Netanyahu y la vacuna electoral

ROGER ROSICH

El próximo 23 de marzo Israel regresa a las urnas. Otra vez. Algunas cosas, pero, se han movido en la política israelí en los últimos meses, siempre manteniendo a Netanyahu al centro.

Con cuatro millones y medio de israelís vacunados (con el ritmo al que van, esto quedará desfasado muy rápido), Benjamin Netanyahu está utilizando la vacuna contra la Covid-19 como ha utilizado los misiles en el pasado. Con la población vacunada, se permite ajustar y reducir las restricciones. La campaña de vacunación es su principal arma electoral: es un claro éxito en las cifras de incidencia de la pandemia y un caso de referencia para todo Occidente.

Con unas elecciones que le coinciden con su vuelta a los tribunales, Netanyahu necesita la vacuna. Él se declara inocente y mantiene su discurso que el deep state va contra él y que los jueces y los periodistas de izquierdas le acosan.

Su otra arma electoral es intentar conseguir votos entre los árabes; y lo hace con una medalla y dos propuestas: la medalla son los pactos de nueva cordialidad con distintos países árabes, Trump mediante; y las propuestas son, en primer lugar y por primera vez, situar a un árabe en la lista de su partido, el Likud, y prometiendo que será ministro en la próxima coalición de gobierno; y en segundo lugar fichar a un general árabe para doblar la curva de violencia y crimen dentro de la comunidad árabe israelí.

Con todo esto, en todos los sondeos queda, de nuevo, en primera posición, dándole unos 29 escaños (ahora tiene 37). Cada vez se le pone más complicado seguir gobernando la nación hebrea.

Los dos partidos ultraortodoxos (UTJ y Shas) y la ultraderecha de Yamina pueden ser sus principales avales para formar gobierno, pero si no consigue otros, por primera vez puede no ser suficiente… Yamina sube en las encuestas (pasaría de 3 a 10/12 diputados) porque su líder, Naftali Bennett, ha sabido colocar su discurso contra la gestión de la pandemia (la vacunación es un éxito, pero la primera etapa de la Covid fue un desastre). Recoge a los votantes de ultraderecha que vieron como Netanyahu pactó con “la izquierda” para mantener el poder.

Además, la convocatoria electoral generó una ola de nuevas formaciones políticas en la búsqueda del “Centro Perdido”. Después del éxito desintegrado de Blanco&Azul, la formación que lidera el general Benny Gantz, se presentaron diversos candidatos con voluntad de formar consensos a su alrededor. Un ejemplo de ello es el alcalde de Tel Aviv, Ron Huldai; pero él, como todos, se retiró con sus intentonas a cuestas. Y para Gantz, que se presenta después de inmolarse pactando con “Bibi” Netanyahu, las expectativas electorales están alrededor de cuatro o cinco diputados.

La formación de centro-derecha (siempre con el prisma Israel) que más daño hace a Netanyahu es la escisión del exministro Gideon Sa’ar, que hasta hace poco era un posible sucesor del líder del Likud. Harto de él y en confrontación directa, Sa’ar creó su nuevo partido, Nueva Esperanza (al que las encuestas dan unos 13/14 diputados). Una formación que será una capa más de erosión del torreón de Netanyahu. No es el primero ni el segundo ministro que se separa de su Likud para iniciar un nuevo partido; en una laminación de su formación que hasta ahora ha sido una leve brisa para el primer ministro.

La Nueva Esperanza de Sa’ar se quiere presentar como el Likud alternativo y centrista y la Yamina de Bennett como el Likud de ultraderecha sionista. Likuds distintos y, claro, sin Netanyahu al frente.

Netanyahu es a la política israelí lo que fue el Berlusconismo a la política italiana durante tres décadas: el eje rector, los partidos contra Berlusconi, los aliados de Berlusconi, los Berlusconi friendly, los despechados de Berlusconi…

La Nueva Esperanza y el partido de centro del periodista Yair Lapid (Yesh Atid), que hace tiempo que trabaja para ser la auténtica alternativa al primer ministro, serán seguramente el segundo y el tercer partido de los comicios. Y podrían entenderse, buscando una coalición parlamentaria del “todos contra Netanyahu”: una coalición que podría sumar los votos de izquierda de Meretz, de la formación rusófila y secularista de Avigdor Lieberman, los de la unión de partidos árabes y los de los laboristas. Unos laboristas de nuevo inquebrantablemente enfrentados a Netanyahu, con Merav Michaeli al frente, su nueva, joven y feminista líder. No es Golda Meir, pero puede dar algo de nueva vida a un partido que caminaba a su extinción de la Knéset.

¿Conseguirá Netanyahu con todo esto formar gobierno por sexta vez? ¿Será suficiente? ¿O después de ganar todas las batallas, puede perder esta guerra por desgaste? ¿Servirán todos los votos anti-Netanyahu para frenar al primer ministro que consiguió los “Acuerdos Abraham”, estableciendo relaciones con los Emiratos Árabes y Baréin? ¿Será suficiente la vacuna?

 

Roger Rosich es asesor en comunicación política e institucional (@rogerosich)