ALEXANDRA VALLUGERA
Barcelona es a fecha de hoy una ciudad turística, sin paliativos. Miles de turistas diariamente bajan de sus cruceros, de sus vuelos de bajo coste, de sus trenes y se cobijan en centenares de hoteles, decenas de hostales, backpackers y, últimamente, en miles de pisos turísticos, legales o ilegales. Salen en tropel a la visita masiva de la Sagrada Família, el Park Güell, el barrio gótico, las playas, los locales de fiesta del centro de la ciudad y ahora ya también las zonas menos céntricas, como Poblenou y Poble Sec.
Los centros neurálgicos del turismo actual, del de masas, son la obra de Gaudí y el Barça. La guía online de Barcelona, la “guía de las guías”, aquella que la immensa mayoría de turistas lleva debajo del brazo[1], destaca precisamente estos puntos de visita, además de la Catedral, en el barrio gótico, y un par de museos, que es lo que da calidad a la guía y a la visita. La web oficial de Turisme de Barcelona ofrece más posibilidades[2]: rutas organizadas por temas, ya sea por épocas (la Barcelona romana, la Barcelona medieval, la Barcelona contemporánea) o por artistas, de Picasso a Miró, de Gaudí a Puig i Cadafalch.
Pero hay otras rutas turísticas, rutas para el alternativo, para el comprometido o para el directamente friki de la política. Barcelona es una ciudad con más de mil años de historia, historia no siempre tranquila o pacífica.
Ruta del anarquismo
Barcelona fue el centro mundial del anarquismo. Durante la década final del siglo XIX y las primeras décadas del XX, Barcelona fue conocida internacionalmente como la Rosa de Fuego, probablemente por la cantidad de incendios de conventos que se sucedieron. Pero en realidad, esta quema de conventos no era el objetivo, era el resultado final de la indignación de la clase obrera por los atropellos de la clase política y la complaciente justificación que la Iglesia daba a la opresión obrera.
El anarquismo nacía de la concepción obrera de que todos los hombres debían ser libres de espíritu, cultos, educados y que, de esta manera, la sociedad evolucionara hacía un lugar más justo e igualitario, sin clases. Por esto, para los anarquistas la educación era primordial. Los sindicatos anarquistas, las cooperativas y los ateneos eran espacios de conocimiento y debate. La Fraternidad de la Barceloneta, hoy biblioteca municipal, o la Cooperativa Pau i Justícia de Poblenou, hoy la Sala Beckett, son dos de los espacios donde los trabajadores y las trabajadoras, como movimiento igualitarista que era, se encontraban para discutir después de largas jornadas de trabajo. Igualmente, había periódicos, como Tierra y Libertad, que en 1906 se trasladó a Barcelona, a la calle Cadena, en el Raval, que ya sólo existe como una de las aceras de la Rambla del Raval.
En la calle Cadena, en la esquina con la calle Sant Rafael, fue asesinado en 1923 Salvador Seguí, conocido como el Noi del Sucre, dirigente de la CNT y creador de La Solidaritat Obrera.
El sobrenombre de la Rosa de Fuego nace de la Semana Trágica, cuando los obreros y sobre todo las obreras, se tiraron a las calles de la ciudad para evitar el reclutamiento obligatorio de las quintas de 1903: los mozos en 1909 ya estaban en la reserva, casados y con hijos. Su reclutamiento forzoso para ir a luchar al Rif, en Marruecos, dejaba a las familias obreras sin recursos y en la miseria, mientras que los ricos podían escapar del reclutamiento pagando 1.500 pesetas. Las barricadas fueron constantes en toda la ciudad y la quema de conventos el resultado del hartazgo y la rabia que generaba la Iglesia, con el apoyo a los ricos y el monopolio de la educación, amén de la competencia desleal de sus talleres de costura y lavado con las obreras.
Una visita obligada es la Barcelona Traction, Light and Power Company, Limited, en el Paral·lel, lado Poble Sec, actualmente conocida como Les Tres Xemeneies y sede de Red Eléctrica Española, pero conocida en 1919 como La Canadenca, por el orígen de los dueños de la fábrica. Seguí participó en la huelga de La Canadenca. La huelga empezó en La Canadenca, pero liderada por la CNT desembocó en una huelga general, después de que el gobernador militar de la ciudad, Joaquín Milans del Bosch (¿os suena el apellido?), declarara el estado militar y encarcelara a más de tres mil obreros en el Castell de Montjuïc. Esta huelga de 1919 fue la que consiguió, entre otros derechos laborales, las jornadas de ocho horas por primera vez en la historia del país.
En Montjuïc también se encuentran las tumbas, vacías, de Durruti, Ascaso y Francesc Ferrer i Guàrdia, pedagogo anarquista creador de la Escola Moderna, de pedagogía libertaria, fusilado injustamente y como escarmiento por lo sucedido en Barcelona durante la Semana Trágica.
