Entrañables compatriotas;
Distinguidos y queridos invitados:
Parece algo irreal estar aquí en este mismo sitio 50 años después de los acontecimientos que conmemoramos hoy, ocurridos aquella mañana del 26 de julio de 1953. Yo tenía entonces 26 años; hoy, han pasado sobre mi vida 50 años más de lucha.
No podía en aquel lejano instante pensar por un segundo que esta noche seríamos convocados los pocos participantes en aquella acción que aún sobrevivimos, junto a los que, reunidos aquí o que escuchan en todo el país, fueron influidos o actuaron activamente en la Revolución; junto a los que en aquella fecha eran niños, adolescentes o jóvenes; a los que aún no habían nacido y hoy son padres e incluso abuelos; a contingentes enteros de hombres y mujeres hechos y derechos, llenos de gloria e historia revolucionaria e internacionalista, soldados y oficiales en activo o en reserva, civiles que realizaron verdaderas proezas; a un número que parece infinito de jóvenes combatientes; a trabajadores laboriosos o entusiastas estudiantes, o ambas cosas a la vez, y a millones de pioneros que colman nuestra imaginación de eternos soñadores. Y de nuevo la vida me impone el singular privilegio de dirigirles la palabra.
No hablo aquí a título personal. Lo hago en nombre de los heroicos esfuerzos de nuestro pueblo y de los miles de combatientes que dieron sus vidas a lo largo de medio siglo. Lo hago, además, con orgullo por la grandiosa obra que fueron capaces de llevar a cabo, los obstáculos que vencieron y los imposibles que hicieron posibles.
En los días terriblemente tristes que siguieron a la acción, expliqué ante el tribunal que me juzgó cuáles fueron las causas que nos llevaron a esa lucha.
Cuba contaba con una población que no llegaba a seis millones de habitantes. Por los datos que entonces se conocían, expresé con crudeza, en cifras aproximadas, la situación de nuestro pueblo 55 años después de la intervención norteamericana contra una España ya militarmente derrotada por la tenacidad y el heroísmo de los patriotas cubanos, frustrando los objetivos de nuestra larga guerra por la independencia y estableciendo en 1902 un dominio político y económico total sobre Cuba.
La imposición a viva fuerza en nuestra primera Constitución del derecho del gobierno de Estados Unidos a intervenir en Cuba y la ocupación del territorio nacional para bases militares, unidas al dominio total de nuestra economía y de sus recursos naturales, redujeron prácticamente a cero nuestra soberanía nacional.
Citaré sólo frases y muy breves párrafos de mis pronunciamientos en el juicio que tuvo lugar el 16 de octubre de 1953:
«600 mil cubanos están sin trabajo.»
«500 mil obreros del campo trabajan 4 meses al año y pasan hambre el resto.»
«400 mil obreros industriales y braceros cuyos retiros están desfalcados, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos del patrón a las del garrotero, cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba.»
«10 mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etcétera, salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas.»
«El 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos está pagando renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas.»
«200 mil familias campesinas no tienen una vara de tierra donde sembrar alimentos para sus hambrientos hijos.»
«Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en manos extranjeras.»
«Cerca de 300 mil caballerías (más de tres millones de hectáreas) permanecen sin cultivar.»
«Dos millones 200 mil personas de nuestra población urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos.»
«Dos millones 800 mil personas de nuestra población rural y suburbana carecen de luz eléctrica.»
«A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar.»
«El 90 por ciento de los niños del campo está devorado por parásitos.»
«La sociedad permanece indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos.»
«Desde el mes de mayo hasta el de diciembre un millón de personas se encuentran sin trabajo en Cuba, con una población de cinco millones y medio de habitantes.»
«Cuando un padre de familia trabaja cuatro meses al año, ¿con qué puede comprar ropas y medicinas a sus hijos? Crecerán raquíticos, a los 30 años no tendrán una pieza sana en la boca, habrán oído diez millones de discursos, y morirán al fin de miseria y decepción. El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, sólo es posible mediante la recomendación de un magnate político, que le exigirá al desdichado su voto y el de toda su familia para que Cuba siga siempre igual o peor.»
