Cuando hay hambre: las metáforas discursivas

MARCEL LHERMITTE

Hace poco tiempo me regalaron el libro El poder político en escena, del consultor español en comunicación política Luis Arroyo, sin dudas una de esas obras maestras de la comunicación política que todo consultor debería tener en su biblioteca, o mejor aún en sus manos y en lo posible leerla.

En el cuarto capítulo, titulado Víctimas de una metáfora, se da cuenta de una investigación muy relevante, que grafica descarnadamente algunos de los estímulos a los que estamos sometidos desde el discurso político y desde los medios de comunicación en general.

El experimento, realizado en Estados Unidos, constaba de seleccionar dos grupos de personas a las cuales se les presentaba una situación hipotética por la cual estaba pasando una ciudad ficticia en materia de seguridad ciudadana. Ambos grupos recibieron el mismo reporte, pero con dos metáforas alternativas.

Un grupo recibió el siguiente texto: El crimen es una bestia salvaje haciendo presa en la ciudad de Addison. La tasa de criminalidad en la que fuera pacífica ciudad ha subido sin parar en los últimos tres años. De hecho, en estos días parece que el crimen está acechando cada vecindario. En 2004 hubo 330 asesinatos en la ciudad; en 2007 fueron más de 500.

Mientras que al otro colectivo se le entregó la siguiente comunicación: El crimen es un virus infectando a la ciudad de Addison. La tasa de criminalidad en la que fuera pacífica ciudad ha subido sin parar en los últimos tres años. De hecho, en estos días parece que el crimen está contagiando cada vecindario. En 2004 hubo 330 asesinatos en la ciudad; en 2007 fueron más de 500.

Luego de analizar el mensaje al que fueron sometidos, cada colectivo propuso iniciativas para encontrar una solución a los problemas criminales que padecían los habitantes de la ciudad de Addison.

Por un lado, quienes recibieron el texto con la metáfora que indicaba que el crimen es una bestia salvaje haciendo presa en la ciudad de Addison y que acecha cada vecindario, propusieron medidas de fuerza y castigo para solucionar la problemática –básicamente aumento de penas, incremento de presencia policial, construir más recintos carcelarios, etc.–.

Por otro lado, los que leyeron el texto con la metáfora que aseguraba que el crimen es un virus infectando a la ciudad de Addison y que contagia cada vecindario promovieron medidas sociales para mejorar la seguridad ciudadana –fundamentalmente mejoras en programas educativos, búsqueda de las causas que llevan a la criminalidad, etc.–.

En resumen, el experimento del que da cuenta Arroyo en su obra “comprueba que las metáforas que utilizamos al hablar sobre asuntos importantes dan forma a nuestra manera de pensar sobre ellos e incluso a las aproximaciones a su solución (…) Las metáforas pueden tener una profunda influencia en nuestra actuación sobre asuntos sociales relevantes”.

No hay pan duro

La investigación reseñada nos alerta sobre cómo algunas metáforas discursivas a las que somos sometidos pueden influir en nuestra forma de pensar y de actuar. Diariamente, y sin que lo tengamos presente, vivimos bombardeados por infinidad de metáforas, de mensajes en general que provienen desde los medios de comunicación, emitidos por políticos, periodistas y formadores de opinión en general, que buscan persuadirnos políticamente, que nos dan lecciones de moral y que incluso nos dicen cómo debemos pensar correctamente.

Más allá de las metáforas en América Latina sufrimos un problema mucho más grave aún: la concentración de los medios de comunicación en pocas manos, que se ve incrementado, además, cuando esas pocas manos tienen una gran coincidencia ideológica.

Este año en la campaña electoral de Chile, por ejemplo, un periodista –en un medio de derecha– al comenzar la entrevista al candidato presidencial Alejandro Navarro –político de izquierda– le dijo que “no debería estar sentado aquí” por “no estar a la altura” de los presidenciables, entre una serie de descalificaciones que no merece la pena enumerar ahora.

El país trasandino no cuenta con medios de izquierda potentes, canales de televisión, radio y diarios son casi sin excepción de derecha o centroderecha. Pero esta misma situación, que se da en Uruguay también, se repite en la mayor parte de los países de América Latina.

Otro caso interesante es el sucedido en los últimos días al candidato presidencial Edgardo Araya, del Frente Amplio de Costa Rica. Luego de pautar en los canales de televisión Repretel y Teletica una pieza audiovisual –de campaña negativa– fue censurado por esas empresas de comunicación, por lo que no se pudo exhibir el material allí.

Si bien es posible que la censura a la que fue sometido el Frente Amplio tico también sirva para que la pieza despierte mayor interés, y por ende sea más vista en las redes sociales, es una nueva demostración que las fuerzas de izquierda latinoamericanas corren en desventaja con sus pares de derecha a la hora de querer hacer llegar su mensaje político a la ciudadanía.

Volviendo a lo que nos plantea Arroyo, es importante mantener la alerta sobre las metáforas a las que nos someten los formadores de opinión, pero es urgente también, por el bien de las democracias regionales, lograr romper los cercos mediáticos que sufren muchas de las fuerzas políticas progresistas de nuestro continente, y eso en campaña debe lograrse entonces sin la ayuda de los grandes medios de comunicación, acudiendo fundamentalmente a acciones alternativas.

La micropolítica, el cara a cara, las movilizaciones ciudadanas, las redes sociales y fundamentalmente el aumento de la creatividad son algunas de las herramientas que algunos candidatos, fundamentalmente progresistas, deben acudir para lograr hacer llegar su mensaje político a la ciudadanía.

Marcel Lhermitte es periodista y asesor en comunicación política (@MLhermitte)