Ayn Rand: Una de los nuestros.

DAVID DRUDIS

La novelista, dramaturga y ensayista norteamericana de origen ruso Ayn Rand (1905-1982) es una referencia muy conocida para los aficionados a la cultura política norteamericana, si bien relativamente desconocida en nuestro país. Ha sido un pilar de la derecha estadounidense a pesar de ser una mujer judía, atea militante, proabortista, opuesta a la guerra de Vietnam y crítica con Reagan, y una referencia (positiva o negativa) para diversas teóricas y activistas situadas en distintos puntos del espectro del feminismo a pesar de ser anticomunista acérrima, defensora a ultranza de un ‘capitalismo radical’ y de sus continuadas representaciones del no means yes. Ampliamente leída en EEUU especialmente en la actualidad, Rand no deja indiferente a nadie.

Si bien se ha escrito sobradamente acerca de Rand y su obra [1], pienso que desde la izquierda con frecuencia se la ignora o se descarta como un valor atípico [2], como algo extraño y algo cómico que sucedió en los 60, como Frank Zappa o Lenny Bruce. Creo que hacemos eso en parte por autocomplacencia, pero en gran parte también porque, como ha pasado con cierto presidente norteamericano reciente, nos acabamos creyendo el personaje que Rand interpretaba. 

Ayn Rand emigró de Rusia a Estados Unidos para trabajar en Hollywood, donde ejerció muchos años como ayudante de guionista y jefa de vestuario, actividades que compaginó con participar en la caza de brujas anticomunista de los años 40 y como propagandista anti-Roosevelt. Con el tiempo, y a medida que sus contactos crecieron, tuvo la posibilidad de escribir guiones y también su primera novela de éxito, El manantial (1943), que se llevó a la gran pantalla y dio a Rand la posibilidad de dedicarse plenamente a la literatura y a sistematizar las ideas que había estado esgrimiendo durante su tiempo como activista. [3]

Rand fue conocida también en su tiempo por sus numerosos artículos y ensayos, a través de los cuales delineó un movimiento intelectual algo sectario y que llegó a tener miles de seguidores en los años 60, el Objetivismo (con su O mayúscula). A pesar de la escasa atención que le prestaron el mundo académico y la crítica literaria, el esfuerzo de unos pocos seguidores (muy especialmente de su principal pupilo, un joven psicólogo canadiense llamado Nathaniel Branden [4]) permitió que cincuenta años de la era de internet y los likes sus ideas llegaran al público general y ejercieran una influencia considerable, especialmente entre jóvenes conservadores que buscaban su camino.

El éxito masivo de las ideas de Rand, no obstante, no se puede atribuir solo a sus ensayos, de éxito marginal, sino al enorme éxito de sus novelas. Fue a través de éstas, especialmente de La rebelión de Atlas (1957), que Rand logró hacer llegar al público general su propuesta, una particular mezcla de egoísmo consciente, darwinismo social y excepcionalismo americano.

A pesar de su escasez, la obra literaria de Rand fue muy efectiva como vehículo ideológico. Meterse en la piel de un héroe o heroína randianos es una delicia, y es que Rand era, al fin y al cabo, guionista de Hollywood y, en su propias palabras, una «propagandista maravillosa». [5] Todos sus protagonistas son muy atractivos, inteligentes y blancos, y se enzarzan en tórridas relaciones poliamorosas con abundantes escenas de sexo. 

Sus mujeres, especialmente, viven al margen de la feminidad normativa en vez de cargar con la labor de perpetuarla, son poliamorosas y no se casan, son extremadamente sex-positive y sobre todo son muy competentes, lo que les da valor por sí mismas. [6] Los hombres son atractivos y geniales, son heroicos: se han forjado en el fuego del “nadar o ahogarse” y han salido adelante sin ayuda, [7] que es otro de los valores randianos por excelencia. Ambos viven vidas en las que “no hay anticonceptivos ni aborto, hay pocos niños y prácticamente nada de tareas domésticas”. [8] Es decir, el mundo utópico de Rand vendría a estar poblado, parafraseando a Amalia Pérez Orozco, de capitalistas champiñón: [9] tanto ellos como sus industrias ha surgido espontáneamente de la tierra como hongos, sin causar perjuicio alguno y sin ayuda. Es decir, no son culpables ante la sociedad ni le deben nada.

