JUAN MANUEL BACCA
En época de crisis humanitaria parece que la facilidad de obtener un pasaporte se amplia, por lo menos para el COVID 19.
Al contrario de lo que debería suceder y para lo cual algunas regiones del mundo se fueron preparando a lo largo de las últimas décadas, perfeccionando y enorgulleciéndose de su integración al llegar el momento de la cena de gala, el esmoquin no está listo.
En estos días los nacionalismos se exaltaron y no hace falta mirar para EEUU, Brasil o Reino Unido para buscar ejemplos claros, como suele pasar en épocas de tranquilidad (y no tan tranquilas). Hoy, cuando el mundo se siente en guerra, tal como lo pronuncian diferentes mandatarios en sus discursos, por obra de lo que pareciera un acto reflejo, buscan refugiarse y taparse con la bandera propia. Sí, los nacionalismos se exaltan en todo el mundo y las ganas de buscar culpables y darle nacionalidad al virus se expanden.
La Unión Europea, ese ejemplo de integración realizado post segunda guerra mundial con el objetivo de que los horrores vividos no se vuelvan a repetir, nunca pensó que el próximo enemigo no iba a tener una bandera y aunque todas le quieran dar una, él todavía, se resigna a adoptarlas.
Ante esta situación novedosa en la cual el mundo se debate las formas de combate, la integración parece mostrar fisuras. Cuando las soluciones tendrían que ser más universales que nunca ante un enemigo muy cosmopolita, los estados se aferran a lo propio.
El ex presidente del Consejo de Europa, Donald Tusk, denunció este sábado los comportamientos “nacionalistas” de los estados miembros de la Unión Europea en la lucha contra el coronavirus y abogó por una mayor cooperación en una entrevista al periódico polaco Gazeta Wyborcza. “las soluciones nacionales no funcionaran a largo plazo ante un virus que no respeta fronteras” expreso.
Las respuestas de la Unión Europea ante esta crisis fueron escasas, tardías y descoordinadas. Entre las principales medidas tomadas encontramos la flexibilización de las normas presupuestarias de la UE; proporcionar liquidez a las pequeñas empresas y al sector de la asistencia sanitaria. Pero algo muy representativo de esta situación es lo que sucedió hace más de una semana cuando Úrsula Von der Leyen, presidenta de la comisión Europea, quien antes había declarado que cerrar las fronteras internas dentro de la comunidad no tendría efectividad, horas más tarde se vio obligada a cerrar el espacio Schengen (área que comprende a 26 países europeos) ante el inicio de cierre de fronteras por parte de los miembros del espacio. El objetivo era mantener las cadenas de suministro dentro de la unión. La respuesta: cierre de fronteras entre Portugal, España y Francia minutos después de adoptada la medida. Como podemos observar, la coordinación comunitaria en época de crisis brilla por su ausencia y la percepción de que este proceso puede tener consecuencias no solo es personal: en una encuesta realizada por el diario La Vanguardia, el 92,11% (5.973 personas) creen que esta crisis hará mas daño a la Unión Europea que el propio Brexit.
Esta situación y el encierro nos hace entender que la socialización es nuestra fortaleza, el todo es superior a las sumas de las partes, decía Aristóteles hace ya unos cuantos años Parece que todavía tenemos que terminar de entenderlo. Cuando la suma de las partes es positiva, es decir, cuando el todo adquiere características que las partes por si solas no tienen aparece la sinergia; a ella se la entiende como “suma de energías”. Está claro que el coronavirus vino a refrescarnos conceptos y hacernos entender que, como un todo, hacemos cosas mucho más grandes que como simples partes.
Estos conceptos, a los estados les cuesta incorporarlos. En tiempos donde la inteligencia se hace universal, el corazón estatal, se aferra a lo local.
Juan Manuel Bacca Weht es Abogado y consultor en comunicación politica (@JMBaccaWeht)