La comunicación de Bergoglio, entre Francisco e Ignacio

JULIO OTERO SANTAMARÍA

Desde que el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido Sumo Pontífice en marzo de 2013, un nuevo estilo de liderazgo y comunicación han marcado la actual etapa de la Iglesia Católica. El primer Papa latinoamericano de la historia no está dejando indiferente a nadie. El nombre escogido, Francisco, era ya una declaración de intenciones. “El Pobrecillo”, como era conocido el santo de Asís, es el icono más apropiado para sintetizar esa “Iglesia pobre y para los pobres” (1) que el obispo de Roma deseó en una de sus primeras declaraciones públicas.

 

Sencillo y humilde como Francisco de Asís

La humildad y la sencillez son dos virtudes propias de la Orden Franciscana que el Papa ha querido transmitir en este primer lustro de pontificado. La estética sobria de su indumentaria y de la liturgia contrasta con los ecos barrocos de su antecesor. Como explicaba Jim Yardley en ‘The New York Times’ (2). “Unos días después de la elección del Papa Francisco, en la oficina de prensa del Vaticano se sorprendieron al enterarse de que el nuevo pontífice estaba oficiando, de manera inesperada, una misa matutina”. El periodista estadounidense relata que “esta misa se celebraba en la pequeña capilla de la casa de huéspedes del Vaticano donde Francisco decidió vivir, en vez de en el ostentoso Palacio Apostólico como es tradición”. Allí no se dirigió “a los  cardenales de la curia romana, sino jardineros, oficinistas y empleados de limpieza del Vaticano”. “Predicó, sin notas, como si fuera un sencillo sacerdote de parroquia”, agregaba Yardley. Precisamente como “un sencillo sacerdote” quiso presentarse en público por primera vez, vestido de blanco y sin atributo fastuoso alguno.

 

Un Papa cercano a la prensa

Desde su primera comparecencia ante la prensa internacional tres días después del cónclave, Bergoglio ha mantenido una relación abierta y fluida con los periodistas. Es cierto que algunos papas anteriores se esforzaron porque una institución milenaria como la Iglesia hiciera uso de la cultura popular contemporánea y los medios de comunicación de masas para difundir su mensaje. La principal aportación de Francisco es, sobre todo, su cercanía con los profesionales de la información. El principal hito de esta forma de entender estas relaciones tuvo lugar en septiembre de 2013, en el avión que llevaba al Santo Padre de Río de Janeiro a Roma (3). Durante el vuelo atendió de forma espontánea a los periodistas durante hora y media. En esta conversación, Francisco abordó temas polémicos como la homosexualidad o la reforma de la Curia. Esta peculiar rueda de prensa volvería a desarrollarse el pasado mes de agosto en otro vuelo, en este caso de regreso desde Irlanda (4). Queda claro que, además de la cercanía, la transparencia es otro de sus sellos en lo que a la comunicación se refiere.

La antítesis de este modelo comunicacional no lo encontramos tanto en su predecesor, el Papa Emérito Benedicto XVI, como en un personaje de ficción. En ‘The young pope’, una serie de la HBO dirigida por Paolo Sorrentino. En ella, Jud Law interpreta al distópico Pío XIII, un pontífice estadounidense ultraconservador que, como explica Toni Aira, no pretende cuidar su imagen, “sino que pretende resguardarla” (5).

 

Hacia una Iglesia más abierta

Hay un tercer concepto propio del actual papado que sigue la estela de la Orden Franciscana: la apertura. A la vez que la acercaba a los pobres, desde sus primeras intervenciones Bergoglio intenta abrir la Iglesia a los no creyentes y a los colectivos estigmatizados. En la mencionada comparecencia internacional de marzo de 2013, el flamante Pontífice Máximo daba su bendición a quienes cubrían la noticia teniendo en cuenta que muchos “no pertenecen a la Iglesia católica, otros no son creyentes”. Como describe ‘L’Osservatore Romano’, dio “de corazón esta bendición en silencio (…), respetando la conciencia de cada uno”. “Tiene mucho soft power, y no sólo entre católicos”, señaló Joseph S. Nye Jr., profesor en la Harvard Kennedy School, para el citado artículo de Yardley.

La nueva orientación de Francisco ha levantado ampollas entre los sectores más anquilosados de la jerarquía eclesiástica. En 2016 cuatro cardenales plantearon abiertamente la legitimidad de desobedecerle por unos posicionamientos en relación a las madres solteras, los homosexuales o los divorciados (6). “¿Quién soy yo para juzgar a los gays?”, se llegó a preguntar públicamente en aquella primera “rueda prensa aérea”.

Los pobres están en el centro del mensaje del Papa. En sus discursos es fácil encontrar temas tan propios de los franciscanos tales como los que cita Jerónimo Bórbida: “libertad, espíritu, respeto a la persona, fraternismo, etc.” (7). La Regla Primera de San Francisco de Asís sintetiza a la perfección esa Iglesia humilde, cercana y abierta de Bergoglio cuando le pide a sus heremanos que se abstengan “de apropiarse para sí ningún lugar, ni de vedárselo a nadie” (8).

La impronta de los jesuitas

La notable inspiración en el Santo de Asís no debe hacernos olvidar que Bergoglio tomó los hábitos como miembro de la Compañía de Jesús. Al igual que los franciscanos, los jesuitas han mostrado a lo largo de la historia un gran interés por los campos de la comunicación y la educación. En septiembre de 2017 los jesuitas se hicieron oficialmente con la comunicación vaticana. Durante la firma del convenio, monseñor Dario Edoardo Viganò explicó que “el modelo de atención a los usuarios de la comunicación” estaba “en el centro de la reforma de los medios vaticanos, querida por el Papa Francisco”.

Si en sus misiones sudamericanas esta orden logró con diplomacia lo que fuerzas superiores no pudieron ganar con la espada, la capacidad de diálogo del bonaerense le permitió poner de acuerdo a conservadores y progresistas para convertirse en el primer americano en liderar la Iglesia. En plena dictadura militar argentina, su habilidad para mediar y negociar conribuyó igualmente a salvar más de una vida.

El sucesor de San Pedro nunca ha renegado de sus orígenes. “Yo me siento jesuita en mi espiritualidad, en la espiritualidad de los Ejercicios, en la espiritualidad que llevo en el corazón”, confesó en el aeroplano que le traía de vuelta a Italia. Precisamente el autor de los Ejercicios Espirituales, San Ignacio de Loyola, es otro de sus modelos. La disciplina y el profundo conocimiento de cómo funciona el poder no son las únicas claves que el Papa comparte con el fundador de los jesuitas. Según Álvaro Real, la centralidad del concepto de “misericordia” y el convencimiento de que “la Iglesia hoy en este tiempo tiene que ser de puertas abiertas” son el hilo conductor que une a dos figuras que ya han pasado a la historia, no solo de la religión, sino también de la comunicación.

Julio Otero es periodista, Master en Marketing Digital y Master en Comunicación Política (@jotero81).

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Ver todo el monográfico 10: Vaticano, política y comunicación

 

Referencias:

(1): “Una Iglesia pobre y para los pobres”: http://www.osservatoreromano.va/es/news/una-iglesia-pobre-y-para-los-pobres

(2): “Francisco, un Papahumide que quierre cambiar el mundo”: https://www.nytimes.com/2015/09/19/universal/es/perfil-francisco-un-papa-humilde-que-quiere-cambiar-al-mundo.html