Como afirmaba al inicio, cuando leemos a Rand en la actualidad resulta tentador pensar que es una mujer fruto de su tiempo y que su tiempo ya pasó; no obstante, la fundadora del Objetivismo no ha dejado de vender miles de libros prácticamente de forma ininterrumpida desde los años 90 (con un boom a partir de la crisis de 2008) y hoy es inmensamente más popular que hace cincuenta años. También resulta tentador adoptar la postura de que Rand era una mujer confundida, infantil, que vivía en una burbuja alimentada por 30 años de adicción a las anfetaminas y rodeada de aduladores que le daban la razón de forma incondicional [10]. A quienes estamos a su izquierda esa idea nos puede resultar agradable, pero no deberíamos olvidar que Rand se formó en Hollywood como propagandista anticomunista y que tanto cuando escribía como cuando hablaba en público sabía perfectamente lo que hacía.

No obstante, la tentación es fuerte. Especialmente desde la crisis de 2008, La rebelión de Atlas ha sido referencia feminista y trans debido a la exuberancia antinormativa de sus personajes femeninos, pero como explica Duggan, sus personajes siempre se han reapropiado de forma parcial, ignorando el marco político de la novela. En ese sentido, si queremos un icono, podemos construir un retrato tan sesgado como las heroínas de la propia Rand: el de una mujer racializada, iconoclasta, proabortista, atea militante y gran admiradora de Betty Friedan. Pero Rand no es Friedan, es más cercana Joan Kennedy Taylor o, más actual y cercana a mi propio campo, Camille Paglia.

Leer a Rand con la intención de quedarnos solo con la historia o sus personajes resulta problemático, porque no es una novela sino un un texto político tan efectivo que muchos conservadores norteamericanos prefieren recomendarlo, aunque se tengan que tapar la nariz cuando Rand habla de Dios o de los derechos de las mujeres. El Manantial y Atlas no sólo son panfletos capitalistas, sino que, como afirma Duggan, consiguen que el capitalismo parezca sexy. En Atlas, Rand le estaba diciendo a su público blanco y aspirational que no sólo no estaba mal tener privilegios, sino que tenían todo el derecho a ejercerlos sin cargo de consciencia. [11] Rand, como hoy en día Jordan Peterson y otros miembros de la llamada intellectual dark web [12] aportan a su público una base teórica sobre la que construir su propia ideología, y ganan mucho dinero haciéndolo.[13] Parafraseando a Jennifer Burns, son la droga de iniciación a la derecha política.[14]

Dejemos de menospreciar a Rand o de tratarla con condescendencia y veamos a la killer, la sicaria fiel que formó parte de la MPA y testificó contra sus compañeros judíos de profesión bajo sospecha de comunismo durante años y que estuvo a la vanguardia de la lucha ideológica contra el New Deal; la Rand que atacó al Movimiento de Liberación de la Mujer llamándolas feas [15], que se declaraba antirracista pero llamaba a los pueblos no occidentales primitivos, que defendió los derechos de los homosexuales pero puntualizó que la homosexualidad era inmoral; la Rand que ha tenido una influencia incalculable en la creación del libertarismo (gringo) y del neoliberalismo como ideologías organizadas y sin la cual no podríamos entender fenómenos como el tándem Bannon-Trump o el apoyo continuado del partido republicano al presidente menos republicano de su historia.

Esa Rand es, parafraseando más a Kissinger que a Scorsese, uno de los nuestros. Y el uso del masculino es completamente intencional.

 

David Drudis es etnomusicólogo y editor

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Leer todo el monográfico 17: Pensadoras feministas

 

[1] Una introducción reciente y asequible a la obra de Rand desde el análisis cultural la encontramos en el ensayo de Lisa Duggan, Mean Girl: Ayn Rand and the Culture of Greed, Oakland: University of California Press, 2019.

