Ecos digitales de la juventud chilena: la movilización en favor del “apruebo”

MARTA FORERO 

El 26 de octubre de 2020 Chile despertó con la resaca que dejan los acontecimientos sobre los cuales se escribe la historia. El día anterior, se había aprobado, en un plebiscito nacional, la redacción de una nueva constitución, con el respaldo del 79% de los votos. Así, se dejaba atrás la Constitución de 1980, que vio la luz durante la dictadura de Augusto Pinochet.

La campaña a favor del apruebo tuvo lugar durante uno de los confinamientos más estrictos de Sudamérica y en un país donde la participación electoral nunca había superado el 50% desde que el voto dejó de ser obligatorio. ¿Cómo, entonces, se logró movilizar a un país desafecto en lo político y concienciado en lo social, que permanecía encerrado en sus casas como consecuencia de la mayor pandemia del último siglo?

La multiplicidad de actores en el escenario político hizo que fuera imposible que un único partido canalizara el voto a favor de una nueva constitución. Se generó, así, una tempestad política y, a su vez, apartidaria. Se trató de una reivindicación transversal, que aglutinó desde mineros del cobre de la Región de Antofagasta hasta el funcionariado santiaguino, pasando por colectivos mapuches o asociaciones feministas. Y de esta fuerza heterogénea, un grupo destacó a la hora de mantener la causa viva: la juventud.

Los jóvenes, amparados en el activismo digital y en el anonimato de las redes sociales, crearon y compartieron todo tipo de contenido que les recordaba a los chilenos que el 25 de octubre, aunque estuvieran en medio de una crisis sanitaria, había que salir a votar. Y no votar sin más. Si no votar por el apruebo a una nueva constitución, mediante la creación de una convención constitucional.

En la papeleta de la consulta se preguntaba lo siguiente:

  1. Pregunta: ¿Quiere usted una nueva constitución?

Respuesta: Apruebo/Rechazo

  1. Pregunta: ¿Qué tipo de órgano debiera redactar la nueva constitución?

Respuesta: Convención mixta constitucional/Convención constitucional

“Sí po, apruebo” fueron las tres palabras que sirvieron de respuesta y sobre las que se articuló todo el mensaje de la campaña. El “apruebo” moviliza directamente a marcar la primera opción. El “sí” reafirma y dinamiza. Pero lo que redondea y remata la genialidad de este eslogan es el “po”. Esa coletilla empleada al final de las frases por todos los chilenos le da un toque naïf, desenfadado, cercano y añade el componente emocional en este llamamiento. Consigue humanizar el mensaje, conectar con el lector y que este le responda: obvio, po.

La chilenidad permea todo contenido relativo a la campaña. Ese sentimiento de pertenencia, ese imaginario cultural, no se aborda desde el orgullo patrio nacionalista tradicional. Sino como una reivindicación más espontánea, que nace desde la tierra que habitan y que defiende frente al statu quo a lo humilde, desfavorecido y marginado, como si se tratase de una continuación digital de la prosa de Pedro Lemebel o la lírica de Víctor Jara. Todos estos elementos confluyen en un icono: el del negro matapacos.

El negro matapacos era un perro callejero que se popularizó en las protestas estudiantiles de 2010 por ladrarle a la policía -que recibe el apodo despectivo de “pacos”- durante las marchas. De ahí su nombre. Se hizo famoso hasta tal punto que se propuso poner una estatua suya en el centro de Santiago. Los jóvenes lo adoptaron como símbolo porque, por un lado, personaliza la simpatía que la juventud urbanita y de clase media siente hacia las minorías, como el pueblo mapuche o el colectivo trans. Y, por otro, refleja la aversión con la que perciben a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que continúan ensombrecidos por las reminiscencias de la dictadura militar.

Este tipo de elementos han encontrado un amplio público en las redes sociales y, si lograron tanto recorrido, fue gracias a que se condensaron en soportes que viajaron a la velocidad de la fibra óptica desde el Estrecho de Magallanes hasta el Desierto de Atacama.

La viralización no tiene fórmula. Para la suerte y el pesar de muchos, que un contenido se haga viral depende más del comportamiento de los demás que del de uno mismo. Pero sí que es cierto que se pueden conjugar determinados atributos que lo hagan más propenso a propagarse como la pólvora. Como, por ejemplo, que sea fácil de compartir y replicar. Y en este terreno, hay un formato ganador: el meme.

Cuentas de memes chilenas populares en Instagram, como @jaidefinichonchile (1,5 millones de seguidores) o @avocaopaltaa (157 mil seguidores), comenzaron a alternar su contenido de siempre con memes que concienciaran sobre la importancia de votar a favor del apruebo, llegada la consulta popular. Sin abandonar el humor y la ironía, utilizaron iconos de la cultura pop, como The Avengers, Chayanne o Bob Esponja, que acercaron el mensaje aún más a sus seguidores. Los jóvenes compartieron este contenido desde sus perfiles e, incluso, se animaron a realizar sus propias creaciones. Así, desde el anonimato de cada uno de los hogares, se tejió una multitudinaria red de difusión de contenidos a favor del “Apruebo/Convención constitucional”.

Los memes no fueron los únicos que se popularizaron. También se crearon filtros para las historias de Instagram, lo cual es muy fácil de compartir, ya que aparece directamente linkeado en las historias de quien lo sube. Además, el hashtag #derechodevivirenpaz, que hace alusión a una canción de Víctor Jara versionada por varios artistas chilenos tras el estallido social, tiene más de 804 mil visualizaciones en TikTok.

El uso de estos nuevos formatos también lo aprovecharon los partidos políticos en el marco de sus campañas, pero no tuvieron tanto éxito. Ninguno supo abanderar este fenómeno social, que demostró ser inabarcable. Y esto se ha convertido en todo un reto. El 11 de abril son las elecciones para elegir a los integrantes de la convención constitucional y el discurso y la atención del público se encuentran mucho más descentralizados que en octubre. La ciudadanía, la gran protagonista, no parece conectar con los candidatos políticos.

Esta escalada de activismo digital no ha mostrado continuidad. Resulta paradójico que, quienes en octubre se movilizaron desde sus casas para cambiar la Constitución expresamente a través de una convención constituyente, ya no presenten el mismo entusiasmo. Es ahora cuando se elige a quienes transformarán su voluntad en realidad. Las históricas cifras de participación del plebiscito no se repetirán sin la implicación de los jóvenes. Al final, gracias a ellos fue que las alamedas se abrieron.

Eso sí, a golpe de like.

 

Marta Forero Testor es periodista, graduada en relaciones internacionales y Máster en Comunicación Política y Corporativa por la Universidad de Navarra. Ha trabajado en la Embajada de España en Cuba y en una consultora de asuntos públicos en Chile. Escribe sobre política internacional y derechos humanos en América Latina. (@mftestor)

Imagen CC de Universidad Autónoma de Chile