JORGE SANTIAGO BARNÉS
Hablar de los instintos y tendencias que los dirigentes políticos protagonizan en su carrera profesional y cuantificar empíricamente cuántos de ellos suelen ser los más positivos para su imagen social es hablar de una parte de la psicología, que además de ser desconocida por los propios dirigentes, es una actuación mental que se escapa al propio control individual.
Arnold Gehlen habla de tres impulsos que desprenden percepciones sociales (imagen) concretas:
- La satisfacción violenta de necesidades que han sido negadas.
- La irreflexión de las acciones impulsivas, lo que induce a que muchas de ellas carezcan de juicio interno.
- La inmediatez en la consecución de los objetivos, lo que origina una precipitación de actos, una fogosidad incontrolada y unos ímpetus de acción indiscriminados que impiden el perfecto y adecuado dominio de los impulsos.
A nivel político estas tres características también son motivo de estudio y análisis. Un control adecuado y pertinente de los impulsos del candidato o gobernante supondrá un mayor conocimiento y comprensión de su mente y con ello una mayor acercamiento a las intenciones de su carácter. El entendimiento de los actos incontrolados ejercidos y desplegados por el propio mandatario permitirá adecuar la actitud del mismo a las circunstancias que se requieran en cada momento y a las situaciones que se aconseje y se recomiende practicar. Su imagen ante los ciudadanos dependerá de su control. Su aceptación social de la adecuación de sus impulsos.
Los políticos son fuentes de tendencias. De acciones personales que sirven de acicate para la consecución de unos determinados objetivos políticos. Las tendencias son fruto de la vitalidad del dirigente. Del dinamismo y fogosidad con la que pretende desenvolverse en el puesto que desempeña. Por lo tanto la imagen de un político dependerá de su vitalidad. De su actividad, y diligencia para hacer todo lo posible por lograr lo mejor y lo más adecuado para los intereses de su pueblo. Si se mueve, es vital. Si es vital, trabaja para el pueblo. Si trabaja para el pueblo, será bien visto. Y si es bien visto en la sociedad, su imagen será positiva.
Actividad Política: Es un impulso que desarrolla todo dirigente político con el fin de sentirse vivo, útil y necesario en el cumplimiento de aquellas funciones que le demanda la sociedad. El movimiento no solamente es la negación de la inmovilidad y la rigidez, sino el acto necesario por el que los servidores públicos se sienten capaces de aportar todas y cada una de sus facultades individuales en el cumplimiento de su trabajo. A nivel político es el impulso dinámico y emprendedor que los dirigentes institucionales ponen en práctica en su tarea de gobierno y la acción enérgica e incansable que ejercitan en su afán por obtener un rendimiento óptimo e inmejorable de su trabajo. Pero la repercusión social a su esfuerzo (imagen) también está llena de percepciones totalmente contrarias y opuestas a la intención del gobernante. Puede suceder, y de hecho sucede con abundante frecuencia, que un político no encamine sus impulsos personales hacia la consecución de una imagen efectiva, sino que oriente sus inercias hacia una apariencia personal de apatía, inacción, inatención y terquedad personal que contravenga todos los propósitos del representante electo.
Terquedad política: Es la imagen instintiva que muestra todo aquel dirigente político que desea mantener sus principios y abecedarios personales por encima de las opiniones y argumentaciones reflexivas que han presentado otros dirigentes políticos, miembros de su partido o los propios ciudadanos. La terquedad suele ser perjudicial y nociva para la imagen y del propio político. Jaime Balmes asegura en su obra El Criterio que la terquedad lleva a desechar los consejos ajenos contra las consideraciones de prudencia y justicia. La Primera Ministra de Inglaterra Margart Thacher en 1990, cuando dirigía el país representando al partido conservador, protagonizó un acto de contumacia política que pasó a la historia de los anales presidenciales por la convicción y defensa que mantuvo de su postura. Manifestó: “soy partidaria del consenso, pero del consenso sobre lo que yo decida”. Estas palabras que fueron escuchadas en la Cámara de los Comunes ante todo el elenco parlamentario, supusieron todo un escándalo político en Inglaterra por el impulso incontrolado que la Primera Ministra evidenció en su comparecencia pública. Margaret Thacher tuvo que matizar sus palabras en una aparición posterior y explicar que su razonamiento fue fruto de un instinto de vitalidad política para no deteriorar su propia imagen.