[2] Como hizo John Oliver en su segmento de Last Week Tonight, en https://www.youtube.com/watch?v=_8m8cQI4DgM 

[3] Podemos reconocer claramente algunas de las ideas que aparecerían una y otra vez en su obra literaria y sus ensayos en su forma embrionaria en el Screen Guide for Americans, el manual que Rand escribió en 1950 para la MPA, para que los guionistas pudieran evitar “influencias comunistas sutiles”. Las instrucciones “No insultéis a la Libre Empresa», «No insultéis a los empresarios» o «No ensalcéis al ‘hombre corriente’» son un excelente resumen de buena parte de su obra literaria. Ver Jonathan Chait, «Wealthcare: Ayn Rand and the invincible cult of selfishness on the American right» en The New Republic, 2009. https://newrepublic.com/article/69239/wealthcare-0

[4] Nathaniel Branden merecería un artículo sólo para él, más cuando su persona y su mensaje recuerdan mucho a los de otro psicólogo canadiense que más recientemente se ha forrado vendiéndole a los jóvenes varones blancos cis su receta personal de tough love, egoísmo sano, culto al capitalismo y reafirmación de sus privilegios, (y ya puestos, anticomunismo, antifeminismo, transfobia y la teoría zombi del “marxismo cultural”). Hablo por supuesto de Jordan Peterson, el nuevo icono de la derecha millenial y zoomer.

[5] Lisa Duggan, ibid., pag. 38

[6] No obstante, según Rand, necesitan a un hombre, a uno más poderoso, que las complete (sobre todo en la cama). Las ideas de Rand sobre la masculinidad y la feminidad merecen un artículo aparte. Duggan lo analiza más a fondo, pero se puede escuchar a la propia Rand en https://www.youtube.com/watch?v=cL8g7zy6qxw 

[7] Rand proponía, tanto en sus novelas como en la vida real, la fantasía de que las grandes industrias como la ferroviaria o la petrolera habían sido fruto exclusivamente del esfuerzo individual de los empresarios que las fundaron. En Ayn Rand, La rebelión de Atlas, Buenos Aires: Grito Sagrado, 2005 (original de 1957).

[8] Ver Duggan, ibid., pag. 64.

[9] Ver Amaia Pérez Orozco, Subversión Feminista de la economía: Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida, Madrid: Traficantes de Sueños, 4ª ed. 2019 (original de 2014). 

[10] Es el relato de muchos ex-Objetivistas y también el del propio Nathaniel Branden: Branden admitió, una vez rota su relación con Rand, haber manipulado e implementado una política de acoso extremo a los estudiantes del Nathaniel Branden Institute, el primer núcleo duro del Objetivismo, para que trataran a Rand (y por extensión a él mismo) como una especie de semidiosa, y su obra como al evangelio (ver Duggan, ibid., pags. 67-68). Una vez fuera Branden de la organización, esto continuó hasta la muerte de Rand (ver Duggan y también Chait, ibid.)

[11] Ese egoísmo consciente que forma el núcleo de los consejos de Rand, de Branden y también de Jordan Peterson de hecho puede tener, en su contexto apropiado, unos excelentes resultados terapéuticos (esto también lo observó Abigail Thorne en su crítica de Jordan Peterson: en https://www.youtube.com/watch?v=m81q-ZkfBm0 ), y no es de extrañar que tanto Rand como Peterson tengan gran éxito entre adolescentes y jóvenes adultos. El problema surge cuando dichos consejos se extrapolan directamente al pensamiento político sin su correspondiente mutatis mutandis, cosa que por supuesto hacen todos ellos.

[12] El colectivo informal de luchadores contra la corrección política, entre ellos Ben Shapiro, Sam Harris, Joe Rogan o el propio Peterson. Viendo la lista de invitados (y el hecho de que estén ausentes Žižek y otras figuras de la izquierda anti-CP) hace pensar que la lucha contra la CP no es el único ítem de su agenda.

[13] Ver Alex Hern, «The Rise of Patreon – the website that makes Jordan Peterson $80k a month» en The Guardian, 15/5/2018, https://www.theguardian.com/technology/2018/may/14/patreon-rise-jordan-peterson-online-membership

[14] Ver Jennifer Burns, Goddess of the Market: Ayn Rand and the American Right, Nueva York: Oxford University Press, 2009.

[15] Al parecer Eduardo Inda y Bertín Osborne leyeron en su día El manantial.