Hijos de los hombres o cómo el futuro es hoy

ALEXANDRA VALLUGERA

Estamos en 2027. No nacen más niños. Ni niñas. De hecho, hace 18 años que no nace nadie. Y que las mujeres no se quedan embarazadas. Las que lo estaban, abortaron involuntariamente a medio embarazo. No se saben los motivos de esta infertilidad súbita, pero es mundial. En el Reino Unido, donde discurre Hijos de los hombres, se hacina a los refugiados en campos. Unos, de refugiados, otros, de concentración. Londres está tomada por el ejército y hay grupos armados, llamados terroristas o de liberación según el punto de vista, actuando diariamente. Las bombas forman parte de la cotidianidad y nadie se sorprende ni se inmuta cuando una cafetería vuela por los aires, ni cuando pasa por enfrente de las jaulas en que encierran a los refugiados. Pero todos lloran desconsoladamente por la muerte de la persona más joven del planeta, un chico argentino de 18 años, “Baby Diego”, al que todas las televisiones dedican monográficos que se acercan peligrosamente a la hagiografía. Diego es asesinado al negarse a firmar un autógrafo.

Theo, un burócrata cínico y que bebe whisky de la petaca de su bolsillo con la misma frecuencia con la que una modelo bebe Evian de su bolso, se ve envuelto en una acción del grupo resistente “Los Peces”. Le piden que consiga papeles para una joven refugiada a la que hay que sacar de Inglaterra para llevarla a un barco, llamado “Tomorrow”, del Human Project, una organización secreta que se supone que recoge personas para investigar la infertilidad en las Azores. Y sí, consigue los papeles, pero debe acompañarla personalmente. Theo se implica por dinero, por su pasado activista y porque es Julian, su exmujer, quien lidera “Los Peces”. Pero Julian es asesinada por los integrantes de su grupo y Theo descubre que Kee, la “refu”, está embarazada. Primer embarazo en 18 años en todo el mundo. De una refugiada. La esperanza. La baza ganadora para quien la controle y controle el bebé. La posibilidad que haya un futuro. La probabilidad que muera rápido si no huye. Julian luchaba para hacer que Kee pueda llegar al barco, pero “Los peces” quieren convertirla en bandera de su lucha. Un arma, un símbolo, un aglutinador para sus objetivos políticos. Obviando lo que desea o espera Kee. Total, es una “refu”. Y Theo la acompaña en la huida de un Reino Unido sumido en la arbitrariedad, la lucha por la supervivencia y el caos: la desaparición de los reductos de humanidad que nos quedaban.

En Hijos de los hombres se plantean diferentes temas, que cada cual lee como mejor sabe o según su propio sesgo. Hay lecturas que hablan sobre el substrato cristiano del filme[1], las hay que se basan en el medio ambiente para explicar la infertilidad[2] y el hecho que el “Tomorrow” de Human Project tenga bastantes similitudes con el Rainbow Warrior de Greenpeace.

En realidad, lo más relevante, desde mi punto de vista, es cómo se llega al punto de ignorar al otro, de permitir que se encierre en jaulas, en campos de concentración, que se extermine al otro, que ni se le considere como un humano. Cómo se llora desconsoladamente por las imágenes de un chico muerto al que no se conoce, pero se ignora a los que están alrededor, sin dedicarles ni una sola mirada.

¿Pero pasa algo en Hijos de los hombres que no pase en nuestras sociedades desde hace décadas? En todas las guerras, en todos los conflictos, en todas las crisis ha habido refugiados. Desde el genocidio armenio en 1915 tenemos conocimiento fehaciente de la existencia de refugiados. Seguro que antes hubo millones de personas desplazadas, pero es más difícil saber los datos exactos. De cómo las personas huyen de sitios donde su vida corre peligro. Warsan Shire[3], escritora y poeta somalí establecida en Londres, escribió el poema Home (2015)[4], en el que aparece el ya famoso verso no one puts their children in a boat unless the water is safer than the land. El The Washington Post, en un reportaje publicado a finales de 2015[5] comparaba la magnitud de la tragedia de los refugiados sirios con el movimiento de población que se dio después de la Segunda Guerra Mundial. Y de este reportaje hace más de dos años. Dos años en que el conflicto se ha recrudecido y más personas, más familias, han intentado salir de Siria. Sólo desde 2014 han muerto más de 14.000 personas en el Mediterráneo[6] intentando llegar a las costas europeas. Sólo en 2016 llegaron más de 28.000 personas a España, buscando refugio.

