club de la lucha

Película: «El club de la lucha»

DAVID CÁRDENAS

El Club de la Lucha es una de esas películas que no reciben su merecido reconocimiento cuando se estrenan, pero que con el paso del tiempo se acaban convirtiendo en clásicos de culto. El film de David Fincher cuenta con una multiplicidad de interpretaciones posibles que desde luego no dejan a nadie indiferente. Pero antes de nada, algo de contexto para quien no la haya visto: en la primera parte del film, el narrador (Edward Norton), cuyo nombre no llega a conocer nunca el espectador, nos cuenta lo aburrida y monótona que se ha vuelto su vida. Tras una explosión que destruye su apartamento, se va a vivir con Tyler Durden (Brad Pitt), un carismático vendedor de jabón que acababa de conocer ese mismo día. Queda encandilado por la forma de ver la vida de Tyler, rehuyendo del consumismo y la vida monótona, y juntos fundan un club de peleas callejeras para liberarse de lo mundano. Con el paso del tiempo, su ideología se extiende y su club se multiplica por todo el país por medio de franquicias, que derivan en todo un ejército que comienza a predicar de forma violenta de ver el mundo.

El Club de la Lucha tiene defensores acérrimos y detractores muy críticos con el contenido violento y anarquista del film, pero es innegable que es una obra cargada de enseñanzas sobre el consumismo, el nihilismo o el capitalismo, entre otras cosas, que requieren un cuidadoso análisis. Aunque el film esté repleto de citas célebres, aquí vamos a disgregar todas sus enseñanzas en siete frases clave:

1. “Todo es una copia de una copia de otra copia”

El narrador siente una enorme insatisfacción por su trabajo como inspector de seguros. Su labor consiste en analizar coches siniestrados para negar el derecho a indemnización a las familias de los fallecidos en accidentes de tráfico y así ahorrar millones a su compañía. Ello le ha deshumanizado con el tiempo, haciendo crecer su “yo” consumista en detrimento de su “yo” sentimental. Cadenas de montaje, modas, globalización, consumismo… todo ello contribuye a la homogeneización de las personas. Nuestro deprimido narrador acaba desarrollando insomnio ante el vacío de su vida diaria, hasta el punto de serle difícil distinguir entre sueños y realidad: “Con el insomnio, nada es real. Todo está muy lejos”. Además, los continuos viajes en avión de ciudad en ciudad por motivos de trabajo le han arrebatado todo sentimiento de pertenencia y arraigo: la única gente con la que se relaciona en su día a día son pasajeros de avión, a los que denomina ingeniosamente “personas monodosis”.

2. “Ilusión de seguridad. ¿Para qué la salida de emergencia a 10.000 metros de altura?”

Los individuos y las comunidades vivimos en una completa ilusión de seguridad y, como consecuencia, hemos construido una nueva realidad social adoptando prácticas comunes e ideas que afectan a nuestro día a día, como señala Ulrich Beck. Escuchar las charlas de las azafatas de vuelo y leer las instrucciones del procedimiento en caso de emergencia en un avión no nos hace perder libertades, claro, pero la lucha contra el terrorismo y el control de fronteras, por ejemplo, conlleva que los estados controlen el movimiento de personas y la libertad de expresión. Vivimos como si se pudiera estar seguro en todo momento, pero la realidad es que hay cosas que escapan a nuestro control. Esa falsa ilusión de preservación de su vida es una de las razones por las que el narrador continúa sobrellevando una vida que no le hace feliz: si aceptara que va a morir, cambiaría su vida. “Tienes que saber, no temer, saber, que un día vas a morir”.

En su obra Así habló Zaratustra, Nietzsche utiliza una metáfora para explicar las transformaciones de la mente del hombre, consistente en tres fases: camello, león y niño. A estas alturas de El Club de la Lucha el narrador sigue siendo el camello. Mientras que este animal lleva la carga de sus jorobas, el personaje de Norton lleva una pesada carga conceptual y moral, viviendo en un mundo donde valores decadentes se han vuelto sinónimo de esperanza y de felicidad. Nietszche criticaba de esta forma sobre todo al cristianismo y su promesa de una vida más allá de la muerte a cambio de sacrificio y sufrimiento. En el film, el narrador cree que sufrir toda la vida con un trabajo y una forma de vivir que no le hace feliz es un precio necesario para ser considerado un ciudadano “decente”, y parece creer que llevar esta carga le deparará “algo bueno” en un hipotético futuro. ¿Te suena esta forma de pensar?