Ya más tarde, durante la Guerra Civil, los anarquistas tuvieron un papel importante, desde los sindicatos FAI y CNT y también desde la organización anarcofeminista Mujeres Libres, y es que muchas mujeres fueron al frente con sus compañeros libertarios. Las ironías de la historia son muchas: actualmente la sede de la patronal española Fomento del Trabajo Nacional se encuentra en el edificio que fuera de la CNT, en lo que hoy es Via Laietana y durante la Guerra Civil se conoció como Via Durruti. La CNT durante la Guerra Civil ocupó el edificio de Telefónica, en plaça Catalunya, desde donde podía controlar todas las comunicaciones. Otra ironía: a fecha de hoy, es el edificio donde se ubica el Mobile World Centre.
Existe una ruta turística que organizó Turisme Tàctic, dentro de una exposición organizada por la CNT. Hay también propuestas organizadas por Barcelona Rebelde, que ofrece visitas por rutas diferentes a las turísticas habituales.
Turismo por la Guerra de Sucesión
Se puede hacer, por ejemplo, la Ruta 1714[3], que no sólo se localiza en Barcelona, pero en la que sí tiene un peso destacado. En 1714 Barcelona cayó después de un asedio de más de un año, bajo las bombas disparadas por orden del Duque de Berwick. De la Guerra de Sucesión quedan importantes vestigios, algunos de ellos recuperados y musealizados gracias a la Ley de Memoria Histórica: en el Born Centre de Cultura i Memòria, de visita obligada, se pueden ver los restos de la ciudad, en concreto todo el barrio de La Ribera, el cual fue arrasado por las tropas borbónicas para dejar espacio a la Ciutadella, fortaleza militar que tenía como cometido el control de la población de Barcelona. Actualmente la Ciutadella es un parque y acoge a la sede del Parlament de Catalunya, además del Zoo, con el cachondeo que la vecindad de las dos instituciones genera. Dentro de la Ruta 1714 una visita importante también es el Fossar de les Moreres, donde la tradición dice que se enterraron, en una fosa común, a los defensores de la ciudad. Los baluartes de la ciudad y las murallas todavía están en pie, como los que recorren la parte baja del Paral·lel, cerca del Museu Marítim, en Drassanes. Lamentablemente, esta parte de las murallas no está abierta al público, ya que acoge una sala de venopunción, además de ser el aparcamiento de autobuses por excelencia de los cruceristas.
Turismo por la Guerra Civil
Relacionado con la guerra civil, de 1936 a 1939, es imprescindible para cualquier interesado en la política, la visita a los refugios antiaéreos que se construyeron por parte de la defensa pasiva de la ciudad. La mayoría de los refugios fueron construidos por la población civil para protegerse de los bombardeos de la aviación militar golpista, que tuvo la colaboración infame de los fascistas italianos y de los nazis alemanes. Barcelona fue la primera ciudad del mundo en sufrir lo que se conoce como bombardeo de saturación y, después de Gernika, la primera donde se bombardeó deliberadamente a población civil, dejando caer las bombas en zonas especialmente pobladas. Una de las más mortíferas fue la bomba lanzada en el cruce de la calle Balmes con la gran vía de les Corts Catalanes, el 17 de marzo de 1938, que dejó más de 900 muertos al caer sobre un camión republicano que transportaba dinamita. Hay un monumento conmemorativo a las puertas del cine Coliseum, compuesto por barras de acero que se levantan hacia el cielo, aunque si se pregunta a los ciudadanos que pasean por el área difícilmente podrán explicar qué es ese amasijo de acero. Mejor leer la placa en el suelo.
Los refugios, como decíamos antes, se construyeron, precisamente para protegerse de estos ataques. Actualmente, se pueden visitar cuatro refugios que se han conservado en excelente estado, pese a que nadie les prestó atención durante décadas de silencio. La mayoría de los refugios que se han encontrado, casi todos por casualidad al realizar obras privadas en garajes y bajos, están en propiedades privadas y no se han abierto al público (ni al privado, en muchos casos se han vuelto a taponar y han silbado para no tener que hacer investigaciones), pero hay refugios que sí que se pueden visitar: el refugio 307, al pie de Montjuïc, en Poble Sec, uno de los barrios más castigados por las bombas; los refugios de la plaça del Diamant y de la plaça de la Revolució, en Gràcia; y el refugio del Palau de les Heures, en Horta, en el palacio de la que fue residencia oficial de Lluís Companys durante la guerra civil. De hecho, este es el refugio que usó el President durante los bombardeos, un motivo más para visitarlo. Una curiosidad: no había refugios suficientes para toda la población, de manera que las estaciones de metro funcionaron como tales. Dos de las más habituales, la de Universitat y la de Lesseps. Cuando un día estéis esperando el metro, imaginad cómo debía ser un bombardeo ahí.
No os perdáis ninguna de estas rutas alternativas al turismo masivo. ¡Todas ellas son la bomba!
Alexandra Vallugera es politóloga. Trabaja de project manager para una productora de contenidos (@alexvallbal)
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La autora quiere agradecer a Sonia Turon, de la CNT, su ayuda para escribir este artículo