FELO ALEJANDRO JIMÉNEZ PÉREZ
Cuando era niño y escuchaba a mi padre hablar con sus amigos sobre política venezolana, recuerdo quedarme quieto -casi sin respirar, haciéndome el “invisible”- para que no me dijeran que me fuera a jugar. Cuando miraba alguna noticia en televisión que tratase sobre el acontecer político o debate de ideas, lo que pasaba por mi mente era que aquel era un mundo interesantemente complejo: no comprendía muchas de sus palabras, pero le prestaba atención y me despertaba mucha curiosidad.
Y es que la política en Venezuela antes de la llegada del presidente Hugo Chávez al poder, en mi opinión, era una política de contenido, generaba ideas y era rica en programas y proyectos; sus interlocutores personas preparadas que daba gusto ver y escuchar como Arturo Uslar Pietri, Ramón Escovar Salom, David Morales Bello o Eduardo Fernández.
No hablo de que no se hayan cometido errores y menos que fue gracias a eso que el país tuvo los mejores gobiernos de su historia democrática (todos sabemos que no fue así), pero los ciudadanos vivíamos en sana armonía y la relación que teníamos con el estado era de respeto a nuestros derechos tal y como siempre ha prevalecido en las constituciones aprobadas en nuestra nación.
Hoy por hoy esto cambió. Y en los últimos años se ha acelerado la forma en la que los políticos han creado discursos pobres de contenido con un mensaje simplista para los receptores y lo que es peor, también divisionista. Utilizan un lenguaje obsceno, vacío y hasta a veces repugnante, de lado y lado (oficialismo-oposición) solo generan ataques con adjetivos procaces a los contrincantes, olvidándose de que lo que realmente necesita escuchar el país es algo diferente.
Venezuela está sumergida en un clima de incertidumbre ante la crisis actual y justamente esos mensajes -directa o indirectamente- han llevado a las personas a entrar en un clímax de polarización peligroso: si un opositor va a un lugar donde están adeptos del gobierno hasta su integridad física puede correr riesgos y, por el contrario, si un ciudadano conocido o no, se le ocurre vestirse o identificarse como oficialista en un sitio de concurrencia opositora (incluso centros comerciales), podrá ser objeto también de agresiones verbales y físicas.
Pero no me confundan, no digo que sea una forma de hacer política primitiva lo que sucede en Venezuela, eso no es lo que pasa en el país, más bien es una política que por parte del sector gobernante utiliza las más novedosas técnicas de marketing para aplicarlas con estrategias muy bien diseñadas planificando cada mensaje, acción u omisión, para lograr mantenerse en el poder sin que la oposición haya podido alcanzarlo en 18 años.
Los lectores de este artículo se preguntarán: ¿Pero cómo es posible esto de utilizar técnicas y estrategias y todas las encuestas coinciden en un rechazo al gobierno de un 70 %-90 %? La respuesta la encontramos no en el tipo de estrategias que aplican, sino en cómo las usan. Ofrezco a modo de comprensión algunos ejemplos:
¿Quién en cadena nacional en Venezuela o en el exterior a través de noticias no ha visto o escuchado al presidente narrar alguna historia de su niñez, de algún paseo o relatar alguna anécdota en la que el ex-presidente Chávez formó parte? En marketing político esto se llama storytelling, una técnica efectiva para hablar y conectar con las masas debido a que despierta la atención de las mismas. Pero una cosa es el uso y otra el abuso; y cuando el presidente abusa del storytelling utilizándolo en casi todas las apariciones, lo único que consigue es el aburrimiento por parte de los receptores que pierden el interés en el mensaje que realmente se quiere transmitir.
Otra fórmula es el neuromarketing, método que consiste en llegar al subconsciente de los electores apelando a sus emociones. El problema radica en que desde el sector oficialista los mensajes llegan a los receptores no en forma subliminal, sino más bien en algunos casos como mecanismo de presión, de chantaje para recibir comida o como un generador de esperanza que se diluye con el tiempo mientras se espera por un piso, casa o coche. Para ello se implementa un instrumento eficiente llamado carnet de la patria.