3. “Las cosas que posees acaban poseyéndote”

Una de las mayores críticas del film va dirigida contra la sociedad de consumo, mostrándonos a nuestro protagonista llenando su vacío interior con ropa de marca y muebles de IKEA que no necesita y buscando comprar objetos que le definan como persona. “Como tantos otros, me había convertido en un esclavo del instinto casero de IKEA”. En nuestra sociedad es fácil volverse un shopaholic y acumular objetos que queremos pero no necesitamos. Acabamos cuidando mejor nuestros objetos que a nuestros amigos, pintando cada rayadura de nuestro coche, actualizando constantemente nuestros productos tecnológicos, y adquiriendo cada vez más bienes innecesarios, como ropa que otorgue un cierto estatus o cosas que estén de moda.

Una de las conversaciones entre Tyler Durden y el narrador en el primer acto de la película resume perfectamente la forma de pensar impuesta por la sociedad de consumo:

—Sabes qué es un nórdico?

—Un edredón.

—Simplemente una sábana. ¿Por qué los tipos como nosotros sabemos lo que es? ¿Es esencial para nuestra supervivencia en el sentido más estricto? No, ¿qué somos entonces?

—No lo sé. Consumidores.

—Consumidores. Somos derivados de una obsesión de estilo de vida.

Aunque no es fácil darse cuenta al principio, puede interpretarse como una crítica a la supuesta feminización de la cultura occidental y cómo desmasculiniza al hombre. Por eso el narrador y Tyler pelean, para volver a sentirse libres. Dejan salir su lado más “primitivo”, en cierto sentido, dando rienda suelta a su agresividad, como prescribe Nietzsche, para dejar de lado la “moral de esclavo”. “Somos una generación de hombres criados por mujeres. Me pregunto si otra mujer es lo que necesitamos de verdad.”

4. “La autoperfección es simple masturbación”

Creemos que mejoramos nuestro “yo” haciéndonos físicamente más atractivos, memorizando datos interesantes o adquiriendo coches, casas u objetos que aumenten nuestro estatus socioeconómico. Pero en el fondo sólo nos damos placer a nosotros mismos de forma momentánea y menos satisfactoria a largo plazo que si logramos el halago sincero de otra persona hacia nuestro “yo” real, al igual que ocurre con la masturbación comparada con tener sexo. Tyler Durden tiene una ideología clara: el perfeccionismo es para los débiles y la autodestrucción es la única forma de ser feliz. En medio de una salida nocturna, Tyler y el narrador comienzan a enzarzarse en peleas a las afueras de un bar para sentirse libres y empujar sus límites. A medida que las peleas se vuelven populares y congregan a más gente, deciden formar un “club de la lucha”. En principio se trata de un club clandestino, pero en poco tiempo se crean franquicias en todo el país y se vuelve un movimiento anarquista.

“Yo digo: deja de ser perfecto. Yo digo: evolucionemos.” Para Nietzsche, el siguiente paso de la evolución del hombre es el übermensch (superhombre), un hombre capaz de generar su propio sistema de valores, que se deja llevar por sus pasiones y sus sentimientos y que combate la “moral del rebaño”, la moral impuesta.

Pero para lograr esta evolución es necesario dejar de querer ser perfecto en el sentido impuesto por los valores colectivos. En este caso, esos valores colectivos son el consumismo y la idea del “ciudadano decente” que sigue el camino de sus padres o la moral impuesta por el cristianismo. “¡Cállate! Nuestros padres fueron modelos de Dios. Si ellos nos fallaron, ¿qué te dice eso de Dios?”. Y según Durden, el camino correcto no es la autoperfección, sino la autodestrucción.

5. “Sólo cuando perdemos todo, somos libres de hacer lo que queramos”

(Alerta de spoiler) Al final de la película descubrimos que Tyler Durden (Pitt) es un producto de la imaginación del narrador (Norton) debido a su esquizofrenia. Es su alter ego, la persona que el narrador querría ser si tuviera el valor de liberarse de lo cotidiano y lo mundano, dejar su trabajo y las posesiones materiales y perseguir lo que de verdad anhela. Fue él mismo el que hizo explotar su lujoso apartamento lleno de ropa de marca, actuando como Tyler.

Nietzsche planteó que el hombre no debe contentarse con un estado de la mediocridad, sino que debe buscar la perfección, empujando sus límites y tomando riesgos. Y Tyler es esa perfección para el narrador, es un hombre liberado de sus ataduras, con libertad para hacer cualquier cosa ahora que no tiene que preocuparse de amueblar su piso o de llenar más su armario. De hecho, el club de la lucha que da su nombre al film y que crean el narrador y su alter ego es una extensión de esta ideología.