Quizás lo más importante de lo que dije sobre el tema económico y social fue lo siguiente:
«El porvenir de la nación y la solución de sus problemas no pueden seguir dependiendo del interés egoísta de una docena de financieros, de los fríos cálculos sobre ganancias que tracen en sus despachos de aire acondicionado diez o doce magnates. El país no puede seguir de rodillas implorando los milagros de unos cuantos becerros de oro que, como aquel del Antiguo Testamento que derribó la ira del profeta, no hacen milagros de ninguna clase. […] Y no es con estadistas cuyo estadismo consiste en dejarlo todo tal cual está y pasarse la vida farfullando sandeces sobre la «libertad absoluta de empresa», «garantías al capital de inversión» y la «ley de la oferta y la demanda» como habrán de resolverse tales problemas.»
«En el mundo actual ningún problema social se resuelve por generación espontánea.»
Estas frases e ideas describían todo un pensamiento subyacente sobre el sistema económico y social capitalista que debía ser sencillamente eliminado. Expresaban, en esencia, la idea de un nuevo sistema político y social para Cuba, aunque resultase riesgoso plantearlo en medio del océano de prejuicios y de todo el veneno ideológico sembrado por las clases dominantes aliadas al imperio, vertidos sobre una población donde el 90 por ciento era analfabeta o semianalfabeta que no alcanzaba el sexto grado; inconforme, combativa y rebelde, pero incapaz de discernir un problema tan agudo y profundo. Desde entonces yo albergaba la más sólida y firme convicción de que la ignorancia ha sido el arma más poderosa y terrible de los explotadores a lo largo de la historia.
Educar al pueblo en la verdad, con palabras y con hechos irrebatibles, ha sido quizás el factor fundamental de la grandiosa proeza que éste ha realizado.
Aquellas humillantes realidades han sido aplastadas, a pesar de bloqueos, amenazas, agresiones, terrorismo masivo y el empleo ad libitum de los más poderosos medios de divulgación que han existido jamás contra nuestra Revolución.
Las cifras no admiten réplica.
Se ha podido conocer con más exactitud que la población real de Cuba en 1953, de acuerdo con el censo realizado ese año, ascendía a 5 millones 820 mil habitantes. La actual, de acuerdo con el censo de septiembre del 2002, ya en su fase final de procesamiento de datos, se eleva a 11 millones 177 mil 743 personas.
Los índices nos señalan que en 1953 existían 807 mil 700 personas analfabetas, para un 22,3 por ciento, cifra que sin duda se elevó después durante los siete años de la tiranía batistiana; en el año 2002 había sólo 38 mil 183, para un 0,5 por ciento. El Ministerio de Educación estima que esta cifra es aún menor, pues en su búsqueda minuciosa de personas no alfabetizadas a nivel de sectores y de barrios, visitando casas, encuentran muy difícil localizarlas. Sus cálculos, ajustados a medidas de indagación individualizadas aún más precisas que un censo de población, arrojan 18 mil, para el equivalente al 0,2 por ciento. Ambos datos, por supuesto, excluyen a personas que por causas mentales o físicas sea imposible alfabetizarlas.
En 1953 el número de personas con nivel medio superior y bachillerato aprobado ascendía a 139 mil 984, un 3,2 por ciento de la población con diez años y más. En el 2002 ascendía a 5 millones 733 mil 243, es decir 41 veces más, equivalente al 58,9 por ciento de la población de similar edad.
Los graduados universitarios han pasado de 53 mil 490 en 1953 a 712 mil 672 en el año 2002.
El desempleo, a pesar de que el censo de 1953 se llevó a cabo en pleno período de zafra azucarera, una etapa de máxima demanda de fuerza de trabajo, arrojó un 8,4 por ciento de la población económicamente activa. El censo del 2002, realizado en septiembre, revela que éste asciende hoy en Cuba a sólo el 3,1 por ciento, a pesar de que la fuerza laboral activa, que en 1953 ascendía solamente a 2 millones 59 mil 659 personas, se elevaba el pasado año a 4 millones 427 mil 28.
