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Discurso: Él no vivió y murió para esto

PEPE MARTÍNEZ

Discurso de Bill Clinton en Memphis. 13 de noviembre de 1993

3 de abril de 1968. Los trabajadores sanitarios negros de Memphis llevan semanas en huelga. Exigen que sus derechos laborales y su sueldo se equiparen al de los blancos. Martin Luther King se desplaza a la ciudad para apoyar sus reivindicaciones. Esa tarde se suma a las protestas y sube al púlpito de la Mason Temple, sede de la Iglesia de Dios en Cristo, para dirigirse a la multitud.

13 de noviembre de 1993. Bill Clinton acaba de alcanzar la presidencia hace apenas un año. El crimen y la violencia son uno de los grandes retos en Estados Unidos, especialmente entre las comunidades negras. Clinton decide viajar al económicamente deprimido sur de Memphis y elige la Mason Temple para dedicar unas palabras. La misma iglesia donde King dio su conocido discurso. Lo escuchan más de cinco mil religiosos afroamericanos.

King comienza sus palabras arengando a la multitud: “Estoy encantado de ver a cada uno de vosotros aquí esta noche a pesar de la advertencias. Demostráis que tenéis la determinación para hacer lo que haga falta. Algo esta pasando en Memphis, algo esta pasando en nuestro mundo”.

En sus palabras, después de un largo agradecimiento a los obispos y religiosos allí congregados, Clinton centra su atención en la violencia que sufre el país y lo hace con una pasión y una fuerza que sorprende incluso a sus colaboradores, que no esperaban un discurso de tal magnitud aquel día. En el punto álgido de sus palabras, Clinton glosa a King: “Si Martin Luther King, quien dijo ʻComo Moisés estoy en la alto de la montaña y puedo ver la tierra prometida, y aunque no podré llegar a ella con vosotros, os aseguro que llegaremosʼ, si él reapareciera a mi lado hoy y valorara lo que ha pasado en estos veinticinco años, ¿qué nos diría?”.

El Dr. King anima a los presentes a no rendirse y a seguir luchando por las causas que los han traído hasta aquí: “Nada sería más trágico que pararse ahora en este punto, en Memphis. Con todo lo que hemos pasado juntos”. Y les recuerda la causa principal de su lucha: “Llamemos a las cosas por su nombre. Lo que nos ha traído hasta aquí es la injusticia. El rechazo de Memphis a ser justo y honesto con sus trabajadores públicos, que esta vez resulta que son sanitarios”.

La personificación es inmediata. Clinton invoca a Martin Luther King. Está hablando a su lado. Se convierte en él. “Hicisteis un buen trabajo, nos diría, votando y eligiendo gente que antes no era elegible por el color de su piel. (…) Hicisteis un buen trabajo, nos diría, creando una clase media negra que lo está haciendo bien y consiguiendo que esta clase media esté creciendo mucho más entre los afroamericanos que entre los no afroamericanos. (…) Hicisteis un buen trabajo, nos diría, hicisteis un buen trabajo creando oportunidades para la gente de color”.

En uno de los grandes momentos de su discurso, Martin Luther King hace referencia a una carta que recibió de una adolescente cuando estaba convaleciente del intento de asesinato que había sufrido unos años antes. “Había recibido cartas del Presidente y del Vicepresidente. He olvidado lo que decían esas cartas. Había recibido una visita y una carta del gobernador de Nueva York, pero se me ha olvidado lo que decía en ella. Pero había otra que vino de una niña, una estudiante en la Escuela Superior de White Plains. Leí  esa carta, y nunca lo olvidaré. Se limitó a decir: ʻEstimado Dr. King: Soy una estudiante de noveno grado. No debería importar, pero me gustaría mencionar que soy una chica blanca. He leído en el periódico de su desgracia y de su sufrimiento. Y leí que si usted solamente hubiera estornudado en ese momento, probablemente habría muerto. Le escribo para decirle que estoy muy feliz de que no haya estornudadoʼ”.