Apatía política: Es la indiferencia, descuido, dejadez y desgana que un político evidencia e irradia con respecto al puesto y cargo que la sociedad le ha encomendado. Puede ocurrir que esta apatía personal sea transitoria y temporal, fruto de algún acontecimiento imprevisto, inesperado y accidental, o que se presente como una característica inherente a la personalidad del propio dirigente. En este segundo caso, la imagen del dirigente será tan negativa que acabará lastrando su capacidad pública. Habitualmente los impulsos apáticos suelen ser breves y efímeros, consecuencia de sucesos inesperados y emocionalmente cruentos. Algo muy diferente a la inacción política que está muy familiarizada con la desidia e inapetencia personal. El trabajo de sacar adelante los problemas de los ciudadanos y el esfuerzo por conseguir metas y objetivos que puedan mejorar la calidad de vida y el bienestar social de quienes han depositado su confianza en él, queda delegado y supeditado a la capacidad de procurar un bien común. La inacción es el camino para el deslustre personal; para una imagen de desaprobación y para una percepción social de descrédito, demérito y estigma.
La inacción es el triunfo de la pereza. Toda imagen política, exige algo; sólo la pereza no exige nada; Será mal visto quien se contenta por sentado mejor que en pie; quien agradece estar mejor echado, que sentado y mejor somnoliento que despierto. San Gregorio Magno asegura que la pereza hace venir al sueño porque cuando se deja de querer obrar bien, poco a poco se pierde además el cuidado de pensar bien.
También el cansancio físico y el agotamiento intelectual impide a determinados políticos el correcto desarrollo de sus facultades profesionales. Es la Inatención política. Cuando los servidores públicos adoptan y asumen como propia la relajación. Cuando se muestran ausentes. Cuando la flaccidez profesional se torna en debilidad. Cuando el decaimiento personal tiene consecuencias sociales. Un corolario con implicaciones muy negativas para la imagen del dirigente. Aunque algunos políticos parezcan incansables y excepcionalmente resistentes ante sus ciudadanos, una la inatención puntual, aunque pueda estar justificada, no será perdonada por quienes dependen políticamente de ellos. La inatención, al igual que la indolencia, generan malestar ciudadano y percepciones negativas.
La Indolencia política es el abandono y desamparo en el que se encuentran los ciudadanos cuando el político renuncia a sus convicciones y desatiende el cargo para el cual había sido elegido. Una imagen de orden, de método, de compostura y de previsión puede contrarrestar eficazmente las ansias de abandono que pueda sentir un dirigente. Son muchas las invitaciones y tentaciones que un político en su cargo puede tener a perder el tiempo, a entregarse a la disipación, a la necesidad de reposo. Pero su imagen dependerá del control de esas tentaciones.
Si queremos una imagen auténtica, seamos valiosos y significativos. Trabajemos y exterioricemos nuestro trabajo. Rememos a favor del bien común e ilustremos nuestra energía con arresto y carácter. Una imagen política no solamente es fruto de percepciones, sino de sensaciones. De emociones sociales e impresiones personales. De efectos mediáticos y huellas particulares. La imagen de un político nace de su interior. Porque es en el interior de la ciudadanía donde se acepta o rechaza su presencia; donde se consiente o contraría su valor; donde se admiten sus palabras o se refutan sus mensajes.
Jorge Santiago Barnés es Doctor en comunicación política. Director del máster en asesoramiento de imagen y consultoría política (MAICOP) de la Universidad Camilo José Cela
Publicado en Beerderberg
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