Lo más contundente es que el próximo año, al reducirse el desempleo por debajo del 3 por ciento, Cuba pasará a la categoría de país con pleno empleo, algo que en medio de la situación económica mundial no es concebible en ningún otro de América Latina o de los llamados países económicamente desarrollados.
Sin entrar en otras áreas de notables avances sociales, añadiré solamente que entre 1953 y el 2002 la población casi se duplicó, el número de viviendas se triplicó y el número de personas por viviendas se redujo de 4,64 en 1953 a 3,16 en el 2002. El 75,4 por ciento de éstas fueron construidas después del triunfo de la Revolución.
El 85 por ciento de la población es dueña de la vivienda que ocupa. No paga impuesto. El 15 por ciento restante paga un alquiler meramente simbólico.
De la totalidad de las viviendas con que cuenta el país, el porcentaje de bohíos disminuyó de 33,3 por ciento en 1953 a 5,7 en el 2002, y la electrificación de las mismas pasó de 55,6 por ciento en 1953 al 95,5 en el 2002.
Las cifras, sin embargo, no lo dicen todo. La calidad no aparece en los fríos números, y en ella está lo verdaderamente espectacular de los avances alcanzados por Cuba.
Nuestro país ocupa hoy, por amplio margen, el primer lugar del mundo en el número de maestros, profesores y educadores per cápita. El personal docente en su conjunto alcanza la altísima cifra de 290 mil 574 personas en activo.
En indagaciones realizadas sobre un grupo de los principales índices educacionales, Cuba ocupa también el primer lugar y por encima de los países desarrollados. Un máximo de 20 alumnos por maestro en la primaria ya logrado, y el de un profesor por cada 15 alumnos de secundaria básica ―séptimo, octavo y noveno grados―, que alcanzaremos en el próximo curso escolar, es algo que ni siquiera puede soñarse entre los países más ricos del planeta.
Los médicos ascienden a 67 mil 79. De ellos, 45 mil 599 especialistas y 8 mil 858 en proceso de formación. El personal de enfermería asciende a
81 mil 459 y el de técnicos de la salud a 66 mil 339 para un total de 214 mil 877 médicos, personal de enfermería y técnicos dedicados a los servicios de salud.
La perspectiva de vida es de 76,15 años; la mortalidad infantil, 6,5 por cada mil nacidos vivos en el primer año de vida, la más baja entre todos los países del Tercer Mundo y varios de los países desarrollados.
Los profesores de educación física, deportes y recreación son 35 mil 902, mucho más que el número total de maestros y profesores dedicados a la educación antes de la Revolución.
Cuba se encuentra en plena tarea de transformación de sus propios sistemas de educación, cultura y salud con los que tantos éxitos alcanzó, para llevarlos, a partir de la experiencia alcanzada y las nuevas posibilidades técnicas, a niveles de excelencia jamás soñados.
Ya en plena marcha estos programas, se estima que los actuales conocimientos que adquieren los niños, adolescentes y jóvenes se triplicarán en cada curso, a la vez que en un período no mayor de cinco años la perspectiva de vida debe elevarse a 80 años de edad. Los países más desarrollados y ricos jamás lograrán los 20 alumnos por maestro en la primaria, ni un profesor por cada 15 de ellos en la secundaria, ni llevar la enseñanza universitaria a los municipios de todo el país para ponerla al alcance de todo el pueblo, ni ofrecer gratuitamente servicios de excelencia en educación y salud a todos los ciudadanos. Sus sistemas económicos y políticos no están diseñados para eso.
En Cuba, la pesadilla social y humana denunciada en 1953, que dio origen a nuestra lucha, había quedado atrás pocos años después del triunfo de 1959. Pronto no hubo campesinos sin tierras, ni precaristas, ni aparceros, ni pago de rentas; todos eran dueños de las parcelas que ocupaban; ni hubo niños desnutridos, descalzos y llenos de parásitos, sin escuelas o maestros aunque fuese debajo de un árbol; ya no se producían entre ellos las muertes masivas por hambre, enfermedades o falta de recursos o de atención médica; los largos meses sin ocupación laboral desaparecieron; no se volvieron a ver hombres y mujeres en las áreas rurales sin trabajo. Se iniciaba una etapa de creación y construcción de instituciones educacionales, médicas, habitacionales, deportivas y otras de carácter social junto a miles de kilómetros de carreteras, presas, canales de riego, instalaciones agrícolas, centros de generación eléctrica y sus líneas transmisoras de energía; industrias agrícolas, mecánicas, de materiales de construcción y todo lo indispensable para el desarrollo sostenido del país.
