Raphaël Liogier procede en La guerra de civilizaciones no tendrá lugar. Coexistencia y violencia en el s.XXI a la crítica y desmontaje de la tesis del «Choque de Civilizaciones» popularizada por Samuel Huntington durante la década de los 90 del siglo pasado. Para Liogier, la tesis del enfrentamiento entre civilizaciones es el nuevo rostro de las viejas teorías antropológicas diferencialistas que justifican el racismo como ideología.
Este nuevo «racismo cultural» ha ocupado un lugar preeminente en el imaginario colectivo y en los debates públicos en Occidente. La crisis de los relatos nacionales europeos y de su identidad en el concierto internacional ha supuesto el repliegue de sus sociedades en una puesta en escena colectiva con 4 actores principales: —el pueblo engañado. —el héroe que habla en nombre del pueblo (periodista, político o simple ciudadano). —el enemigo (por excelencia musulmán). —y su aliado, el «tonto útil» (multicultiralista y burgués bohemio).
La guerra de civilizaciones no es más que el guión de esta puesta en escena difundida tanto por los fundamentalistas anti-occidentales como por los populistas occidentales de extrema derecha. Su análisis del Sistema Religioso Mundial y de la hipermodernidad religiosa le permite identificar las tres polaridades que atraviesan todas las religiones tradicionales (espiritualismo, carismatismo y fundamentalismo) que determinan los nuevos espacios de deseo desterritorializados que definen la civilización global y las identidades múltiples en un siglo XXI subsumido en la gran marea de información propiciada por internet y las redes sociodigitales.
Todos los fundamentalistas son partidarios de la tesis del choque de civilizaciones. Y es precisamente porque parte de Occidente y del mundo islámico se ha vuelto fundamentalista por lo que la adhesión a esta tesis es ahora más fuerte que nunca.
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