El poder del ruido: el primer debate Trump-Biden

ANDRÉS LAGUNA

Califico el primer debate entre Trump y Biden como la mayor diatriba televisada de la era moderna. Constantes interrupciones y descalificaciones plagaron lo que debió ser un conflicto intelectual. Fue una debacle donde, difícilmente, los candidatos articularon sus mensajes.

Admito que esta lectura inicial fue un tanto visceral, basada más en la forma de lo acontecido que en la sustancia de las estrategias detrás. No busco descreditar las reacciones que ha generado este primer intercambio entre los septuagenarios más famosos. Pero, teniendo esto en cuenta, me parece importante ir más allá en nuestras observaciones primeras y reconocer que la forma caótica en que se dio el debate, no fue tanto un accidente, sino más bien el diseño de esta escaramuza dialéctica. El ruido—que considero es la característica más obvia y menos sesgada para describir este debate—fue intencionalmente potenciado por Trump y por Biden, ya que ambos esperaban réditos a partir de un estado caótico de las cosas.

Entendamos el panorama. Trump posee un historial (infame, si se quiere) de interrupciones y emisión de falsedades. El presidente ha construido su marca política alrededor de una anarquía verbal y un marco retórico huntingtoniano de “ellos contra nosotros”, que—más allá de nuestras propias subjetividades—es altamente efectivo, si nos basamos en su poder de despertar emociones y de movilizar a grupos electorales clave.

Biden es un político que ha dedicado casi toda su vida adulta al servicio público. Marida hábilmente los valores del establishment de Washington con su historia de hijo de Scranton, de clase media trabajadora. Es, de hecho, hilarante recordar que Biden solía representar este arquetipo de hombre fortachón e incluso desmesurado con su forma (y a veces con su lenguaje). Aún así, su marca es una de búsqueda de consensos, rasgo que le ha conseguido apoyos de republicanos prominentes.

En definitiva, ambos no pueden ser más opuestos en sus estilos de liderazgo y formas de dirigirse ante el público (y ni hablemos de sus políticas que están—casi—en las antípodas del espectro ideológico). Ambas campañas conocían las fortalezas y debilidades del otro. Chris Christie (exgobernador de Nueva Jersey y una de las figuras que preparó a Trump para el debate) admitió en los análisis posteriores a la velada que Trump brindaría una performance “caliente”. En otras palabras, apalancaría los instrumentos que le funcionan: las interrupciones y los comentarios extravagantes (y falsos, en momentos).

Biden, consciente de esto, no invertiría mucho tiempo en desmentir a Trump, como admitió a principios del debate. Para la campaña del ex vicepresidente, el estilo y las declaraciones de Trump no eran más que una constante duramente contrarrestable. Al contrario, su misión era dar a conocer su mensaje al público (por eso su repetida mirada a la cámara) a pesar de los bombardeos del Donald.

No me sorprende entonces que su estrategia fuese alimentar el ruido, precisamente porque la ocasión en cuestión no fue muy diferente a los años que Trump ha gobernado: ruido, inconsistencias, excentricidades…Quizás este debate ha sido el más fácil para el candidato alternativo al titular de la Casa Blanca, puesto que se sabía muy bien qué esperar. Eso puede explicar las interrupciones del mismo Biden, sus provocaciones a Trump y (a veces) su silencio. El contraste entre el estilo inherente de Biden y el ruido constante de la presidencia trumpiana es lo que mantiene a Biden arriba en las encuestas.

En fin, el objetivo de Biden (teniendo también en cuenta que miles de estadounidenses ya empezaron a votar) fue evitar alterar la percepción actual de los candidatos, algo que—según los sondeos inmediatos al debate—se logró a cabalidad.

Cívicamente, el ruido fue un deservicio para los estadounidenses. Pero, sin duda alguna, es una herramienta en el arsenal de los comunicadores políticos que, bien jugada, puede ser altamente efectiva. Biden aprovechó el ruido de Trump, dándole la vuelta a lo que pudo ser un terrible avasallamiento.

Probablemente esta no será la estrategia a emplear por ninguna de las campañas en el debate vicepresidencial de esta semana…Pero de esta saga electoral, creo que nada nos debería sorprender…

 

Andrés Laguna Martino es B.S. en Comunicación y Estudios de Retórica y B.A. en Relaciones Internacionales por la Syracuse University (Nueva York) y Máster en Comunicación Política y Corporativa por la Universidad de Navarra (@AndresLagunaPTY)

Fotografía vía CNN