Fue tanta la demanda de fuerza de trabajo, que de las ciudades fue necesario movilizar durante muchos años contingentes considerables de hombres y mujeres hacia las actividades agrícolas, constructivas y de producción industrial, que sentaron las bases del extraordinario desarrollo social alcanzado por nuestra Patria al que me referí antes.
Hablo como si el país hubiese sido un remanso de idílica paz, como si no se hubiesen producido más de cuatro décadas de riguroso bloqueo y guerra económica, agresiones de todo tipo, cifras masivas de sabotajes, actos de terrorismo, planes de asesinato y una interminable lista de hechos hostiles contra nuestra Patria en los que no quise poner el acento principal de este discurso para concentrarme en ideas esenciales de la actualidad.
Baste decir que sólo las tareas de la defensa requirieron el empleo permanente de cientos de miles de hombres y cuantiosos recursos materiales.
La durísima batalla fue curtiendo a nuestro pueblo, le enseñó a luchar simultáneamente en muchos difíciles frentes, a hacer mucho con muy poco y a no desalentarse nunca ante las dificultades.
Prueba decisiva fue su conducta heroica, su tenacidad y su inconmovible firmeza cuando el campo socialista desapareció y la URSS se desintegró. La página que entonces escribió, cuando nadie en el mundo habría apostado un centavo por la supervivencia de la Revolución, pasará a la historia como una de las más grandes proezas que se haya realizado nunca. Lo hizo sin haber violado uno solo de los principios éticos y humanitarios de la Revolución, pese a los alaridos y calumnias de nuestros enemigos.
El Programa del Moncada se cumplió y sobrecumplió. Hace rato que vamos en pro de sueños mucho más elevados e inimaginables.
Hoy se libran grandes batallas en el campo de las ideas y nos enfrentamos a problemas asociados a la situación mundial, quizás la más crítica que haya vivido la humanidad. A ello debo dedicar ineludiblemente una parte de mi discurso.
Hace varias semanas, a principios de junio, la Unión Europea aprobó una infame resolución, elaborada por un grupito de burócratas, sin análisis previo de los propios Ministros de Relaciones Exteriores, e impulsada por un personaje de estirpe e ideología fascistas: José María Aznar. La misma constituyó un acto cobarde y repugnante, que se sumaba a la hostilidad, las amenazas y peligros que implica para Cuba la política agresiva de la superpotencia hegemónica.
Decidieron suprimir o disminuir al mínimo lo que califican de «ayuda humanitaria» a Cuba.
¿Cuál ha sido esta ayuda en los últimos años, que fueron muy duros para la economía de nuestro país? En el 2000 la llamada ayuda humanitaria recibida de la Unión Europea ascendió a 3,6 millones de dólares; en el 2001, a 8,5 millones; en el 2002, a 0,6 millones. No se habían aplicado todavía las justas medidas que Cuba adoptó, sobre bases absolutamente legales, para defender la seguridad de nuestro pueblo frente a graves peligros de agresión imperialista, algo que nadie ignora.
Como puede apreciarse, la suma arroja un promedio de 4,2 millones de dólares anuales, que en el 2002 se redujo a menos de un millón.
¿Qué significa realmente esta cifra para un país que entre noviembre del 2001 y octubre del 2002 sufrió el impacto de tres huracanes que afectaron el país en 2 mil 500 millones de dólares, a los que se unieron los efectos devastadores para nuestros ingresos de la caída del turismo a causa de los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001 contra Estados Unidos, la de los precios del azúcar y el níquel por la crisis económica internacional y la subida considerable de los precios del petróleo por diversos factores? ¿Qué significan comparados con los 72 mil millones que ha costado el bloqueo económico impuesto por los gobiernos de Estados Unidos durante más de cuatro décadas y frente al cual, con motivo de una ley extraterritorial y cruel como la Helms-Burton, que afectaba los propios intereses económicos de la Unión Europea, esta llegó a un bochornoso entendimiento mediante el cual se comprometió a no apoyar a sus empresarios cuando hicieran negocios con Cuba, a cambio de vagas promesas de que no aplicarían esa ley a sus inversiones en Estados Unidos?
