ÁNGEL CLARO
El pasado julio paseaba por el Soho, en la ciudad que nunca duerme, cuando se me aproximaron dos chicas con una carpeta en sus manos. Eran activistas de una ONG y buscaban nuevos miembros con una estrategia sutil. Una de ellas me pidió mi opinión sobre una cuestión que me pareció muy interesante y me sorprendió bastante.
El caso es que me interpeló sobre los derechos del cuerpo de policía estadounidense en relación con los últimos casos de tiroteos sucedidos por todo el territorio americano. Parece que los policías de ese país siempre se libran de ir a la cárcel y hay muchos colectivos que luchan contra este hecho. La brutalidad policial y la impunidad de la que gozan los agentes parece enfocada siempre a un colectivo racial, pero las autoridades se esfuerzan en desmentir este punto, aunque las recientes imágenes que tenemos en la retina proporcionadas por las redes sociales indican lo contrario.
Mientras estaba conversando me vino a la memoria, quizás traicionado por mi subconsciente, un domingo del febrero pasado cuando me quedé despierto hasta tarde para ver el espectáculo de la media parte de la Super Bowl y apareció Beyoncé y su grupo de bailarinas vestidas como los Panteras Negras, con cinturones de balas cruzados en el pecho y sobre los brazos. El espectáculo lo inauguró Coldplay y también actuó Bruno Mars, pero el bombazo fue Beyoncé. Recuerdo que pensé: “¡Madre mía, la que se va armar!”. Nunca mejor dicho. Sus apariciones son eventos globales y las repercusiones impredecibles.
Ella no empezó así. A finales de los años noventa era vocalista de un trío llamado Destiny’s Child. Su relación con la política era inexistente. Hoy, con 16 años de carrera musical a sus espaldas, 20 premios Grammy y –¡atención!– más de 160 millones de discos vendidos como solista y con el grupo musical mencionado, se ha convertido en la artista musical de raza negra mejor pagada de la historia.
Y aquí está la clave del asunto. Cuando presentó el single de lanzamiento “Formation”, el 6 de febrero, un día antes de la final –y, casualmente, en febrero, el mes de la Historia Afroamericana en los Estados Unidos–, sabía lo que se traía entre manos.
La letra de la canción hace referencias constantes al argot que utilizan las personas de color en Norteamérica: términos como bama o negro, antes insultos, ahora los usa con orgullo. Los estereotipos, como la nariz prominente, ahora son elementos de los que presumir. Para un análisis más exhaustivo de la letra de la canción vale la pena leer el excelente artículo de Noel Ceballos.
A partir de aquí surgen los interrogantes. ¿Se podría decir que su intención es transformar elementos tradicionales negativos de la cultura afroamericana en positivos para potenciar la autoestima de un colectivo denostado por todos pero que, no lo olvidemos, también vota? Podría ser. Esta es la teoría más extendida mayoritariamente.
Desde “Formation”, Beyoncé ha sufrido incesantes críticas provenientes de los sectores más conservadores de la sociedad estadounidense a causa de su “radicalización” o implicación política, llegando a extremos hilarantes como el video emitido en Saturday Night Live, “The day Beyoncé turned black”.
La relación con los grupos proderechos de los afroamericanos no se hizo esperar, claro. Y aquí el papel principal lo interpreta el movimiento Black Lives Matter (en español, Las Vidas Negras Importan).
El BLM es un nuevo movimiento de derechos civiles que surgió aproximadamente a partir del asesinato de Trayvon Martin a manos de Georges Zimmerman en 2012, y sobre todo desde agosto de 2014, cuando agentes de policía mataron a Michael Brown en Ferguson.
Estos hechos provocaron que varios de los principales organizadores de la comunidad negra estadounidense se coordinaran para unificar esfuerzos. Alicia Garza, Opal Tometi o Patrisse Cullors son algunos de los nombres que destacaron por su implicación y su enfoque.
Se autodefinen como un movimiento que lucha para acabar con las formas en que los negros se ven privados de sus derechos humanos básicos y su dignidad. La brutalidad policial, la injusticia racial y la desigualdad económica son los argumentos principales que enarbolan.
Desde agosto de 2014 han protagonizado más de 1.000 actos de protesta por todo el territorio norteamericano.
Cuatro días después de la final de la Super Bowl, Alicia Garza publicó en la revista Rolling Stone un revelador artículo llamado “Welcome to the Movement” dedicado a Beyoncé. En él realizaba la misma solicitud que la artista propone en el video de “Formation”: “The demand to stop killing us”. Garza, entre otros aspectos, insiste en la complejidad y las múltiples facetas –y contradicciones– del BLM. Pero lo que está claro es que la incorporación de la megaestrella global es un fichaje mediático, si es que es un fichaje, utilizando el símil futbolístico.
Estas contradicciones se han incrementado exponencialmente a partir de los asesinatos de Alton Sterling en Luisiana, Philando Castile en Minnesota –los videos que circulan por la red son escalofriantes– y de los cinco agentes de policía que asesinó el francotirador Micah Xavier Johnson en Dallas; todos en la primera mitad de 2016.
La cifra de casi 600 personas muertas a manos de la policía, sólo en 2016, arroja datos poco esperanzadores sobre la mejora del proceso. Y la campaña electoral americana no ayuda nada, porque la división en la sociedad estadounidense que proclama Trump y desmiente Obama se evidencia en las manifestaciones y acciones de protesta que continúan llevando a cabo los integrantes del BLM a pesar de las detenciones arbitrarias que sufren sus miembros.
En el estadio actual, las similitudes entre el BLM y el Movimiento de los Derechos Civiles de 1955-1964 son evidentes y nos conducen a discursos partidistas. La sociedad occidental se escinde irremediablemente –podemos tomar como ejemplos el reciente ʻbrexitʼ o el proceso de independencia catalán– en dos opiniones enfrentadas. Y parece que el discurso cala.
¿Que Beyoncé tomara partido y decidiera apoyar una causa como el BLM públicamente es una herramienta política? ¿Puede una estrella del pop influir en el resultado de unas elecciones en la primera potencia mundial? En España esto es impensable, pero la situación del colectivo afroamericano en los Estados Unidos parece apuntar a que será así.
La resolución del conflicto está por ver y estará seguramente ligada al resultado de las elecciones en los Estados Unidos. A grosso modo, los republicanos abordan la cuestión apelando a la seguridad de los ciudadanos y con valoraciones económicas, sus tradicionales pilares electorales.
Los demócratas utilizan argumentos más sociales, basados en la igualdad, la potenciación de la educación, la sanidad o la equiparación de salarios, con citas del estilo: “Tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel, sino por la firmeza de su carácter” del doctor Martin Luther King.
Por cierto, las chicas que me abordaron eran una blanca y una negra. A mí me tocó la blanca, mientras la otra nos observaba en la distancia. A lo mejor fue casualidad, pero me parece que no. Supongo que hay ciertas cosas que aún tienen que cambiar.
Fuente de la imagen: OK Player
Ángel Claro es historiador y profesor de educación secundaria (@angelclarotgn).
Publicado en Beerderberg
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