LAURA DÍAZ VALLESPINÓS
“La normalización de la discriminación es un fenómeno común cuando no se ha conocido nada más. Un primer despertar ya es admirable – experimentar la propia vida con el conocimiento de que el trato que mereces es otro. Aún más admirable es proveer este despertar a los demás. Múltiples autoras han contribuido a este amanecer colectivo, entre las que destaca la escritora canadiense Margaret Atwood” (Ottawa, 18 de noviembre de 1939).
Margaret Atwood se inició como novelista con la publicación en 1969 del libro “La mujer comestible”. Bautizado por ella misma como “protofeminista” – término que no suele ser del agrado del feminismo moderno –, la obra explora la infelicidad de una mujer y la disociación que experimenta con su propio cuerpo. A todas luces, una trama poco popular en los años 60 que, no obstante, la sitúo en el foco del panorama editorial. Hoy, más de 50 años después, Atwood cuenta con más 60 obras publicadas y varios reconocimientos y premios literarios. A título de ejemplo, fue ganadora del prestigioso Premio Booker por su novela “El Asesino Ciego” (2000) y “Los Testamentos” (2019) y recibió en 2008 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Pero quizás más destacable fue su nominación al Premio Nobel de Literatura en 2017, cuando el ganador Kazuro Ishiguro, escritor de “El Gigante Enterrado”, llegó incluso a disculparse por ser premiado en su lugar.
Más allá de todo galardón, el público ha recompensado a Atwood describiéndola a menudo como “profeta”, siendo el objeto de algunos de sus libros la proposición de distopías que, para la desgracia de muchos, parecen estar materializándose en nuestras sociedades contemporáneas. Su libro más conocido fue publicado en los ochenta bajo el título “El cuento de la criada” y sugiere una futura sociedad totalitarista, teocrática y patriarcal en la que valor y los derechos de las mujeres se encuentra supeditados a su fertilidad, propiedad del Gobierno.
Si bien la autora se ha resistido a veces a denominar la obra como “feminista”, lo cierto es que encontramos denuncias al pasado, presente y futuro de la misoginia en cada una de sus páginas. El pasado nos recibe ya en la propia dedicatoria: el libro está parcialmente dedicado a Mary Webster, quien fue acusada de brujería a finales del siglo diecisiete y a quien Atwood recuerda también en uno de sus poemarios – en el que manifiesta el terror vivido por las mujeres que eran asesinadas por pretender ser y vivir por ellas mismas.
I was hanged for living alone
for having blue eyes and a sunburned skin, tattered skirts, few buttons, a weedy farm in my own name, and a surefire cure for warts; Oh yes, and breasts, and a sweet pear hidden in my body. Whenever there’s talk of demons these come in handy. (Half-Hanged Mary, 1995) |
Fui ahorcada por vivir sola
por tener los ojos azules y la piel quemada por el sol, faldas andrajosas, pocos botones, una granja de malas hierbas a mi nombre, y una cura infalible para las verrugas; Oh sí, y pechos, y una dulce pera escondida en mi cuerpo. Cuando se habla sobre demonios estos son útiles. |
La propia Gilead, la república ficticia donde acontece la “El Cuento de la Criada”, es una denuncia al presente. Esquivando las acusaciones de exageración o dramatismo, Atwood ha incidido reiteradamente en que todas las prácticas misóginas que se presentan en el libro parten de situaciones vividas por miles de mujeres en distintos lugares del mundo – siendo Gilead, una mera relocalización de todas ellas. Es por esta razón que la autora rechaza que su novela pueda ser tildada de ciencia ficción.
Que Gilead pueda ser solo el espejo de un mundo en el que ya vivimos ha causado estupor en quienes han tenido la oportunidad de discutir la obra con su autora. “¿Dónde?” preguntan, “¿Dónde se fuerza a las mujeres a tener hijos?”. En una reciente entrevista en un programa de televisión estadounidense, Atwood se limitó a contestar con sorna “¿Qué siglo le gustaría visitar? ¿Qué país le gustaría visitar? ¿Qué estados de los Estados Unidos le gustaría visitar?” [1]. Esta apreciación gana especial relevancia a la vista del reciente cambio legislativo aprobado por el estado de Texas, y que supone una clara disminución de los derechos reproductivos de la mujer – lo que ha hecho que la prensa y los activistas comparen dicho estado con la distópica Gilead. En el futuro late la amenaza velada de que dicha profecía pueda pronto materializarse.
La aportación de Atwood al feminismo es innegable, si bien su figura dentro del movimiento es controvertida. En múltiples ocasiones Atwood ha mostrado su incomodidad con la etiqueta, bien por considerar que sus ideas no siempre comulgaban con las de ciertas corrientes del movimiento, bien porque las consideraba simplemente posiciones racionales, lógicas. A ojos de quien escribe, esta resistencia a identificarse totalmente con un movimiento no es sino una protección al pensamiento propio y una voluntad de alejarse de la impostura. Atwood es vicepresidenta del PEN Club International, una asociación global de escritores que promueve la libertad de expresión – lo que demuestra su acérrima defensa del individualismo y libertad de pensamiento.
Su posición dentro del movimiento feminista también ha sido cuestionada desde el movimiento #MeToo después de que, en 2016, la autora firmase una carta abierta reclamando el derecho a un proceso judicial justo del escritor Steven Galloway, quién había sido despedido de la Universidad de British Columbia tras ser acusado de agresión sexual. La respuesta de Atwood a las críticas recibidas durante este proceso llegó en enero de 2018, con la publicación de otra carta abierta titulada “Am I Bad Feminist?” (“Soy una mala feminista?”). En ella, Atwood afirmaba sobre su previo reclamo: “el propósito nunca fue aplastar a las mujeres. ¿Por qué la responsabilidad y la transparencia se han enmarcado como antiéticas a los derechos de la mujer?” [2]. Irónicamente, mientras algunos cuestionaban su feminismo, Atwood confrontaba a la vicepresidenta de Argentina en relación con el debate del aborto que en 2018 vivía el país – “fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Esclavitud” [3].
El feminismo de Atwood puede ser puesto en duda, incluso por ella misma, pero ello no debería distraernos de lo más importante de su contribución literaria: el valor que sus obras han tenido para el movimiento y el activismo que hoy en día sigue llevando a cabo para la defensa de los derechos de la mujer. Si bien podemos discrepar con ella en varias de sus declaraciones o posturas, en algo debemos todas darle la razón: “Una guerra entre mujeres, (…), siempre es del agrado de quienes no desean el bien de las mujeres.” [4].
Laura Diaz Vallespinós es Abogada de Litigación y Arbitraje. Diploma en Estudios Legales por la Universidad de Oxford. Máster en Derecho Internacional de los Negocios.
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Leer todo el monográfico 17: Pensadoras feministas
[1] ‘Margaret Atwood Talks Real Life Gilead Events | The View’ (The View, 20 de septiembre de 2019), disponible en https://www.youtube.com/watch?v=jyYLVeZIrO0
[2] “Am I a Bad Feminist”, Margaret Atwood (The Globe and Mail, 13 de enero de 2018), disponible en https://www.theglobeandmail.com/opinion/am-i-a-bad-feminist/article37591823/
[3] “Margaret Atwood le responde a Michetti : « ¿Un estado esclavista ? » (UNO Santa fe, 9 de julio de 2018), disponible en https://www.unosantafe.com.ar/politica/margaret-atwood-le-responde-michetti-un-estado-esclavista-n2108676.html
[4] Ver nº 2.