Bansky y el artivismo

MARIA RENÉE ESTRADA

Todo lo que hacemos, o dejamos de hacer, comunica. Nuestros gestos, acciones, palabras y hasta silencios siempre cargan consigo un mensaje –ya sea implícito o explícito–. Por eso el principio de forma y fondo (o forma y contenido), bien conocido en el ámbito del diseño, me parece que es uno de los principios de aplicación humana más importantes de la historia. Todo lo que comunicamos, o queremos comunicar, debería, según mi apreciación, ser debidamente diseñado previamente bajo este principio. 

Por esta razón, me parece interesante hablar sobre Banksy, un artista callejero de origen inglés, que muchos conocen, pero nadie conoce. ¡Vaya paradoja! Que muchos conocen, porque es muy famoso. Y que nadie conoce porque es anónimo (hay quienes dicen que nació en una localidad cercana a Bristol en 1974 y existen diversas teorías sobre quién o quiénes podrían ser). 

Banksy es conocido por ser un artista activista, bastante controversial, que utiliza el graffiti callejero para hacer denuncia social. Sus piezas giran alrededor de temas como la política, el racismo, la moral y el consumismo, entre otros asuntos de esa índole. Su nivel de controversia es tal, que, en octubre del 2018, la BBC publicó una noticia que indicaba que una obra suya (Girl with Balloon, una de las más icónicas) se había autodestruido tras ser vendida por más de un millón de dólares en la casa de subastas Sotheby’s. Además del graffiti con esténcil, en los últimos años también ha producido obras en papel, esculturas e instalaciones urbanas, además de crear hoteles y parques de diversiones (siempre con su sello polémico). Para el graffitero inglés no hay mejor lienzo para expresarse, que el espacio público. ¿Por qué exhibir su trabajo en museos y galerías de arte privadas cuando puede utilizar muros con una visibilidad altísima? Si alguien sabe darle un buen uso al espacio público, a pesar de vivir bajo la constante amenaza de arresto, es este personaje. 

Pero entonces, ¿qué relación tiene el trabajo de este artista con el tema de la forma y el fondo? En general, la percepción del graffiti no suele, o no solía, ser positiva. Hay quienes, incluso artistas, lo consideran una expresión vulgar.  A mí, personalmente, nunca me ha parecido que pintar paredes pueda tener un impacto social relevante. Sin embargo, considero que el artivisimo de Bansky es distinto. ¿Por qué? Puede que sea la alta estima que tengo hacia la estética y el arte, pero, indudablemente, tiene relación con la importancia que tiene para mí el principio de forma y fondo del que hablaba al inicio. Si todo lo que comunicamos, o pretendemos comunicar, debería ser previamente diseñado con base en este principio, la protesta social también, ¿no? Para mí, sí. Considero que el arte es una excelente herramienta de denuncia y argumento político. 

Por ejemplo, los murales Slave Labour y I hate Mondays son de mis favoritos, porque exponen y señalan directamente un tema tan importante como la atrocidad del trabajo infantil. Otra pieza que me impresionó mucho fue la que ilustra a Cosette (2016), personaje principal de Los Miserables, como medio de protesta por el mal trato que reciben los inmigrantes de Siria en Francia. En esta, el artivista incluyó un código QR que conducía a un video de la policía francesa en medio de un ataque a inmigrantes. Horas después el mural fue cubierto con madera, intentando censurarlo, pero la imagen ya se había viralizado a través del internet

Game Changer (2020) es un trabajo reciente que, apartándose un poco de su línea conceptual recurrente, hace referencia al papel de los profesionales de la salud durante la pandemia ocasionada por el Covid-19. Básicamente fue un tributo para los trabajadores en la primera línea (“frontline workers”). La nota que le acompañaba decía: Gracias por todo lo que están haciendo. Espero que esto ilumine un poco el lugar, incluso si es solo en blanco y negro”. La imagen del mural tiene un alto componente de emotividad: aparece un niño jugando con figuras de acción, dejando a un lado a Batman y Spiderman, mientras elige a una enfermera que lleva una mascarilla y un delantal con el símbolo de la Cruz Roja (el único elemento con color, rojo). Originalmente, esta obra fue titulada Painting for Saints

En 2005, tras la construcción del muro entre Israel y Palestina, Banksy ejecutó sobre éste nueve obras distintas. Una de las más emblemáticas fue Flower Thrower. Por último, pero no menos importante, me parece pertinente destacar Shop Till You Drop, una crítica al consumismo. Y la potente obra visual Free Zehra Doğan, en la que manifiesta su descontento con el encarcelamiento de la artista turca, por ejercer su derecho a la libertad de expresión. En 2017, Zera fue aprisionada por su gobierno, y condenada a 2 años, 9 meses y 22 días por realizar una pintura sobre la destrucción de la ciudad de Nusaybin. La representación gráfica del artivista fue genial: el mural ilustraba las marcas negras (líneas verticales) de los días de encarcelamiento de Doğan, dejando un conjunto de cuatro marcas para insertar la cara de la artista detrás de estas, simulando los barrotes de una prisión.

Y es que Banksy no raya paredes de forma aleatoria y sin un objetivo específico, tampoco graffitea de manera vulgar para hacerse ver y/o escuchar. Pareciera, y lo demuestra constantemente, que cada uno de sus trabajos artísticos es pensado y planificado previamente a su ejecución, cumpliendo a cabalidad con el principio de forma y fondo. El anónimo inglés sabe comunicar a través del esténcil. Sabe cuestionar, hacernos pensar, profundizar y reflexionar en temas sociales de gran envergadura. Pero más allá de eso, ha sabido sacudir al mundo utilizando el arte como una herramienta crítica para la denuncia y el argumento político. 

Así, sí. Que pinten todas las paredes del mundo y que intervengan cada espacio público existente.

 

Maria Renée Estrada  es Asesora en Comunicación y Diseño de
Futuros e Intangibles (@mareslu_)

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