“Los partidos populistas capturan parte de la frustración de la juventud”: entrevista a Ariane Aumaitre

Ariane Aumaitre es investigadora en el departamento de Ciencias Políticas y Sociales del Instituto Universitario Europeo en Florencia. Ostenta estudios en la Universidad de Maastricht
y un máster en Análisis de Políticas Públicas Europeas por el Colegio de Europa en Brujas. Sus investigaciones versan por temas tan diversos como la sostenibilidad del Estado de Bienestar, la integración económica europea o la política económica de la Unión Económica y Monetaria. Uno de sus últimos trabajos académicos es “La generación de la doble crisis”, que fue realizado junto a Jorge Galindo para EsadeEcPol, el centro de Políticas Económicas de Esade. (@ariamsita)

Entrevistado por Carlos Magariño

En el paper “La generación de la doble crisis”, habla de la brecha socioeconómica existente entre la generación nacida entre 1985 y 1995 y su anterior (1975 – 1984). ¿Es cierto que las generaciones actuales viven peor que sus predecesoras? ¿Cuáles son las razones principales para haber llegado a esta coyuntura?
Efectivamente, los datos que analizamos en el estudio nos muestran cómo, a lo largo de la veintena, esta generación que hemos bautizado como la de la “doble crisis” se encuentra con niveles de empleo e ingresos marcadamente menores que los que tenía la generación predecesora a la misma edad. Esto es algo que tiene que ver con las circunstancias económicas en las que cada generación se incorpora al mercado laboral (una generación se incorpora en plena burbuja mientras que otra lo hace en el apogeo de la crisis), pero también está relacionado con el panorama institucional y regulatorio que encontramos en cada país. En el sur de Europa, las tasas de desempleo juvenil son estructuralmente muy elevadas, por ejemplo, y la calidad de los empleos es baja.

¿Cuáles son los elementos diferenciales que han provocado que los jóvenes del sur de Europa tengan una peor situación sociolaboral que sus vecinos del norte? ¿Qué tiene su estructura económica y por extensión su mercado laboral y qué no tiene el nuestro?
En el paper mostramos, efectivamente, cómo esta brecha generacional sólo se produce en los países del sur, pero no está presente en otros países europeos (en el documento final nos quedamos con el caso de Alemania como comparación, pero los datos eran similares para otros países como Suecia). Dos factores interactúan aquí. Por una parte, la crisis de 2008 fue especialmente dura con los países del sur: por ello, es hasta cierto punto normal que el impacto generacional fuera mayor aquí. Pero como apuntas, el mercado laboral juega un rol importante: en el sur de Europa encontramos niveles de precaridad y dualidad laboral especialmente elevados, donde aquellos trabajadores que aún no han entrado en el sistema (jóvenes, ‘outsiders’…) se encuentran ante condiciones precarias, empleos de baja calidad y enormes dificultades para desarrollar una carrera profesional. También tenemos, por ejemplo, un sistema de políticas activas de empleo muy orientado a que las empresas contraten, pero que se centra muy poco en acompañar al trabajador y tratar de adaptarlo a las necesidades cambiantes de la economía.

¿Qué reformas debe realizar un país como España en el futuro para proporcionar a su juventud mayores y mejores perspectivas sociolaborales?
Creo que existen pocas dudas sobre el hecho de que las principales reformas para los jóvenes deben partir de nuestra regulación y políticas laborales. Necesitamos que el sistema deje de mirar hacia otro lado ante la elevadísima dualidad laboral. En el paper, proponemos un contrato unificado con una indemnización por despido que aumente de manera marginalmente decreciente (cada nuevo año incorpora una cantidad progresivamente menor al coste de despido), algo que incentivaría a las empresas a optar por relaciones laborales más estables.
Como avanzaba antes, España debería repensar también sus políticas activas de empleo, orientándolas en mayor medida orientada al mercado de la formación a lo largo del ciclo vital, con particular énfasis en las nuevas generaciones que no completaron educación superior. Esto permitiría fomentar la contratación y generar oportunidades mucho más allá de la duración delimitada de una subvención a la contratación por parte de una empresa.
Por último, en un contexto laboral que probablemente nunca vuelva a ser tan lineal y estable como lo eran las economías industriales, no debemos olvidar el rol del Estado de Bienestar. Es necesario que nuestro sistema de protección social, actualmente muy poco orientado hacia los más jóvenes, ponga un énfasis mucho mayor en tejer una red de seguridad a la que aferrarse durante las frecuentes transiciones laborales que existen en un clima de precariedad.