Personas de las que no sabemos el nombre, a las que prácticamente no se considera humanos, a las que se cuenta y de las que se habla como un grupo, como un todo, como si tuvieran una identidad colectiva más allá de buscar un lugar seguro para ellas y para sus familias, para poder construir un futuro. No hay un lugar llamado Refugilandia o Inmigratán, de donde provengan estas personas y la mayoría tampoco tienen, al menos en el corto plazo, un lugar al que regresar. Personas que tienen otras caras y otros nombres, pero que son homologables a las personas a las que se ignoró, humilló, olvidó, encerró, torturó, asesinó. Con las que se traficó, se hizo negocio, se esclavizó. Personas que no tienen identidad y que son todavía más vulnerables, a las que se puede vender y comprar; a las que se puede someter, extorsionar, matar. Lo hemos visto en las crisis de refugiados producidas por la Segunda Guerra Mundial, pero también por el nazismo, por la guerra de Afganistán, por la guerra de Rwanda, por la guerra de los Balcanes; ahora por la guerra de Siria. Personas que son vistas como una amenaza, de las que se dice que llegan para robar los recursos de los que ya están donde sea.

En Hijos de los hombres es un estado militarizado quien se encarga de mantener a los “refus”, como los llaman, en campos o en jaulas o en barracones, según las oportunidades del momento. “Los Peces”, que se supondría que son los que luchan por ellos, tampoco los consideran como tal: Kee sólo les es útil e importante porque está embarazada, porque puede ser un símbolo. En ningún momento les interesa lo que ella opina, quiere, desea. En ningún momento es una persona, es sólo una “refu”.

En el Reino Unido, desde el Brexit, se han multiplicado los ataques racistas, las peticiones de expulsión. Uno de los ejes del Brexit era que había demasiados refugiados, demasiados extranjeros, que la UE era permisiva con “esta invasión”. En la actualidad, los partidos de derechas, no sólo ya los de extrema derecha, ganan elecciones haciendo bandera de “echar a los refugiados”: Italia, Eslovenia, Austria, Hungría. En estos ya han ganado, pero estos partidos ganan peso en Alemania, en Francia, en España, en Suecia. En toda la Europa occidental que ya vivió el horror de ver a millones de personas encerradas en campos, pero que no quiere recordarlo. O que le da lo mismo, porque, igual como pasó con los judíos en Alemania durante el nazismo, no se considera a los refugiados personas. Se les considera “refus”, migrantes, pobres. Una masa informe sin personalidad, como si fueran una horda de zombis que fueran a destruir la civilización. No hará falta que el ejército sea brutal con los refugiados; lo serán los ciudadanos que votan a estos partidos.

El 12 de junio de 2018, esta semana, el nuevo gobierno italiano, por Twitter de su ministro de Interior[7], ha considerado una victoria que sea otro Estado quien se encargue de acoger a un barco con más de 690 personas a bordo. Si fuera por él, lo hubiera dejado a la deriva, sin ayuda, sin esperanza, sin cumplir las normas internacionales de socorro. Se supone que deben llegar a València en unos días. València, Barcelona, pero también Palermo, Nápoles, Messina… han desafiado a los gobiernos de los Estados, no sólo de los que forman parte, sino de toda Europa, y han ofrecido sus puertos a este barco, el Aquarius, y sus ciudades a las personas que están en el barco. La pregunta es por cuanto tiempo y con qué derechos. ¿Podrán trabajar? ¿Podrán buscar a sus familias? ¿Podrán ejercer derechos políticos? ¿Podrán volver a sus casas?

En Barcelona, en febrero de 2017, más de 160.000 personas[8] salieron a la calle para hacerse oír y gritar “Queremos acoger”. Las iniciativas de acogida vienen de las ciudades, no de los Estados europeos, ni de la Unión Europea, que tiene los recursos. En Hijo de los hombres la esperanza de un nuevo nacimiento llega de una “refu”, de Kee, ayudada a llegar al “Tomorrow” por Theo, al ver que puede haber un mañana; en la Europa de hoy la esperanza para las personas que buscan refugio son las ciudades y, esperemos, algunos de sus habitantes; los que luchan contra estos partidos de extrema derecha.

Pero el futuro que dibuja Hijos de los hombres no es tal futuro, es nuestro presente. Y deberíamos combatirlo para que pueda haber un mañana.

 

Alexandra Vallugera es politóloga y de comunicación (@alexvallbal)

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Ver más artículos del monográfico 08: distopias políticas

 

[1] http://screenprism.com/insights/article/how-are-the-themes-of-children-of-men-conveyed-through-the-films-religious

[2] http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2006/12/24/AR2006122400809.html??noredirect=on

[3] https://ca.wikipedia.org/wiki/Warsan_Shire

[4] http://www.care.org/sites/default/files/lesson_1_-_home-poem-by-warsan-shire.pdf

[5] https://www.washingtonpost.com/graphics/world/historical-migrant-crisis/

[6] https://www.eldiario.es/desalambre/personas-muerto-Mediterraneo_0_656185322.html

[7] https://twitter.com/matteosalvinimi/status/1006167848115425280

[8] http://www.elpuntavui.cat/politica/article/17-politica/1073713-160-000-persones-participen-en-la-manifestacio-en-suport-als-refugiats.html