De Ricci a Francisco, la Compañía de Jesús y China

GUILLEM PURSALS

«Viendo que estaba moribundo, le puse en la mano un cirio encendido. Poco después, entregó el alma a su creador y Señor con gran paz y reposo, pronunciando el nombre de Jesús.» Antonio a Manuel Teixeira, sobre los últimos momentos de Francisco Javier en la isla de San Juan, China. 3 de diciembre de 1552.

El 7 de abril de 1541 empieza uno de los viajes más importantes de la cristiandad, el de Francisco Javier hacia las Indias. El viaje era largo, puesto que después de salir de Lisboa, la ruta marítima transcurría por el Cabo de Buena de Esperanza a través de las costas de la Guinea, y luego partir del continente africano casi en línea recta hasta la ciudad de Goa, ya en el continente indio. El primer día de 1542, Francisco Javier escribe desde el barco: “Es tal la naturaleza de las penas y de las fatigas, que por nada del mundo las hubiera afrontado ni un solo día. Hallamos no obstante consuelo y esperanza sin cesar y creciente en la misericordia de Dios, con la convicción de que nos falta el talento necesario para predicar la fe de Jesucristo en tierra pagana”. Y el seis de mayo de ese mismo año, llegó a Goa.

Desde el seis de mayo de 1542 hasta el 15 de abril de 1549, el padre Javier abandona Goa, donde ejercía de nuncio apostólico, y viaja hasta Japón, llegando a Kagoshima el 15 de agosto. Allí se forma en costumbres y lengua japonesa. A Francisco Javier se le sumarán Cosme de Torres y Juan Fernández, quienes irán a ver al señor de Kagoshima el 29 de setiembre, para que les autorice a predicar la fe cristiana en sus tierras, el cual acepta para poder tener contacto con occidente. El 22 de abril de 1552, Francisco Javier abandona Japón dejando a cargo de las distintas misiones jesuitas a Cosme de Torres y Juan Fernández, partiendo hacia Malaca. Allí se reuniría con Don Álvaro de Ataide, para plantearle al diplomático portugués la intención evangélica de abrir una embajada en China. No podemos olvidar que el Estado chino no permitía entrar a occidentales en su territorio, por lo que una misión diplomática sería la única forma de saltarse este veto.

A finales de agosto de 1552, Francisco Javier llega a la isla de San Juan, o Shangchuan, a diez quilómetros del territorio de China. Después de acordar con un comerciante chino que le desembarcaría en la provincia china de Cantón, finalmente el misionero es traicionado por el citado comerciante porque después de cobrar no cumple y no le ayuda, el 21 de noviembre el padre Francisco Javier enferma de unas fiebres, y empieza a hablar ya en sus últimos días de convertir China y su imperio al cristianismo. Antonio, misionero chino que acompañaba a Francisco Javier, le asiste hasta la muerte el tres de diciembre de 1552. Empezando así la voluntad de la Compañía de Jesús de evangelizar la China.

Años después de morir Francisco Javier, el gobierno imperial permitió a los portugueses establecer un puesto comercial en Macao. Los puestos comerciales eran cesiones semipermanentes del territorio, las cuales en las temporadas de comercio formaban parte del país a las que se cedían, y al finalizar las temporadas ya no. Esto fue fundamental para que se estableciese en este puesto el Colegio Jesuita San Pablo, en la ciudad, aunque en sus inicios tuvo problemas porque muy pocos chinos sabían hablar portugués. Este hecho fue analizado por Alessandro Valignano CJ, al visitar Macao en 1578 descubriendo que el idioma y la cultura eran fundamentales para poder evangelizar al pueblo chino. Al año siguiente, y como consecuencia de este viaje de Valignano, Michele Ruggieri CJ fue enviado a Macao y poco después se le uniría Matteo Ricci CJ, quienes revolucionarían la forma de predicar y evangelizar aprendiendo el idioma chino y las costumbres chinas.