Entonces, el presidente Clinton cambia de tercio y con toda la fuerza de la oposición de ideas comienza un crescendo que pone al público en pie. “Pero Martin Luther King diría, yo no viví y morí para ver la familia americana destruida. Eso no es lo que vine a hacer aquí. Yo luché por la libertad, nos diría, pero no por la libertad de ver a las personas matarse unas a otras impunemente”. El recurso es muy eficaz. El discurso toma una fuerza extraordinaria y es continuamente interrumpido por los aplausos. “Queridos americanos, diría, yo luché para evitar que los blancos estuvieran tan llenos de odio que lo manifestaran violentamente contra los negros. No luché por el derecho de los negros a matar a otros negros impunemente”.

El Dr. King utiliza la metáfora del estornudo para hacer un repaso por los hitos de su lucha por los derechos civiles y, de forma magistral, convertir a todos los allí presentes y a la reivindicación de aquel día, en los herederos y el último escalón en su lucha por los derechos de las comunidades negras. “Y quiero decir esta noche, quiero decir que estoy feliz de no haber estornudado. Porque si hubiera estornudado, no hubiera estado aquí en 1960, cuando los estudiantes de todo el sur comenzaron a sentarse en los mostradores de almuerzo. Y sabía que a medida que estaban sentados, en realidad estaban defendiendo lo mejor del sueño americano. Si hubiera estornudado, no hubiera estado aquí en 1963, cuando los negros de Birmingham, Alabama, despertaron la conciencia de esta nación, y trajeron a la existencia la Ley de Derechos Civiles. Si hubiera estornudado, yo no habría tenido la oportunidad, ese mismo año, en agosto, de hablarle a Estados Unidos acerca de un sueño que había tenido. Si hubiera estornudado, yo no habría estado en Selma, Alabama, para ver el gran movimiento que allí tuvo lugar. Si hubiera estornudado, no habría estado en Memphis para ver este levantamiento de toda la comunidad en torno a aquellos hermanos y hermanas que están sufriendo. Estoy muy feliz de no haber estornudado”.

Clinton termina sus palabras con un relatorio de escenas recientes. Detalla con crudeza la complicada situación de inseguridad que se vive en muchos barrios de su país. “El otro día, el alcalde de Baltimore, un buen amigo mío, me contó cómo fue a visitar a la familia de un joven que con sólo catorce años había sido asesinado por dos chicos de sólo trece (…) Esa no es la libertad, la libertad para morirse antes de llegar a la adolescencia. Esa no es la libertad por la que Martin Luther King vivió y murió”.

King remata su discurso con una de sus frases más conocidas. “Bien, no sé qué pasará ahora. Tenemos algunos días difíciles por delante. Pero no importa lo que suceda conmigo ahora. Porque he estado en la cima de la montaña. (…) Dios me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado al horizonte y he visto la tierra prometida. Y puede que no llegue allí con vosotros. Pero quiero que sepan esta noche, que nosotros, como pueblo, llegaremos a la tierra prometida”. Menos de veinticuatro horas más tarde, Martin Luther King sería asesinado en el balcón de su hotel por James Earl Ray, volviendo proféticas sus palabras.

En los Estados Unidos de nuestro tiempo, las palabras de ambos adquieren más vigencia que nunca. Unos Estados Unidos en los que el Dr. King vería orgulloso cómo un afroamericano completa su segundo mandato como presidente, pero en los que aseguraría que él no vivió y murió para que la policía y la población negra de Ferguson se maten en las calles. Diría que él no vivió y murió para volver a ver disturbios causados por la violencia racial en Phoenix o en Tulsa. Que él no luchó por la libertad de un candidato presidencial para promover el odio racista.

En nuestros días, las palabras del presidente Clinton y de Martin Luther King vuelven a resonar con fuerza desde el púlpito de la vieja iglesia de Memphis.

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Pepe Martínez es Secretario de Comunicación del Centro de Estudios de Seguridad y coorganizador de los Beers&Politics en Santiago de Compostela.

Publicado en Beerderberg

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