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Discurso: «No es momento para experimentos», de Mariano Rajoy

MIREIA ESTEVE Y TERESA ROVIRA

Discurso de Mariano Rajoy en su último acto de campaña. 24 de junio de 2016

Meses atrás, ningún analista ni tampoco ningún político español hubieran pronosticado que en junio de 2016 se celebrarían unas segundas elecciones generales con tan sólo seis meses de diferencia. Tras el fracaso de las negociaciones para la investidura de Mariano Rajoy y la negativa de la Cámara al nombramiento del candidato del PSOE, Pedro Sánchez, como nuevo presidente, el pasado mes de junio, España vivió un nuevo episodio electoral.

Esta vez, sin embargo, la situación política y social difería sustancialmente de las elecciones generales del pasado 20 de diciembre de 2015. La campaña electoral presentaba numerosas novedades respecto a la anterior. En primer lugar, el recrudecimiento de la polarización del eje derecha-izquierda, monopolizada por el Partido Popular y la coalición Unidos Podemos. En segundo lugar, el aviso del líder popular, Mariano Rajoy, acerca del posible acuerdo de gobierno entre PSOE y Unidos Podemos. En tercer lugar, el descenso de la partida económica destinada a publicidad electoral debido al supuesto “cansancio” del electorado tras el intenso periodo electoral vivido desde 2014, en que se han celebrado elecciones europeas, autonómicas, municipales y generales. Y a todo este escenario, se le añadió un sistema de partidos altamente fragmentado, que puso en peligro el tradicional bipartidismo imperfecto en España.

La última campaña electoral se centró mayoritariamente en aquellas circunscripciones claves en las que los principales partidos políticos podían ganar o perder escaños por una escasa diferencia de votos. Así pues, no hubo una campaña única, sino que los partidos idearon campañas adaptadas a cada una de estas circunscripciones. Por ejemplo, PP y Unidos Podemos diseñaron campañas para cada una de ellas. Incluso los propios candidatos se vieron forzados a la realización de actos “en petit comité”, dejando de lado en parte los mítines multitudinarios. Sin embargo, como ya ha ocurrido en las últimas convocatorias electorales, la balanza la decantaron los indecisos.

Con un final de campaña marcado por el resultado del referéndum celebrado en el Reino Unido sobre su salida de la Unión Europea, el aumento de los mensajes emocionales y el discurso del miedo dejaron de lado las propuestas electorales. Los populares, abandonando su faceta más conservadora, se posicionaron como partido moderado y catch-all, asegurando que cualquier voto que no fuera para el PP iría a Unidos Podemos.

Ante este escenario, el pasado 24 de junio, último día de campaña, Mariano Rajoy volaba directo desde Valencia a la plaza Colón de Madrid para celebrar el último mitin como candidato a la presidencia del Gobierno. Nada más empezar el discurso, Rajoy aseguró disponer de unas encuestas que daban como ganador a su partido seguido de Unidos Podemos. Y añadió que “Al que une esfuerzos y suma, la ley electoral le ayuda, al que divide y al que resta, la ley electoral le perjudica. Y en veinticinco provincias españolas Ciudadanos tuvo votos pero cero escaños, nos los quitó a nosotros y se los llevaron Podemos y el Partido Socialista”. De lo que se desprende que la magnitud de la circunscripción importa, y mucho.

En el mismo acto electoral Rajoy afirmó: “Quien esté a favor de la unidad de España, quien esté a favor de la soberanía nacional, quien esté a favor de la igualdad de los españoles, quien siga creyendo en el proceso de integración en la Unión Europea, quien crea en la economía de mercado, quien piense que hay que luchar con eficacia contra el terrorismo, quien crea en las normas que nos dimos cuando aprobamos la Constitución de 1978, que una votos en torno al Partido Popular”.

Con estas palabras, el candidato popular resumía perfectamente el proyecto defendido por su partido en la campaña electoral del 26J. Su formación se erigía como la única fuerza capaz de gobernar y hacer frente a la coalición que supuestamente entraría con fuerza en el Congreso de los Diputados: Unidos Podemos. La importancia del voto útil y el discurso del miedo fueron otros de los ejes centrales de ese último discurso. Rajoy describió el PP como la única fuerza política capaz de gobernar España y de asegurar la completa recuperación económica. Un mensaje directo a la coalición de Pablo Iglesias y Alberto Garzón que aspiraba a sustituir al PSOE como segunda fuerza política. Este mensaje también lo dirigía a Ciudadanos, de Albert Rivera, dejando entrever que el PP tenía la experiencia y era la opción más segura para garantizar la estabilidad del país.

¿Y cuál fue el resultado de las elecciones? El Partido Popular obtuvo una plácida victoria con 137 escaños (14 por encima del 20D) aunque dependerá directamente del PSOE para poder investir a Rajoy. El Partido Socialista se quedó con 85 escaños (5 menos que en las anteriores), Unidos Podemos se mantuvo en 71 y Ciudadanos solamente consiguió 32 (retrocediendo 8). 

Ni sus numerosos casos de corrupción, ni los recortes practicados en los últimos años por su gobierno, han pasado factura a la formación de Mariano Rajoy. Sino todo lo contrario porque aumentó en votos y escaños. La incertidumbre ante un posible cambio político en España y el discurso del miedo contra Unidos Podemos caló en el electorado español, consiguiendo reforzar la figura de Mariano Rajoy. Aún así, le queda una asignatura pendiente: su investidura.

“No es momento para hacer experimentos” sentenciaba el líder popular al cierre de campaña. Y así fue.

Teresa Rovira es politóloga (@t_rovira). Mireia Esteve es periodista (@MireiaEsteve). Ambas son master en comunicación política por la Blanquerna.

Publicado en Beerderberg

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