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El fenómeno Macron

ROGER ROSICH

¿Quién es?

El joven y polémico ministro de Economía francés, Emmanuel Macron, es el político revelación europeo del año. Controvertido por su línea política liberal en un gobierno socialista, Macron es un “enarca” resolutivo, hipercomunicativo y carismático que con una aceleradísima carrera a sus espaldas llegó al ministerio de Economía, por sorpresa de todos, en agosto de 2014.

¿Pero cómo llega a ministro a los 37 años sin haber hecho nunca militancia activa de partido ni haber sido nunca elegido democráticamente en ningún cargo?

En su ciudad natal de Amiens recibió la educación básica, saltó al elitista instituto parisino Henri IV, falló en los exámenes para entrar a la École Normale Supérieure, y pasó entonces a estudiar Filosofía en la Universidad de París X-Nanterre. Al terminar se diplomaría en el Institut d’Études Politiques de París y se trasladó luego a Estrasburgo para realizar estudios en la École Nationale d’Adminstration (ENA), dónde quedaría quinto de su promoción.

Una vez que ya es un “enarca”, Macron se integra en el cuerpo funcionarial de la Inspección General de Finanzas, donde muy pronto destacaría, y del cual no tardaría en salir, para aceptar una buena oferta laboral de la banca de negocios Rothschild. En la banca ascendería con facilidad, después de hacer importantes negocios para la compañía que le conllevarían una fortuna muy considerable. Llegaría a ser socio-gerente de la banca con sólo 35 años: algo inaudito.

Sería en 2012 cuando, muy bien recomendado por contactos influyentes, ficharía por el gabinete presidencial de François Hollande, como secretario general adjunto del Elíseo.

Llegaba a la alta política de gobierno sin experiencia en política de base. Aunque a lo largo de su corta trayectoria había contactado muy directamente con el Partido Socialista francés.

E incluso la tentación de la derecha también había existido: años antes, el jefe de gabinete del primer ministro Fillon le propuso ser su adjunto; oferta que declinó.

Una vez llegado al Elíseo, pronto sería apodado “el hemisferio derecho de Hollande”, ironía para referirse a su capacidad de influencia en el Presidente, a la vez que a su posición ideológica.

En junio de 2014, dos meses antes de ser ministro, abandonaba su cargo en el palacio presidencial. Con sólo 37 años tenía un currículum excelente y una cuenta corriente rebosante. Podía descansar y decidir qué hacía. Quería empezar negocios, tenía confirmadas algunas clases de finanzas a impartir en Londres… Pero de forma precipitada y sin esperarlo, ese mes de agosto, en bermudas en su casa de veraneo, recibió la llamada del presidente Hollande: ¿quieres ser ministro de Economía?

El fenómeno

Hay seis factores que le conllevan a Emmanuel Macron su ascenso de popularidad, y que suponen que el ministro pase a ser un “fenómeno político” en el ecosistema Hollande: su juventud, su carisma, su disidencia interna, su liberalismo político, el factor “rosa” y la hipercomunicación.

La juventud de Macron es un factor clave en una Francia que políticamente tiende a la gerontocracia: los principales dirigentes de los grandes partidos políticos franceses llevan más de treinta años en política, y hoy el principal candidato republicano a las primarias presidenciales, Alain Juppé, tiene 70 años… Queda claro que el factor “regeneración” no es precisamente central. A lo largo de la Quinta República, pero, se han repetido fenómenos de ministros revelación jóvenes, que han contrastado con el cuadro general: lo fue Pompidou, también Giscard d’Estaing, y lo sería Fabius.

El carisma del ministro Macron es hoy un factor indiscutible. Todos aquellos que lo conocen, lo tratan, escriben o hablan sobre él, están de acuerdo en que es un político carismático. Su sonrisa constante, su imagen enérgica, su gravitas en relación a sus temas, su empatía, su elegancia, su simpatía y heterogeneidad…

Un carisma que brilla en medio del gobierno Hollande. Tampoco el primer ministro Jean-Marc Ayrault destacó por su carisma; y el que tenía como ministro Manuel Valls se ha erosionado a marchas forzadas siendo primer ministro.

Asimismo, en los ejecutivos de Ayrault y Valls nadie ha podido destacar, y si lo hacía era para criticar al mismo gobierno, con la consiguiente salida de éste. Hollande ha dispuesto de un ecosistema fiel y antropófago: sin disidencias, ni disonancias. Salvo Macron y su discurso libre.

Un discurso libre, con un agenda setting comunicativo propio, que ha rellenado de una política y una economía claramente socioliberal, y que le ha valido duras críticas de la izquierda del Partido Socialista.

El “factor rosa” o del “corazón” también le ha ayudado a promoverse como fenómeno político-mediático francés. No es nada nuevo en Francia: de los affaires de Napoleón, a la doble vida de Mitterrand, pasando por Carla Bruni o Julie Gayet. Su matrimonio con Brigitte Trogneux es seguido de muy cerca por su singularidad: ella tiene 20 años más que él y fue su profesora en la educación secundaria. Casada y con hijos, mantuvo una relación con un Emmanuel jovencito, primero en su Amiens natal y después en París. Trogneux se divorciaría y se casaría con Macron. Ella hoy es ya abuela de su primer matrimonio y con el ministro no ha tenido hijos. Funcionan mediáticamente y no han dudado en facilitar “robados”.

Su capacidad comunicativa es el último factor: comunica mucho y muy bien. Desde que llegó a Bercy (sede del ministerio de Economía), Macron se ha caracterizado por no dejar de hablar con los medios, y cuando no lo hace salen artículos preguntándose por qué no está hablando. Genera polémicas, da titulares, anuncia alguna discrepancia en relación con el mismo gobierno, u opina sobre temas que en teoría no le conciernen.

Emmanuel Macron promueve que se hable de él cada día. Un día hace explosionar una bomba comunicativa y a la mañana siguiente se desdice de la explosión, o la contrasta con otra idea o la contraria. Se esfuerza en comunicar que él no ha dicho aquello que todo el mundo ha entendido que ha dicho. Entiende bien la comunicación política y ve la necesidad de ser claro y directo, así como la necesidad de mirar al país a la cara y dar explicaciones. Macron ha sabido mostrar aquello que le ha faltado al quinquenio Hollande: discurso y dirección.

Tan potente es su hipercomunicación y el fenómeno comunicativo que le rodea que se han creado las palabras “macronade” y “macronnerie” para referirse a sus declaraciones o acciones polémicas. El maestro compol Philippe Maarek juzga las macronades como pura estrategia política.

Una estrategia política sin límites que le ha llevado a crear su propia exitosa plataforma política, En Marche! (¡cuidado con las ego-siglas!), que le podría servir para levantar el vuelo a horizontes políticos más elevados. Ahora ya fuero del ejecutivo francés, Macron aspira a todo. Quizás si Hollande decide finalmente no presentarse a la reelección…

Roger Rosich es consultor de comunicación y analista internacional (@RogeRosich).

Publicado en Beerderberg

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