Ruggieri y Ricci fundaron la primera escuela de chino para portugueses, y además elaboraron el primer diccionario de una lengua europea a chino, siendo Portugués-Chino. También cartografiaron gran parte de China y del Imperio Ming y fueron los primeros misioneros que entraron en 1583 en un territorio de la dinastía Ming, más allá de Macao, estableciéndose en  Zhaoqing.

Un hecho importante fue que Ruggieri se cambió el nombre a Luo Mingjian, para parecer menos foráneo al adoptar un nombre chino, un hecho que continuarían haciendo posteriores misioneros como Nicolás Trigault CJ, quien sería Jin Nige, o Ferdinand Verbiest, quien sería Nan Huairen.

Ricci por su parte consiguió integrarse y conocer la cultura y la lengua chinas hasta ser casi cuotidiano su uso, llegando más allá que su compañero Ruggieri. Ricci, junto con otro jesuita, Lazzaro Cattaneo CJ, escribieron otro diccionario Portugués-Chino mejorando el anterior al incluir también el uso fonético silábico de las palabras. Ya en 1601, Matteo Ricci se convirtió en el primer occidental en ser recibido por el emperador Wanli en la Ciudad Prohibida de Beijing, como reconocimiento a sus labores científicas, como la predicción de eclipses, tan importante en la cultura china. Gracias a esta confianza, pudo crear la Catedral de la Immaculada Concepción de Beijing, en 1605.

En 1622, el jesuita Johann Adam Schall von Bell, quien sería conocido también como Tang Ruowang, también colaboró con la corte imperial china, consolidándose la Compañía de Jesús como el vínculo de unión del conocimiento científico europeo y chino. Otros jesuitas como Ferdinand Verbiest  desarrollaron amplios conocimientos científicos en China, hasta llegar a Johann Schreck, también llamado Deng Zhen Lohan, quien ayudó al emperador Chongzhen a revisar el calendario chino, que se guiaba por los astros. También destacar el papel de Xu Guangqi, chino que se convirtió al cristianismo ingresando en la Compañía de Jesús y estableciendo extensos y revolucionarios tratados sobre estrategia militar, matemáticas, astronomía y agricultura. Además de ser uno de los tres autores, junto con Li Zhizao y Yang Tingyun, del libro “Los tres pilares del Catolicismo chino”.

Aunque constan documentos del s. XIII de vínculos entre cristianos y China, a través del territorio mongol y la dinastía Yuan, como Juan de Montecorvino, franciscano que llegó a Beijing en 1294, o Odorico de Pordenone, otro franciscano que llegó a China años después, no fue hasta las misiones jesuitas cuando existió un primer contacto organizado entre ambas civilizaciones. Fue Pio XII quien reconoció los rituales chinos en 1939, y elevó a cardenal al primer chino católico en 1946, creando así una jerarquía eclesiástica. Con el establecimiento de la República Popular China, y la expulsión de las organizaciones religiosas, se estableció la Asociación Católica Patriótica de China, que no reconocía la autoridad de la Santa Sede.

El 22 de septiembre de 2018, el gobierno de la República Popular de China y el Estado del Vaticano firmó un acuerdo sobre el nombramiento de obispos en la R. P. de China. Es importante recordar que la Santa Sede no reconoce al gobierno de Beijing como legítimo y aún mantiene relaciones oficiales con Taiwán. De forma decidida se acordó que la Santa Sede podría vetar a los obispos que propusiese el gobierno comunista, como que el gobierno comunista recomendaría a quien nombrar obispo. En el mensaje del Papa Francisco a los católicos chinos y a la Iglesia Universal, el 28 de septiembre de 2018, recita: “Que, en el ámbito civil y político, los católicos chinos sean buenos ciudadanos, amen totalmente a su Patria y sirvan a su País con esfuerzo y honestidad, según sus propias capacidades”.

Esta declaración papal, para muchos, significa la cercana idea de que se establezca un concordato entre los dos países, reconociendo así el Estado Vaticano a la República Popular China. Un hecho sin precedentes desde el recibimiento de Ricci en la corte del emperador, de Francisco a Ricci, de jesuita a jesuita.

 

Guillem Pursals es Politólogo y Máster en Seguridad. Analista de Relaciones Internacionales y Conflictos (@GPursals ‏)

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