MANUEL RODRÍGUEZ
Esta es una película sobre una manera de hacer las cosas. Sobre espacios donde las instituciones no llegan. Sobre las cloacas del estado. Sobre lo que se dice y sobre lo que no. El Hombre de las Mil Caras cuenta la historia de Francisco Paesa, el agente secreto envuelto en el Caso Roldán y que engañó a todo un país.
Alberto Rodríguez (La Isla Mínima) nos muestra lo que no se ve de la alta política. Una película donde la mentira es el principal ingrediente, de lo grande (engañar a un país), a lo pequeño (engañar a la familia). Incluso el autoengaño tiene lugar. El espectador no puede sino sonreír irónicamente ante embustes tan evidentes como: “Yo no soy Francisco Paesa”.
Basada en el libro de Manuel Cerdán, Paesa: El Espía de las Mil Caras (Plaza&Janés), la película dirigida por Alberto Rodríguez narra los trabajos de Francisco Paesa (Eduard Fernández) para el Ministerio del Interior de España. Entre ellos, la Operación Sokoa (Paesa vendió dos misiles con localizador a ETA, lo que permitió un tremendo golpe a la banda terrorista) o la extorsión a una testigo de los GAL. Pronto aparece Luis Roldán, el director general de la Guardia Civil que saqueó los fondos reservados del Estado. Acude a Paesa para poner a salvo del fisco sus propiedades y 1.500 millones de pesetas. Posteriormente le ayuda a fugarse y a pactar su entrega al Estado español.
Uno de los grandes aciertos de este film reside en que es capaz de mostrarnos la frontera entre la esfera pública y el trabajo en las sombras. Quienes formamos parte del público sólo podemos ver lo que sucede en el escenario, bajo los focos. Sin embargo, hay mucha vida entre bambalinas. La mayor parte de la acción de esta película corresponde a ese trabajo en el backstage, donde se cocina todo para que luego nos creamos la mentira cuando los actores suben a platea. Para ello, Alberto Rodríguez incorpora imágenes reales de archivo, especialmente telediarios que contaban a su modo lo que se sabía y lo que se creía que se sabía sobre el caso de Luis Roldán.
La misma elección de los personajes difumina la frontera entre realidad y ficción: Luis Roldán (Carlos Santos), el ministro Juan Alberto Belloch (Luis Callejo) o el mismo Francisco Paesa. Sujetos reales que hablan de situaciones reales, que comentan las portadas de El Mundo o ven los reportajes de la revista Interviú (quienes por cierto encontraron a Paesa en 2005). Y pese a todo, en ningún momento se hace referencia a grupos políticos o al Presidente del Gobierno. Como explicó el director de la película: “Esto no es una película contra el PSOE, es contra la mala política.”
Y es que el cine de Alberto Rodríguez no suele poner la política en el primer plano, pero está. En Grupo 7 se narraban las malas prácticas policiales que rodearon a la Expo 92 en Sevilla; en La Isla Mínima veíamos una investigación policial que escondía realmente los fallos de una inacabada transición a la democracia; y en El Hombre de las Mil Caras vemos una historia de corrupción que habiendo ocurrido hace veinte años, “podría aparecer en el periódico de mañana”. Las tres películas comparten el hecho que hay lugares donde el Estado de Derecho no llega, es insuficiente o hay poderes que le disputan su autoridad. ¿Qué ocurre con nuestras instituciones si no estamos mirando?
En cuanto a los actores, destaca el protagonista, Eduard Fernández, que ha creado a un Francisco Paesa complejo, ese tipo serio con un cigarrillo caído en la boca que lo mismo puede permanecer con cara de póker que mirando con sorna. Esta interpretación le ha valido la Concha de Plata a Mejor Actor en el Festival de Cine de San Sebastián. En su discurso de recogida del premio resumió perfectamente la película: “Esta película que hemos hecho sobre un libro en el que hay verdades y hay mentiras. Y hay verdades y mentiras en esta película de mentirosos contando tantas mentiras”.
La película es a ratos lenta, pero a pesar de la complejidad de la historia, es fácil seguir el hilo. Los trabajos de Paesa, la evasión del dinero de Roldán, su fuga… Mucha información, pero fácil de procesar. Hasta el punto de que muchas conversaciones del principio de la cinta cobran pleno sentido al final, cuando nos hemos familiarizado con nombres, fechas y lugares (Madrid, París, Ginebra, Singapur…).
Quien quiera ir al cine a ver superhéroes y coches explotando debería pasar de largo. Sin embargo, si desea sorprenderse con un relato sobre cosas que conocemos, pero que nos muestra que hay mucho (¡muchísimo!) que desconocemos… que vaya a ver a Francisco Paesa, el hombre de las mil caras. Y déjese engañar.
Manuel Rodríguez es politólogo y jurista. Promotor de @CamaraCivica. (@manu_corleone).
Publicado en Beerderberg
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