“El tocar fondo no es un retiro de un fin de semana, no es un maldito seminario. Deja de intentar controlarlo todo y déjate llevar de una vez. Suéltate.” Es en este momento, en la mitad de la película, cuando nuestro narrador se independiza moralmente y se convierte en el león de la metáfora de Nietzsche. Deja de ser el camello en el momento en el que adquiere criterio propio, cuando deja de estar rodeado de gente vulgar con valores vulgares que alienaban su juicio. Si bien es cierto que hacía todo lo que le decía Tyler, recordemos que Tyler era él mismo.

6. “La publicidad nos hace desear coches y ropa, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Crecimos con la televisión, que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.”

Mientras más nos acercamos al final de la película más se acerca el narrador a convertirse en el niño de la metáfora de Nietszche. El niño es ese nuevo comienzo “desde cero”, la creatividad pura y espontaneidad del espíritu, al que no se le puede imponer ninguna clase de juicio de valor, ya que está aislado de todo sistema de valores tejido por las sociedades. El narrador quería eso para sí mismo, evadirse de la televisión, la publicidad y el consumismo, aunque Tyler fue más lejos e intentó imponer esta evolución a todos. Sin embargo, se quedó atrapado en el nihilismo y obvió el último paso para convertirse en “superhombre”: crear el mundo nuevo.


Al principio de la película, el personaje de Norton nos cuenta cómo sobrelleva una vida aburrida y monótona, cumpliendo con lo que se espera de cualquier persona: universidad, casa, trabajo. Tiene un empleo que no le satisface y llena ese vacío interior llenando su armario de ropa de marca y su salón de muebles de IKEA. No logra la superación de este estado hasta que deja de internalizar las presiones externas de la sociedad, hasta que deja de creer que sus posesiones materiales definen su persona. Cuando crea el
alter ego de Tyler, logra de verdad la libertad. Un poco más adelante en el film, Tyler funda Project Mayhem (sin que el narrador lo sepa), una organización de corte sectario que se dedica a reclutar miembros para llevar a cabo ataques cada vez más elaborados contra corporaciones financieras estadounidenses. La ideología que mueve a esta organización no es otra que el anarquismo: Tyler pretende que el mundo comience “desde cero”, sin bancos ni multinacionales y en cierto sentido sin ley o con una interpretación más laxa de la misma.

7. “Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos”

La película acaba con una escena icónica y cargada de simbolismo, con el narrador y Marla, la mujer a la que verdaderamente ama, cogidos de la mano (al sonido de The Pixies) observando el derribo de todos los edificios de corporaciones financieras y multinacionales, de forma similar al derribo de los ídolos y las “verdades” en la obra El crepúsculo de los ídolos de Nietszche. Las últimas dos o tres generaciones en Occidente son probablemente las primeras de la historia en vivir en paz y sin amenazas directas y constantes a la vida, con comodidades nunca antes disfrutadas. Sin un enemigo común dado por una gran guerra o acontecimientos políticos y sociales con visos de cambiar el mundo y que nos involucren activamente, el sentido de nuestras vidas tenemos que proporcionarlo nosotros enteramente. Así, corremos el riesgo de estar desarraigados al no sentir que pertenecemos a una causa mayor que la nuestra. En la primera mitad de la película nuestro narrador sufre precisamente este drama, y para tratar de satisfacer su necesidad de relaciones personales, se vuelve adicto a grupos de terapia y apoyo a enfermos de cáncer testicular, VIH, tuberculosis y demás enfermedades que no padece. “A Bob le gustaba porque creía que me habían extirpado los testículos también”: por medio de su mentira, establece vínculos emocionales con desconocidos creando una falsa empatía. Se da cuenta de que cuando los demás piensan que vas a morir, dejan de centrarse en sí mismos por un instante y le escuchan, dejando que se desahogue. “Cuando creen que vas a morir la gente te escucha en lugar de esperar su turno para hablar”.

Bibliografía:

  • DOUGLAS, ANN., The Feminization of American Culture, Anchor Books, 1998
  • BECK, U., Risk Society: Towards a New Modernity. Sage. Nueva Delhi, 1986.
  • NIETSZCHE, F., Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, Madrid, 2003
  • NIETSZCHE, F., El crepúsculo de los ídolos, Alianza Editorial, Madrid, 2013
  • PALAHNIUK, C., El club de la lucha, Contemporánea Ediciones, Madrid, 2006

Publicada originalmente en Cámara Cívica.

David Cárdenas es Politólogo, Máster RRII y Estudios Africanos y Máster en Comunicación política (@DavidDolbear)

Publicado en Beerderberg

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