Aún ser uno de los principales problemas de un país como España, ¿por qué en el tablero político actual la cuestión de la precariedad juvenil no está en primera línea de debate?
Este es un tema sobre el que hemos debatido muchísimo, tanto a la hora de elaborar el estudio, como en posteriores presentaciones o podcasts que hemos llevado a cabo sobre el tema. Creo que a todos los que hemos estado involucrados en esta investigación nos encantaría tener una respuesta para ello, porque eso significaría que estamos más cerca de una solución. Lo cierto, sin embargo, es que solo se me ocurren hipótesis, de las que destacaré dos. En primer lugar, diría que la población no tiene en mente cuál es el “paquete de medidas” que habría que defender para los jóvenes, como sí lo tiene para otros colectivos (tal vez el de los pensionistas sea el más claro). Creo que hay cada vez más una sensación generalizada de que algo falla con la juventud, pero como se trata de una necesidad relativamente nueva, no siempre sabemos qué defender a la hora de pedir más medidas. Y esto puede restar prevalencia en el debate. Esto enlaza con la segunda hipótesis: políticamente es mucho más rentable apostar por intereses que ya están organizados, y que la mayoría de población percibe como justos (pienso de nuevo en las pensiones) que apostar por ideas mucho más difuminadas con un público mucho menos claro.

¿Los populismos han aparecido como una vía de escape para la frustración de la juventud? ¿Son una manera efectiva de incorporar la problemática en la palestra mediática?
Creo, sin duda, que los populismos capturan frustración, y los datos demográficos de quiénes votan a partidos populistas efectivamente apuntan a que parte de esta frustración que capturan es la de la juventud. Sin embargo, no diría que es una manera efectiva de traer estos intereses al debate público. Como apunta mi coautor Jorge Galindo, parte de la fortaleza de movimientos populistas es su capacidad de ser muy transversales en sus críticas al sistema, en la expresión de que algo falla. Pero en esta transversalidad, lo que pierden es precisamente la capacidad de articular esta frustración en demandas concretas, que probablemente dividirían a su electorado. Y, como comentaba más arriba, creo que resultará muy difícil llegar a políticas verdaderamente efectivas para la juventud si no somos capaces de articularlas en demandas concretas.

¿Cree que la pandemia surgirá como una especie de destrucción creativa que servirá para reformular la estructura económica actual de los países del sur o, por otro lado, todo seguirá igual después de la ansiada recuperación?
Soy por naturaleza optimista, y desde el principio de esta pandemia he querido ver en esta situación una ventana de oportunidad hacia mejores políticas. En España, por ejemplo, hemos visto como la situación de emergencia aceleró la aprobación del Ingreso Mínimo Vital, una reforma estructural de nuestro sistema que debería haber sucedido hace años. También estamos viendo como cada vez más voces exigen una mejora en las políticas de conciliación, si bien el gobierno apenas ha hecho nada al respecto. Pero estamos viendo cosas moverse, tanto políticas como intereses. También vemos cada vez más titulares reclamando que se mejore la situación de los jóvenes, y los datos de cómo está afectando este año de pandemia a este colectivo dejan pocas dudas de que es necesario actuar ya. Por el momento hemos visto poco más que parches, pero aún hay margen para actuar. Sobre todo, los políticos deberían tratar de evitar a toda costa que aquellos jóvenes que pospusieron sus proyectos vitales a causa de la crisis de 2008 no puedan llevarlos nunca a cabo a causa de la pandemia.

 

Entrevista realizada por Carlos Magariño, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra. Miembro del espacio La Cúpula (@cmagfer)