FERNANDO NTUTUMU
¿Imaginas un mundo en el que el la expresión «el tiempo es oro» se diese de manera casi literal?
In Time nos traslada a uno en el que esto es así, a un mundo en el que, para las transacciones de carácter económico, no se utiliza dinero al uso o el trueque, sino el tiempo de vida. Tanto dinero/ tiempo tienes, tanta vida te queda.
Los personajes nacen y crecen con normalidad durante 25 años y, una vez alcanzada esta edad, dejan de crecer y adquieren una apariencia que se mantendrá hasta su muerte. Desde esta edad, les es concedido un año de vida que deberán aprovechar para sobrevivir de la manera que crean conveniente. Al final, lo que se convierte en verdaderamente esencial para las vidas de los personajes pobres, es impedir que su marcador se quede a cero, puesto que un marcador a cero equivale a morir fulminante e irremediablemente. Y por eso en In Time las personas ricas caminan y las pobres corren, porque estas últimas no tienen (literalmente) tiempo que perder.
In Time describe una realidad con claras referencias a un sistema económico –el capitalista–, el cual es, como es bien sabido, criticado desde la óptica marxista. Este sistema económico es percibido negativamente desde esta perspectiva y descrito como un instrumento ideado, diseñado y aplicado exclusivamente para perpetuar la desigualdad entre clases sociales. Y, precisamente, este es el objetivo del régimen que describe la película. De hecho, una de las frases más impactantes y descriptivas de su mensaje es «Para que unos pocos tengan mucho, muchos tienen que tener poco», lo cual es un claro retrato de una realidad ficticia que –me atrevería a decir– poco diverge de la realidad real (valga la redundancia).
In Time habla, por tanto, de una especie de “capitalismo darwiniano” (como lo denominan en el propio film) cuyo objetivo es que «los fuertes» sobrevivan y «los débiles» perezcan, distinguiéndolos exclusivamente por su lugar de nacimiento. Aquí naces, de aquí eres y, por consiguiente, estas son tus condiciones materiales de existencia. Si las quieres, tómalas; si no las quieres, te las impondremos mediante fronteras.
A diferencia de los habituales primer, segundo y tercer mundo identificados en la vida real (nomenclatura con la que discrepo), la película identifica cuatro zonas separadas y custodiadas por el Estado. Así, In Time hace una interpretación de la verdadera utilidad de las fronteras (zonas), a saber: proteger a la minoría adinerada (inmortal) frente a la mayoría explotada (vulnerable). ¿Qué sería del bienestar de los países mal llamados occidentales si se permitiese el acceso de individuos masivamente a estos? “Para que unos pocos tengan mucho, muchos tienen que tener poco”. Ese es el espíritu a preservar, y el cierre de fronteras europeo frente a la crisis de refugiados y la inmigración de carácter económico lo demuestra: temen alterar su confortable statu quo.
Desde el Estado y las instancias económicas, es decir, desde los imperativos sistémicos –si se me permite traer aquí a Habermas–, se pretende controlar minuciosamente quién atraviesa las fronteras, por qué lo hace, con qué capital y qué consecuencias puede tener esto en el sistema (¿hablo de la película?). «Inundar una zona equivocada con ese dinero, podría hundir el sistema»–advierten en la película–; acoger a unos, provocará un «efecto llamada» sobre el resto –amenazan estos días las élites políticas europeas–. Véanse las similitudes.
El protagonista, en su viaje hacia la zona más elitista, atraviesa tres fronteras que, para hacerlo, le exigen el pago de una serie de impuestos: en la salida de los suburbios hacia la primera zona se le requiere el pago de un mes de vida; en el paso hacia la segunda zona, dos meses; y, para acceder a la última, la zona rica y poderosa, un año de vida. ¿No alude esto a los largos y arduos viajes de la persona migrante? Aquí se conjugan sabiamente tiempo y dinero. Son, además, cantidades de tiempo que, sabiendo que la mayoría de los habitantes del suburbio viven literalmente al día, son incompatibles con la posibilidad de moverse libremente.
Otra de las críticas más interesantes se resume en esta frase: “¿Es robar lo que ya fue robado? (…) No lo vea como un robo, sino como una recuperación.” En la última parte de la película, el protagonista y su compañera emulan a Robin Hood –acceden a la zona más rica para quitarle a los ricos y dárselo a los pobres– y, cuando se les acusa de ladrones, como bien dice la frase mencionada, cuestionan que se les pueda llamar así pues, según ellos, es una riqueza (un tiempo) que había sido previamente sustraída a las clases bajas para sustentar la opulencia de las altas mediante impuestos abusivos.
In Time transmite, por tanto, un mensaje en pro de una verdadera justicia social. Hace una crítica al darwinismo económico asegurador de la opulencia de unos en base al perecimiento de otros. Al final, parece innegable que, tal y como afirman en la película, “para que unos pocos sean inmortales, muchos deben morir”; sin embargo –y apoyo esta proposición ética– “nadie debe ser inmortal si una sola persona tiene que morir”.
Fernando Ntutumu es politólogo por la UV y máster en democracia y gobierno por la UAM. Consultor en Equàlitat (@Ntutumu)
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Publicado inicialmente en Beerderberg