Con los subsidios al azúcar, los países de la Unión Europea afectaron en miles de millones de dólares los ingresos de Cuba a lo largo de todo el tiempo que ha durado el bloqueo de Estados Unidos.
Los pagos de Cuba a los países de la Unión Europea por concepto de importaciones de mercancías en los últimos 5 años alcanzaron 7 mil 500 millones de dólares, un promedio aproximado de mil 500 millones anuales. En cambio, esos países sólo adquieren productos de Cuba por un valor promedio, en los últimos cinco años, de 571 millones anuales. ¿Quién realmente está ayudando a quién?
Además, la famosa ayuda humanitaria usualmente va acompañada de retrasos burocráticos y condiciones inadmisibles, como por ejemplo crear fondos de contravalor en moneda nacional, a la tasa de nuestras casas de cambio, para financiar en moneda nacional otros proyectos en los cuales las decisiones deberían tomarse con la participación de terceros.
Esto quiere decir que si la Comisión Europea entregaba un millón de dólares, pretendía que la parte cubana pagara, por ese millón, 27 millones de pesos cubanos para financiar otros proyectos en moneda nacional por esa magnitud, y para cuya ejecución se debería contar con la participación en la toma de decisiones de Organizaciones No Gubernamentales europeas. Esta absurda condición, que nunca fue aceptada, paralizó prácticamente el flujo de ayuda para un grupo de proyectos por tres años, y con posterioridad lo limitó considerablemente.
Entre octubre del año 2000 y diciembre del 2002 la Comisión Europea aprobó formalmente cuatro proyectos por un monto aproximado de 10,6 millones de dólares (casi todos para asistencia técnica en temas administrativos, jurídicos y económicos) y sólo 1,9 millones de dólares para seguridad alimentaria. Nada de esto se ha ejecutado debido a la lentitud de los mecanismos burocráticos de esa institución. Sin embargo, en todos los informes de la Unión Europea estos montos aparecen como «aprobados para Cuba», pero la realidad es que hasta la fecha a nuestro país no ha entrado un centavo de estos fondos.
Debe tenerse en cuenta que adicionalmente, en todos sus informes sobre ayuda a Cuba, la Comisión Europea y los países miembros incluyen los llamados costos indirectos, tales como pasaje en sus propias líneas aéreas, hospedaje, viáticos, salarios y lujos a niveles de primer mundo. La presunta ayuda desembolsada que incide directamente en el proyecto se ve menguada por estos gastos, que al final no constituyen un beneficio para el país, pero que con fines claramente publicitarios la computan como parte de su «generosidad».
Es verdaderamente indignante pretender presionar e intimidar a Cuba con esas medidas. Cuba, país pequeño, asediado y bloqueado, no sólo ha sido capaz de sobrevivir, sino también de ayudar a muchos países del Tercer Mundo, explotados durante siglos por metrópolis europeas.
Durante 40 años se graduaron en Cuba más de 40 mil jóvenes de más de 100 países del Tercer Mundo como profesionales universitarios y técnicos calificados sin costo alguno, 30 mil de ellos procedentes de Ãfrica, sin que nuestro país les robara uno solo, como hacen los países de la Unión Europea con muchos de los mejores talentos. A lo largo de ese tiempo, por otro lado, más de 52 mil médicos y trabajadores de la salud cubanos, que han salvado millones de vidas, prestaron servicios voluntaria y gratuitamente en 93 países.
