SERGIO JIMÉNEZ
John Adams, el protagonista de nuestro anterior artículo, consideraba la Vicepresidencia de los Estados Unidos una de las instituciones más inútiles del mundo. De esa misma institución vamos a ocuparnos desde otro tiempo, el actual, y con otro enfoque, la comedia. Veep es una comedia de HBO protagonizada por Julia Louis-Dreyfus (la Elaine de Seinfield), y creada por Armando Iannucchi (The Thick of It e Into The Loop, que aún no he podido ver) y que lleva ya no pocos premios en sus cinco temporadas.
La ficción parte de las vivencias de Selina Mayer, vicepresidenta de los Estados Unidos, ninguneada en su oficina y siempre esperando su ocasión para estar en primera línea. La serie, que tiene bastante gracia y que juega entre el patetismo y el humor incómodo, crece una vez que te familiarizas con sus personajes. Pero Veep (juego de palabras entre vicepresidenta y víbora), nos habla mucho de la política actual en el mundo mediático. ¿Qué podemos aprender?
En muchas ocasiones podemos hablar de los personajes de ficción por sus sentimientos: la vergüenza de Don Drapper, la insatisfacción de Walter White, pero en el caso de Veep, la totalidad (o casi totalidad) de su elenco se caracteriza por una desmedida ambición. El mundo de Selina Meyer y su equipo es uno de ambición sin límites, frustrado por otras personas que consiguen lo que ellos ansían: el poder. Curiosamente, el mundo de la democracia moderna y liberal tiene como premisa la ambición (en menor medida) y la voluntad política (en mayor medida) para que los ciudadanos premien o castiguen a los líderes según su actuación y sus propuestas. Sin embargo, ¿qué sucede si prescindimos de esa voluntad política? ¿Y si la necesidad de hacer una carrera política hace que esa voluntad sea menos importante y la ambición el instrumento para hacer carrera? Pues que, posiblemente, alguien con un interés lo suficientemente grande por hacer carrera política (y los medios para vivir de ello), podrá llegar arriba frente a otros con quizá mejores ideas, pero menos ganas de ascender. Esto es lo que cualquiera que conozca un poco la vida en los partidos políticos modernos podrá identificar: puedes tener un proyecto político sólido, pero si no eres capaz de agarrarte a la estructura con todas tus fuerzas, tu futuro se ve truncado.
Por ello la lealtad al partido y al equipo es el principal elemento para la realización de la carrera política. Si pensamos en el equipo de Selina, ni son inteligentes, ni trabajadores, ni profesionales, pero todos tienen una lealtad (hipócrita y de oportunidad) prácticamente inquebrantable con la Vicepresidenta. De hecho, las pocas crisis que tiene el equipo son fruto de indiscreciones y comentarios que levantan suspicacias al respecto.
Entonces, ¿qué hace el liderazgo político? Realmente, Veep presenta algo que podemos identificar igualmente: la caza del espectro que te diferencia en cada momento. Igual. Que diría Eli Gold en The Good Wife: lo que define a un político es ser capaz de encontrar las diferencias de otros candidatos y explotarlas hasta que alguien vote por ellas. Así podemos encontrar que Selina, a parte de la ambición que le hace pasar múltiples humillaciones para seguir a rueda del Presidente, tiene que encontrar su identidad política por la oportunidad que le da el debate. Es una mujer capaz de cambiar la opinión sobre el aborto varias veces en una mañana y, si se da cuenta de que no le va a dar votos, acomodarse en una indefición que le permita perder los menos votos posibles.
Por lo tanto, podemos decir que Veep es una serie que lleva hasta la parodia absoluta un sistema político basado en la ambición para prosperar, que exige, ante todo, lealtad a la cadena de mando y que, además, ante la necesidad de optimizar el rédito político, el discurso se mueve más por la oportunidad de los números que por el propio liderazgo político. Básicamente, la descripción de la política profesional que abarca a gran parte de los sistemas políticos de occidente en los que ni siquiera los partidos que se muestran como contrarios a este modelo se salen del mismo. Como bien decía recientemente la propia protagonista de la serie, lo más dramático es la naturaleza casi documental que puede llegar a tomar la serie en algunos momentos.
Así que, sin querer descubrir nada en un año en el que nos encontramos con dos elecciones generales en seis meses, y con unos líderes políticos que no parecen capaces de desbloquear el sistema político español de la situación en la que ellos mismos lo han metido, quizá la serie sirva de alivio cómico. Al menos, en la tele, tiene gracia.
Sergio Jiménez es doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid. Editor de Poder y Series (@craselrau).
Publicado en Beerderberg
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