Voluntarios y pueblos Vascongados:
Nadie más entusiasta que yo para sostener los derechos al trono de las Españas en favor del señor Don Carlos Maria Isidro de Borbón cuando me pronuncié, pero ninguno más convencido por la experiencia de multitud de acontecimientos de que jamás podría este príncipe hacer la felicidad de mi patria, único estimulo para mi corazón y por lo tanto, unido al sentimiento de los jefes militares de Vizcaya, Guipuzcua, castellanos y de algunos otros, he convenido para poner término a una guerra desoladora; que se haga la paz, la paz tan deseada por todos, según pública y reservadamente se me ha hecho conocer.
La falta de recursos para sostener la guerra después de tantos años y la demostración pública de odiosidad á la marcha de los ministros me han comprometido al último paso.
Yo manifesté al rey mis pensamientos y proposiciones con la noble franqueza que me caracteriza y cuando debí prometerme una acogida digna de un príncipe, desde luego se me marcó con la resolución de sacrificarme.
En tan critica posicion mi espíritu se enardeció y los trabajos para conseguir el término de nuestras desgracias se multiplicaron; por último he convenido con el general Espartero, autorizado en debida forma por todos los jefes referidos, que en estas provincias se concluya la guerra para siempre y que todos nos consideremos recíprocamente como hermanos y españoles, cuyas bases se publicarán; y si las fuerzas de las demás provincias quieren seguir nuestro ejemplo, evitando la ruina de sus padres hermanos y parientes, serán considerados y admitidos; pero para ello es indispensable que, desde luego, se manifiesten abandonando á los que les aconsejan la continuación de una guerra que ni conviene ni puede sostenerse.
Los hombres ni son de bronce ni son como los camaleones para que puedan subsistir con el viento. La miseria toca su extremo en todo el ejército después de tantos meses sin socorro; los jefes y oficiales tratados como de peor condición que el soldado, pues á este se le da su vestuario mas á aquel tan solo una corta ración, mirándolos de consiguiente marchar descalzos sin camisa y en todos conceptos sufriendo las privaciones y fatigas de una guerra tan penosa.
Si algunos fondos han entrado del extranjero los habéis visto disipar entre los que los recibían ó manejaban. El país abrumado en fuerza de los excesivos gravámenes; ya nadie tiene con que atender á sus necesidades y el militar que antes contaba con el auxilio de su casa, en el día siente las angustias de sus padres, que lloran la generosidad de un pronunciamiento que solo la muerte y la desolación les promete.
Provincianos, sea eterna en nuestros corazones la sensación de paz y unión entre españoles y desterremos para siempre los enconos y resentimientos personales; esto os aconseja vuestro compañero y general.
Enviado por Enrique Ibañes