Aun sin haber salido totalmente del período especial, el pasado año 2002 había ya más de 16 mil jóvenes del Tercer Mundo cursando estudios superiores gratuitamente en nuestro país, entre ellos más de 8 mil que se forman como médicos. Si se hace un cálculo de lo que tendrían que pagar en Estados Unidos y Europa, equivale a una donación de más de 450 millones de dólares cada año. Si se suman los 3 mil 700 médicos que prestan servicios en el exterior en los sitios más apartados y difíciles, habría que añadir casi 200 millones más, si se toma como base el costo del salario que paga la OMS por un médico anualmente. En conjunto, un valor aproximado de 700 millones de dólares. Esto que nuestro país puede hacer, no a partir de sus recursos financieros sino del extraordinario capital humano que ha creado la Revolución, debiera servir de ejemplo a la Unión Europea y hacerla avergonzarse de la mísera e ineficaz ayuda que presta a esos países.
Mientras combatientes cubanos derramaban su sangre luchando contra los soldados del apartheid, los países de la Unión Europea intercambiaban miles de millones de dólares cada año en mercancías con los racistas sudafricanos y, a través de sus inversiones, se beneficiaban del trabajo semiesclavo y barato de los nativos sudafricanos.
El pasado 21 de julio, hace menos de una semana, la Unión Europea, en una cacareada reunión para revisar su vergonzosa Posición Común, ratificó las infames medidas adoptadas contra Cuba el 5 de junio y declaró que consideraba que debe continuarse el diálogo político, «a fin de promover una búsqueda más eficiente del objetivo de la Posición Común».
El gobierno de Cuba, por elemental sentido de dignidad, renuncia a cualquier ayuda o resto de ayuda humanitaria que pueda ofrecer la Comisión y los gobiernos de la Unión Europea. Nuestro país sólo aceptaría este tipo de ayuda, por modesta que fuese, de las autonomías regionales o locales, de las Organizaciones No Gubernamentales y movimientos de solidaridad, que no imponen a Cuba condicionamientos políticos.
La Unión Europea se hace ilusiones cuando afirma que el diálogo político debe proseguirse. La soberanía y la dignidad de un pueblo no se discuten con nadie, mucho menos con un grupo de antiguas potencias coloniales responsabilizadas históricamente con el tráfico de esclavos, el saqueo e incluso exterminio de pueblos enteros; que son culpables del subdesarrollo y la pobreza en que hoy viven miles de millones de seres humanos a los que siguen saqueando mediante el intercambio desigual, la explotación y dilapidación de sus recursos naturales, una impagable deuda externa, el robo de sus mejores cerebros y otros procedimientos.
La Unión Europea carece de suficiente libertad para dialogar con plena independencia. Sus compromisos con la OTAN y Estados Unidos, su conducta en Ginebra, donde actúa junto a los que quieren destruir a Cuba, la incapacitan para un intercambio constructivo. A ella se unirán pronto países procedentes de la antigua comunidad socialista. Los gobernantes oportunistas que los dirigen, más fieles a los intereses de Estados Unidos que a los de Europa, serán caballos de Troya de la superpotencia en el seno de la Unión Europea. Están llenos de odio contra Cuba, a la que dejaron sola y no le perdonan haber resistido y haber demostrado que el socialismo es capaz de alcanzar una sociedad mil veces más justa y humana que el podrido sistema que ellos adoptaron.
Cuando la Unión Europea se creó, lo aplaudimos, porque era lo único inteligente y útil que podían hacer como contrapeso ante el hegemonismo de su poderoso aliado militar y competidor económico. También aplaudimos el euro como algo conveniente para la economía mundial frente al poder asfixiante y casi absoluto del dólar.
Cuando en cambio, arrogante y calculadora, en busca de reconciliación con los amos del mundo, ofende a Cuba, no merece de nuestro pueblo la menor consideración y respeto.
El diálogo debe ser público en los foros internacionales y para discutir los graves problemas que amenazan al mundo.
No intentaremos discutir los principios de la Unión o Desunión Europea. En Cuba encontrarán un país que no acata amos, ni acepta amenazas, ni pide limosnas, ni carece de valor para decir la verdad.
Ustedes necesitan que alguien les diga un poco de verdades, ya que muchos los adulan por interés o simplemente embelesados por las pompas de las glorias pasadas de Europa. ¿Por qué no critican o ayudan a España a mejorar el desastroso estado de su educación, que a nivel de república bananera es una vergüenza para Europa? ¿Por qué no socorren a Gran Bretaña para impedir que las drogas eliminen la orgullosa raza? ¿Por qué no se analizan y se ayudan a sí mismos que tanto lo necesitan?