Otro ejemplo también lo tenemos en el inbounding marketing, cuando observamos propagandas o en cuentas de redes sociales del gobierno al jefe de estado caminar con el pueblo, abrazar a la gente, dialogar o compartir con parte de la sociedad civil. El inbounding marketing -ahora mucho más con el auge de los medios digitales- es uno de los mejores métodos para conectar con las masas, pero al transmitir los vídeos se evidencia que se editan en planos cerrados o en actos bajo techo y la mayoría de las veces el presidente es el protagonista: describe lo que sucede en el vídeo, arruinando así el efecto del inbounding marketing y de nuevo comete el error de abusar del storytelling.
Como vemos en las líneas anteriores, este mal uso de las técnicas de marketing político, sumado al desgaste en los discursos (mucho tiempo prometiendo y no cumpliendo) y el ofrecimiento de programas que nunca se completan -o no dan resultados positivos- junto con la evidente desmejora en la calidad de vida de los venezolanos, son elementos que hacen evidentes los resultados en las encuestas y que explican el descenso abrumador de la popularidad del gobierno actual.
En política siempre juega más de uno y en el complejo escenario que vive Venezuela la oposición no queda exenta de haber cometido y seguir cometiendo errores que en el mundo político se pagan caro, con la gravedad que en este caso, además, arrastran a la población.
Al analizar las mismas encuestas en las que el gobierno sale tan mal posicionado, observamos como los partidos políticos de oposición corren la misma suerte: no existe un solo partido que supere el 12 % de aceptación o apoyo, y cuando la pregunta versa sobre individualidades, el porcentaje -aunque superior incluso al de las organizaciones políticas- indica que no existe el indiscutible liderazgo de algún político en la nación.
Y es que la política en Venezuela es particular, por eso es que vemos que mientras el gobierno abusa del marketing político y tiene una estrategia muy bien delineada para mantenerse en el poder, incluso cometiendo excesos o hasta cruzar la línea de cercenar y manipular nuestros derechos, la oposición no usa técnica o fórmula alguna. El gobierno habla de programas que vende como fórmulas para salir de la crisis, mientras que la oposición hasta el momento no ha presentado un solo plan de gobierno que señale el camino para el progreso y el bienestar.
Los representantes de los partidos políticos opositores pueden tener las mejores intenciones, incluso algunos han entregado hasta su libertad, pero en su gran mayoría siguen confiando en su “olfato político” y continúan a la espera de un milagro que ni ellos mismos saben cuál será: se toman selfies en las marchas y/o concentraciones y realizan declaraciones así sea con sus mismos teléfonos inteligentes para tratar de conseguir audiencias, entrevistas y/o likes en las redes sociales, sin interpretar el sentir de la población: toman como base del mismo sus intereses personales, hablan de unidad y al mismo tiempo se atacan entre ellos.
Son éstas, entre otras razones, las que explican los resultados tan atípicos en los sondeos de opinión y, de paso, entran en una competencia o guerra por el me gusta en los social media sin darse cuenta que se atomizan en lugar de nuclearse para fortalecer los objetivos que se plantean.
Los venezolanos esperamos ver un cambio en esta particularmente destructiva forma de hacer política. Próximamente se definirá el candidato presidencial de la oposición por primarias o consenso para la elección presidencial de este 2018. La escogencia de un líder para este proceso puede servir para lograr reconectar con las masas subsanando los errores reiteradamente cometidos.
Es necesario un giro de 180 grados que pase por introducir calidad, contenido y respeto en los discursos, debatir y poner en práctica proyectos que busquen beneficiar a la población y colaborar para conseguir que nos reencontremos todos los venezolanos, trabajando unidos con un solo mensaje y una sola misión: Venezuela tiene que ser lo que realmente está destinada a ser, un país de progreso y múltiples oportunidades.
Felo Alejandro Jiménez Pérez es abogado. Consultor en marketing político y comunicación institucional. Miembro activo de AAPC, AVENCOPOL, MPRGROUPUSA, IABA. (@felojimenez)