vacunación y llegan las ayudas de la Unión Europea. Los retos a los que se enfrenta: templar la tensión política, gestionar de forma eficiente, minimizar la fuerte división entre norte / sur y recuperar la confianza tanto de los italianos en sus instituciones como de Bruselas en Italia.

Carolina García Aguilar

Asesora de Comunicación y Relaciones Públicas especializada en Comunicación Pública e Institucional

La cuestión a plantearse creo que sería más bien la contraria. ¿Cómo no apoyar un gobierno capitaneado por el artífice del rescate de Europa? Las esperanzas de que la experiencia Draghi en el Banco Central Europeo se repita ahora en Italia son inmensas, sobretodo teniendo en cuenta la situación del país adriático.

El impacto de la crisis de Covid19 ha provocado que en el país, además de la irrecuperable pérdida humana, los niveles de deuda pública con los que hacer frente a los déficits sigan creciendo y que el país tenga ahora encima de la mesa, amén de otras cuestiones estructurales nada desdeñables, el asunto en torno a la gestión de los fondos europeos que, en su caso, ascienden a doscientos mil millones de euros. Logicamente, dirigir un país que tiene por delante tal cantidad de retos requiere de gobiernos preparados y sólidos. Y, en ese sentido, Italia ha demostrado claramente el camino que quiere seguir al apoyar un Primer Ministro con prestigio y, sobre todo, compatible con Bruselas.

Hasta la militancia del Movimiento 5 Estrellas ha dado su “sí” al Gobierno de Mario Draghi. Aunque, sin duda, se trató de una difícil elección para ellos, el escenario más probable en el que se habrían encontrado de no haberlo hecho eran unas elecciones anticipadas a las que habrían hecho frente con una notable caída en las encuestas. Nada recomendable, entonces, no respaldar al ex dirigente del BCE.

No es la primera vez que una personalidad respetada a nivel europeo y no proveniente de la esfera política se convierte en Primer Ministro en Italia. La pregunta ahora es: ¿podrá Draghi rescatar a Italia también?

Eva Fernández

Traductora jurídica

En la grave situación sanitaria, económica y social –recordemos que Italia fue el país europeo que se vio mayormente afectado por el COVID hará pronto un año-, Draghi representa tanto una figura de peso la Unión Europea como en el ámbito financiero. No es de extrañar que los italianos vean en él una línea salvavidas ante el futuro incierto que nos deja la pandemia, especialmente tras su experiencia siendo, juntamente con España y Grecia, uno de los estados europeos cuya economía se vio más gravemente afectada tras la crisis de 2007.
¿Es un gobierno tecnócrata la solución para sobrevivir el bache? Si más no, es el acuerdo al que los parlamentarios han llegado, en un clima político en el que hemos podido observar a los países de la UE tomar decisiones dispares tanto por lo que respecta a las restricciones sociales, gestión económica y de estrategia sanitaria, así como el gran experimento que es el Brexit en la situación más adversa que se podría haber presentado. El país parece preferir curarse en salud con una acción que puede sentar un gran precedente en el ámbito de la gestión de crisis.

Ana Alonso

Periodista en El Independiente

¿Cómo decir no al salvador del euro cuando está sobre la mesa el reparto de los fondos europeos? Sería como rechazar a María Blasco como jefa de equipo en una investigación sobre el cáncer. Los partidos políticos italianos son capaces de pegarse un tiro en el pie (y los de otras latitudes también), pero la situación que vive Italia, el mundo, es excepcional debido a la pandemia del coronavirus. No está la cosa para bromas con la prima de riesgo y con las bolsas. Puede extrañarnos que Matteo Salvini, a quien las encuestas favorecen tanto como para que resulte tentador ir a las urnas, apoye un gobierno presidido por Mario Draghi en lugar de forzar las elecciones. Pero pensemos en que muchos empresarios que apoyan a la Liga no entenderían que forzara la convocatoria electoral en lugar de favorecer la formación de un gobierno encabezado por alguien que les parece muy de fiar. Salvini de momento se diferencia de Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia, que mantiene su rechazo. Meloni apuesta a erigirse en la líder de la oposición a ese gobierno Draghi. Quizá Salvini se distancie con el tiempo, pero es hora de que se ponga en marcha la maquinaria y se reactive la economía. ¿Y los antisistema del Movimiento 5 Estrellas? Están en un callejón sin salida. Si apoyan a Draghi, a quien identificaban con la quintaesencia del sistema, contradicen sus orígenes. Si no lo hacen, se quedan fuera si finalmente hay gobierno. Grillo ha optado por condicionar el gobierno, de imprimir un sello de “sostenibilidad” y así que los electores les asocien con el ecologismo en un momento en que ese sello vende. Han de ratificarlo sus bases en referéndum. Si hubiera ahora elecciones, los ‘grillini’ sufrirían un batacazo histórico.

En resumen, es un buen momento para un gobierno de unidad, encabezado por un tecnócrata, en Italia, con gran respaldo parlamentario, con el fin de que el reparto del fondo de rescate de la UE, 209.000 millones de euros, sirva para dinamizar la economía. Ahora SuperMario tiene como misión salvar a Italia en tiempos de pandemia. Solo no podrá hacerlo. Necesita que se sumen los mejores.

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