La Unión Europea haría bien en hablar menos y hacer más por los verdaderos derechos humanos de la inmensa mayoría de los pueblos del mundo; actuar con inteligencia y dignidad frente a los que no desean dejarle ni las migajas de los recursos del planeta que aspiran a conquistar; defender su identidad cultural frente a la invasión y penetración de las poderosas transnacionales de la industria de la recreación norteamericana; ocuparse de sus desempleados, que suman decenas de millones; educar a sus analfabetos funcionales; dar un trato humano a los inmigrantes; garantizar una verdadera seguridad social y atención médica a todos sus ciudadanos como hace Cuba; moderar sus hábitos consumistas y despilfarradores; garantizar que todos sus miembros aporten el uno por ciento del PIB como hacen ya algunos para apoyar el desarrollo del Tercer Mundo o al menos aliviar sin burocratismo ni demagogia su terrible situación de pobreza, insalubridad y analfabetismo; indemnizar al Ãfrica y otras regiones por el daño que les ocasionaron durante siglos por la esclavitud y el coloniaje; otorgar la independencia a los enclaves coloniales que aún mantienen en este hemisferio, desde el Caribe hasta las Malvinas, sin privarlos de la ayuda económica a que son acreedores por el daño histórico y la explotación colonial sufrida.
A una lista que sería interminable podría añadirse:
Llevar a cabo una verdadera política de apoyo a los derechos humanos con hechos y no palabrería hueca; investigar lo que realmente sucedió con los vascos asesinados por los GAL y exigir responsabilidades; informar al mundo cómo fue brutalmente asesinado el científico David Kelly o de qué forma lo llevaron al suicidio; responder alguna vez a las preguntas que les hice en Río de Janeiro sobre la nueva concepción estratégica de la OTAN con relación a los países de América Latina; oponerse resueltamente y con firmeza a la doctrina del ataque sorpresivo y preventivo contra cualquier país del mundo, proclamada por la potencia militar más poderosa que jamás ha existido, cuyas consecuencias para la humanidad ustedes saben a dónde conducen.
Calumniar y sancionar a Cuba, además de injusto y cobarde, es ridículo. A partir del grandioso y abnegado capital humano que ha creado y con el que ustedes no cuentan, Cuba no necesita de la Unión Europea para sobrevivir, desarrollarse y alcanzar lo que ustedes no podrán jamás alcanzar.
La Unión Europea debe moderar su arrogancia y prepotencia.
Nuevas fuerzas emergen por todas partes con gran pujanza. Los pueblos están cansados de tutelajes, injerencias y saqueos, impuestos a través de mecanismos que privilegian a los más desarrollados y ricos a costa de la creciente pobreza y la ruina de los demás. Una parte de esos pueblos avanza ya con fuerza incontenible. Otros se sumarán. Entre ellos hay gigantes que despiertan. A esos pueblos pertenece el futuro.
En nombre de 50 años de resistencia y lucha sin tregua frente a una fuerza varias veces superior a la de ustedes, y de los éxitos sociales y humanos alcanzados por Cuba sin ayuda alguna de los países de la Unión Europea, los invito a reflexionar serenamente sobre sus errores sin dejarse llevar por excesos de ira o embriaguez euronarcisista.
¡Ni Europa ni Estados Unidos dirán la última palabra sobre los destinos de la humanidad!
Deseo asegurarles algo parecido a lo que dije ante el tribunal espurio que me juzgó y condenó por la lucha que iniciamos hace hoy cinco décadas, pero esta vez no seré yo quien lo diga; lo afirma y augura un pueblo que llevó a cabo una Revolución profunda, trascendente e histórica, y supo defenderla:
¡Condenadme, no importa! ¡Los pueblos dirán la última palabra!
¡Gloria eterna a los caídos durante 50 años de lucha!
¡Gloria eterna al pueblo que convirtió sus sueños en realidades!
¡Venceremos!